Las sombras y el nacimiento de la revolución científica
Vishal Mangalwadi.
La Biblia no es un libro europeo. Entre los siglos V y XI, los eruditos europeos tendían a ver la naturaleza por el cristal del filósofo europeo Platón. Él enseñaba que el campo de las ideas era el mundo real y que el mundo material era meramente su sombra.
Por ejemplo, una casa puede ser completamente diferente de otra. ¿Por qué a ambas se las llama «casa»? Platón respondería: Porque ambas son sombras de la misma «Idea»; de la «casa» ideal que existe en el campo real no material, o espiritual, de las ideas. El mundo material no es sino su sombra. Cada objeto real puede tener un infinito número de sombras, dependiendo de la fuente, distancia y ángulo de la luz. Un estudio de las sombras arroja algo de luz sobre su fuente. Los eruditos medievales estudiaban la naturaleza de la sombra primordialmente para entender la realidad espiritual.
De este modo, los padres europeos de la iglesia veían el universo físico meramente como una imagen inferior, transitoria, decadente, del ámbito eterno, espiritual. También veían la naturaleza como un jeroglífico: un libro sagrado escrito en letras que usa cuadros de objetos naturales, por ejemplo, animales, pájaros, árboles y montañas. Se consideraba a la naturaleza como un libro pictórico escrito por Dios para nuestra edificación moral y religiosa. Los padres eclesiásticos europeos creían que Dios infundió en el mundo creando símbolos para guiarnos al mundo superior de realidades espirituales. Por ejemplo, cuando vemos una hormiga, debemos aprender virtudes tales como la laboriosidad, la diligencia, la organización social y la previsión. No vieron ningún valor en estudiar a las hormigas por lo que eran en sí. Puesto que podemos aprender muchas lecciones diferentes de las hormigas, los padres europeos de la iglesia, como Orígenes (185-254 a.d.) adoptaron el método griego alegórico de interpretar textos. Los filósofos griegos habían desarrollado el método alegórico para interpretar (hermenéutica) sus poemas, leyendas y mitos para sanear relatos moralmente problemáticos. Por ejemplo, respecto a Homero, Heráclito dijo: «Si todo lo que él escribió no es alegoría, [entonces) todo es una impiedad»23. Filón, el judío de Alejandría, adoptó este enfoque alegórico para hallar filosofía griega en las Escrituras hebreas, el Antiguo Testamento, llevándola de este modo a la cultura judía.
Como Filón, los cristianos de Alejandría estaban inmersos en el pensamiento helénico. Adoptaron el método alegórico griego de leer tanto el libro de las palabras de Dios (la Biblia), como el libro jeroglífico de las obras de Dios (la naturaleza). Pensaban que cada criatura era un símbolo hecho divinamente para enseñarnos una lección. Esta actitud impidió una comprensión de la naturaleza. La ciencia nació después de que la iglesia empezó a leer la Biblia literalmente, y no alegóricamente. Eso es, cuando la cristiandad empezó a leer un texto (libro o naturaleza) objetivamente o inductivamente para ver qué enseñaba, en lugar de ver lo que querían o pensaban que debían hallar en él.
Peter Harrison, profesor de humanidades y ciencias sociales de la Universidad de Bond, Australia, ha acumulado evidencias de que la ciencia se convirtió en una «revolución» debido a que los reformadores protestantes insistieron en que la Palabra de Dios en la Biblia y en la naturaleza se debía leer literalmente, no alegóricamente:
_“El surgimiento de la historia natural «propiamente dicha» … se debió en gran parte a los esfuerzos de los reformadores protestantes… Comúnmente se supone que cuando a principios del período moderno los individuos empezaron a mirar al mundo de una manera diferente, ya no podían creer lo que leían en la Biblia. En este libro sugeriré que cierto es lo inverso: que cuando en el siglo XVI la gente empezó a leer la Biblia de una manera diferente, se vieron forzados a descartar las concepciones tradicionales del mundo. La Biblia — su contenido, las controversias que generó, su suerte variada como autoridad, y más importante, la manera en la que la leían los protestantes— jugó un papel central en el surgimiento de las ciencias naturales en el siglo XVII.”_24
Teólogos católicos habían puesto los cimientos de la ciencia en los siglos XIII y XIV.25 El éxito de la Reforma para establecer la autoridad intelectual de la Biblia desató en la cultura popular la enseñanza de la Biblia en cuanto a Dios, la creación, el hombre, el pecado, la salvación, el conocimiento, la educación y el sacerdocio de todos los creyentes. Estas ideas bíblicas, como veremos, fueron cruciales para el nacimiento de lo que ahora llamamos la revolución científica.
