Una Metafísica Trinitaria de la Predestinación y Libertad Humana

Una Metafísica Trinitaria de la Predestinación y Libertad Humana

Explora cómo la doctrina de la Trinidad proporciona un marco metafísico único para entender la relación entre la predestinación divina y la libertad humana. Argumenta que, dentro de la visión trinitaria, la soberanía de Dios y la responsabilidad humana coexisten armoniosamente, ofreciendo una comprensión profunda de la interacción entre el decreto divino y la libertad de las criaturas.


Resumen

Por:John B. King Jr.

Según Andrea Vestrucci, un marco de oposición gobierna el debate entre el libre albedrío y el determinismo, pero Martín Lutero cambia este marco con una visión de Dios que une el libre albedrío y el determinismo. Sostengo que este debate se rige por una dialéctica impersonal del destino frente al azar. Sin embargo, una teología trinitaria constructiva podría superar esta dialéctica impersonal ya que el Dios trino es exhaustivamente personal. Además, la relación de Dios con la creación es analógica, más que dialéctica. Dentro de un marco trinitario, por lo tanto, la predestinación asegura la libertad humana porque un Dios personal establece la personalidad humana y porque la causalidad divina y humana varían directamente, en lugar de inversamente, dentro de una relación analógica.


En su artículo en otra parte de este número de Theology and Science, “Recalibrando la lógica del libre albedrío con Martín Lutero”, Andrea Vestrucci sostiene que el debate entre el libre albedrío y el determinismo ocurre dentro del campo de batalla de un marco lógico común. En este marco, el determinismo y el libre albedrío se oponen lógicamente en una batalla interminable. Sin embargo, sostiene Vestrucci, Martín Lutero destruye este marco mediante un desafío meta-lógico desde arriba. Lutero lo hace a través de una visión de Dios que une el libre albedrío y el determinismo, reestructurando así el marco en sí.

En mi respuesta, presentaré la teología trinitaria para reestructurar aún más este marco. Con este fin, primero expongo el análisis de Vestrucci sobre el determinismo y el libre albedrío. En segundo lugar, reformulo la oposición de Vestrucci entre determinismo y libre albedrío como una dialéctica impersonal del destino y el azar. En tercer lugar, sostengo que la teología trinitaria supera esta dialéctica impersonal, ya que presenta a un Dios que es exhaustivamente personal y cuya relación con la creación es analógica más que dialéctica. Finalmente, sostengo que la predestinación fundamenta la libertad humana, ya que el Dios trino establece la agencia personal de los seres humanos y dado que la causalidad divina y humana varían directamente en lugar de inversamente dentro de la relación analógica. Por tanto, los seres humanos son libres, no a pesar de la predestinación divina, sino precisamente a causa de ella.

Vestrucci Sobre el Proyecto de Reconstrucción Meta-lógica de Lutero

Según Vestrucci, el debate entre determinismo y libre albedrío tiene lugar dentro del campo de batalla de un marco lógico común. Las dos posiciones en disputa, el libertarismo y el incompatibilismo, llevan la energía del debate y definen sus contornos lógicos. El libertarismo abraza el libre albedrío sin una mezcla de determinismo, mientras que el incompatibilismo abraza el determinismo sin concesión al libre albedrío. Existe, pues, una lucha a muerte entre estas posiciones ya que lógicamente se oponen.

Sin embargo, a pesar de esta tensión interminable, existe una relación interna entre ellos. Dado que se definen a sí mismos mediante la negación correlativa, las dos posiciones son dialécticamente interdependientes. Además, dado que la oposición específica implica una identidad genérica, es natural que estos puntos de vista opuestos compartan un marco lógico como su terreno común genérico.

Aunque el libertarismo y el incompatibilismo son, por tanto, interdependientes, difieren en sus supuestos sobre la modalidad de los acontecimientos futuros. Para ilustrar este punto, supongamos que un agente debe elegir entre dos opciones opuestas: A y ¬A. El problema que separa los dos grupos es si los eventos futuros A y ¬A son posibles o si es necesario uno en lugar del otro. La posición del libre albedrío asume un modo de posibilidad mientras que el determinismo asume un modo de necesidad.

