Introducción
Una de las doctrinas de la Biblia más atacadas en nuestros días por los incrédulos es la doctrina de la creación. Esta doctrina ha sido abandonada casi por completo de los círculos académicos, desde los colegios hasta las universidades. La presión es tanta en los círculos académicos que los jóvenes terminan creyendo que es ridículo creer en un creador, y si quieren ser considerados verdaderamente académicos e intelectuales tendrán que abandonarla con tal de ser aceptado a los ojos de los “intelectuales”. Los padres cristianos envían a sus hijos a las escuelas y universidades con la esperanza de que se preparen para su propio futuro y terminan recibiendo a hijos incrédulos convencidos que para ser académico deben abandonar la idea de un creador.
Pero esta doctrina es de vital importancia para la teología cristiana. El Dios cristiano es un Dios creador. Si Dios no está en el inicio del mundo, entonces será imposible encontrarlo en alguna otra parte. Si Dios no es necesario para la existencia y creación del mundo, entonces no será necesario para nada en absoluto. Si Dios no creó al universo, entonces ninguna parte de la doctrina cristiana podrá mantenerse en pie, al contrario, toda ella caerá en picada como irrelevante. Por tanto, será necesario presentar una breve defensa de esta doctrina en este artículo.
Un Dios personal creador
La doctrina de la creación del mundo por un Dios personal tal como se narra en la Biblia (Gn 1), ha sido reemplazada por diferentes ideas. Algunos sostienen la existencia eterna del universo. El universo no ha sido creado en absoluto, sino que siempre ha existido eternamente. Es decir, la idea de eternidad que los cristianos sostienen sobre Dios es atribuida al universo por los incrédulos. Los cristianos sostenemos que Dios siempre ha estado ahí eternamente, y que en algún momento decidió crear al universo, por el contrario, los incrédulos sostienen que es el universo el que siempre ha estado ahí eternamente, por lo que es irrelevante la creencia en Dios para su existencia y funcionamiento.
Por otra parte, la mayoría de los incrédulos de nuestros días sostienen la idea de un universo que empezó a existir, pero que empezó a existir de la nada por sí mismo, es decir, es auto-existente. Nadie sabe qué había antes de que el universo material empezará a existir. Las teorías abundan, pero si había algo antes que el universo material empezara a existir, entonces no se puede decir que no había nada. Siempre tuvo que haber algo, y ese algo ¿cómo estuvo ahí? ¿era eterno? En fin, el punto es que por sí mismo, y de una forma natural y accidental, de un momento a otro, el universo material comenzó a existir. No había nada y de repente había algo. De esa manera, el universo es auto-existente. Y aquí, nuevamente, al universo material es atribuido un atributo que le pertenece a Dios: la autoexistencia. Los cristianos sostenemos la doctrina de la aseidad, que no es otra cosa que la idea de que Dios subsiste por sí mismo, no necesita de nada ni nadie para subsistir. Él subsiste de manera independiente de cualquier otra cosa. Los incrédulos, entonces, atribuyen esa doctrina de auto-existencia, en un grado inferior, al universo material.
La idea de R.J Rushdoonyi, de que los hombres no pueden negar los atributos de Dios sin atribuírselo a alguien o algo más, salta a la vista. Los atributos de Dios no pueden ser negados. Lo que ocurre es que son atribuidos a las cosas creadas, sean estas conscientes o inconscientes. De esa manera, cuando la idea cristiana de infalibilidad en Dios y su Palabra es negada por algún ser humano, en realidad se le atribuye a otro ser. Los católicos romanos se lo atribuyen al Papa, y los incrédulos se lo atribuyen a su nuevo orden sacerdotal: los científicos. De la misma manera, los atributos como la eternidad o auto-existencia no pueden ser negados sin atribuírselo a algo más, en este caso los incrédulos se lo atribuyen al universo material. Por tanto, no han negado la idea de Dios, solo han cambiado de dios por uno impersonal y material.
