“Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de Sus manos. Un día emite palabra a otro día y una noche a otra noche revela sabiduría.” (Salmos 19:1–2)
En nuestro primer estudio de las cosmovisiones, analizamos el concepto básico de una cosmovisión. Notamos que todos tienen una cosmovisión que está fundamentada en presuposiciones elementales y que nos sirve principalmente para ayudarnos a funcionar en el mundo. Es importante comprender que este método presuposicional de defender la fe es una apologética a nivel de una cosmovisión, que evita un análisis por partes de hechos aislados y desafía toda la cosmovisión del incrédulo con la cosmovisión cristiana. Ahora que todos estamos conscientes del significado y la necesidad de una cosmovisión, consideremos los temas clave con los que toda cosmovisión debe contar.
Preocupaciones Centrales
Nosotros presentamos tres asuntos fundamentales que todas las cosmovisiones deben ser capaces de manejar. Hablando técnicamente, estas son metafísica, epistemología y ética. Aunque esto involucra temas filosóficos complejos, finalmente son asuntos muy prácticos que podemos simplificar y aplicar en nuestras situaciones cotidianas y usarlas en nuestros encuentros apologéticos con incrédulos:
“Cuando nosotros hablamos con incrédulos acerca de su visión—especialmente de sus cosmovisiones—debemos ser especialmente sensibles para escuchar y discernir cuales de sus supuestos que les controlan son acerca de la naturaleza de la realidad (metafísica), cuáles acerca de la naturaleza de su conocimiento (epistemología) y cuáles acerca de lo que está bien o mal en el comportamiento humano (ética).
Aunque no todos piensan de manera clara y específica acerca de tales asuntos en lo abstracto (de acuerdo a principios subyacentes) y aunque no todos serán capaces de establecer abierta y explícitamente cuáles son sus supuestos que operan, no obstante todos utilizan alguna perspectiva básica con respecto a la realidad, el conocimiento y la conducta. Como decimos, todos “sí” filosofan, pero no todos lo hacen bien—no todos reflejan conscientemente tales asuntos y buscan una perspectiva convincente y consistente.”[1]
Consideremos cada una de estas tres cosmovisiones construyendo bloques.
La palabra metafísica se deriva del latín metaphysica, que se basa en el compuesto de dos palabras griegas: meta (“después, más allá”) y physika (“física, naturaleza”). Literalmente significa “más allá de lo físico”, es decir, más allá del mundo físico de la percepción de los sentidos. Aquí hay una definición sucinta de “metafísica”: “El estudio de la naturaleza fundamental de la realidad, el origen, la estructura y la naturaleza de lo que es real.
La metafísica nos informa como es el mundo y qué lugar ocupa el hombre en este mundo. Esta observa detrás del mundo exterior de la experiencia sensorial buscando discernir qué explica el mundo físico. Entonces obviamente la metafísica es una consideración de suma importancia para cualquier cosmovisión, en la que trata con cualquier pregunta de la naturaleza y de la estructura de la realidad. La metafísica hace preguntas como las siguientes:
- ¿Qué significa existir? ¿Qué tipo de cosas existen?
- ¿Cuál es la naturaleza del hombre? ¿Es libre el hombre? ¿Es bueno? ¿Es un animal?
- ¿Cuál es la naturaleza del universo? ¿Es objetivamente real o simplemente apariencias?
- ¿Existe Dios? ¿Cuál es Su naturaleza? ¿Cuál es la relación de Dios con el universo?
- ¿Existe el cambio o el desarrollo? ¿Cómo cambian las cosas? ¿Cómo es el desarrollo posible? ¿Qué es la historia?
- ¿Cuál es el carácter de las leyes o conceptos que gobiernan la realidad? ¿Están cambiando? ¿Son universales? ¿Cuáles son los límites de la posibilidad?
Los metafísicos buscan comprender el mundo como un todo. Ellos intentan descubrir y aplicar los principios fundamentales necesarios para sistematizar y explicar la forma en la que nosotros vemos, operamos y nos relacionamos con el mundo que nos rodea. Ya sea que la persona promedio siquiera este consciente de la metafísica o no, definitivamente debe tener una perspectiva metafísica operando en su vida. Esto se debe a que por lo menos tiene un entendimiento general de lo que cree que es el mundo. Si no lo tuviera, no sería capaz de darle sentido a su experiencia y no podría funcionar en el mundo exterior.
Como temas fundamentales relacionados con la realidad, las preguntas de la metafísica enlistadas anteriormente son asuntos tanto para la cosmovisión secular como la cristiana. También se pueden expresar en términos de las doctrinas cristianas, tales como la Creación, la Caída y la Consumación. Debido a que la apologética se refiere a la pregunta acerca de Dios, necesariamente trata con Dios y Su relación con el hombre, la obligación del hombre con Dios, cómo regula Dios al mundo, el predicamento de la moral del hombre y la pregunta sobre la libertad del hombre en un mundo creado y controlado por Dios.
