Características De La Cosmovisión

Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de Sus manos. Un día emite palabra a otro día y una noche a otra noche revela sabiduría.” (Salmos 19:1–2)

En nuestro primer estudio de las cosmovisiones, analizamos el concepto básico de una cosmovisión. Notamos que todos tienen una cosmovisión que está fundamentada en presuposiciones elementales y que nos sirve principalmente para ayudarnos a funcionar en el mundo. Es importante comprender que este método presuposicional de defender la fe es una apologética a nivel de una cosmovisión, que evita un análisis por partes de hechos aislados y desafía toda la cosmovisión del incrédulo con la cosmovisión cristiana. Ahora que todos estamos conscientes del significado y la necesidad de una cosmovisión, consideremos los temas clave con los que toda cosmovisión debe contar.

Preocupaciones Centrales

Nosotros presentamos tres asuntos fundamentales que todas las cosmovisiones deben ser capaces de manejar. Hablando técnicamente, estas son metafísica, epistemología y ética. Aunque esto involucra temas filosóficos complejos, finalmente son asuntos muy prácticos que podemos simplificar y aplicar en nuestras situaciones cotidianas y usarlas en nuestros encuentros apologéticos con incrédulos:

“Cuando nosotros hablamos con incrédulos acerca de su visión—especialmente de sus cosmovisiones—debemos ser especialmente sensibles para escuchar y discernir cuales de sus supuestos que les controlan son acerca de la naturaleza de la realidad (metafísica), cuáles acerca de la naturaleza de su conocimiento (epistemología) y cuáles acerca de lo que está bien o mal en el comportamiento humano (ética).

Aunque no todos piensan de manera clara y específica acerca de tales asuntos en lo abstracto (de acuerdo a principios subyacentes) y aunque no todos serán capaces de establecer abierta y explícitamente cuáles son sus supuestos que operan, no obstante todos utilizan alguna perspectiva básica con respecto a la realidad, el conocimiento y la conducta. Como decimos, todos “sí” filosofan, pero no todos lo hacen bien—no todos reflejan conscientemente tales asuntos y buscan una perspectiva convincente y consistente.”[1]

Consideremos cada una de estas tres cosmovisiones construyendo bloques.

Metafísica

La palabra metafísica se deriva del latín metaphysica, que se basa en el compuesto de dos palabras griegas: meta (“después, más allá”) y physika (“física, naturaleza”). Literalmente significa “más allá de lo físico”, es decir, más allá del mundo físico de la percepción de los sentidos. Aquí hay una definición sucinta de “metafísica”: “El estudio de la naturaleza fundamental de la realidad, el origen, la estructura y la naturaleza de lo que es real.

La metafísica nos informa como es el mundo y qué lugar ocupa el hombre en este mundo. Esta observa detrás del mundo exterior de la experiencia sensorial buscando discernir qué explica el mundo físico. Entonces obviamente la metafísica es una consideración de suma importancia para cualquier cosmovisión, en la que trata con cualquier pregunta de la naturaleza y de la estructura de la realidad. La metafísica hace preguntas como las siguientes:

  • ¿Qué significa existir? ¿Qué tipo de cosas existen?
  • ¿Cuál es la naturaleza del hombre? ¿Es libre el hombre? ¿Es bueno? ¿Es un animal?
  • ¿Cuál es la naturaleza del universo? ¿Es objetivamente real o simplemente apariencias?
  • ¿Existe Dios? ¿Cuál es Su naturaleza? ¿Cuál es la relación de Dios con el universo?
  • ¿Existe el cambio o el desarrollo? ¿Cómo cambian las cosas? ¿Cómo es el desarrollo posible? ¿Qué es la historia?
  • ¿Cuál es el carácter de las leyes o conceptos que gobiernan la realidad? ¿Están cambiando? ¿Son universales? ¿Cuáles son los límites de la posibilidad?

Los metafísicos buscan comprender el mundo como un todo. Ellos intentan descubrir y aplicar los principios fundamentales necesarios para sistematizar y explicar la forma en la que nosotros vemos, operamos y nos relacionamos con el mundo que nos rodea. Ya sea que la persona promedio siquiera este consciente de la metafísica o no, definitivamente debe tener una perspectiva metafísica operando en su vida. Esto se debe a que por lo menos tiene un entendimiento general de lo que cree que es el mundo. Si no lo tuviera, no sería capaz de darle sentido a su experiencia y no podría funcionar en el mundo exterior.

Como temas fundamentales relacionados con la realidad, las preguntas de la metafísica enlistadas anteriormente son asuntos tanto para la cosmovisión secular como la cristiana. También se pueden expresar en términos de las doctrinas cristianas, tales como la Creación, la Caída y la Consumación. Debido a que la apologética se refiere a la pregunta acerca de Dios, necesariamente trata con Dios y Su relación con el hombre, la obligación del hombre con Dios, cómo regula Dios al mundo, el predicamento de la moral del hombre y la pregunta sobre la libertad del hombre en un mundo creado y controlado por Dios.

Lo que los metafísicos estudian es la teología cristiana vestida de secular. Esto es así, no porque ambas cosmovisiones, tanto la cristiana como la de los incrédulos, deban lidiar con los mismos temas fundamentales concernientes a la realidad y porque el hombre es intrínsecamente una creatura religiosa, habiendo sido creado a la imagen de Dios (Génesis 1:26; 9:6), sino también porque Dios ha creado todas las cosas y esas cosas sólo pueden ser comprendidas correctamente en términos de Dios y Sus planes. Por lo tanto, los incrédulos tienen su versión secularizada de las doctrinas de la Creación, la Caída y la Consumación. El vocabulario varía pero los temas son los mis mos.[2] Como lo expresa Van Til: “Hay una filosofía de hechos en la Biblia que nosotros utilizamos para la interpretación de cada hecho de nuestras vidas.”[3]

Aunque ahora, ya estás consciente de que no estás en un terreno neutral con el incrédulo, debes entender que sí tienes un terreno en común con él. Más bien, los cristianos tienen un “punto de contacto” con el incrédulo. Necesitas entender este punto de contacto para poder abordar al incrédulo correctamente. Un buen apologista cristiano estará alerta a los temas básicos de la metafísica cuando está desafiando la cosmovisión de un incrédulo.

La fe cristiana involucra una cosmovisión holística. El cristianismo no difiere con el anticristianismo sólo en unos cuantos temas o aún en muchos temas sino que está en desacuerdo con la cosmovisión del incrédulo en todos los ámbitos—en su principio. Este ofrece un sistema de vida completo y como tal tiene una perspectiva metafísica definida, una forma de ver y un entendimiento de nosotros mismos y del mundo. Como defensor de la fe, debes estar consciente de que las Escrituras revelan numerosas verdades para rellenar y enmarcar la metafísica cristiana.

Como notamos en nuestro estudio previo, la Biblia inicia de manera majestuosa con la declaración fundamental del origen mismo del Universo. Esta nos revela que este fue creado en su totalidad a gran escala por la palabra creativa todopoderosa de Dios (Génesis 1; Juan 1:3; Hebreos 11:13). Toda la Escritura descansa en el supuesto de que el mundo tangible en realidad existe y en que es lo que es, debido a la actividad creativa original de Dios y Su gobierno providencial continuo (Colosenses 1:17; Hebreos 1:3). Esta nos enseña que todas las cosas fueron creadas por y para Dios (Romanos 11:36; Apocalipsis 4:11) y nos dirige a un entendimiento correcto y a una interpretación del mundo como un sistema creado y gobernado por Dios.

Tú vives en el mundo de Dios como Su más alta creación (Salmos 8:4–9). Proverbios subraya tu obligación, como Van Til lo pone, “pensar los pensamientos de Dios después de Él;” esto es, que tú no tienes que pensar de manera neutral o descartar a Dios de tus consideraciones cuando te estés evaluando a ti o al mundo:

Inclina tu oído y escucha las palabras de los sabios,

Y aplica tu corazón a mi sabiduría;

Porque será cosa deliciosa, si las guardas dentro de ti,

Que ellas estén listas en tus labios.

Para que tu confianza sea en el Señor,

Yo te he enseñado a ti hoy, incluso a ti.

¿No te he escrito cosas excelentes

de consejos y sabiduría,

para hacerte saber la certidumbre de las palabras de verdad

Para que le puedas responder correctamente a quién te envió?