¿Cuál es la evidencia de que Dios no creó al universo material, sino que este es eterno o auto- existente? Ninguna. No hay ninguna evidencia que puedan dar que no pueda ser interpretada perfectamente por la existencia de un creador personal. La cuestión que gobierna la interpretación de los incrédulos sobre la supuesta evidencia de un universo eterno o auto-existente son sus presuposiciones. Las presuposiciones son las ideas o creencias que una persona da por sentada en su forma de entender el mundo antes de analizar la evidencia. Los cristianos analizan la evidencia sobre los orígenes del mundo con la idea o creencia en un Dios personal creador, y encuentran que toda evidencia dada puede ser perfectamente interpretada con esa presuposición. Por el contrario, los incrédulos, dan por sentado que el mundo es natural y accidental. En su mente todo lo que existe es la naturaleza y la materia. Por tanto, el universo tuvo que formarse o existir de forma natural y accidental, y toda la evidencia debe ser interpretada, por tanto, a la luz de estos lentes.
Los incrédulos cometen la falacia de petición de principio, es decir, dan por sentado lo que tienen que probar, y terminan cayendo en una circularidad. Por ejemplo, su punto de partida, el método para conocer y la conclusión están entrelazados de forma circular dando como resultado lo que estaban buscando desde el principio. El punto de partida es su naturalismo (todo lo que existe está gobernado por las leyes de la naturaleza- todo es natural); el método para conocer es el método científico, el cual es un método limitado a la observación del mundo natural y material, por tanto no puede conducir más allá -si este método pudiese llegar a través de la observación a la conclusión de un dios, sería uno que es natural y material (que no sería el Dios trascendente y espiritual de la Escritura) puesto que el método está limitado a observar eso mismo; y su conclusión sería el naturalismo. Si de entrada cree que todo lo que existe es lo natural y material, y usa un método para estudiar que se limita a observar la natural y material, la conclusión será lo natural y material, por tanto, comete una falacia de circularidad, y da por sentado aquello que debe probar, es decir, el naturalismo.
De esa manera, cuando los incrédulos dicen que saben que el mundo es eterno o auto-existente, por un lado, están ejerciendo fe en sus presuposiciones naturalista, por otro lado, están cometiendo falacia de petición de principio, y, por último, están usando una retórica académica para cautivar a sus lectores y oyentes de que esa idea es más intelectual y racional que la idea de un creador, pero, en realidad, es una idea que requiere tanta fe como la idea de un creador. De hecho, yo diría que requiere más fe, puesto que conduce a absurdos e imposibilidades.
Si negamos la existencia de un Dios creador el mundo no solo sería sin sentido sino también sin significado absoluto, por las siguientes razones: (1) no podríamos creer en leyes de la naturaleza inmutables, puesto que estas podrían cambiar de un momento a otro de forma azarosa, y así no podría existir conocimiento científico. El conocimiento científico depende de que la naturaleza siempre se comporte de manera uniforme, pero sin la idea de un Dios creador que garantice que el mundo siempre (hasta donde Él lo quiera) se va a comportar de forma uniforme, entonces no hay razón para creer que las leyes naturales que rigen el universo hoy seguirán rigiendo el día de mañana, y por tanto no podría haber conocimiento científico en absoluto.
Pero, por otra parte, (2) sin la idea de un Dios creador que nos hizo a su imagen y semejanza, tampoco podríamos estar seguros si nuestras facultades cognitivas son confiables para conocer. Según los incrédulos nuestros pensamientos son productos de las reacciones químicas que ocurren en nuestro cerebro. Si eso es así, entonces nunca estamos actuando libremente sino siempre estamos determinados por esos procesos químicos, a tal punto que nuestras creencias no pueden ser confiables en absoluto, sino que únicamente las creemos de forma determinista. Si el naturalismo es verdad, entonces no podríamos saber que el naturalismo es verdad, puesto que creemos en ello porque estamos determinados a creer en ello y no por un acto libre del intelecto. Pero, además, los incrédulos dicen que siempre actuamos buscando la supervivencia y la adaptación. Si eso es cierto, entonces nuestras creencias están determinadas por la supervivencia y la adaptación, a tal punto que todo lo que creemos no sería verdad, sino que las creemos por supervivencia y adaptación. Así que, en últimas no podríamos confiar en nuestras facultades cognitivas.