Lo que los metafísicos estudian es la teología cristiana vestida de secular. Esto es así, no porque ambas cosmovisiones, tanto la cristiana como la de los incrédulos, deban lidiar con los mismos temas fundamentales concernientes a la realidad y porque el hombre es intrínsecamente una creatura religiosa, habiendo sido creado a la imagen de Dios (Génesis 1:26; 9:6), sino también porque Dios ha creado todas las cosas y esas cosas sólo pueden ser comprendidas correctamente en términos de Dios y Sus planes. Por lo tanto, los incrédulos tienen su versión secularizada de las doctrinas de la Creación, la Caída y la Consumación. El vocabulario varía pero los temas son los mis mos.[2] Como lo expresa Van Til: “Hay una filosofía de hechos en la Biblia que nosotros utilizamos para la interpretación de cada hecho de nuestras vidas.”[3]
Aunque ahora, ya estás consciente de que no estás en un terreno neutral con el incrédulo, debes entender que sí tienes un terreno en común con él. Más bien, los cristianos tienen un “punto de contacto” con el incrédulo. Necesitas entender este punto de contacto para poder abordar al incrédulo correctamente. Un buen apologista cristiano estará alerta a los temas básicos de la metafísica cuando está desafiando la cosmovisión de un incrédulo.
La fe cristiana involucra una cosmovisión holística. El cristianismo no difiere con el anticristianismo sólo en unos cuantos temas o aún en muchos temas sino que está en desacuerdo con la cosmovisión del incrédulo en todos los ámbitos—en su principio. Este ofrece un sistema de vida completo y como tal tiene una perspectiva metafísica definida, una forma de ver y un entendimiento de nosotros mismos y del mundo. Como defensor de la fe, debes estar consciente de que las Escrituras revelan numerosas verdades para rellenar y enmarcar la metafísica cristiana.
Como notamos en nuestro estudio previo, la Biblia inicia de manera majestuosa con la declaración fundamental del origen mismo del Universo. Esta nos revela que este fue creado en su totalidad a gran escala por la palabra creativa todopoderosa de Dios (Génesis 1; Juan 1:3; Hebreos 11:13). Toda la Escritura descansa en el supuesto de que el mundo tangible en realidad existe y en que es lo que es, debido a la actividad creativa original de Dios y Su gobierno providencial continuo (Colosenses 1:17; Hebreos 1:3). Esta nos enseña que todas las cosas fueron creadas por y para Dios (Romanos 11:36; Apocalipsis 4:11) y nos dirige a un entendimiento correcto y a una interpretación del mundo como un sistema creado y gobernado por Dios.
Tú vives en el mundo de Dios como Su más alta creación (Salmos 8:4–9). Proverbios subraya tu obligación, como Van Til lo pone, “pensar los pensamientos de Dios después de Él;” esto es, que tú no tienes que pensar de manera neutral o descartar a Dios de tus consideraciones cuando te estés evaluando a ti o al mundo:
Inclina tu oído y escucha las palabras de los sabios,
Y aplica tu corazón a mi sabiduría;
Porque será cosa deliciosa, si las guardas dentro de ti,
Que ellas estén listas en tus labios.
Para que tu confianza sea en el Señor,
Yo te he enseñado a ti hoy, incluso a ti.
¿No te he escrito cosas excelentes
de consejos y sabiduría,
para hacerte saber la certidumbre de las palabras de verdad
Para que le puedas responder correctamente a quién te envió?
(Proverbios 22:17–21)
Como cristiano debes reconocer la autoridad incuestionable de la Palabra de Dios y entender la alabanza a Dios del salmista a este respecto: “En tu luz vemos luz” (Salmos 36:9). Sólo desde la perspectiva de Dios tienes la luz correcta para entender el mundo rectamente. Como Salomón lo expresó: Debes evitar ver el mundo y la vida desde la limitada perspectiva “bajo el sol” (ejem. Eclesiastés 1:3, 9; 3:16; 4:1) o “debajo del cielo” (ejem. Eclesiastés 1:13; 2:3; 3:1) para que puedas entender el mundo con precisión y la vida correctamente.[4]
Como un cristiano, estás comprometido con una metafísica revelada, esbozada en la Escritura y fundada sobre el Creador infinito y personal, en lugar de sobre el azar impersonal e irracional (como en la cosmovisión de los incrédulos prevaleciente en nuestra cultura hoy):
“La Escritura nos enseña que “sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas… y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas” (1 Corintios 8:6). Todas las cosas, de todo tipo, fueron creadas por Él (Juan 1:3; Colosenses 1:16). Pero Él es antes de todas las cosas y todas las cosas en Él se mantienen unidas y adheridas (Juan 1:1; Colosenses 1:17). Él lleva o conserva todas las cosas por la palabra de Su poder (Hebreos 1:3). Por lo tanto, para existir es ser divino o creado. En Dios nosotros vivimos y nos movemos y somos (Hechos 17:28). Sin embargo, Él tiene vida en sí mismo (Juan 5:25; Éxodo 3:13). El Dios viviente y verdadero da la unidad distinguible o la naturaleza común de cosas (Génesis 2:19), categorizándolas al ponerles Su interpretación (ejem. Génesis 1:5, 8, 10, 17; 2:9). También es Él quien hace que las cosas difieran unas de otras (1 Corintios 4:7); Éxodo 11:7; Romanos 9:21; 1 Corintios 12:4–6; 15:38–41). Similitud y diferenciación, entonces, son el resultado de Su trabajo creativo y providencial. Tanto la existencia como la naturaleza de las cosas encuentran su explicación en Él—ya sea de manera casual (Efesios 1:11) o teleológica (Efesios 1:11). Dios es la fuente de toda posibilidad (Isaías 43:10; 44:5; 65:11) y así establece los límites de la realidad posible por medio de Su propia voluntad y decreto.”[5]
A este respecto, la revelación metafísica importante acerca del ser de Dios incluye lo siguiente:
- Dios es sin causa y existe en sí mismo eternamente. No hay nada antes de Dios que rinda cuentas de Su origen y existencia (Génesis 1:1; Deuteronomio 33:37; Isaías 45:5–6, 18; Efesios 3:19; 1 Timoteo 1:17).