(Proverbios 22:17–21)

Como cristiano debes reconocer la autoridad incuestionable de la Palabra de Dios y entender la alabanza a Dios del salmista a este respecto: “En tu luz vemos luz” (Salmos 36:9). Sólo desde la perspectiva de Dios tienes la luz correcta para entender el mundo rectamente. Como Salomón lo expresó: Debes evitar ver el mundo y la vida desde la limitada perspectiva “bajo el sol” (ejem. Eclesiastés 1:3, 9; 3:16; 4:1) o “debajo del cielo” (ejem. Eclesiastés 1:13; 2:3; 3:1) para que puedas entender el mundo con precisión y la vida correctamente.[4]

Como un cristiano, estás comprometido con una metafísica revelada, esbozada en la Escritura y fundada sobre el Creador infinito y personal, en lugar de sobre el azar impersonal e irracional (como en la cosmovisión de los incrédulos prevaleciente en nuestra cultura hoy):

“La Escritura nos enseña que “sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas… y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas” (1 Corintios 8:6). Todas las cosas, de todo tipo, fueron creadas por Él (Juan 1:3; Colosenses 1:16). Pero Él es antes de todas las cosas y todas las cosas en Él se mantienen unidas y adheridas (Juan 1:1; Colosenses 1:17). Él lleva o conserva todas las cosas por la palabra de Su poder (Hebreos 1:3). Por lo tanto, para existir es ser divino o creado. En Dios nosotros vivimos y nos movemos y somos (Hechos 17:28). Sin embargo, Él tiene vida en sí mismo (Juan 5:25; Éxodo 3:13). El Dios viviente y verdadero da la unidad distinguible o la naturaleza común de cosas (Génesis 2:19), categorizándolas al ponerles Su interpretación (ejem. Génesis 1:5, 8, 10, 17; 2:9). También es Él quien hace que las cosas difieran unas de otras (1 Corintios 4:7); Éxodo 11:7; Romanos 9:21; 1 Corintios 12:4–6; 15:38–41). Similitud y diferenciación, entonces, son el resultado de Su trabajo creativo y providencial. Tanto la existencia como la naturaleza de las cosas encuentran su explicación en Él—ya sea de manera casual (Efesios 1:11) o teleológica (Efesios 1:11). Dios es la fuente de toda posibilidad (Isaías 43:10; 44:5; 65:11) y así establece los límites de la realidad posible por medio de Su propia voluntad y decreto.”[5]

A este respecto, la revelación metafísica importante acerca del ser de Dios incluye lo siguiente:

  • Dios es sin causa y existe en sí mismo eternamente. No hay nada antes de Dios que rinda cuentas de Su origen y existencia (Génesis 1:1; Deuteronomio 33:37; Isaías 45:5–6, 18; Efesios 3:19; 1 Timoteo 1:17).
  • Dios es autónomo, no necesita nada fuera del Él mismo para prolongar Su existencia. Él es absolutamente autosuficiente; Él sólo se auto define.[6] (Éxodo 3:14; Juan 5:26; Hecho 17:25).
  • Dios es absolutamente independiente y autosuficiente en pensamiento (Job 11:7; 40:1–8; Isaías 55:8–11; Romanos 11:33–34), consejo (Salmos 33:11; Isaías 40:12–14), voluntad (Daniel 4:35; Romanos 9:19; Efesios 1:5) y poder (Salmos 115:3; 135:6; 40:21–26).
  • Dios es el terreno fundamental de toda realidad. Todo fuera de Dios al final se deriva de Su poder creativo (Génesis 1:1; Éxodo 20:11; Nehemías 9:6; Apocalipsis 4:11).

Por lo tanto, Dios, y sólo Dios define al mundo y a la realidad. Él es el piso de toda la realidad y debe ser el fundamento de nuestra perspectiva y programa de metafísica. Cuando se le pide que dé las bases y su punto de partida para el universo ordenado y toda la realidad externa, el cristiano señala al Dios de la Escritura como autónomo, omnipresente, todopoderoso, omnisciente y personal.

Como veremos más adelante, cuando al no cristiano se le pide que provea su fundamento para el universo ordenado y la realidad externa, este no señala literalmente nada. Ha sido expresado de manera graciosa que “un ateo es un hombre que no tiene medios invisibles de apoyo” (John Buchan, 1857–1940). En la visión del no cristiano, todo ha surgido de nada por medio del mecanismo irracional de la posibilidad. Cuando se le pregunta si algo puede surgir milagrosamente en un instante y existir de la nada, el no cristiano responde rotundamente con una negativa. ¡Los milagros instantáneos están fuera de cuestión! Pero cuando se les pregunta si algo puede salir de la nada si se le dan muchos billones de años, el no cristiano confiadamente responde con una afirmación. Pero como Van Til ha señalado, el no cristiano pasa por alto el hecho de que si un cero es igual a cero, entonces un billón de ceros puede ser igual a un cero. El no cristiano intenta basar lo racional en lo irracional, el Universo racional en la posibilidad irracional.

Epistemología

Otro tema clave en cualquier cosmovisión es la epistemología. El término epistemología se basa en dos palabras griegas: episteme (“conocimiento”) y logos (“palabra, discurso”). El Dr. Bahnsen define epistemología como “el estudio de la naturaleza y los límites del conocimiento humano; esta hace preguntas acerca de la verdad, la creencia, la justificación, etc.”[7] También investiga el origen, la naturaleza, los métodos y los límites del conocimiento, descubriendo lo que sabemos y cómo llegamos a saberlo. La investigación epistemológica se enfoca particularmente en 4 tipos de preguntas:

  • ¿Cuál es la naturaleza de la verdad y de la objetividad?
  • ¿Cuál es la naturaleza de la creencia y del conocimiento? ¿Cuál es la relación entre ellos? ¿Podemos saber y aún no creer?
  • ¿Cuáles son los estándares que justifican las creencias? ¿Cómo sabemos lo que sabemos? ¿Cuál es la prueba o la evidencia que es aceptable?
  • ¿Cuáles son los procedimientos apropiados para la ciencia y el descubrimiento? ¿Cómo son evaluados? ¿Qué estándares ofrecen ellos?

En la teología cristiana la epistemología corresponde con la revelación divina. La revelación es el acto personal y sobrenatural de la comunicación de Dios por medio de la cuál, Él activamente se hace a sí mismo y a Su voluntad conocida para el hombre. Nosotros tenemos conocimiento de Dios y del mundo revelado a nosotros por medio de tres medios básicos:

Revelación General: La doctrina de la revelación general enseña que Dios se revela a sí mismo en el orden creado (la naturaleza). Esta es revelación creacional que se dirige al hombre como hombre (la imagen creada de Dios, Génesis 1:26; 9:6). Revela la existencia de Dios (Romanos 1:20), la gloria (Salmos 19:1), el poder (Romanos 1:20), la santidad (2:14–16) y la ira (1:18). Esta revelación es sin lugar a dudas conocida por el hombre, por lo tanto, lo deja moralmente responsable ante Dios. (1:20; 2:1). Esta forma de revelación está dirigida a todo hombre (por lo tanto, se le llama revelación “general”). Aunque la revelación de Dios en la naturaleza no le muestra al hombre el camino de salvación, la naturaleza trinitaria de Dios y muchas otras verdades divinas como esta, sí muestran que Dios existe y que Él es poderoso y que el hombre es responsable ante Él.

David habla de la revelación general en Salmos 19:1–2, señalando que la revelación en la naturaleza es clara y universal:

Los cielos cuentan la gloria de Dios;

Y el firmamento está declarando la obra de Sus manos.

Un día emite palabra a otro día,

Y una noche a otra noche revela sabiduría.

Pablo refleja esta misma idea cuando está enfatizando como la culpa moral del hombre se deriva de su conocimiento:

“Porque la ira de Dios es revelada desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, quienes detienen la verdad con injusticia, porque aquello que se conoce de Dios es evidente en ellos; porque Dios se los hizo evidente. Porque desde la creación del mundo, Sus atributos invisibles, Su eterno poder y naturaleza divina, han sido claramente visibles siendo entendidas por medio de las cosas que se han hecho, de modo que no tienen excusa” (Romanos 1:18–20).

La idea de una revelación general en la naturaleza será muy importante para nuestro método apologético. Esto se debe a que la Escritura enseña que todos los hombres en realidad conocen a Dios—aún los ateos—aunque ellos intenten “detener la verdad” (Romanos 1:18). Debido a la revelación general, nosotros tenemos un punto de contacto con el incrédulo: él es la imagen de Dios y ve la gloria de Dios en la naturaleza así que en lo profundo de su ser sabe que Dios existe.

La importación de la apologética de la revelación general es encontrada en tres implicaciones significativas:

Todo el universo revela necesariamente a Dios. Van Til argumenta, “Ni un solo hecho en este universo puede ser conocido verdaderamente por el hombre sin la existencia de Dios.”[8] Él añade que “Cada hecho prueba la existencia de Dios porque sin la presuposición de Dios y Su consejo, ningún hecho tiene para nada un carácter distinguible.”[9] El mundo de Dios revela a Dios; la creación manifiesta al Creador. Esto asegura nuestro punto de contacto con el incrédulo: Ambos vivimos en el mundo de Dios—y el incrédulo lo sabe dentro de sí.

Todos los hechos y las leyes del universo son comprendidos correctamente en términos de su relación con Dios como hechos y leyes creados divinamente. Todos los hechos son pre interpretados por Dios, lo cual significa que todo en el Universo tiene significado dentro del plan de Dios que es general, divinamente ordenado y que engloba todo, en el cuál ellos existen (Colosenses 1:17; Hebreos 1:3). El incrédulo no será capaz de explicar el universo ordenado que él experimenta, ya que está comprometido a la ultimidad del azar.