Podemos examinar esta diferencia en términos de la ley del medio excluido. Si afirmamos esta ley, entonces A o ¬A es necesario, pero no ambos. Ésta es la posición del determinismo. Por otro lado, si rechazamos la ley del medio excluido, entonces A y ¬A son posibles. Esta es la posición del libre albedrío.

Sin embargo, la decisión de aceptar o rechazar la ley del medio excluido para eventos futuros es puramente gratuita. Es una suposición introducida de contrabando en el marco lógico cuya verdad no puede ser juzgada dentro del marco mismo. Por tanto, el debate no puede decidirse dentro de su propio marco. Sin embargo, Lutero cambia este marco mediante un ataque meta-lógico. Lo hace a través de una visión de Dios cuyo libre albedrío determina todo lo que sucede. Así, al unir el determinismo y el libre albedrío, Lutero reestructura el marco del debate. En la discusión a continuación, utilizó la teología trinitaria para reestructurar aún más este marco.

Destino y Azar como Falsas Alternativas

Antes de pasar a la teología trinitaria, debo reformular el análisis anterior. Para ello, nótese que las respectivas posiciones de determinismo (incompatibilismo) y libre albedrío (libertarismo) están comprometidas con las alternativas metafísicas del destino y el azar. Además, así como el incompatibilismo y el libertarismo están dialécticamente interrelacionados dentro de un marco lógico, así el destino y el azar están dialécticamente interrelacionados dentro de un marco metafísico.

Con este entendimiento, podemos criticar una percepción errónea común. Mucha gente confunde predestinación con destino y libertad humana con azar. Así, la oposición entre la predestinación y la libertad humana a menudo se presenta como una oposición entre el destino y el azar.1 Sin embargo, a diferencia de la predestinación, el destino y el azar son alternativas impersonales, las cuales destruyen la predestinación y la libertad humana. Por tanto, la elección nunca es entre la predestinación y la libertad humana, sino entre ambas o ninguna. Para demostrar este punto, muestro cómo el destino y el azar destruyen por igual la predestinación y la libertad humana.

El destino es un sistema de determinismo impersonal. Dentro de tal sistema, la acción humana estaría determinada por un sistema inconsciente de ley impersonal en lugar de un Dios personal consciente. Así, aunque prevalece un determinismo rígido, este determinismo eliminaría la predestinación porque sería impersonal y por tanto carecería de un fin inteligente. En tal sistema, habría destino, pero no predestinación. Además, dado que la persona humana sería producto de una ley impersonal, la humanidad se disolvería en un nexo impersonal. Finalmente, dado que un “deber” personal no puede encontrar base en un sistema de ley impersonal, la ley moral, como concepto personal, desaparecería. Por lo tanto, además de destruir la predestinación, el destino también destruiría la libertad y la responsabilidad humanas al borrar a la humanidad y la ley moral.

Como el destino, el azar también es impersonal, pero mientras que el destino es un sistema de determinismo impersonal, el azar es un anti-sistema de caos impersonal. Dentro de tal sistema, la acción humana resultaría de impulsos aleatorios impersonales que no tendrían dirección ni propósito. Por tanto, la predestinación sería imposible ya que la acción no tendría destino ni fin inteligente. Además, como producto del caos impersonal, la persona humana se disolvería en un vacío impersonal. Finalmente, dado que el azar es impersonal y una negación de todo orden; la ley moral también desaparecería. Por lo tanto, además de destruir la predestinación, el azar también destruiría la libertad y la responsabilidad humanas al borrar la humanidad y la ley moral.

Como se muestra arriba, las alternativas del destino y el azar son idénticas en sus efectos. Como formas de impersonalismo dialécticamente interrelacionadas, ambas posiciones destruyen la predestinación, la libertad humana y la responsabilidad humana. En consecuencia, para preservar la libertad humana, no se debe identificar la predestinación con el destino y optar por el azar. Más bien, uno debe abrazar la predestinación como una alternativa personal que supera la dialéctica del destino y el azar.