- Dios es autónomo, no necesita nada fuera del Él mismo para prolongar Su existencia. Él es absolutamente autosuficiente; Él sólo se auto define.[6] (Éxodo 3:14; Juan 5:26; Hecho 17:25).
- Dios es absolutamente independiente y autosuficiente en pensamiento (Job 11:7; 40:1–8; Isaías 55:8–11; Romanos 11:33–34), consejo (Salmos 33:11; Isaías 40:12–14), voluntad (Daniel 4:35; Romanos 9:19; Efesios 1:5) y poder (Salmos 115:3; 135:6; 40:21–26).
- Dios es el terreno fundamental de toda realidad. Todo fuera de Dios al final se deriva de Su poder creativo (Génesis 1:1; Éxodo 20:11; Nehemías 9:6; Apocalipsis 4:11).
Por lo tanto, Dios, y sólo Dios define al mundo y a la realidad. Él es el piso de toda la realidad y debe ser el fundamento de nuestra perspectiva y programa de metafísica. Cuando se le pide que dé las bases y su punto de partida para el universo ordenado y toda la realidad externa, el cristiano señala al Dios de la Escritura como autónomo, omnipresente, todopoderoso, omnisciente y personal.
Como veremos más adelante, cuando al no cristiano se le pide que provea su fundamento para el universo ordenado y la realidad externa, este no señala literalmente nada. Ha sido expresado de manera graciosa que “un ateo es un hombre que no tiene medios invisibles de apoyo” (John Buchan, 1857–1940). En la visión del no cristiano, todo ha surgido de nada por medio del mecanismo irracional de la posibilidad. Cuando se le pregunta si algo puede surgir milagrosamente en un instante y existir de la nada, el no cristiano responde rotundamente con una negativa. ¡Los milagros instantáneos están fuera de cuestión! Pero cuando se les pregunta si algo puede salir de la nada si se le dan muchos billones de años, el no cristiano confiadamente responde con una afirmación. Pero como Van Til ha señalado, el no cristiano pasa por alto el hecho de que si un cero es igual a cero, entonces un billón de ceros puede ser igual a un cero. El no cristiano intenta basar lo racional en lo irracional, el Universo racional en la posibilidad irracional.
Epistemología
Otro tema clave en cualquier cosmovisión es la epistemología. El término epistemología se basa en dos palabras griegas: episteme (“conocimiento”) y logos (“palabra, discurso”). El Dr. Bahnsen define epistemología como “el estudio de la naturaleza y los límites del conocimiento humano; esta hace preguntas acerca de la verdad, la creencia, la justificación, etc.”[7] También investiga el origen, la naturaleza, los métodos y los límites del conocimiento, descubriendo lo que sabemos y cómo llegamos a saberlo. La investigación epistemológica se enfoca particularmente en 4 tipos de preguntas:
- ¿Cuál es la naturaleza de la verdad y de la objetividad?
- ¿Cuál es la naturaleza de la creencia y del conocimiento? ¿Cuál es la relación entre ellos? ¿Podemos saber y aún no creer?
- ¿Cuáles son los estándares que justifican las creencias? ¿Cómo sabemos lo que sabemos? ¿Cuál es la prueba o la evidencia que es aceptable?
- ¿Cuáles son los procedimientos apropiados para la ciencia y el descubrimiento? ¿Cómo son evaluados? ¿Qué estándares ofrecen ellos?
En la teología cristiana la epistemología corresponde con la revelación divina. La revelación es el acto personal y sobrenatural de la comunicación de Dios por medio de la cuál, Él activamente se hace a sí mismo y a Su voluntad conocida para el hombre. Nosotros tenemos conocimiento de Dios y del mundo revelado a nosotros por medio de tres medios básicos:
Revelación General: La doctrina de la revelación general enseña que Dios se revela a sí mismo en el orden creado (la naturaleza). Esta es revelación creacional que se dirige al hombre como hombre (la imagen creada de Dios, Génesis 1:26; 9:6). Revela la existencia de Dios (Romanos 1:20), la gloria (Salmos 19:1), el poder (Romanos 1:20), la santidad (2:14–16) y la ira (1:18). Esta revelación es sin lugar a dudas conocida por el hombre, por lo tanto, lo deja moralmente responsable ante Dios. (1:20; 2:1). Esta forma de revelación está dirigida a todo hombre (por lo tanto, se le llama revelación “general”). Aunque la revelación de Dios en la naturaleza no le muestra al hombre el camino de salvación, la naturaleza trinitaria de Dios y muchas otras verdades divinas como esta, sí muestran que Dios existe y que Él es poderoso y que el hombre es responsable ante Él.