Estudios recientes han explorado el papel de la Biblia en el lanzamiento de la ciencia moderna. Para los que no son especialistas, un punto de partida excelente es el libro For the Glory of God. Stark, que enseñaba sociología en la Universidad de Washington, se interesó profundamente en la historia. Trazó un «Cuadro de Estrellas Científicas», una lista de los cincuenta y dos científicos más importantes que fueron pioneros en la revolución científica, empezando con De revolutionibus de Copérnico en 1543. Stark revisó toda la información disponible de sus creencias personales y descubrió que todos, excepto dos, fueron cristianos. Solo a Edmundo Halley y Paracelso se les podía llamar escépticos.
El sesenta por ciento de los hombres que produjeron la ciencia fueron cristianos «devotos», católicos y protestantes, que hicieron ciencia «para la gloria de Dios». El resto fueron cristianos «convencionales». Aunque no se destacaba su piedad, era enteramente satisfactoria para sus compañeros religiosos.26 Las estadísticas de Elaine Howard Ecklund27 pueden ser mejores. Los especialistas discuten sobre la lista de Stark y probablemente cuestionarían las estadísticas de Ecklund. Lo que es incontestable en la tesis de Stark es que entre los cristianos devotos que fueron pioneros de la ciencia moderna hay personas como Robert Boyle (1627-91) que «gastó considerable porción de sus limitados fondos para hacer que la Biblia fuera traducida a varias lenguas».28 Sir Isaac Newton, amigo de Boyle, «se interesaba en la teología y la profecía de la Biblia tanto como en la física; dejó más de un millón de palabras sobre estos temas».29 Estos hombres promovieron la Biblia porque la consideraban la fuente de la ciencia.
¿Inferencia o presuposición?
Algunos científicos piensan que «Dios» —un agente creativo inteligente tras el cosmos— es una inferencia necesaria para lo que conocemos en cuanto al universo. Históricamente, la idea bíblica de Dios no es la inferencia, sino la presuposición, o fuente, de la ciencia. Será más fácil entender esto considerando por qué el islam no pudo desarrollar la ciencia.
El islam se apropió del conocimiento griego vía la iglesia oriental, que había preservado y copiado manuscritos griegos. Eruditos islámicos tradujeron esos manuscritos al árabe y mejoraron el conocimiento griego. Los eruditos musulmanes llevaron los manuscritos griegos o traducciones de ellos a Europa. ¿Por qué el islam no desarrolló la ciencia empírica? Los eruditos están estudiando esa cuestión. Un factor es el hecho de que los eruditos musulmanes no criticaron los cimientos del pensamiento griego, especialmente su cosmología y racionalismo. Durante los siglos XII y XIII, la pseudociencia grecoislámica casi atrapó a Occidente. Por las razones que se consideran en el apéndice, Europa leyó y creyó la Biblia como la verdad revelada de Dios. Eso la salvó de la cosmovisión griega, que era incompatible con la Biblia.