La Trinidad y el Personalismo Cósmico

La teología trinitaria proporciona un personalismo robusto que supera todos los puntos de vista impersonalistas. El Dios trino es personal sin residuo. En la Trinidad, las personas se compenetran exhaustivamente en un proceso conocido como pericoresis. Como resultado, cada persona tiene Su ser en y con los demás y así se define a través de Su relación con los demás.2 Dado que las personas se definen en relación con otras personas, la Trinidad es una comunión exhaustivamente personal. Debido a que esto es así, la relación de Dios con la creación también es personal. Por tanto, Dios predestina los acontecimientos humanos de tal manera que proteja la integridad personal de la criatura humana. Esto proporciona la base para superar la dialéctica impersonal del destino y el azar.

Para demostrar este punto, usaré la teología trinitaria del apologista reformado Cornelius Van Til. Aunque Van Til no es muy conocido, su trabajo fue innovador al exponer las implicaciones filosóficas de la teología trinitaria clásica. Aplicada al problema actual, la teología de Van Til presenta la Trinidad como el fundamento trascendental del orden cósmico, la responsabilidad humana y la libertad humana.

Para hacer este caso, consideraré tres aspectos interrelacionados de la teología de Van Til. Primero, la naturaleza trina de Dios lo establece como una Persona Absoluta que es capaz de crear y sostener el cosmos. En segundo lugar, como Persona Absoluta, Dios mantiene una relación analógica con la creación en la que Su trascendencia e inmanencia varían directamente, no a la inversa. Es esta relación analógica la que guarda y establece la integridad del orden creado. Finalmente, debido a que el Espíritu Santo envuelve e impregna toda la creación, la Trinidad establece un contexto exhaustivamente personal para la acción humana por medio del Espíritu Santo. Así, la acción humana se desarrolla dentro de un contexto de personalismo cósmico último.

El Creador como Persona Absoluta

Según Van Til, la naturaleza trina de Dios establece Su personalidad absoluta y, por tanto, Su capacidad para crear el universo. En este sentido, el tema central es el problema de la correlatividad. Si el Infinito está limitado por lo finito (es decir, infinito = no finito), los dos se vuelven correlativos e interdependientes. Este problema fue reconocido previamente por Hegel. Para Hegel, tal correlatividad produce un mal Infinito porque la limitación y la interdependencia del Infinito lo vuelve finito. La solución de Hegel a este problema fue que el Infinito incorporara lo finito en sí mismo.

Sin embargo, a diferencia de Hegel, Van Til resolvió el problema de la correlatividad de una manera clásicamente trinitaria. El enfoque de Van Til fue decir que las Personas trinitarias son internamente correlativas entre sí aparte de la creación y, por lo tanto, no externamente correlativas con el mundo. Como comunidad trina de Personas, Dios tiene una relación personal y, por lo tanto, una oposición personal dentro de Su propio ser. Por tanto, Dios es exhaustivamente correlativo dentro de sí mismo “antes” y fuera de la creación.

Por consiguiente, Dios no compromete Su aseidad o Su personalidad definiéndose a Sí mismo en correlación con un mundo finito e impersonal. En otras palabras, es precisamente debido a la relacionalidad personal de Dios que Él no depende de ninguna manera de la creación, ya que Su correlatividad interna elimina la necesidad de correlatividad externa. Dios es, por tanto, Absoluto (no correlativo externamente) porque es personal (correlativo interno y personal) y personal porque es Absoluto. Por lo tanto, la correlatividad interna de la personalidad trina de Dios sustenta la aseidad divina y con ello Su trascendencia sobre el orden creado.

Podemos expresar este pensamiento filosóficamente diciendo que para nosotros los eternos uno y muchos forman una unidad autocompleta. Dios es personalidad absoluta y, por tanto, individualidad absoluta. Existe necesariamente. No tiene ningún no-ser frente a sí mismo en comparación con el que se define; él es internamente autodefinido.