David habla de la revelación general en Salmos 19:1–2, señalando que la revelación en la naturaleza es clara y universal:
Los cielos cuentan la gloria de Dios;
Y el firmamento está declarando la obra de Sus manos.
Un día emite palabra a otro día,
Y una noche a otra noche revela sabiduría.
Pablo refleja esta misma idea cuando está enfatizando como la culpa moral del hombre se deriva de su conocimiento:
“Porque la ira de Dios es revelada desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, quienes detienen la verdad con injusticia, porque aquello que se conoce de Dios es evidente en ellos; porque Dios se los hizo evidente. Porque desde la creación del mundo, Sus atributos invisibles, Su eterno poder y naturaleza divina, han sido claramente visibles siendo entendidas por medio de las cosas que se han hecho, de modo que no tienen excusa” (Romanos 1:18–20).
La idea de una revelación general en la naturaleza será muy importante para nuestro método apologético. Esto se debe a que la Escritura enseña que todos los hombres en realidad conocen a Dios—aún los ateos—aunque ellos intenten “detener la verdad” (Romanos 1:18). Debido a la revelación general, nosotros tenemos un punto de contacto con el incrédulo: él es la imagen de Dios y ve la gloria de Dios en la naturaleza así que en lo profundo de su ser sabe que Dios existe.
La importación de la apologética de la revelación general es encontrada en tres implicaciones significativas:
Todo el universo revela necesariamente a Dios. Van Til argumenta, “Ni un solo hecho en este universo puede ser conocido verdaderamente por el hombre sin la existencia de Dios.”[8] Él añade que “Cada hecho prueba la existencia de Dios porque sin la presuposición de Dios y Su consejo, ningún hecho tiene para nada un carácter distinguible.”[9] El mundo de Dios revela a Dios; la creación manifiesta al Creador. Esto asegura nuestro punto de contacto con el incrédulo: Ambos vivimos en el mundo de Dios—y el incrédulo lo sabe dentro de sí.
Todos los hechos y las leyes del universo son comprendidos correctamente en términos de su relación con Dios como hechos y leyes creados divinamente. Todos los hechos son pre interpretados por Dios, lo cual significa que todo en el Universo tiene significado dentro del plan de Dios que es general, divinamente ordenado y que engloba todo, en el cuál ellos existen (Colosenses 1:17; Hebreos 1:3). El incrédulo no será capaz de explicar el universo ordenado que él experimenta, ya que está comprometido a la ultimidad del azar.
El universo es un medio ambiente extremadamente personal, el cual está permeado con la presencia de Dios (Jeremías 23:23–24; Hechos 17:27–28) y controlado por Su sabio propósito (Isaías 46:19; Efesios 1:11). Como el puritano Thomas Watson comentó acerca de la omnipresencia de Dios,[10] “El centro de Dios está en todos lados, Su circunferencia está por doquier.” El universo no es un medio ambiente impersonal esperando la interpretación del hombre y vacío de propósito y significado separado de la actividad humana. El universo es el medio ambiente del hombre creado por Dios, permeado por Dios y controlado por Dios. En la cosmovisión del incrédulo, él está parado bastante solo en un universo impersonal y sin significado:
- “El universo es indiferente. ¿Quién lo creó? ¿Por qué estamos aquí en este insignificante montón de barro, dando de vueltas en el espacio infinito? No tengo ni la menor idea y estoy bastante convencido de que nadie tiene la menor idea” (André Maurois, 1885–1967).
- ¿Por qué deben ser las cosas bastante absurdas, vacías y transitorias? Ellas son así y nosotros somos así, ellas y nosotros vamos muy bien juntos” (George Santayana, 1863–1952).
- “Todas las cosas que existen nacen sin razón alguna, continúan a través de la debilidad y mueren por accidente. No tiene sentido que hayamos nacido; no tiene sentido que muramos” (Jean-Paul Sartre, 1905–1980).
- “La vida es una mala broma” (Voltaire, 1694–1778).
- “Todo es relativo” (Auguste Comte, 1709–1857).
- “¿Cómo puedo yo, un ser a temporal encarcelado entre el tiempo y el espacio, escapar de mi prisión, cuando sé que fuera del especio y el tiempo no hay nada y que yo, en las profundidades últimas de mi realidad, tampoco soy nada?” (Samuel Beckett, 1906–1989).
Revelación Especial: Dios también se revela a sí mismo de manera directa y proposicional a la mente del hombre en la Escritura. La revelación especial es aquella revelación que es dada al pueblo de Dios (por consiguiente, es “especial”). Esta viene de Dios por medio de una comunicación directa, personal, verbal (o visual), ya sea a través de mensajeros especiales dotados proféticamente o a través de registros escritos de esos mensajeros.
Como aprendemos de la Escritura: “Ninguna profecía jamás fue hecha por un acto de voluntad humana, sino que los hombres movidos por el Espíritu Santo hablaron de parte de Dios” (2 Pedro 1:21). “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea apto y equipado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16–17).