El islam tenía un Creador todopoderoso, personal; lo que le faltó fue la Biblia. Aunque Mahoma declaró que la Biblia era divinamente inspirada, los musulmanes la leían solo para criticarla. Los compiladores de la Rasa’il islámica, la Enciclopedia de los Hermanos de la Pureza (de alrededor del siglo X) adoptaron la creencia griega de que el mundo era Gaia, un organismo gigantesco, consciente, vivo, con su propio intelecto y alma. Esto abrió el camino para que las ideas panteístas, cíclicas, animistas y mágicas, impregnasen la cosmovisión islámica. Eso infectó al islam con el problema crítico de la perspectiva platónica griega, de que el mundo era inteligible mediante las «formas» eternas de sus objetos. Para los griegos, conocer algo era percibir esas formas. Una vez que la mente entendía estas formas, captaba la esencia: la lógica inherente, necesaria, inmanente, de las cosas. Ese conocimiento era definitivo. No podía ser cuestionado o cambiado por la experiencia.
Este «necesitarismo metafísico»30 aristotélico hizo innecesaria la verificación empírica del «verdadero conocimiento». Esta perspectiva hizo que filósofos musulmanes, como Avicena (980-1037) y Averroes o Ibn Rushd (1128-98) se volvieran seguidores doctrinarios e intransigentes de Aristóteles. Pensaban que la física de Aristóteles era completa e infalible. Consiguientemente, si alguna observación contradecía a este, entonces el problema estaba en la observación; debía ser incorrecta o una ilusión.
Los teólogos europeos estudiaron todos los grandes libros. Estaban abiertos a recibir conocimiento de los griegos, incluyendo por la vía de eruditos, traductores e intérpretes musulmanes. Sin embargo, estaban comprometidos con la Biblia. La cosmovisión bíblica superaba a la de Aristóteles y también se oponía a la visión cosmológica griega.
La Biblia limpió la confianza de Aristóteles en la razón humana de la influencia contaminante del animismo. La fortaleció cimentándola en la imagen de Dios. En su influyente ensayo «Christian Theology and Modern Science of Nature» [Teología cristiana y ciencia moderna de la naturaleza], M. B. Foster explicó:
_“La primera gran contribución de la teología cristiana al desarrollo de la ciencia natural moderna fue el reforzamiento que proporcionó al elemento científico del mismo Aristóteles; en particular, proveyó una justificación de la fe, que para Aristóteles había sido una presuposición sin base, que hay razón en la naturaleza, descubrible mediante el ejercicio de la razón en el hombre. El elemento «racionalista» de la filosofía de Aristóteles de la naturaleza era inconsistente con el «animismo» que él mantenía a la par. Este último elemento era totalmente incompatible con la doctrina cristiana, y tenía que ser eliminado por completo de cualquier teoría de la naturaleza que tuviera que ser coherente con una teología cristiana”._31
La tesis de Foster es importante: las conquistas de Alejandro Magno esparcieron las ideas griegas hasta la India; pero, en la mayoría de culturas, el animismo, el gnosticismo y el misticismo hicieron sombra a la razón y a la evidencia. La Biblia reforzó la confianza griega en la mente humana y, más importante todavía, eliminó el irracionalismo inherente en el animismo. Foster explica que, para el nacimiento de la ciencia, una discrepancia con Aristóteles fue más importante que el acuerdo sobre la utilidad de la razón. Él llama a estas discrepancias los elementos «no griegos» de la Biblia. Fueron crucialmente responsables de la ciencia:
_“¿Cuál es la fuente [histórica] de los elementos no griegos que fueron importados a la filosofía por los filósofos posteriores a la Reforma, y que constituyen la modernidad de la filosofía moderna?… ¿Cuál es la fuente de esos elementos no griegos en la teoría moderna de la naturaleza por la cual se iba a determinar el carácter peculiar de la ciencia moderna de la naturaleza? La respuesta a la primera pregunta es: La revelación cristiana [la Biblia], y la respuesta a la segunda: La doctrina cristiana de la creación”._32
¿Cuáles fueron estas enseñanzas «no griegas» de la Biblia que llegaron a ser fundamentales para la ciencia? La Biblia empieza con: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra». En consecuencia, el cosmos no era eterno, ni tampoco Dios era parte del cosmos. Dios era libre y existía antes del cosmos. Era libre para crear la clase de cosmos que quisiera. No había formas eternas ni lógica necesaria preexistente que ataran a Dios. San Alberto Magno («Alberto el Grande o doctor universalis», h. 1206-80 a.d.) introdujo la ciencia griega y árabe en la filosofía al mundo medieval y la criticó. Teólogos católicos medievales se dieron cuenta de que el «necesitarismo» de Aristóteles contradecía la libertad y omnipotencia del Dios bíblico.