El universo es un medio ambiente extremadamente personal, el cual está permeado con la presencia de Dios (Jeremías 23:23–24; Hechos 17:27–28) y controlado por Su sabio propósito (Isaías 46:19; Efesios 1:11). Como el puritano Thomas Watson comentó acerca de la omnipresencia de Dios,[10] “El centro de Dios está en todos lados, Su circunferencia está por doquier.” El universo no es un medio ambiente impersonal esperando la interpretación del hombre y vacío de propósito y significado separado de la actividad humana. El universo es el medio ambiente del hombre creado por Dios, permeado por Dios y controlado por Dios. En la cosmovisión del incrédulo, él está parado bastante solo en un universo impersonal y sin significado:

  • “El universo es indiferente. ¿Quién lo creó? ¿Por qué estamos aquí en este insignificante montón de barro, dando de vueltas en el espacio infinito? No tengo ni la menor idea y estoy bastante convencido de que nadie tiene la menor idea” (André Maurois, 1885–1967).
  • ¿Por qué deben ser las cosas bastante absurdas, vacías y transitorias? Ellas son así y nosotros somos así, ellas y nosotros vamos muy bien juntos” (George Santayana, 1863–1952).
  • “Todas las cosas que existen nacen sin razón alguna, continúan a través de la debilidad y mueren por accidente. No tiene sentido que hayamos nacido; no tiene sentido que muramos” (Jean-Paul Sartre, 1905–1980).
  • “La vida es una mala broma” (Voltaire, 1694–1778).
  • “Todo es relativo” (Auguste Comte, 1709–1857).
  • “¿Cómo puedo yo, un ser a temporal encarcelado entre el tiempo y el espacio, escapar de mi prisión, cuando sé que fuera del especio y el tiempo no hay nada y que yo, en las profundidades últimas de mi realidad, tampoco soy nada?” (Samuel Beckett, 1906–1989).

Revelación Especial: Dios también se revela a sí mismo de manera directa y proposicional a la mente del hombre en la Escritura. La revelación especial es aquella revelación que es dada al pueblo de Dios (por consiguiente, es “especial”). Esta viene de Dios por medio de una comunicación directa, personal, verbal (o visual), ya sea a través de mensajeros especiales dotados proféticamente o a través de registros escritos de esos mensajeros.

Como aprendemos de la Escritura: “Ninguna profecía jamás fue hecha por un acto de voluntad humana, sino que los hombres movidos por el Espíritu Santo hablaron de parte de Dios” (2 Pedro 1:21). “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea apto y equipado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16–17).

La importancia de la revelación especial para la apologética se hace sentir en que la presuposición de la verdad de la Escritura es una pre-condición absolutamente indispensable para la verdad, el correcto conocimiento y la ciencia.

Revelación Encarnada: La revelación a través de la encarnación es una forma única de la revelación especial.[11] Cuando Cristo estuvo en la tierra durante el primer siglo Él trajo la revelación más alta de Dios en sí mismo. Él era literalmente Dios caminando en la tierra, aunque protegiendo Su gloria en una forma humana (Filipenses 2:6–8). Él sólo mostró Su majestad completamente en una ocasión: en la transfiguración (Mateo 17:1–2). Pedro recuerda este evento glorioso:

Porque nosotros no seguimos fábulas artificiosas cuando les hicimos saber del poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, sino que fuimos testigos oculares de Su majestad. Pues cuando Él recibió honor y gloria de parte de Dios Padre, tal declaración como esta le fue pronunciada, “Este es Mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia”” (2 Pedro 1:16–17)

El evangelio de Juan nos informa que “Ningún hombre ha visto a Dios jamás, el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer” (Juan 1:18). “Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy contigo y no me has conocido aún, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?” (Juan 14:9). Hoy en día nosotros no testificamos personalmente la presencia encarnada de Cristo entre nosotros. Sin embargo, el registro de esta forma especial de revelación está resumido para nosotros hoy en la Escritura.

El cristiano establece su teoría de conocimiento en el Dios omnisciente y que todo lo ordena de la Escritura. El conocimiento de Dios es instantáneo (Él no aprende por partes al pasar del tiempo), es verdad (Él no está confundido acerca de algún aspecto de la realidad) y es exhaustivo (Él conoce todas las cosas perfecta y completamente). Él es el “conocimiento perfecto” (Job 37:16; Romanos 11:33–36). De hecho, “conocidas para Dios son todas sus obras desde el principio del mundo” (Hechos 15:18). Y Él le ha revelado en la Biblia al hombre los principios completos necesarios para un fundamento seguro de la realidad, el conocimiento y la experiencia (2 Timoteo 3:16–17). Tal fundamento asegura que lo que el hombre sabe (aunque no puede conocer todas las cosas) lo puede saber en verdad. El conocimiento trabaja porque la mente del hombre, conforme a lo que fue creada por Dios, es receptiva a la realidad externa y es validada por Dios mismo.

Así que, tenemos tres modos de revelación de Dios: indirectamente a través de la naturaleza, directamente a través de la Escritura y personalmente en Cristo. Esto enmarca nuestra teoría cristiana del conocimiento, con la revelación especial en la Escritura siendo particularmente importante para nosotros hoy, como la interpretación directa de Dios del mundo y la vida.

Como veremos señalado más adelante, el no cristiano debe establecer su teoría del conocimiento en el mismo fundamento en el que establece la realidad: en el azar nebuloso, caótico e irracional. Si se sigue consistentemente la teoría no cristiana del conocimiento, esta destruiría completamente la posibilidad misma del conocimiento, provocando que se ahogue en el turbulento océano del irracionalismo. No hay forma de defender la razón en el sistema no cristiano. Los conceptos de la probabilidad, posibilidad, orden, racionalidad y demás, son imposibles en un sistema al azar y casual. Por lo tanto, el cristiano tiene un fundamento seguro para el conocimiento, mientras que el no cristiano no tiene ninguno.

Ética

La ética es la rama de la filosofía conocida como la filosofía moral. Esta estudia las actitudes correctas e incorrectas, los juicios y las acciones, así como también la responsabilidad moral y la obligación. Aquí hay cuatro preguntas de interés especial para la ética:

  • ¿Cuál es la naturaleza del bien y del mal?
  • ¿Cuáles son los estándares para la evaluación ética?
  • ¿Qué hay acerca de la culpa y la paz personal?
  • ¿Cómo consigues o produces el carácter moral?

Para el cristiano, la moralidad se fundamenta en el Dios de la Escritura quien es justo y bueno, omnisciente, omnipresente, omnipotente, personal y eterno creador. Su voluntad, la cual tiene sus raíces en Su ser y naturaleza, es el estándar del hombre para lo correcto. Debido a que Dios es justo y bueno (Salmos 119:137; Marco 10:18b) y omnisciente (Salmos 139:2; Proverbios 15:3), los principios morales revelados en la Escritura siempre son justos y siempre son relevantes para nuestra situación. Debido a que Dios es eterno (Salmos 90:2; 102:12), Sus mandamientos morales siempre son obligatorios para el hombre. “Escuchemos la conclusión de todo este asunto: Teme a Dios y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa secreta, ya sea buena o mala” (Eclesiastés 12:13–14).

Para el no cristiano no hay una base segura para la ética, debido a que la realidad está fundada sobre “nada” y el conocimiento tiene sus raíces en el irracionalismo, la moralidad no puede ser más que una preferencia personal puramente arbitraria y relativista. El relativista sostiene que “la Regla de Oro es que no existen reglas de oro” (George Bernard Shaw, 1856–1950). Claro está que, esto es contradictorio en sí mismo: porque si no hay reglas, entonces esto tampoco puede ser una regla.

Contraria a la perspectiva del incrédulo, D. M. Baillie (1857–1954) comentó: “Nuestros valores morales nos dicen algo acerca de la naturaleza y el propósito de la realidad o son subjetivos y por lo tanto, carecen de significado.” Richard Purtill hizo la observación de que “si nuestra racionalidad y moralidad no vienen de Dios, vienen de permutaciones aleatorias de algunas cosas básicas o vienen del funcionamiento de las fuerzas inconscientes. En cualquier caso, estas no tienen validez.”

En el sistema incrédulo presupuesto por los no cristianos, no hay—y en realidad no puede haber—principios morales definitivos y permanentes. Todo se atrapa en el flujo impersonal de un universo azaroso. El cambio aleatorio es algo fundamental en un sistema así, como consecuencia la ética se reduce a un relativismo puro. El pensamiento no cristiano no puede ofrecer justificación para ningún tipo de comportamiento moral. Esto es peligroso, porque como comentó Fyodor Dostoevsky (1821–1881), “Si Dios no existe, entonces todo es permitido.” El erudito Cristiano Steve Kumar demostró que no hay neutralidad y sugirió una formulación de credo apropiado para los ateos:

No existe Dios.

No existe la Verdad objetiva.

No existe terreno para la Razón.

No existen Morales absolutas.

No existe Valor final.

No existe Significado final.

No existe Esperanza eterna.


Observaciones Exegeticas

Dos temas teológicos en particular que tienen consecuencia para nosotros son el ser absoluto de Dios y Su revelación autoritativa contenida en la Escritura. Analicemos algunos textos claves que tratan con estas doctrinas.