La importancia de la revelación especial para la apologética se hace sentir en que la presuposición de la verdad de la Escritura es una pre-condición absolutamente indispensable para la verdad, el correcto conocimiento y la ciencia.
Revelación Encarnada: La revelación a través de la encarnación es una forma única de la revelación especial.[11] Cuando Cristo estuvo en la tierra durante el primer siglo Él trajo la revelación más alta de Dios en sí mismo. Él era literalmente Dios caminando en la tierra, aunque protegiendo Su gloria en una forma humana (Filipenses 2:6–8). Él sólo mostró Su majestad completamente en una ocasión: en la transfiguración (Mateo 17:1–2). Pedro recuerda este evento glorioso:
“Porque nosotros no seguimos fábulas artificiosas cuando les hicimos saber del poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, sino que fuimos testigos oculares de Su majestad. Pues cuando Él recibió honor y gloria de parte de Dios Padre, tal declaración como esta le fue pronunciada, “Este es Mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia”” (2 Pedro 1:16–17)
El evangelio de Juan nos informa que “Ningún hombre ha visto a Dios jamás, el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer” (Juan 1:18). “Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy contigo y no me has conocido aún, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?” (Juan 14:9). Hoy en día nosotros no testificamos personalmente la presencia encarnada de Cristo entre nosotros. Sin embargo, el registro de esta forma especial de revelación está resumido para nosotros hoy en la Escritura.
El cristiano establece su teoría de conocimiento en el Dios omnisciente y que todo lo ordena de la Escritura. El conocimiento de Dios es instantáneo (Él no aprende por partes al pasar del tiempo), es verdad (Él no está confundido acerca de algún aspecto de la realidad) y es exhaustivo (Él conoce todas las cosas perfecta y completamente). Él es el “conocimiento perfecto” (Job 37:16; Romanos 11:33–36). De hecho, “conocidas para Dios son todas sus obras desde el principio del mundo” (Hechos 15:18). Y Él le ha revelado en la Biblia al hombre los principios completos necesarios para un fundamento seguro de la realidad, el conocimiento y la experiencia (2 Timoteo 3:16–17). Tal fundamento asegura que lo que el hombre sabe (aunque no puede conocer todas las cosas) lo puede saber en verdad. El conocimiento trabaja porque la mente del hombre, conforme a lo que fue creada por Dios, es receptiva a la realidad externa y es validada por Dios mismo.
Así que, tenemos tres modos de revelación de Dios: indirectamente a través de la naturaleza, directamente a través de la Escritura y personalmente en Cristo. Esto enmarca nuestra teoría cristiana del conocimiento, con la revelación especial en la Escritura siendo particularmente importante para nosotros hoy, como la interpretación directa de Dios del mundo y la vida.
Como veremos señalado más adelante, el no cristiano debe establecer su teoría del conocimiento en el mismo fundamento en el que establece la realidad: en el azar nebuloso, caótico e irracional. Si se sigue consistentemente la teoría no cristiana del conocimiento, esta destruiría completamente la posibilidad misma del conocimiento, provocando que se ahogue en el turbulento océano del irracionalismo. No hay forma de defender la razón en el sistema no cristiano. Los conceptos de la probabilidad, posibilidad, orden, racionalidad y demás, son imposibles en un sistema al azar y casual. Por lo tanto, el cristiano tiene un fundamento seguro para el conocimiento, mientras que el no cristiano no tiene ninguno.
Ética
La ética es la rama de la filosofía conocida como la filosofía moral. Esta estudia las actitudes correctas e incorrectas, los juicios y las acciones, así como también la responsabilidad moral y la obligación. Aquí hay cuatro preguntas de interés especial para la ética:
- ¿Cuál es la naturaleza del bien y del mal?
- ¿Cuáles son los estándares para la evaluación ética?
- ¿Qué hay acerca de la culpa y la paz personal?
- ¿Cómo consigues o produces el carácter moral?
Para el cristiano, la moralidad se fundamenta en el Dios de la Escritura quien es justo y bueno, omnisciente, omnipresente, omnipotente, personal y eterno creador. Su voluntad, la cual tiene sus raíces en Su ser y naturaleza, es el estándar del hombre para lo correcto. Debido a que Dios es justo y bueno (Salmos 119:137; Marco 10:18b) y omnisciente (Salmos 139:2; Proverbios 15:3), los principios morales revelados en la Escritura siempre son justos y siempre son relevantes para nuestra situación. Debido a que Dios es eterno (Salmos 90:2; 102:12), Sus mandamientos morales siempre son obligatorios para el hombre. “Escuchemos la conclusión de todo este asunto: Teme a Dios y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa secreta, ya sea buena o mala” (Eclesiastés 12:13–14).
Para el no cristiano no hay una base segura para la ética, debido a que la realidad está fundada sobre “nada” y el conocimiento tiene sus raíces en el irracionalismo, la moralidad no puede ser más que una preferencia personal puramente arbitraria y relativista. El relativista sostiene que “la Regla de Oro es que no existen reglas de oro” (George Bernard Shaw, 1856–1950). Claro está que, esto es contradictorio en sí mismo: porque si no hay reglas, entonces esto tampoco puede ser una regla.