En consecuencia, Etienne Tempier, obispo de París, y Robert Kilwardby, arzobispo de Canterbury, convocaron el concilio de la Iglesia en 1277. El concilio rechazó formalmente la idea grecoislámica de que la lógica dictara lo que Dios podía o no podía hacer. Aprendieron de la Biblia que Dios era libre. Por consiguiente, ni el cosmos ni la lógica humana podían atarlo. Esta fue una piedra angular del principio científico: necesitamos observar empíricamente lo que Dios ha hecho, y no presumir lo que puede o no puede hacer basándonos en nuestra intuición y lógica. Si la esencia de las «formas» griegas era conocible, la lógica podría deducir las propiedades de objetos sin observación empírica. John Locke, más adelante, volvió a enunciar esta objeción bíblica a Aristóteles declarando que la «esencia real» de los objetos naturales era incognoscible.
No todas las declaraciones del concilio de 1277 fueron útiles; pero el mismo aclaró cuestiones y estimuló intensa reflexión. La crítica más fuerte de la «filosofía natural» grecoislámica (o su «ciencia») vino de los teólogos franciscanos «nominalistas». Guillermo de Ockham (1285—h. 1349), el más prominente nominalista, estudió y enseñó en la Universidad de Oxford (1309-19). Conocido como Doctor Invincibilis («doctor invencible) y Venerabilis Inceptor («Venerable emprendedor») formuló la «navaja de Ockham». Redujo la perspectiva islámica aristotélica, basando la ley natural y todos los valores éticos en la voluntad de Dios en lugar de en la necesidad metafísica o formas ideales. Ockham distinguía entre el poder absoluto de Dios (agistrat absoluta), por el cual podía hacer cualquier cosa, y su poder ordenado (agistrat agistra) por el cual él condescendía para obrar dentro de la ley natural y moral que ha establecido.
El papa Juan XXII denunció algunas implicaciones morales de las enseñanzas de Ockham, poniéndole bajo arresto domiciliario de 1324 a 1328. Sin embargo, muchos teólogos católicos influyentes promovieron sus enseñanzas. Entre los que abogaban por Ockham estuvo el filósofo escolástico francés Jean Buridan (1300-58) de la Universidad de París, y sus renombrados sucesores Pierre d’Ailly (1350-1420) y Jean Gerson (1363-1429), ambos directivos de la Universidad de París. D’Ailly, a su vez, influyó en Martín Lutero y Zwinglio, llevando la perspectiva de Ockham sobre la Biblia a la Reforma protestante y estimulando la ciencia empírica. El profesor Willis B. Glover resumió:
_“La doctrina bíblica de la creación es única; ninguna religión aparte de las desarrolladas desde la tradición bíblica contiene algo parecido. En la doctrina bíblica, Dios es en cualquier sentido ontológico completamente discontinuo con el mundo. El mundo, por otro lado, es completamente dependiente de Dios; continúa existiendo por su continua voluntad de que exista. Su unidad está en su voluntad o propósito y no es una propiedad intrínseca. Su orden, por consiguiente, no es de ninguna manera obligatorio para Dios. La completa libertad de Dios con respecto a toda la creación fue una influencia fundamental en el pensamiento medieval posterior. Puesto que los actos creativos de Dios no están sujetos a verdades eternas, el conocimiento del mundo no se puede derivar deductivamente de la filosofía, sino que debe venir mediante la observación real. Es más, no puede ser conocimiento cierto, porque nadie podría conocer con certeza lo que Dios pudiera hacer luego. Aquí, de este modo, entró en la filosofía occidental, especialmente en su tradición empírica, esa clase de escepticismo relativo que reconoce que el conocimiento humano no está privado de un tipo de validez, pero con todo lo ve como parcial y solo aproximado”._33
Los dos libros de Dios