Éxodo 3:14

Algo fundamental para la cosmovisión cristiana y la apologética es lo absoluto de Dios. Todas nuestras presuposiciones de la vida están ancladas en Él. Desafortunadamente, todo tipo de visiones nebulosas y blandas acerca de Dios oscurecen las mentes de los evangélicos hoy en día. Para ayudar a aclarar la gloria del ser de Dios, debemos analizar brevemente un versículo particularmente poderoso. Este versículo es encontrado en la declaración de Dios a Moisés en la Zarza Ardiente. Éxodo 3:13–14 dice:

Entonces dijo Moisés a Dios: He aquí que yo llego a los hijos de Israel y les digo: El Dios de sus Padres me ha enviado a ustedes. Ahora bien, si ellos me preguntaran: ¿Cuál es Su nombre? ¿Qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: yo soy el que soy. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: yo soy me ha enviado a ustedes.”

La declaración de interés en particular es: “Yo soy El que soy”. Este pasaje es la fuente histórica para el nombre de Dios, de pacto y especial, Yahweh (o Jehová), el cual aparece 6,823 veces en el Antiguo Testamento. El nombre se deletrea con cuatro consonantes hebreas (y sin vocales) y algunas veces es llamado el “Tetragramatón” (“cuatro letras”: yhwh). Normalmente se deletrea como “Señor” todo en mayúsculas en las versiones en inglés, para distinguirlo de “Señor” (Adonai). Un mundo teológico está encerrado en este nombre divino y auto revelador.

1: “Yo soy El que soy” es el verbo “ser” encontrado en el tiempo imperfecto en hebreo. El tiempo imperfecto indica una acción incompleta, por consiguiente involucra una realidad continúa. Cuando los nombres son formados en este tiempo están distinguiendo una cualidad constante manifestada. El nombre habla de la existencia de Dios en sí mismo: Dios es, Él no vino a ser. Él no dice “Yo era.” Él es. Él existe en sí mismo sin una causa anterior o dependencia actual: Él siempre es. Nosotros podríamos entender esto como: “Yo soy simplemente porque Yo soy” o “Yo estoy siendo quien Yo estoy siendo.”

2: El nombre habla de la duración sin límite de Dios: Él es eterno “Yo Soy.” La repetición del verbo (“Yo soy/Yo soy” en Yo soy el que soy”) enfatiza la continuidad ininterrumpida y la duración sin límite. Cuando personajes bíblicos dan sus nombres, estos generalmente se relacionan con sus padres quienes les dieron el ser (ejem. Hageo 1:1; Zacarías 1:7; Mateo 4:21). La Biblia está llena de genealogías (ejem. Génesis 5; 10; 1 Crónicas; Mateo 1). Pero Dios siempre es y en sí mismo. Él no tiene principio. Como lo señalamos anteriormente, existen dos niveles de realidad: el Dios eterno y la creación temporal.

3: El nombre habla de su auto determinación soberana. Dios determina desde su interior su propio ser. “Yo soy El que soy”. Como el Absoluto, Él opera con libertad sin restricciones. Él no es movido por circunstancias externas ni es resistido por fuerzas compensatorias. Como consecuencia, este nombre habla de la constancia de Dios absoluta y que no cambia. Él no está sujeto a cambio ni en su carácter ni en su determinación, porque Él no está sujeto a cambio en Sí mismo como el Absoluto. En otra parte leemos lo siguiente: “Yo soy el Señor, no cambio” (Malaquías 3:6; Santiago 1:17).

La cosmovisión cristiana está establecida en un fundamento seguro y que no cambia. Esta establecida en el Dios eterno de la Escritura.

2 Timoteo 3:16–17 Y 2 Pedro 1:20–21

Dos pasajes bíblicos importantes hablan del hecho y del método de la inspiración. Debido a que conocemos a Dios de manera más clara y precisa a través de la Escritura y debido a que la apologética bíblica postula a la Escritura misma como uno de sus fundamentos, tú debes estar familiarizado con estos pasajes.

Segunda de Timoteo 3:16–17 dice: “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea apto y equipado para toda buena obra”

Este es universalmente reconocido como el pasaje clave para establecer el hecho de la inspiración divina de la Escritura. Este manifiesta claramente que: “Toda la Escritura es inspirada por Dios.” La palabra en inglés “inspirada” es técnicamente desafortunada al tratar con el origen de la Escritura. Esta palabra en inglés tiene una importación activa que significa “inhalar.” Esto implica que las Escrituras fueron escritas por el hombre y después fueron “sopladas” por Dios y se les dio su autoridad divina como si fuera por añadidura. Aunque la implicación es errónea, debido a la aceptación popular y ampliamente generalizada del término, nosotros continuaremos usándola en nuestro estudio.

La palabra en griego subyacente a “inspirada por Dios” es theopneustos. Es una palabra pasiva que significa “soplo de Dios.” La palabra no habla de inspirar sino de espirar. No de Dios inhalando sino de Dios exhalando. La Escritura aquí es hablada como un producto final exhalado por el soplo creativo de Dios—sin referirse a como el hombre la recibe (ya sea escrita personalmente por Dios como en Éxodo 31:18 o dada a través de la mediación de un profeta).

Este versículo nos informa que toda la Escritura es el producto de “exhalación” divina. La Biblia no sugiere diferentes niveles de integridad en la Palabra de Dios: “Toda la Escritura es inspirada por Dios.” Y por causa de esto, toda la Escritura “es útil para… a fin de que el hombre de Dios sea apto y equipado para toda buena obra.” Las Escrituras de forma adecuada nos equipan para todo esfuerzo en el que nos involucramos. De hecho, esta establece el piso de nuestras cosmovisiones sobre el que nuestras vidas son construidas.

Ahora consideremos el método de inspiración. Segunda de Pedro 1:20–21 dice: “Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios, hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.”

Antes de comenzar, debemos reconocer que la palabra “profecía” se refiere al mensaje completo de la Escritura, no sólo a profecías formales que predicen el futuro, como las encontradas en Isaías o Daniel. La palabra “profecía” significa “hablar adelante,” “contar adelante,” no sólo “pronosticar, predecir.” En este pasaje Pedro habla tanto negativa como positivamente. Veamos que es lo que niega y que afirma.

Cuando lees la frase “interpretación privada” puedes pensar que Pedro está hablando de nuestros esfuerzos por interpretar la Escritura hoy, pero realmente está hablando del recibimiento original de la Escritura por el profeta. Porque continúa declarando “porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana” y “los santos hombres de Dios, hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.” Estas declaraciones muestran que Pedro está hablando de la recepción original del profeta de la Escritura más que de nuestra comprensión presente de ella.

Así que, Pedro señala de manera negativa el hecho de que las Escrituras no se originaron como resultado de la contemplación de asuntos de manera individual y declarando sus propios pensamientos. Él extiende esto al asentar que “nunca la profecía fue traída por voluntad humana.” Esto quiere decir que ninguna revelación divina tiene su origen en la voluntad humana o en el esfuerzo humano. Pedro es enfático: Ni siquiera una revelación en la Escritura es originada por la actividad humana. Esto “nunca” ocurre.

Entonces se enfoca en la realidad positiva. La frase “los santos hombres de Dios, hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” afirma el origen y la manera en la que la Escritura llegó al hombre. La importancia de “inspirados” no es que hayan sido “dirigidos, guiados o conducidos,” como si Dios ayudara al profeta a encontrar la verdad, sino más bien, habla de ser “tomado y llevado consigo” por el poder de Dios a través del proceso de hablar (o escribir) la Escritura. La Escritura fue escrita por hombres “llevados” (controlados, dominados) por Dios. Ellos “hablaron de parte de Dios.”

Este pasaje enfatiza la actividad de control de Dios al impartir la revelación. El Antiguo Testamento muchas veces condena a los falsos profetas por crear sus propias (presuntas) revelaciones: “hablan visión de su propia imaginación, no de la boca del Señor” (Jeremías 23:16; 27:14–17; Deuteronomio 18:20; Mateo 7:15).

Cuando leemos las Escrituras encontramos evidencias claras de un involucramiento particular y sobrenatural de Dios al revelar Su voluntad a sus escogidos, providencialmente preparados y gobernados soberanamente. Considera los siguientes ejemplos.

En 372 casos en el Antiguo Testamento, encontramos la frase, “Así dice el Señor” (ejem. Éxodo 4:22; Josué 24:2; Jueces 6:8; Isaías 7:7; Jeremías 2:2). En 92 casos encontramos: “la palabra del Señor vino” (ejem. Génesis 15:1; 1 Samuel 15:10; Isaías 38:4; Jeremías 14; Ezequiel 1:3).

1: En muchos lugares en el Nuevo Testamento, los escritores citan el Antiguo Testamento como las palabras de Dios o del Espíritu Santo. Por ejemplo: Mateo 15:4 “Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente.” Hebreos 1:5 “Porque a ¿cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy? Y otra vez: ¿Yo seré a él Padre y el me será a mí Hijo?”

2: Pablo declara que sus palabras vienen del Espíritu Santo: “Estas cosas hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu Santo, comparando las cosas espirituales con lo espiritual” (1 Corintios 2:13); “buscan una prueba de que Cristo habla en mí, el cual no es débil para con ustedes, sino que es poderoso en ustedes” (2 Corintios 13:3); “Por esta razón nosotros también damos gracias a Dios sin cesar, porque cuando recibieron la palabra de Dios que oyeron de nosotros, la recibieron no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en ustedes los que creen” (1 Tesalonicenses 2:13).