Contraria a la perspectiva del incrédulo, D. M. Baillie (1857–1954) comentó: “Nuestros valores morales nos dicen algo acerca de la naturaleza y el propósito de la realidad o son subjetivos y por lo tanto, carecen de significado.” Richard Purtill hizo la observación de que “si nuestra racionalidad y moralidad no vienen de Dios, vienen de permutaciones aleatorias de algunas cosas básicas o vienen del funcionamiento de las fuerzas inconscientes. En cualquier caso, estas no tienen validez.”
En el sistema incrédulo presupuesto por los no cristianos, no hay—y en realidad no puede haber—principios morales definitivos y permanentes. Todo se atrapa en el flujo impersonal de un universo azaroso. El cambio aleatorio es algo fundamental en un sistema así, como consecuencia la ética se reduce a un relativismo puro. El pensamiento no cristiano no puede ofrecer justificación para ningún tipo de comportamiento moral. Esto es peligroso, porque como comentó Fyodor Dostoevsky (1821–1881), “Si Dios no existe, entonces todo es permitido.” El erudito Cristiano Steve Kumar demostró que no hay neutralidad y sugirió una formulación de credo apropiado para los ateos:
No existe Dios.
No existe la Verdad objetiva.
No existe terreno para la Razón.
No existen Morales absolutas.
No existe Valor final.
No existe Significado final.
No existe Esperanza eterna.
Observaciones Exegeticas
Dos temas teológicos en particular que tienen consecuencia para nosotros son el ser absoluto de Dios y Su revelación autoritativa contenida en la Escritura. Analicemos algunos textos claves que tratan con estas doctrinas.
Éxodo 3:14
Algo fundamental para la cosmovisión cristiana y la apologética es lo absoluto de Dios. Todas nuestras presuposiciones de la vida están ancladas en Él. Desafortunadamente, todo tipo de visiones nebulosas y blandas acerca de Dios oscurecen las mentes de los evangélicos hoy en día. Para ayudar a aclarar la gloria del ser de Dios, debemos analizar brevemente un versículo particularmente poderoso. Este versículo es encontrado en la declaración de Dios a Moisés en la Zarza Ardiente. Éxodo 3:13–14 dice:
“Entonces dijo Moisés a Dios: He aquí que yo llego a los hijos de Israel y les digo: El Dios de sus Padres me ha enviado a ustedes. Ahora bien, si ellos me preguntaran: ¿Cuál es Su nombre? ¿Qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: yo soy el que soy. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: yo soy me ha enviado a ustedes.””
La declaración de interés en particular es: “Yo soy El que soy”. Este pasaje es la fuente histórica para el nombre de Dios, de pacto y especial, Yahweh (o Jehová), el cual aparece 6,823 veces en el Antiguo Testamento. El nombre se deletrea con cuatro consonantes hebreas (y sin vocales) y algunas veces es llamado el “Tetragramatón” (“cuatro letras”: yhwh). Normalmente se deletrea como “Señor” todo en mayúsculas en las versiones en inglés, para distinguirlo de “Señor” (Adonai). Un mundo teológico está encerrado en este nombre divino y auto revelador.
1: “Yo soy El que soy” es el verbo “ser” encontrado en el tiempo imperfecto en hebreo. El tiempo imperfecto indica una acción incompleta, por consiguiente involucra una realidad continúa. Cuando los nombres son formados en este tiempo están distinguiendo una cualidad constante manifestada. El nombre habla de la existencia de Dios en sí mismo: Dios es, Él no vino a ser. Él no dice “Yo era.” Él es. Él existe en sí mismo sin una causa anterior o dependencia actual: Él siempre es. Nosotros podríamos entender esto como: “Yo soy simplemente porque Yo soy” o “Yo estoy siendo quien Yo estoy siendo.”
2: El nombre habla de la duración sin límite de Dios: Él es eterno “Yo Soy.” La repetición del verbo (“Yo soy/Yo soy” en Yo soy el que soy”) enfatiza la continuidad ininterrumpida y la duración sin límite. Cuando personajes bíblicos dan sus nombres, estos generalmente se relacionan con sus padres quienes les dieron el ser (ejem. Hageo 1:1; Zacarías 1:7; Mateo 4:21). La Biblia está llena de genealogías (ejem. Génesis 5; 10; 1 Crónicas; Mateo 1). Pero Dios siempre es y en sí mismo. Él no tiene principio. Como lo señalamos anteriormente, existen dos niveles de realidad: el Dios eterno y la creación temporal.
3: El nombre habla de su auto determinación soberana. Dios determina desde su interior su propio ser. “Yo soy El que soy”. Como el Absoluto, Él opera con libertad sin restricciones. Él no es movido por circunstancias externas ni es resistido por fuerzas compensatorias. Como consecuencia, este nombre habla de la constancia de Dios absoluta y que no cambia. Él no está sujeto a cambio ni en su carácter ni en su determinación, porque Él no está sujeto a cambio en Sí mismo como el Absoluto. En otra parte leemos lo siguiente: “Yo soy el Señor, no cambio” (Malaquías 3:6; Santiago 1:17).