(3) Sin la creencia en Dios tampoco podríamos saber si el mundo exterior a nuestras mentes realmente existe o es una ilusión, o si estamos en alguna matrix, atrapados en el sueño de algún dios, o si somos un cerebro flotando en una cubeta, o si hay algún demonio engañándonos para que creamos lo que él quiere que creamos. No podríamos saber si estamos conociendo al mundo exterior a nuestras mentes realmente como es o solo como se nos presenta en nuestras mentes, por lo que no podríamos saber si nuestras creencias son verdaderas.
Y por último, (4) sin la creencia en Dios nunca podríamos saber si nuestras creencias son verdaderas puesto que necesitamos una mente omnisciente para saber si son verdaderas. Esto es porque nunca podríamos saber de qué manera y hasta qué punto aquello que creemos conocer está siendo influenciado por aquello que no conocemos, de tal manera que aquello que creemos conocer nunca podría ser conocimiento sino especulación. Y así, a menos que conozcamos todos los hechos del universo y tengamos una mente omnisciente, como la del Dios cristiano, entonces nunca podremos saber si nuestras creencias son verdaderas. Y ya que ningún ser humano puede tener una mente omnisciente, solo podríamos conocer el mundo si una mente omnisciente nos trasmite la verdad sobre qué es y cómo es el mundo, tal como cree el cristiano que su Dios omnisciente lo hizo en la Biblia.
Por todas esas consideraciones, la idea de un Dios que existe y es creador no solo es verdad sino necesaria para que nuestro mundo pueda ser entendido e interpretado. La incredulidad se demuestra como falsa por hacer imposible la posibilidad del conocimiento humano. Incluso, si un incrédulo quiere escaparse del problema argumentando que es verdad que no se puede conocer absolutamente nada, eso sería contradictorio en sí mismo puesto que no se puede conocer que no se puede conocer, ni puede ser verdad que nada puede ser verdad, y por tanto se demuestra nuevamente como falso. Así, la incredulidad también se demuestra como falsa por conducir a absurdos.
Por tanto, cualquier interpretación de los incrédulos sobre la existencia del universo, sea esta que el universo es eterno o auto-existente, se demuestra como falsa por conducir a absurdos e imposibilidades. Si esas ideas fuesen ciertas, no podríamos saber si son ciertas, la comunicaciónsería imposible y nadie pudiese escribir algo con sentido. Por tanto, la interpretación cristiana basada en la evidencia sobre la existencia de un creador, no solo es posible, sino necesaria para la posibilidad del conocimiento humano. Así, la creencia en un creador no solo es un acto de fe, sino un acto racional y necesario. Las Escrituras nos muestran que el universo fue creado de la nada material o de lo que no se veía (Hb 11:3), sí, pero fue creado por un Dios eterno que existe en un plano de existencia diferente a este material. Este Dios es uno personal, es decir, consciente, con personalidad, más no un poder impersonal e inconsciente. Todo el universo material fue creado por la palabra de este Dios poderoso y trino (Gn 1; Jn 1:1-5; Col 1:15-17).
Reemplazando a Dios
Volviendo a la idea de que el hombre no puede negar nada de Dios sin atribuírselo a lo creado, y a la idea de que son las presuposiciones naturalistas del incrédulo las que gobiernan su interpretación de la evidencia disponible, podemos ir un poco más al fondo y ver el verdadero problema del incrédulo. Su problema no es tanto uno intelectual como lo es moral. Su verdadero problema es uno moral que influencia a sus razonamientos. Romanos 1 nos da una radiografía sólida sobre esto mismo:
“18 Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; 19 porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. 20 Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. 21 Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. 22 Profesando ser sabios, se hicieron necios, 23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.”
Hay muchas cosas que decir sobre este pasaje, pero en resumen esto es lo que Dios dice que ocurre con los incrédulos: ellos conocen a Dios tanto internamente como externamente. Son inexcusables. Pero por su naturaleza caída y pecadora ellos detienen con injusticia la verdad, y distorsionan el conocimiento de Dios. Habiéndole conocido no le glorifican ni le dan las gracias, sino que su moral influencia sus razonamientos y su corazón, y entonces se hacen necios dando al orden creado la gloria que le pertenece únicamente al creador. Es decir, ellos detienen la verdad de Dios y la distorsionan a tal punto que terminan adorando al orden creado antes que al creador. Su problema es moral, no intelectual. Sus razonamientos están influenciados por su problema moral de rechazar a Dios.