3: Pedro pone las palabras del Nuevo Testamento a la par con las palabras del Antiguo Testamento: “Y tengan entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, les ha escrito en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen para su propia destrucción, así como lo hacen con el resto de las Escrituras” (2 Pedro 3:15–16).

4: Tu entendimiento correcto del carácter divino de la Escritura es absolutamente esencial para que tengas confianza en tu fe y para establecer una cosmovisión cristiana correcta—y para desafiar los vanos esfuerzos de los incrédulos. Cualquier duda que tengas acerca de la confiabilidad de la Escritura mina tu perspectiva cristiana completa.


Extracto del libro: Prepárate para la Buena Batalla; la metodología apologética de Greg Bahnsen.


Notas:


[1] Greg L. Bahnsen, Siempre Preparados: Instrucciones para Defender la Fe, ed. Robert R. Booth (Atlanta: American Vision, 1996), 141.

[2] Para una mayor discusión sobre esto, ver de Greg L. Bahnsen, La Apologética de Van Til: Lecturas y Análisis (Phillipsburg, NJ: Presbyterian and Reformed, 1998), 58–62.

[3] Cornelius Van Til, Una Introducción a la Teología Sistemática (Phillipsburg, NJ: Presbyterian and Reformed, 1974), 15.

[4] Eclesiastés está comparando y contrastando dos enfoques de la vida: Una vida sin referencia a Dios, totalmente desde una perspectiva “bajo el sol”, como en contra de una vida por fe en Dios que existe por encima del sol. Esto explica la inclinación negativa de Eclesiastés. Salomón no está expresando una desesperación del creyente por el mundo, sino una desesperación que surge de un enfoque de la vida del incrédulo. Para una exposición de la cosmovisión de Eclesiastés, ver de Kenneth Gentry, “Eclesiastés” (www.kennethgentry.com)

[5] Bahnsen, Siempre Preparados, 179. La palabra “teleología” se deriva de la palabra griega telos, que significa “final” o “propósito” y logos (“palabra” o “estudio de”) Un argumento teleológico sostiene la existencia de Dios basado en la evidencia, orden, propósito, diseño y/o dirección en el orden creado.

[6] En la Escritura, el acto de poner nombre a algo involucra ejercitar la autoridad sobre la persona o cosa que es nombrada, como cuando los padres le ponen nombre a sus hijos. En la semana de la creación vemos al Creador ponerle nombre a varios aspectos de la creación (ejem. Génesis 1:5, 8, 10). Continuando con esto, la Escritura enseña que Dios le pone nombre a las estrellas (Isaías 40:26). En que Adán fuera creado a la imagen de Dios para reflejarlo (Génesis 1:26), le permitió dar “nombres” a las otras creaturas, ejerciendo autoridad sobre ellos (Génesis 2:19–20, aún al ponerle nombre a su esposa con eso era su cabeza Génesis 2:23; 1 Corintios 11:3, 8, 9). En eventos dramáticos en las vidas de ciertos santos, Dios directamente les pone un nuevo nombre. Por ejemplo, Abram se convierte en Abraham (Génesis 17:5; Nehemías 9:7). Jacob se convierte en Israel (Génesis 32:28; 35:10), Simón se convierte en Pedro (Mateo 16:17–18). Por lo tanto, nadie le pone nombre a Dios; Él se pone nombre a sí mismo. Él sólo se auto define: ninguna autoridad existe por encima de Él.

[7] Greg L. Bahnsen, La Apologética de Van Til: Lecturas y Análisis (Phillipsburg, NJ: Presbyterian and Reformed, 1998), 4, nota 8.

[8] Cornelius Van Til, Una Introducción a la Teología Sistemática (Phillipsburg, NJ: Presbyterian and Reformed, 1974), 14.

[9] Van Til, Teología Sistemática, 17.

[10] Omnipresencia se deriva de las palabras del latín omni (“todo”) y praesens (“presente”). Nos habla de la presencia de Dios personal y simultánea en todos lados y por todo el universo.

[11] La palabra encarnación viene del latín incarnare, “convertirse en carne”. Esta se basa en dos palabras latinas: in (“dentro”) más carn (“carne”). Nos habla de la venida del Dios invisible y espiritual en forma corporal en Jesucristo.

El Problema de los Absolutos de la Moral

Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno sea recompensado por sus obras en el cuerpo, de acuerdo a lo que ha hecho, sea bueno o sea malo.” (2 Corintios 5:10)


Preocupaciones Centrales

Hemos discutido ya el problema de los absolutos de la moral varias veces. Las preocupaciones morales son inevitables en la vida humana. Encontrarás que cada vez que te abstienes de golpear a tu vecino, él estará agradecido por tu contención moral. Y ¿qué sería de la sociedad si “cada uno hace lo que es correcto a sus propios ojos” (Jueces 17:6; 21:25)? Todos tendríamos miedo de salir en público—o aún de quedarnos en casa con miembros de la familia moralmente impredecibles. Todo momento de despertar en la vida incluye desafíos morales mientras que preferimos escoger una acción sobre otra. No somos animales que simplemente reaccionamos a nuestro medio ambiente por instinto. Somos creaturas morales “soberanamente” interactuando con nuestro ambiente social de acuerdo a consideraciones morales y racionales.

La Influencia Humanista

Probablemente estés también consciente de muchos de los enfoques peculiares de la moralidad que están siendo noticia hoy. Por ejemplo, considera “los derechos de los animales”. Los activistas de los derechos de los animales no sólo protestan en contra de la tortura perversa de las mascotas hecha por diversión o por las mortales peleas de perros por deporte. Tampoco están simplemente tratando de preservar las “especies en peligro” de extinción. Los derechos de los animales son ahora asuntos legales y políticos que han generado una “Fundación de Defensa Legal de los Animales,” el “Frente de Liberación Animal,” una “Enciclopedia en Internet de Filosofía de los Derechos de los Animales y más. Muchos otros censuran el “especismo” (elevar al hombre encima de los animales, de todas las cosas), lamentando “chauvinismo humano,” “supremacía humana” y “antropocentrismo.”[1]

Un sitio web de derechos de los animales presenta un artículo titulado “la Libertad es un Derecho Básico de los Animales.” Este empieza con estas palabras: “Este artículo se trata del rol central que la libertad juega en nuestro sentido de justicia. De acuerdo a Ruut Veenhoven, un investigador holandés sobre la felicidad, este es el factor más importante al buscar la felicidad. ¿Debería ser esto diferente para los animales?”[2] En La Pregunta Animal, Paola Cavalieri discute acerca del argumento moral moderno de que “su misma lógica se extiende a los animales no humanos como seres a quienes se les deben derechos morales y legales básicos y que, como resultado de esto, los derechos humanos no son humanos después de todo.”[3]

Muchos grupos vegetarianos argumentan la inmoralidad de comer animales.[4] Otros censuran vestirse con abrigos de pieles o zapatos de piel como parte de la destrucción de la vida animal.[5] Y, por supuesto, que estás familiarizado con los ambientalistas extremos que pueden detener la construcción de presas y perforaciones para petróleo. Hace unos años atrás un pez Dardo de Caracol de aproximadamente 10 centímetros “en peligro de extinción” detuvo la construcción de la Presa Tellico en el Río Tennessee, siendo una noticia internacional durante meses. Recientemente se desató un debate acerca de si el gobierno federal debería permitir una perforación de petróleo en el Refugio Nacional de Vida Salvaje del Ártico en Alaska.

Pero el problema que ha sido más ampliamente difundido y que es más peligroso hoy en día es la negación de los estándares de la moral absoluta y como consecuencia natural, condenar a los cristianos por aferrarse a morales absolutistas. Tú estás muy consciente de que tus valores morales cristianos son desafiados en todos lados. Tan sólo piensa en tus compromisos pro-vida (Éxodo 20:13; 21:22–23) y toma en cuenta el fuerte escándalo sobre el nombramiento de jueces conservadores en los distintos tribunales en los Estados Unidos. O pides la santidad de las relaciones sexuales en el matrimonio (1 Corintios 6:9; Gálatas 5:19; Hebreos 13:4) y debes soportar la burla de ser “puritano.” O condenas la conducta homosexual (1 Corintios 6:9; 1 Timoteo 1:10) y eres dado de baja por oponerte a los derechos de la privacidad. Estos son algunos pocos de los desafíos morales que los cristianos enfrenten en nuestro mundo relativista.

La cuestión de los valores morales es un componente importante en el desafío del cristiano al incrédulo. Debes siempre recordar que tu conflicto con él es al nivel de la cosmovisión. Y que fuiste enseñado en un capítulo anterior que la cosmovisión involucra necesariamente tres componentes clave: la metafísica, la epistemología y la ética.

El Énfasis del Incrédulo

Ahora consideremos los pormenores del relativismo moral que infectan nuestra cultura hoy. En cada una de las citas de abajo, los énfasis son míos y no se encuentran en los documentos originales. El tercer punto del Manifiesto Humanista III (1973) asevera rotundamente una moralidad que niega a Dios, es relativista y autónoma:

“Nosotros afirmamos que los valores morales obtienen su fuente de la experiencia humana. La Ética es autónoma y situacional no necesitando de sanciones teológicas o ideológicas. La Ética se deriva de la necesidad y el interés humano. Negar esto distorsiona toda la base de la vida. La vida humana tiene significado porque nosotros creamos y desarrollamos nuestros futuros. La felicidad y la realización creativa de necesidades y deseos humanos, individuales y disfrutados de manera compartida, son temas continuos del humanismo. Nos esforzamos por la buena vida, aquí y ahora.”