Usando el lenguaje del problema del uno y de los muchos, sostenemos que en Dios el uno y los muchos son igualmente fundamentales. La unidad en Dios no es más fundamental que la diversidad, y la diversidad en Dios no es más fundamental que la unidad. Las personas de la Trinidad se agotan mutuamente. El Hijo y el Espíritu están ontológicamente a la par del Padre.3

Dios existe en sí mismo como un ser trino conscientemente activo. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son cada uno una personalidad y juntos constituyen el Dios exhaustivamente personal. Existe una interacción eterna, interna y consciente de sí misma entre las tres personas de la Deidad. Son co-sustanciales. Cada uno es tanto Dios como los otros dos. El Hijo y el Espíritu no derivan su ser del Padre. La diversidad y la unidad en la Deidad son, por tanto, igualmente últimas; son exhaustivamente correlativos entre sí y no correlativos con ninguna otra cosa.4

Como se vio anteriormente, la naturaleza trina de Dios establece Su personalidad absoluta y con ello Su trascendencia sobre el orden creado. Por lo tanto, sobre la base de Su naturaleza trina, Dios es un ser y, por lo tanto, infinito en ser, conocimiento y poder. Como resultado, Dios conoce y controla su propio ser ante todo y todo ser creado por extensión. Para Dios, por lo tanto, lo real es lo racional y lo racional es lo real.5 La creación es planificada, ejecutada y conocida por un Dios todopoderoso, omnisciente y exhaustivamente personal.

La Relación del Creador con la Creación

Además, la personalidad absoluta de Dios tiene implicaciones definidas para su relación con el orden creado. Como ser infinito, Dios no está limitado por la creación, sino que la trasciende. Nuevamente, como ser infinito, Dios no está limitado ni excluido de la creación, sino que también es inmanente dentro de ella. Por tanto, como ser infinito, Dios es trascendente en Su inmanencia e inmanente en Su trascendencia. La inmanencia y la trascendencia divinas se implican mutuamente y, por lo tanto, varían directamente, en lugar de inversamente, entre sí.

Esto significa que la relación de Dios con el mundo es analógica tanto en un sentido formal como material. En un sentido formal, la combinación de la trascendencia e inmanencia de Dios significa que Su relación con el mundo no es ni unívoca (pura inmanencia) ni equívoca (pura trascendencia) sino analógica. En un sentido material, la relación de Dios con el mundo es analógica porque Dios ha creado el mundo como una analogía finita de Él mismo. En consecuencia, la metafísica cristiana se caracteriza por una teoría analógica de la realidad de dos capas que consiste en el ser infinito de Dios y el ser finito de la creación. Como se muestra a continuación, este marco analógico proporciona la base y el contexto para armonizar la predestinación con la libertad humana, ya que muestra que Dios crea y sostiene a la persona humana como un análogo finito de Él mismo.

El Creador como Entorno Cósmicamente Personal

Para Van Til, la teología trinitaria también apoya la libertad humana al establecer un personalismo cósmico como el contexto ambiental para la acción humana. En este sentido, el Espíritu Santo se convierte en el médium personal que impregna, envuelve y entrelaza las estructuras de la creación. Sin embargo, dado que la identidad personal del Espíritu Santo se define en sí mismo a través de sus relaciones con el Padre y el Hijo, la Trinidad entera entra en la mediación personal del Espíritu Santo. En consecuencia, la acción humana es personal porque el agente humano opera en el contexto de toda la Trinidad y, por lo tanto, dentro de un entorno cósmicamente personal.

… Sería bastante legítimo y verdadero decir que el fundamento de toda actividad personal entre los hombres debe basarse en la personalidad de una persona última, a saber, la persona de Dios, si tan solo se entienda que esta personalidad última de Dios es una personalidad trina. En la Trinidad hay una relación completamente personal sin residuos. Y por eso se puede decir que las acciones del hombre también son personales. El entorno del hombre está lleno de personalidad porque todas las cosas están relacionadas con el Dios infinitamente personal. 6

Resumen de la Sección

Debido a que la Trinidad es una comunión exhaustivamente personal, el control soberano de Dios no niega, sino que establece la personalidad distintiva de la criatura humana. Además, la vida trinitaria también establece un personalismo cósmico en el que incluso los aspectos impersonales de la creación derivan de una fuente personal, existen dentro de un contexto personal y sirven al propósito de un Dios personal.