Pero, ¿cómo y por qué ocurre eso? La razón es sencilla: el hombre no quiere ni desea a un Dios personal a quien rendir cuentas. Él no quiere que exista un Dios consciente y personal que esté juzgándole por sus actos. Por tanto, necesita suprimir esa idea -que él sabe que es verdad- en su interior. Crea complejos métodos de razonamientos -y con mucho lenguaje académico- con el fin de engañarse a sí mismo suprimiendo esta verdad. Aunque sabe que es verdad que Dios existe y creó todas las cosas quiere engañarse a sí mismo sugiriendo que a menos que pueda sentar a Dios en un laboratorio para observarlo y confirmar su existencia no creerá en Él. Karl Marx dijo que la religión es el opio del pueblo, pero podemos decir, en realidad, siguiendo a Will Graham, que el ateísmo es el opio de los impíosii. Se drogan en esa verdad de negar a Dios, para entregarse a susdeseos pecaminosos sin el cargo de consciencia de que hay un Dios personal al que tienen que rendirle cuentas y que, además, les juzgará.
Esa es la razón por lo que en la actualidad ocurren tres cosas en nuestras naciones occidentales. En primer lugar, los atributos de Dios se le atribuyen a la creación. Así, el hombre moderno no ha negado a Dios, solo ha hecho de la naturaleza otro dios. La naturaleza es eterna o auto-existente, por tanto, ellas es el todo de todos. En la actualidad se le llama la madre naturaleza y ella merece nuestra adoración y obediencia. Si el covid-19 hubiese ocurrido en siglos pasados, las personas pensarían que tal vez tal enfermedad es un juicio de Dios a las naciones por su infidelidad hacía Él. Hoy, en cambio, los naturalistas razonan que el covid-19 es producto de la naturaleza que se venga de nosotros por nuestra infidelidad hacía ella. En siglos pasados, los huracanes hubiesen sido interpretados como posibles juicios de Dios por nuestra infidelidad hacía Él. Hoy, en cambio, los huracanes son interpretados como el juicio de la naturaleza a la humanidad por su infidelidad hacía ella. La cuestión es que es más atractivo para el hombre pecador adorar al orden creado que al creador, ya que la naturaleza es impersonal y el creador es personal. Es más conveniente creer en un dios impersonal y así no tener que rendir cuentas a nadie.
En segundo lugar, esa es la razón por la que las religiones orientales crecen cada vez más en influencia en nuestras naciones occidentales. Los occidentales están abandonando la idea de un Dios personal para abrazar las ideas orientales de dioses impersonales. Los orientales mantienen la religión sin mantener la idea de un Dios personal. Convierten a la naturaleza en dios y se libran de la idea de un Juez que todo lo ve y juzga.
Y en tercer lugar, ese problema moral termina no solo inclinando al hombre moderno a la adoración de un orden natural, sino influenciando todo su pensamiento de forma contraria a la idea de un Dios creador personal. Por tanto, en la actualidad, cualquier teoría del mundo que descarte a un Dios creador y personal, y haga de la naturaleza y la materia el todo del hombre, se convierte en una teoría plausible. Así que, en última instancia, no son tanto sus presuposiciones naturalistas la que influencian a los académicos modernos, sino que es su moral distorsionada la que influencia su intelecto. Y así le dan a la naturaleza la adoración que únicamente merece el creador, tal como nos lo explica Romanos 1.
La creación
Pero, así como vimos que la creencia en un Dios creador y personal es necesaria, también lo es su creación. El mundo existente ha sido creado por Dios en 6 días literales (Gn 1). Algunos creyentes, cediendo ante los ataques de los incrédulos sobre los millones de años que supuestamente tiene el orden natural auto-existente o eterno, terminan cambiando su hermenéutica. Sugiriendo que todo Génesis 1 es poesía que nos quiere mostrar que Dios creó todas las cosas, pero no necesariamente en 6 días literales. Los 6 días de Génesis 1 se convierten en eras o etapas, o simplemente en poesía. Pero como vimos anteriormente no hay ninguna evidencia que los incrédulos den que no pueda ser interpretada bajo la idea de una creación en 6 días. Un Dios como el cristiano puede crear todo el orden existente en una sola hora o solo día, por tanto, su poder no se limita. Tiene poder para hacer todo en 6 días.