El investigador francés Emile Durkheim (1858–1917) fue una figura importante en el desarrollo de la sociología “científica” moderna. Él expresó el relativismo moral muy bien:

En la actualidad, ya no se puede sostener por más tiempo, que exista una sola moralidad, que sea válida para todos los hombres en todos los tiempos y en todo lugar… El propósito de la moralidad practicada por una persona es capacitarlo para vivir; por consiguiente, la moralidad cambia con las sociedades. No existe sólo una moralidad, sino muchas y existen tantas como los tipos sociales que existen. Y como nuestra sociedad cambia, así cambiará nuestra moralidad.”

Una publicación reciente de una adolescente acerca de costumbres sexuales y enfermedades de transmisión sexual se titula “La Búsqueda de la Excelencia.” En una parte dice:

“Muy temprano en la vida, estarás expuesto a diferentes sistemas de valores de tu familia, la iglesia o la sinagoga y de tus amigos… Depende de ti decidir tu propio sistema de valores para construir tu propio código ético… Tendrás que aprender que es lo correcto para ti a través de la experiencia… Sólo tú puedes decidir lo que es correcto y cómodo para ti.”

¡Ora para que ningún caníbal lea esto! La Enciclopedia de Internet Wikipedia tiene un rubro en “Relativismo Moral.” En una parte dice:

“En la filosofía, el relativismo moral es la posición de que las proposiciones morales o éticas no reflejan verdades morales absolutas y universales sino que en lugar de eso son preferencias personales o históricas, culturales y sociales, y donde no existe un estándar en particular por medio del cual se acceda a la verdad de la proposición ética. Las posiciones relativistas muchas veces ven los valores morales como aplicables sólo dentro de ciertos límites culturales o dentro del contexto de preferencias individuales.”

Aldous Huxley, en su novela Fines y Medios, presentó lo siguiente:

“El filósofo que no encuentra significado en este mundo no está preocupado solamente con un problema de metafísica pura; también está preocupado en probar que no hay una razón válida del porque en lo personal no debiera hacer lo que quiere hacer.

Para mí, y sin lugar a dudas, para la mayoría de mis contemporáneos, la filosofía sin sentido era esencialmente un instrumento de liberación. La liberación que nosotros deseamos era simultáneamente una liberación . . . de algún sistema de moralidad. Nos oponemos a la moralidad porque esta interfiere con nuestra libertad sexual; nos oponemos a los sistemas político y económico porque son injustos. Los partidarios a estos sistemas afirman que de alguna manera ellos personificaban el significado (un significado cristiano, ellos insistían) del mundo. Sólo había un método simple admirable de refutar a esta gente y al mismo tiempo justificarnos a nosotros mismos en nuestra rebeldía política y erótica: nosotros podíamos negar que el mundo tuviera algún significado.”[6]

El Humanista Max Hocutt dice que los seres humanos “pueden, hacen e inventan sus propias reglas… La moralidad no es algo que se descubre; es algo que se hace.”[7] Con respecto a la evolución y la ética, hemos aprendido que:

“La posición de los evolucionistas modernos es que… la moralidad es una adaptación biológica no menos que nuestras manos, pies y dientes. Considerado como un conjunto de afirmaciones justificables racionalmente acerca de algo objetivo, la ética es una ilusión. Yo aprecio que cuando alguien dice “Ama tu prójimo como a ti mismo,” ellos piensen que se refieren por encima y más allá de sí mismos. La moralidad es tan sólo una ayuda para sobrevivir y para la reproducción… y cualquier significado más profundo es ilusorio.[8]

Aún el campo de la medicina es susceptible al relativismo en el área de la moralidad. Nuestro texto de ética moral establece:

“Es seguro que algunos tengan severas dudas de que nosotros tenemos a nuestra disposición una teoría ética normativa firmemente articulada que nos proporciona un conocimiento sistemático del bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, de tal forma que pudiera brindar una confianza ética de que ellos tienen una habilidad moral que les capacita para trazar el camino de la ética aplicada.”[9]

El Profesor de Filosofía de la Universidad de Stanford, Richard Rorty, sucintamente establece en su libro: “La Hermenéutica, Estudios Generales y Enseñanza”: “Decir que realmente existen valores objetivos por ahí, que existe una realidad moral que le corresponda, parece tan inútil como decir que Dios está de nuestro lado.” El filósofo existencialista Jean-Paul Sartre escribe:

“El existencialista, por el contrario, piensa que es muy angustiante que Dios si exista, porque toda posibilidad de encontrar valores en un cielo de ideas desaparece juntamente con Él; ya no puede existir el Bien a priori, ya que no hay una conciencia infinita y perfecta para pensarlo. En ningún lugar está escrito que el Bien exista, que debamos ser honestos, que no debamos mentir; porque el hecho es que nosotros estamos en un plano en donde sólo hay hombres. Dostoevsky dijo, “Si Dios no existiera, entonces todo sería posible.” Este es el punto de partida específico del existencialismo. De hecho, todo es permisible si Dios no existe y como resultado el hombre está abandonado, porque ni dentro de sí o fuera encuentra algo a que aferrarse. Él no puede empezar a crear excusas para sí mismo.”[10]

De acuerdo al Profesor de leyes de la Universidad de Yale, el agnóstico Arthur Allen Leff, con el surgimiento de una filosofía empirista de la ley

“Muy probablemente condicionándola en el hecho, el conocimiento del bien y el mal, como un sujeto intelectual, estaba siendo destruido sistemática y efectivamente. El pantano histórico por el cual el andar ético guiaba, fue abolido en los primeros años de este siglo (no por primera vez, pero si muy claramente esta vez); el pensamiento normativo salió arrastrándose del pantano y murió en el desierto. Surgieron un gran número de escuelas de ética—axiológica, materialista, evolutiva, intuicionista, situacional, existencial y muchas más—pero todas ellas sufrieron el mismo destino: ya sea que fueron vistas como las premisas finales de algunas intuiciones (reforzadas o no por el recuento de la nariz de aquellos que aparentemente tienen las mismas intuiciones) o fueron más arbitrarias que aquellas basadas solamente en alguna premisa de “por el bien de la discusión.” Voy a poner la situación actual tan claramente como sea posible: No existe hoy una forma de “probar” que quemando a bebés con napalm es malo excepto imponiéndola (con una voz cada vez más fuerte) o al definirla de esa manera, al inicio del juego de alguien y después deslizándola en un susurro como una conclusión. Ahora bien, este es un hecho de la vida intelectual moderna y se conoce, dolorosamente, como una de pocas que al mismo tiempo horroriza y es banal.”[11]

Es innecesario decir, que el filósofo de la Universidad de Toronto, John Rist, señala que es “ampliamente aceptado que hay una crisis en el debate Occidental contemporáneo acerca de los fundamentos éticos.”[12] Este ha sido impactado por el compromiso científico occidental al materialismo, el cual está bien expresado por el reconocido evolucionista bio-ético, Peter Singer: “Nosotros somos animales evolucionados y atestiguamos la evidencia de nuestra herencia, no sólo en nuestra anatomía y en nuestro ADN, sino también en nuestro comportamiento.”[13]

El filósofo ateo Bertrand Russell capto la esencia de la ética materialista: “Impotente y breve es la vida del hombre; sobre él y toda su raza, la lenta y segura perdición cae de forma despiadada y obscura. Ciego al bien y el mal, sin temor a la destrucción, materia omnipotente rueda en su camino implacable.”[14]

Aún quienes niegan los absolutos morales tienen al menos una moral absoluta: “No debes creer que hay absolutos morales. Debes creer que no hay moralidad.” En realidad, ellos contradictoriamente tienen una moralidad acerca de la no moralidad. Ellos dicen tú debes (“debes” implica una obligación moral o un deber) creer que no hay absolutos morales. Esto está ilustrado por el profesor de ética, comprometido con el relativismo moral y la negación de los absolutos morales, quien demandará absolutamente que sus estudiantes no copien en los exámenes.

Este es el punto de vista moral del hombre caído. Como has aprendido del análisis de la cosmovisión, las cosmovisiones necesariamente involucran las consideraciones metafísicas, epistemológicas y éticas. Por lo tanto, la razón por la que aquellos quienes demandan morales no absolutas están envueltos en una contradicción propia, es porque los absolutos morales son ineludibles.

¿Cómo es que el mundo del incrédulo le da sentido a los absolutos morales? ¿Puede darle sentido a eso? La respuesta viene con un rotundo, “¡No!” El no cristiano no puede darle sentido a los absolutos morales, aún a su propio relativismo absolutista. Nosotros debemos desafiar al incrédulo: “¿Qué cosmovisión le de sentido a nuestra experiencia humana? ¿Cuál hace que la experiencia humana sea inteligible?” Nosotros queremos demandar del incrédulo la manera en la que puede hacer juicios acerca del bien y el mal en el mundo. ¿Cuáles son las opciones para el no cristiano? Él no acepta la Palabra de Dios como la autoridad para determinar lo moralmente bueno, así que ¿qué define lo “bueno” para él?