La cosmovisión cristiana está establecida en un fundamento seguro y que no cambia. Esta establecida en el Dios eterno de la Escritura.
2 Timoteo 3:16–17 Y 2 Pedro 1:20–21
Dos pasajes bíblicos importantes hablan del hecho y del método de la inspiración. Debido a que conocemos a Dios de manera más clara y precisa a través de la Escritura y debido a que la apologética bíblica postula a la Escritura misma como uno de sus fundamentos, tú debes estar familiarizado con estos pasajes.
Segunda de Timoteo 3:16–17 dice: “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea apto y equipado para toda buena obra”
Este es universalmente reconocido como el pasaje clave para establecer el hecho de la inspiración divina de la Escritura. Este manifiesta claramente que: “Toda la Escritura es inspirada por Dios.” La palabra en inglés “inspirada” es técnicamente desafortunada al tratar con el origen de la Escritura. Esta palabra en inglés tiene una importación activa que significa “inhalar.” Esto implica que las Escrituras fueron escritas por el hombre y después fueron “sopladas” por Dios y se les dio su autoridad divina como si fuera por añadidura. Aunque la implicación es errónea, debido a la aceptación popular y ampliamente generalizada del término, nosotros continuaremos usándola en nuestro estudio.
La palabra en griego subyacente a “inspirada por Dios” es theopneustos. Es una palabra pasiva que significa “soplo de Dios.” La palabra no habla de inspirar sino de espirar. No de Dios inhalando sino de Dios exhalando. La Escritura aquí es hablada como un producto final exhalado por el soplo creativo de Dios—sin referirse a como el hombre la recibe (ya sea escrita personalmente por Dios como en Éxodo 31:18 o dada a través de la mediación de un profeta).
Este versículo nos informa que toda la Escritura es el producto de “exhalación” divina. La Biblia no sugiere diferentes niveles de integridad en la Palabra de Dios: “Toda la Escritura es inspirada por Dios.” Y por causa de esto, toda la Escritura “es útil para… a fin de que el hombre de Dios sea apto y equipado para toda buena obra.” Las Escrituras de forma adecuada nos equipan para todo esfuerzo en el que nos involucramos. De hecho, esta establece el piso de nuestras cosmovisiones sobre el que nuestras vidas son construidas.
Ahora consideremos el método de inspiración. Segunda de Pedro 1:20–21 dice: “Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios, hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.”
Antes de comenzar, debemos reconocer que la palabra “profecía” se refiere al mensaje completo de la Escritura, no sólo a profecías formales que predicen el futuro, como las encontradas en Isaías o Daniel. La palabra “profecía” significa “hablar adelante,” “contar adelante,” no sólo “pronosticar, predecir.” En este pasaje Pedro habla tanto negativa como positivamente. Veamos que es lo que niega y que afirma.
Cuando lees la frase “interpretación privada” puedes pensar que Pedro está hablando de nuestros esfuerzos por interpretar la Escritura hoy, pero realmente está hablando del recibimiento original de la Escritura por el profeta. Porque continúa declarando “porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana” y “los santos hombres de Dios, hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.” Estas declaraciones muestran que Pedro está hablando de la recepción original del profeta de la Escritura más que de nuestra comprensión presente de ella.
Así que, Pedro señala de manera negativa el hecho de que las Escrituras no se originaron como resultado de la contemplación de asuntos de manera individual y declarando sus propios pensamientos. Él extiende esto al asentar que “nunca la profecía fue traída por voluntad humana.” Esto quiere decir que ninguna revelación divina tiene su origen en la voluntad humana o en el esfuerzo humano. Pedro es enfático: Ni siquiera una revelación en la Escritura es originada por la actividad humana. Esto “nunca” ocurre.
Entonces se enfoca en la realidad positiva. La frase “los santos hombres de Dios, hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” afirma el origen y la manera en la que la Escritura llegó al hombre. La importancia de “inspirados” no es que hayan sido “dirigidos, guiados o conducidos,” como si Dios ayudara al profeta a encontrar la verdad, sino más bien, habla de ser “tomado y llevado consigo” por el poder de Dios a través del proceso de hablar (o escribir) la Escritura. La Escritura fue escrita por hombres “llevados” (controlados, dominados) por Dios. Ellos “hablaron de parte de Dios.”
Este pasaje enfatiza la actividad de control de Dios al impartir la revelación. El Antiguo Testamento muchas veces condena a los falsos profetas por crear sus propias (presuntas) revelaciones: “hablan visión de su propia imaginación, no de la boca del Señor” (Jeremías 23:16; 27:14–17; Deuteronomio 18:20; Mateo 7:15).
Cuando leemos las Escrituras encontramos evidencias claras de un involucramiento particular y sobrenatural de Dios al revelar Su voluntad a sus escogidos, providencialmente preparados y gobernados soberanamente. Considera los siguientes ejemplos.
En 372 casos en el Antiguo Testamento, encontramos la frase, “Así dice el Señor” (ejem. Éxodo 4:22; Josué 24:2; Jueces 6:8; Isaías 7:7; Jeremías 2:2). En 92 casos encontramos: “la palabra del Señor vino” (ejem. Génesis 15:1; 1 Samuel 15:10; Isaías 38:4; Jeremías 14; Ezequiel 1:3).