A Francis Bacon (1561-1626) y a Galileo Galilei (1564-1642) se les considera fundadores del método científico: el apoyo de la observación empírica sobre la autoridad humana.34 Ambos sostenían la verdad de los dos libros de Dios: el libro de la naturaleza y el libro de su palabra, la Biblia. Había que estudiar los dos para entender mejor a Dios. En 1603, Francis Bacon, Lord canciller de Inglaterra y fundador de la Sociedad Real, escribió, citando a Jesús:
_“Porque nuestro Salvador dijo: «Erráis, ignorando las escrituras y el poder de Dios» [Mateo 22.29], dejando ante nosotros dos libros que estudiar, si queremos estar a salvo del error: primero, las Escrituras, que revelan la voluntad de Dios; y luego, las cosas creadas [la ciencia natural] que expresan su poder, de las cuales, estas últimas sirven de clave para las primeras: no solo al abrir nuestro entendimiento para captar el verdadero sentido de las Escrituras mediante las nociones generales de la razón y las reglas del habla, sino principalmente al abrir nuestra creencia, al conducirnos a una adecuada meditación en la omnipotencia de Dios, que está firmada y esculpida principalmente en sus obras.”_35
De modo similar, en 1615, Galileo escribió:
“Porque la Santa Biblia y el fenómeno de la naturaleza proceden por igual manera de la palabra divina, la primera como dictado del Espíritu Santo y la otra como la ejecutora observante de los mandatos de Dios.”36
Galielo Galilei
En 1776, los colonos estadounidenses fundaron Estados Unidos de América sobre estas «leyes de la naturaleza y de la naturaleza de Dios».37 Muchos secularistas asocian la Biblia con dogmatismo y la ciencia con escepticismo o mentalidad abierta. Así que, vale la pena repetir que la apertura intelectual de Occidente, que lo separa del islam y de Platón, es resultado de la teología bíblica. Empezó con la epistemología de los nominalistas medievales, que se dieron cuenta de que la doctrina bíblica de Dios hace algo más que convertir a la lógica en servidora subordinada a la observación empírica. Como Glover lo expresa:
_“Los nominalistas evitaron la herejía averroísta de pensar que Dios actuaba de acuerdo con alguna necesidad de su propia naturaleza. Puesto que la creación era un acto completamente libre de Dios, su misma existencia no era necesaria. Y puesto que Dios era completamente libre de establecer cualquier orden de creación que quisiera, el orden que en efecto estableció no puede ser conocido por deducción de absolutamente ningún principio, sino solo por observación o revelación. En lo que concierne al mundo físico, el conocimiento de sus objetos y de la relación que existe entre ellos podría ser conocida solo empíricamente… La contingencia del mundo sobre la absoluta libertad de Dios tenía implicaciones escépticas. Dios podía hacer cualquier cosa que quisiera libre de todo orden racional que pudiera guiar a la mente humana en sus predicciones; nada, por consiguiente, era predecible en ningún sentido absoluto. Si uno insistía con Aristóteles que solo lo que se podía conocer con certeza era conocimiento válido, entonces toda la ciencia física era una empresa vana”._38
¿Por qué, entonces, debemos estudiar la ciencia? Filósofos como Platón y Aristóteles miraban a la naturaleza para descubrir verdades universales y metafísicas, incluyendo el significado y propósito de la existencia. Ellos procedieron abstracta y deductivamente; pero sus conclusiones llegaron a ser las presuposiciones a priori de futuras generaciones, y estas presuposiciones encadenaron al pensamiento europeo. Europa no pudo desarrollar el método científico sino hasta que estas cadenas quedaron rotas por la doctrina bíblica de la libertad divina. Como el profesor Glover destacó, la Biblia no los guió meramente a cuestionar la idea aristotélica islámica del conocimiento absoluto, pero _“también imprimió en ellos la realidad y valía de la creación material… Ellos aceptaron la importancia de que el conocimiento condicional del mundo era posible para ellos. El hecho histórico es que fue estimulado en ellos el interés científico”._39