El cristiano tiene obviamente nociones de lo correcto y lo incorrecto. Desde el fundamento mismo de nuestra cosmovisión está el Dios moral, personal y eterno quien claramente y soberanamente se revela a Sí mismo tanto en la naturaleza como en la Escritura, de este modo nos muestra el carácter inalterable de lo bueno. Jesús desafía al joven rico con su entendimiento de lo “bueno” al declararle: “Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios.” (Marcos 10:18).[15] El carácter mismo de Dios es el fundamento de nuestra perspectiva ética.

El Problema del Incrédulo

La respuesta estándar que define lo “bueno” sigue dos perspectivas: lo Bueno es lo que evoca aprobación o es lo que cumple un cierto propósito. Involucrémonos en una crítica interna de estos dos enfoques éticos.

Lo Bueno es lo Que Evoca Aprobación

En esta perspectiva encontramos dos formas de la ética de aprobación evocativa: (1) Lo Bueno es lo que evoca la aprobación social; (2) lo Bueno es lo que evoca aprobación personal. Es decir, el bien está definido o por la sociedad o por el individuo. Consideremos las dos formas de este enfoque:

1: Lo Bueno es lo que evoca aprobación social. Un artículo en internet resume esta ética de aprobación social de una forma que muestra el problema inherente en el relativismo moral:

“El relativismo cultural mantiene que los estándares morales difieren de una cultura a otra. Este dice que el bien y el mal son relativos a la cultura. Lo que es “bueno” es lo que esta “socialmente aprobado” en determinada cultura. El relativismo cultural sostiene que lo “bueno” significa lo que es “socialmente aprobado” por la mayoría en una cultura específica. Esto significa que cualquiera que nazca en una cultura en particular se espera que siga los códigos morales de esta cultura porque estos ya existían. Además, el relativismo cultural mantiene que hay diferentes formas de aplicar los principios éticos básicos de una cultura a otra.”

En esta perspectiva surge una dificultad: Si la aprobación social define lo bueno, nosotros debemos preguntar a donde nos lleva esto. Cuando vemos la historia de la cultura humana descubrimos muchas culturas involucradas en prácticas moralmente censurables. Si lo bueno es determinado por la sociedad, entonces no podemos condenar prácticas tales como el genocidio, el canibalismo, los sacrificios humanos, el infanticidio, la pederastia, la inmolación de la viudez o suicidios comunitarios, por nombrar algunos pocos problemas.

Genocidio. Sociedades completas han caminado junto con la opresión a los judíos, dando lugar a lo que conocemos como antisemitismo en general y al holocausto alemán en particular. La oración “La Sociedad completa ha caminado junto con la opresión a los judíos” es coherente y tiene sentido. Pero si lo bueno es lo que evoca la aprobación social, entonces por definición se vuelve imposible criticar una sociedad por lo que hace, aún por quemar a judíos y matarlos en campos de concentración. El artículo de Wikipedia acerca del genocidio señala que “En el siglo pasado, juergas de matanzas deliberadas a gran escala de grupos completos de personas han ocurrido en lo que ahora es el Imperio Otomano, Namibia, la República Democrática del Congo, la Unión Soviética, por ejemplo, la hambruna forzada por Stalin en las granjas de Ucrania, el asesinato de Mao de 20 a 60 millones de chinos, Camboya, Ruanda y Sudán.”

Canibalismo. Algunas sociedades han practicado el canibalismo (también llamado “antropofagia”[16]). La literatura de las civilizaciones chinas antiguas habla ampliamente del canibalismo. Los exploradores europeos descubrieron que el Imperio Azteca en México estaba practicando el canibalismo. No hace mucho tiempo el canibalismo existió entre los aborígenes de la región de Arnhem Land, en el lejano norte del Territorio de Australia. De acuerdo a los antropólogos, la tribu Korowai Papua del sureste y la tribu Fore de Nueva Guinea son culturas caníbales todavía hoy en día.

De acuerdo a investigaciones genéticas recientes del National Geographic, “Los marcadores genéticos comúnmente encontrados en los humanos modernos por todo el mundo podrían ser evidencia de que nuestros primeros antepasados eran caníbales, de acuerdo a una nueva investigación.” Los científicos sugieren que aún en la actualidad muchos de nosotros cargamos un gen que evolucionó como una protección en contra de una enfermedad del cerebro que podía ser esparcida por comer carne humana.”[17]

Sacrificio Humano. El sacrificio humano es otra práctica cultural con implicaciones morales fuertes. De acuerdo al artículo de Wikipedia: “El sacrificio Humano era practicado en muchas culturas antiguas. Las víctimas eran asesinadas mediante ritos en una forma en la que se suponía agradaban y mitigaba a los dioses o espíritus. En raras ocasiones los sacrificios humanos siguen sucediendo hoy.” Esta práctica era conocida entre los antiguos fenicios, cartagineses y chinos, los primeros medievales celtas, vikingos y entre las sociedades Azteca, Maya e Inca.

Infanticidio. La práctica de infanticidio ha sido ampliamente experimentada en las sociedades humanas. El artículo de Wikipedia acerca del “Infanticidio” comenta:

“El Infanticidio era común en todas las culturas antiguas bien estudiadas, incluyendo aquellas del antiguo Grecia, Roma, India, China y Japón. La práctica del infanticidio ha tomado muchas formas. Sacrificios de niños a figuras o fuerzas sobrenaturales, tales como la alegada práctica en la antigua Cartagena, es una forma; sin embargo, muchas sociedades sólo practicaban un infanticidio simple y consideraban los sacrificios de niños como moralmente repugnantes. El fin de esta práctica de infanticidio en el mundo occidental coincidió con el surgimiento del cristianismo como la religión más importante. Sin embargo, la práctica nunca fue erradicada completamente y aún continua hoy en áreas de extrema pobreza y sobrepoblación, tales como en partes de China y la India. Los infantes femeninos, antes y ahora, son particularmente vulnerables.”

El artículo continúa hablando de la práctica en la cultura Romana alta, la consentida del humanismo moderno:

“La civilización romana clásica puede servir como ejemplo de ambos aspectos. En algunos periodos de la historia romana era una práctica tradicional para un recién nacido ser traído al pater familias, al patriarca de la familia, quien decidiría entonces si el niño se quedaría y sería criado o se le dejaría expuesto a la muerte.”

Abuso sexual infantil. Las antiguas sociedades griega y romana se involucraban en la “pederastia.” Esto alienta prácticas que la mayoría de los americanos considerarían sin importancia pero el abuso sexual a menores y los estándares éticos cristianos condenan abiertamente. De acuerdo a Wikipedia:

“La Pederastia, como la idealizaban los antiguos griegos, era una relación y un lazo entre un niño adolescente y un hombre adulto fuera de su familia inmediata. En un sentido más amplio se refiere al amor erótico entre hombres adolescentes y adultos. La palabra se deriva de la combinación de paidi (griego para “niño”) con erastis (griego para “amante”; Eros). En esas sociedades donde la pederastia prevalece, aparece como una forma de una práctica abierta de bisexualidad masculina. En la antigüedad, la pederastia era practicada como una institución educativa y moral en la Grecia y Roma antiguas. Otras formas de esta eran comunes y también se encontraba entre los celtas (de Aristóteles, Política, II 6.6. Entonces. XIII 603a) y entre los persas (de Herodoto 1.135). Más recientemente, fue difundida en Toscana y el norte de Italia durante el Renacimiento. Fuera de Europa, era común en el Japón pre moderno hasta la restauración meiji, en Mogol India hasta la colonización británica, entre los aztecas antes de la conquista española de México y en China y Asia Central hasta principios del siglo 20. La tradición pederasta persiste en la actualidad en ciertas áreas de Afganistán, el medio este, África del Norte y Melanesia.”

Aún en la actualidad en Estados Unidos la “Asociación Norteamericana de Amor Hombre/Niño” defiende el amor libre entre adultos y niños. En su sitio web puedes encontrar un artículo que dice: “La pederastia es la forma principal que la homosexualidad masculina ha adquirido por toda la civilización occidental—y ¡no sólo en el Oeste! La Pederastia es inseparable de los puntos más altos de la cultura occidental—la antigua Grecia y el Renacimiento.”[18]

La inmolación de la viudez. La práctica de sati en la cultura hindú es generalizada. El hinduismo es la tercera religión más grande del mundo, con 900 millones de adeptos. La costumbre de un funeral hindú en la actualidad, normalmente involucra la práctica sati, en donde la viuda se inmola a sí misma en la hoguera del funeral de su marido. La expectativa es tan fuerte que existe evidencia de que se les obliga a las viudas a quemarse a sí mismas vivas, aún cuando ellas no lo quieran hacer. Esta práctica data de alrededor del año 500 d.c. y fue ampliamente practicada en tiempos pre modernos.

Suicidios Comunitarios. La práctica India de jauhar se llevaba a cabo en tiempos medievales. De acuerdo a Wikipedia, “La práctica de jauhar, sólo conocida en Rajastán, era un suicidio colectivo de una comunidad. Este consistía en una inmolación masiva de mujeres y algunas veces también de niños, los ancianos y los enfermos, al mismo tiempo que sus hombres de guerra morían en la batalla.”