Por lo tanto, a través del control soberano divino, Dios mantiene la integridad personal de los seres humanos, así como el personalismo supremo de su entorno. Así, en su respuesta a Dios, a otros seres humanos y la creación no humana; los seres humanos son libres y moralmente responsables precisamente porque la predestinación de Dios los libera de la dialéctica impersonal del destino y el azar.

La Relación Analógica de Causalidad Primaria y Secundaria

Aunque no podemos envolver nuestras mentes finitas alrededor del misterio de la predestinación y la libertad humana, podemos usar la evidencia bíblica y la teología para mostrar la consonancia de las dos doctrinas. Un marco teológico clave para comprender esta consonancia es la relación analógica entre Dios y la creación. Dentro de este marco, Dios y la creación son distintos pero están relacionados, ya que la trascendencia y la inmanencia de Dios varían directamente entre sí en lugar de inversamente. Precisamente por esta razón, la causalidad primaria y secundaria también son distintas pero relacionadas, de modo que también varían directamente entre sí en lugar de inversamente. Así, el control soberano de Dios se caracteriza tanto por una distinción (trascendencia) de la persona humana como por una relación (inmanencia) que establece la personalidad humana. Entonces, contrariamente a nuestro pensamiento común, es precisamente la predestinación de Dios la que establece a la persona humana como distinta, libre y moralmente responsable. La Confesión de Fe de Westminster captura muy bien esta tensión paradójica:

Dios desde toda la eternidad, por el más sabio y santo consejo de su propia voluntad, ordenó libre e inmutablemente todo lo que suceda; sin embargo, así no es Dios el autor del pecado, ni se ofrece violencia a la voluntad de las criaturas, ni se quita la libertad o contingencia de las segundas causas, sino que se establece. CFW, III.I

Esta sucinta declaración encarna una profunda tensión intelectual. Dice que aunque Dios (como causa principal) ha preordenado todo lo que sucede en el tiempo, Él no es culpable de pecado. Más bien, el ser humano (como causa secundaria) es responsable del pecado ya que la predestinación de Dios no violenta la voluntad de la criatura sino que establece la libertad (libertad) y la contingencia (secuencia cronológica y causal) de causas secundarias de las cuales la voluntad humana es una parte. Aunque no podemos envolver completamente nuestras mentes en torno a esta verdad, la relación analógica entre la causalidad divina y humana nos ayuda a ver su plausibilidad.

Además de nuestro razonamiento teológico, el testimonio bíblico también nos ayuda a abrazar esta paradoja. Después de todo, dentro de la Biblia misma, la predestinación y la responsabilidad humana a veces se afirman juntas en el mismo pasaje. En este sentido, algunos pasajes de la Escritura muestran a Dios obrando el bien (acción divina) a través del mal humano (acción humana) al mismo tiempo. Por supuesto, Dios también obra bien a través del bien humano. Sin embargo, cuando hay una diferencia en el valor moral (bien versus mal) entre las causas divina y humana, es más fácil para nosotros ver la presencia de dos agentes distintos en un mismo acto.

Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a este, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole. Hechos 2:22‭-‬23

Y les respondió José: No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. Génesis 50:19‭-‬20

Aunque la predestinación y la responsabilidad humana son aparentemente opuestos, su presencia lado a lado en los mismos pasajes de las Escrituras atestigua su armonía suprema, aunque no podamos sondear sus profundidades. Además, estos pasajes también nos dan un punto de partida teológico para exponer esta relación. Nos dicen que la solución no se encuentra en oponer una causa a la otra o en afirmar una causa excluyendo la otra. Más bien, debemos abordar esta relación afirmando ambas causas simultáneamente. Hacemos esto operando dentro de un marco analógico de causalidad dual.

El problema es que mucha gente se acerca a esta doctrina dentro de un marco mono-causal para que la acción humana y divina compitan. Dentro de ese marco, una acción humana puede tener una sola causa, Dios o la humanidad, no ambas. Por tanto, la lucha entre la acción humana y la divina es un juego de suma cero. En la medida en que aumenta la acción divina, la acción humana debe disminuir, y viceversa. Como resultado, la causalidad divina y humana varía inversamente más que directamente entre sí.