De hecho, el orden de la creación está redactado de tal manera que se evidencien tres cosas. En primer lugar, que todo depende de Dios. El sol aparece después de la luz para mostrar que si el sol no existiera Dios iluminaría todo. De tal manera que el sol no es más necesario que Dios en el orden existente. El sol es solo necesario hasta donde el creador así lo quiere. Las plantas aparecen antes que hubiera lluvia, para mostrar que Dios puede crear plantas sin necesidad de agua. La lluvia es necesaria hasta donde Dios así lo estipule. Pero no hay nada creado que sea más necesario que su creador. Por tanto, todo podría existir únicamente si el creador existe. El punto de Génesis 1 es que lo único verdaderamente necesario en la creación es el Dios creador. En segundo lugar, el hombre es la corona de la creación. Todo el orden ha sido creado para que este pueda vivir con todo lo necesario. El hombre, por tanto, debe la adoración a Dios, y cuando se levanta sobre Dios queriendo adorar al orden creado en vez de al creador, se convierte en un desagradecido. El hombre debe su existencia a Dios y no Dios al hombre. El hombre es hecho a imagen de Dios y no Dios a imagen del hombre como sugieren los incrédulos. Y, por último, en tercer lugar, todo fue creado para la gloria de Dios. Todo en la creación está creado de tal forma que deba dar gloria a Dios, porque todo depende de Él, como nos los dice Romanos 11:36: “Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.”
Podríamos terminar citando a la Confesión de Fe de Westminster, que en sus dos párrafos del capítulo 4, nos da un buen resumen de la doctrina de la creación:
-
Agrado a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, para la manifestación de la gloria de su poder, sabiduría y bondad eternas, crear o hacer de la nada, en el principio, el mundo y todas las cosas que en él están, ya sean visibles o invisibles, en el lapso de seis días, y todas muy buenas.
-
Después que Dios hubo creado todas las demás criaturas, creo al hombre, varón y hembra, con alma racional e inmortal, dotados de conocimiento, rectitud y santidad verdadera, a la imagen de Dios, teniendo la ley de Dios escrita en su corazón, y capacitados para cumplirla; sin embargo, con la posibilidad de que la transgredieran dejados a su libre albedrío que era mutable. Además de esta ley escrita en su corazón, recibieron el mandato de no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, y mientras guardaron este mandamiento, fueron felices, gozando de comunión con Dios, y teniendo dominio sobre las criaturas.
Pero no terminaremos citando a esta útil y precisa Confesión de Fe histórica, sino citando a las Escrituras:
Salmo 150: 1 Alabad a Dios en su santuario; Alabadle en la magnificencia de su firmamento. 2 Alabadle por sus proezas; Alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza. 3 Alabadle a son de bocina; Alabadle con salterio y arpa. 4 Alabadle con pandero y danza; Alabadle con cuerdas y flautas. 5 Alabadle con címbalos resonantes; Alabadle con címbalos de júbilo. 6 Todo lo que respira alabe a JAH. Aleluya.
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Artículo tomado de la edición de diciembre de la revista 7 Minutos del Calvinismo
Por: José Ángel Ramírez
Lic. En estudios teológicos del Miami Internacional Seminary. Presbítero gobernante para la Iglesia Betania de la Reforma. En el pasado fui director académico de la Escuela Bíblica Nueva Providencia, y estuve un año como misionero en la sierra del Perú. Actualmente soy docente del Seminario Reformado Latinoamericano.
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Por: José Ángel Ramírez.
Tomado de la revista «7 Minutos de Calvinismo», en su edición de diciembre de 2020.
Notas:
[1] R.J Rushdoony, Sistematic Theology. https://reconstruccioncristiana.org/2019/05/28/teologia-sistematica- 2-infalibilidad-e-inmanencia/?fbclid=IwAR0mxJt4iqKzOrMu1molFR7Ds_oupo4Qb-CDm88GYAbFivoYsTWEyFoU2y8
[2] https://protestantedigital.com/print/40397/Como\_refutar\_el\_ateismo\_de\_Karl\_Marx
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