1: En muchos lugares en el Nuevo Testamento, los escritores citan el Antiguo Testamento como las palabras de Dios o del Espíritu Santo. Por ejemplo: Mateo 15:4 “Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente.” Hebreos 1:5 “Porque a ¿cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy? Y otra vez: ¿Yo seré a él Padre y el me será a mí Hijo?”
2: Pablo declara que sus palabras vienen del Espíritu Santo: “Estas cosas hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu Santo, comparando las cosas espirituales con lo espiritual” (1 Corintios 2:13); “buscan una prueba de que Cristo habla en mí, el cual no es débil para con ustedes, sino que es poderoso en ustedes” (2 Corintios 13:3); “Por esta razón nosotros también damos gracias a Dios sin cesar, porque cuando recibieron la palabra de Dios que oyeron de nosotros, la recibieron no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en ustedes los que creen” (1 Tesalonicenses 2:13).
3: Pedro pone las palabras del Nuevo Testamento a la par con las palabras del Antiguo Testamento: “Y tengan entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, les ha escrito en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen para su propia destrucción, así como lo hacen con el resto de las Escrituras” (2 Pedro 3:15–16).
4: Tu entendimiento correcto del carácter divino de la Escritura es absolutamente esencial para que tengas confianza en tu fe y para establecer una cosmovisión cristiana correcta—y para desafiar los vanos esfuerzos de los incrédulos. Cualquier duda que tengas acerca de la confiabilidad de la Escritura mina tu perspectiva cristiana completa.
Extracto del libro: Prepárate para la Buena Batalla; la metodología apologética de Greg Bahnsen.
Notas:
[1] Greg L. Bahnsen, Siempre Preparados: Instrucciones para Defender la Fe, ed. Robert R. Booth (Atlanta: American Vision, 1996), 141.
[2] Para una mayor discusión sobre esto, ver de Greg L. Bahnsen, La Apologética de Van Til: Lecturas y Análisis (Phillipsburg, NJ: Presbyterian and Reformed, 1998), 58–62.
[3] Cornelius Van Til, Una Introducción a la Teología Sistemática (Phillipsburg, NJ: Presbyterian and Reformed, 1974), 15.
[4] Eclesiastés está comparando y contrastando dos enfoques de la vida: Una vida sin referencia a Dios, totalmente desde una perspectiva “bajo el sol”, como en contra de una vida por fe en Dios que existe por encima del sol. Esto explica la inclinación negativa de Eclesiastés. Salomón no está expresando una desesperación del creyente por el mundo, sino una desesperación que surge de un enfoque de la vida del incrédulo. Para una exposición de la cosmovisión de Eclesiastés, ver de Kenneth Gentry, “Eclesiastés” (www.kennethgentry.com)
[5] Bahnsen, Siempre Preparados, 179. La palabra “teleología” se deriva de la palabra griega telos, que significa “final” o “propósito” y logos (“palabra” o “estudio de”) Un argumento teleológico sostiene la existencia de Dios basado en la evidencia, orden, propósito, diseño y/o dirección en el orden creado.
[6] En la Escritura, el acto de poner nombre a algo involucra ejercitar la autoridad sobre la persona o cosa que es nombrada, como cuando los padres le ponen nombre a sus hijos. En la semana de la creación vemos al Creador ponerle nombre a varios aspectos de la creación (ejem. Génesis 1:5, 8, 10). Continuando con esto, la Escritura enseña que Dios le pone nombre a las estrellas (Isaías 40:26). En que Adán fuera creado a la imagen de Dios para reflejarlo (Génesis 1:26), le permitió dar “nombres” a las otras creaturas, ejerciendo autoridad sobre ellos (Génesis 2:19–20, aún al ponerle nombre a su esposa con eso era su cabeza Génesis 2:23; 1 Corintios 11:3, 8, 9). En eventos dramáticos en las vidas de ciertos santos, Dios directamente les pone un nuevo nombre. Por ejemplo, Abram se convierte en Abraham (Génesis 17:5; Nehemías 9:7). Jacob se convierte en Israel (Génesis 32:28; 35:10), Simón se convierte en Pedro (Mateo 16:17–18). Por lo tanto, nadie le pone nombre a Dios; Él se pone nombre a sí mismo. Él sólo se auto define: ninguna autoridad existe por encima de Él.
[7] Greg L. Bahnsen, La Apologética de Van Til: Lecturas y Análisis (Phillipsburg, NJ: Presbyterian and Reformed, 1998), 4, nota 8.
[8] Cornelius Van Til, Una Introducción a la Teología Sistemática (Phillipsburg, NJ: Presbyterian and Reformed, 1974), 14.
[9] Van Til, Teología Sistemática, 17.
[10] Omnipresencia se deriva de las palabras del latín omni (“todo”) y praesens (“presente”). Nos habla de la presencia de Dios personal y simultánea en todos lados y por todo el universo.
[11] La palabra encarnación viene del latín incarnare, “convertirse en carne”. Esta se basa en dos palabras latinas: in (“dentro”) más carn (“carne”). Nos habla de la venida del Dios invisible y espiritual en forma corporal en Jesucristo.