Sin embargo, debido a que el Dios trino es un verdadero Infinito, Dios mantiene una relación analógica con la creación de modo que la causalidad divina y humana varían directamente entre sí. En el control soberano divino, Dios permanece distinto del agente humano (trascendencia), incluso cuando Su participación personal (inmanencia) establece la integridad de este agente. Además, dado que el Dios trino es exhaustivamente personal, establece la personalidad distinta del agente humano así como el personalismo cósmico del entorno humano.

Dentro del marco analógico, por lo tanto, es precisamente el control soberano de Dios lo que establece al agente humano como distinto, personal, libre y moralmente responsable. Por lo tanto, contrariamente a las expectativas normales, la agencia humana se establece no a pesar de la predestinación de Dios, sino precisamente debido a ella. Solo así se salva la humanidad del impersonalismo del destino y el azar.

Conclusión

En este artículo, me he basado en la idea de Andrea Vestrucci de que un marco lógico común gobierna el debate entre el libre albedrío y el determinismo y que Lutero reestructura este marco con una visión de Dios que une el libre albedrío y el determinismo. He utilizado la teología trinitaria de manera arquitectónica para promover este proyecto de reestructuración.

En el fondo, el debate entre determinismo y libre albedrío es un debate entre las posiciones metafísicas del destino y el azar, las cuales son impersonales y dialécticamente interrelacionadas. Así, el debate normal entre determinismo y libre albedrío mantiene a ambos lados atrapados en una dialéctica impersonal. Sin embargo, la teología trinitaria supera esta trampa al relacionar la predestinación y la libertad humana de una manera tanto personal como no dialéctica.

Debido a que el Dios trino es una comunión exhaustiva de personas, Dios es personal sin residuo. En la creación, por tanto, Dios establece la integridad personal de los seres humanos, así como el personalismo cósmico del entorno humano. Además, debido a que Dios es un verdadero Infinito, su relación con la creación es analógica en lugar de dialéctica. Por lo tanto, Su trascendencia y Su inmanencia varían directamente entre sí en lugar de inversamente.

Por esta razón, la causalidad divina y humana también varía de forma directa y no inversa. En Su control soberano, Dios permanece distinto del agente humano (trascendencia), incluso cuando Su participación directa (inmanencia) establece la integridad personal de este agente. En consecuencia, es el control soberano de Dios el que establece a los seres humanos como personas distintas, libres y moralmente responsables. Así, la agencia humana se establece, no a pesar de, sino precisamente debido a la predestinación de Dios. Solo así se salva la humanidad de una dialéctica impersonal del destino y la suerte.

Declaración de Divulgación

Los autores no informaron ningún conflicto de intereses potencial.

Notas sobre el Autor

John B. King, Jr es un académico independiente y escritor independiente de Corvallis, OR. Obtuvo un doctorado en Ingeniería Mecánica y Nuclear de la Universidad Estatal de Oregon, así como un ThD de la Unión Teológica de Graduados y un DMin del Seminario Evangélico George Fox. Actualmente se encuentra en proceso de convertirse en pastor de la Iglesia Luterana de América del Norte (NALC).

Footnotes

  1. The following three paragraphs summarize my argument in John B. King Jr, Predestination in Light of the Cross: A Critical Exposition of Luther’s Theology (Vallecito, CA: Chalcedony Foundation, 2003), 8–13.

  2. As an evangelical Christian, I use masculine pronouns for God as warranted by Scripture and the catholic tradition.

  3. Cornelius Van Til, The Defense of the Faith (Phillipsburg, NJ: Presbyterian and Reformed, 1967), 25, 26.

  4. Cornelius Van Til, Apologetics (Philipsburg, NJ: Presbyterian and Reformed, 1980), 8.

  5. Van Til, The Defense of the Faith, 36, 37.

  6. Cornelius Van Til, A Survey of Christian Epistemology (Phillipsburg, NJ: Presbyterian and Reformed, 1969), 78.