La ciencia es un estudio objetivo («secular») de las leyes de la naturaleza debido a su inspiración bíblica como creación de Dios, y no a pesar de ella. No se fundó en una presuposición del materialismo. Muchos filósofos y científicos suponen hoy que no hay respuestas posibles a las «grandes preguntas», y que podemos tener solo el conocimiento que descubre la ciencia. Esta actitud conduce al nihilismo. Casi todos los fundadores de la ciencia pensaban de manera diferente. Estaban dispuestos a concentrarse en estudiar preguntas pequeñas, específicas, porque creían que el Creador ya había contestado en la Biblia a las grandes preguntas. Creían que era su deber y privilegio descubrir lo que no había sido revelado, pero que estaba escrito en la naturaleza. Francis Bacon citaba explícitamente a la Biblia para dar significado a las investigaciones hondas en los detalles de la creación: «Es gloria de Dios esconder una materia; investigar una materia es gloria de los reyes».40 Glover dijo que esto implica que:
_“El propósito que informaba la creación era inescrutable (excepto en tanto y en cuanto Dios lo había revelado); era el propósito de Dios y no era inherente a los objetos creados. La causalidad final fue de este modo desvanecida de la física; la meta de la física era descubrir la causa eficiente que opera en el orden que Dios había establecido para los objetos físicos en el mundo. Este fue un paso crucial de la física antigua a la física del mundo moderno… estaban libres para hacer los estudios limitados, detallados, del mundo físico, que han sido la característica de la ciencia moderna y el camino para sus grandes logros”._41
Extracto de su libro: “El Libro Que Dio Forma Al Mundo”.
Bibliografía
23. Harrison, The Bible. p. 18.
24. Ibíd., p. 4.
25. Para una buena introducción véase Biblical Origins of Modern Secular Culture: An Essay in the Interpretation of Western History de Willis B. Glover (Macon, GA: Mercer UP. 1984).
26. Véase Stark, For the Glory of God, pp, 160-63 y 198-99).
27. Elaine Howard Ecklund, Science vs. Religion: What Scientists Really Think (Oxford: Oxford UP, 2010).
28. Stark, For the Glory of God, p. 159.
29. Ibíd., p. 171. Newton escribió extensos comentarios sobre los libros de Daniel y Apocalipsis de la Biblia.
30. Véase Oakley, “Christian Theology”, pp. 438-39. El necesitarismo metafísico quería decir que las cosas se comportan de cierta manera debido a su «forma» inherente o lógica interna. Las leyes naturales eran de este modo «inmanentes» en la naturaleza, y no impuestas por Dios sobre la naturaleza. Debido a que eran inmanentes en las cosas, eran obligatorias para Dios.
31. M.B Foster, “Christian Theology and Modern Science of Nature”, Mind: A Quarterly Review 44 (1935): p. 31.
32. M. B Foster, “The Christian Doctrine of Creation and the Rise of Modern Natural Science”, Mind: A Quarterly Review (enero 1934): p. 448.
33. Glover, Biblical Originis, pp. 10-11.
34. Véase James MacLachlan, Galileo Galilei, First Physicist (Nueva York: Oxford UP, 1997)
35. Francis Bacon, The Advancement of Learning (Londres: Henrie Tomes, 1605). La edición de 1893 de David Price (Cassell & Company) está en línea en www.fullbooks.com [El avance del saber (Madrid: Alianza, 1970)].
36. Galileo Galilei, Cartas del señor Galileo Galilei, académico linceo, escritas a Benedetto Castelli y a la señora Cristina de Lorena, Gran Duquesa de Toscana (Madrid: Alambra, 1986)
37. Constitución de Estados Unidos, Declaración de Independencia, 1776.
38. Glover, Biblical Origins, pp. 83-85.39. Ibíd., p. 84.40. Proverbios 25,2.41. Glover, Biblical Origins, p. 84-85.