Pero aún incrédulos que niegan los estándares de moral absoluta, critican estas y otras sociedades por su conducta moral. Ellos hablan de sociedades que son humanas o inhumanas, que son bélicas o pacíficas, que son puritanas o tolerantes sexualmente. Mientras que censuran los estándares de moral absoluta del cristianismo, los incrédulos no obstante hacen evaluaciones morales de las sociedades. Estas evaluaciones, sin embargo, no tienen sentido si lo bueno es cualquier cosa que evoca la aprobación social y si no existe un estándar moral definitivo.

Además, normalmente pensamos que las cosas evocan aprobación porque ellas no son buenas en sí mismas. Normalmente no pensamos en evocar aprobación a aquello que constituye la bondad. ¿Por qué es que una acción en particular evoca la aprobación de la sociedad? La teoría de la ética propia de los no cristianos no tiene sentido, dada su perspectiva ética filosófica, dada su insostenible cosmovisión.

Si los incrédulos en esta escuela de ética argumentan que lo bueno es intuido, entonces surge otro problema: No puedes discutir acerca de lo bueno—tú simplemente intuyes lo que es bueno. Una vez más, no puedes tener una discusión racional acerca de lo correcto y lo incorrecto, porque no tienes forma de resolver las diferencias de opinión. Esto reduce la moralidad a una preferencia subjetiva que no une a nadie, ni siquiera el subjetivista que puede cambiar su punto de vista en cualquier momento. De hecho, tú no tienes una forma predecible de decir que la intuición de una persona acerca de lo bueno es buena en sí. Terminas teniendo que intuir que tu intuición es correcta, después intuir que tu intuición acerca de tu intuición es correcta. Y continuar así en una regresión infinita que es el resultado de no tener un estándar absoluto y auto verificable. Así es que, en este enfoque de la ética no puedes criticar a ninguna sociedad.

2: Lo Bueno es lo que evoca aprobación personal. El enfoque de aprobación personal a la moralidad termina en una teoría emotiva de la ética: El bien y el mal son sólo expresiones de nuestras respuestas emocionales. El bien y el mal realmente no describen nada. Esta escuela de pensamiento ético afirma que los juicios morales no pueden ser considerados ni falsos ni verdaderos. Esto es debido a que sus expresiones son una preferencia subjetiva individual o de una sociedad.

Todos hemos escuchado la declaración de: “Es bueno ayudar a los huérfanos.” Nota que esta declaración no es la misma cuando la dice Teo de cuando la dice Memo. Cuando Teo la asevere, simplemente significa: “A Teo le gusta ayudar a los huérfanos.” Cuando Memo la asevere, simplemente significa: “A Memo le gusta ayudar a los huérfanos.” Por consiguiente, en este enfoque no tenemos una calidad objetiva o pública, sino sólo expresiones subjetivas y emocionales. En tal enfoque, la ética se vuelve imposible y subjetiva. Así es que: “Lo Bueno es lo que evoca una aprobación personal” carece de sentido.

Lo Bueno es lo Que Cumple un Cierto Propósito

Algunos especialistas en ética argumentan que lo bueno es teleológico, es decir, que busca un cierto propósito (telos = “fin” o “propósito”) el cuál define la bondad. En un artículo en internet acerca de “Teleología y Ética” encontramos este punto de vista descrito:

“La idea de que el valor moral en una acción está determinado por las consecuencias de esa acción es catalogada muchas veces como consecuencialismo. Por lo general, las “consecuencias correctas” son aquellas que son más benéficas para la humanidad—estas promueven la felicidad humana, el placer humano, la satisfacción humana, la supervivencia humana o simplemente el bienestar general de todos los humanos. Cualesquiera que sean las consecuencias, se cree que aquellas consecuencias son intrínsecamente buenas y de valor, y que es por eso las acciones que llevan a esas consecuencias son morales mientras que las acciones que te alejan de ellas son inmorales.”[19]

Pero examinemos las falacias en este sistema ético. Si lo bueno es lo que cumple propósitos escogidos, esto lleva a ciertas consecuencias. El utilitarismo enseña que lo bueno es lo que produce la mayor felicidad para el mayor número. Los hedonistas enseñan que nuestra propia felicidad individual y bienestar son las metas de lo bueno. Pero en ambos casos, si lo bueno es conducente a lo que escogiste, la pregunta es: ¿Cómo es que lo bueno es el propósito al que se supone que los “medios para el fin” se dirigen? Cuándo el utilitario dice que lo bueno es para el mayor número, debemos preguntar: “¿Por qué es el mayor número determinante para lo bueno?” Esto asume que el propósito es en sí bueno. Pero ¿cómo sabes que eso es bueno? Además, cuando una cultura entera acepte que cierto propósito es “bueno” (tal como comerte a tu enemigo vencido), ¿cómo podemos declarar que ese fin es malo?

Entonces nosotros nos debemos preguntar que queremos decir con la palabra “bueno” en estos puntos de vista. El incrédulo sabe en lo profundo de su corazón que lo bueno es lo que corresponde con la actitud de Dios hacia las cosas y que lo malo es lo que es contrario a la actitud de Dios. Los incrédulos usan el lenguaje del bien y el mal de formas absolutas y después buscan una teoría para cubrirlo. Pablo expone la fuente verdadera de la consciencia moral del hombre cuando escribe de los gentiles incrédulos que “cuando los gentiles que no tienen la Ley, hacen por naturaleza las cosas de la Ley, éstos, no teniendo la Ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la Ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia y sus pensamientos acusándolos o defendiéndolos alternadamente” (Romanos 2:14–15).

En nuestro enfoque apologético a la ética, necesitamos seguir el ejemplo de Pablo en Areópago. En Atenas el declara: “Encuentro que son muy supersticiosos. Este dios que no entienden, ahora yo lo proclamo.” Esto es efectivamente lo que nosotros necesitamos hacer con el incrédulo para que él pueda encontrar un fundamento verdadero para su ética.

Observaciones Exegeticas

La pregunta acerca de un estándar absoluto para la ética es un aspecto importante para la cosmovisión cristiana. Ahora debes comprender la futilidad de los sistemas éticos incrédulos que carecen de un estándar absoluto. La aplicación de la ley de Dios a la ética moderna es esencial para el acercamiento de la apologética cristiana. Un pasaje de la Escritura importante donde Pablo señala el estándar absoluto de la moralidad y su aplicación en el nuevo pacto es 1 Timoteo 1:8–11. Aquí él habla de la ley de Dios del Antiguo Testamento:

“Sabemos que la Ley es buena, si se usa legítimamente; conociendo esto, que la ley no fue dada para los hombres justos, sino por aquellos que no tienen ley y son rebeldes, para el impío y los pecadores, para los irreverentes y profanos, para aquellos que matan a sus padres y madres, para homicidas, para fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina, según el glorioso evangelio de Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado.”

Debemos notar varias verdades importantes contenidas en esta declaración. Primero, que la ley de Dios es “buena.” Él establece también esto en Romanos 7:12 donde leemos: “De manera que la Ley es santa y el mandamiento es santo, justo y bueno.” De hecho, Pablo confiesa que él no habría conocido el “pecado” si no fuera por la ley de Dios: “Pero yo no conocí el pecado sino por la Ley; porque tampoco conociera la codicia si la ley no dijera “No codiciarás” (7:7).

La razón por la que la ley es “buena” es porque está arraigada en el carácter mismo de Dios. Cuando estudiamos las representaciones Escriturales del carácter de la Ley de Dios, rápidamente descubrimos que los mismos atributos morales que se le aplican son también usados al referirse de Dios mismo:

  • Dios es bueno (Marcos 10:18; Salmos 143:10)—la Ley es buena (Deuteronomio 12:28; Salmos 119:68; Romanos 7:12, 16; 1 Timoteo 1:8).
  • Dios es recto (Deuteronomio 32:4; Esdras 9:15; Salmos 116:5)—la Ley es recta (Deuteronomio 4:8; Salmos 19:7; Romanos 2:26; 8:4).
  • Dios es justo (Deuteronomio 32:4; Salmos 25:8, 10; Isaías 45:21)—la Ley es justa (Proverbios 28:4–5; Zacarías 7:9–12; Romanos 7:12).
  • Dios es santo (Isaías 6:3; Apocalipsis 15:4)—la Ley es santa (Números 15:40; Romanos 7:12).
  • Dios es perfecto (2 Samuel 22:31; Salmos 18:30; Mateo 5:48)—la Ley es perfecta (Salmos 1:25; Santiago 1:25).

Por consiguiente, la ley de Dios refleja el carácter de Dios que es lo que define lo “bueno.”. Lo bueno no es algo fuera de Dios con lo que Dios mismo debe medirse. Ni es lo que es por la determinación soberana de Dios (porque entonces Él podría cambiar algunas nociones de “bueno”). Más bien, lo bueno es lo que refleja Su propio carácter interno y por lo tanto, es lo que nos es revelado objetivamente en Su Palabra, particularmente en Su santa ley.

En segundo lugar, no se puede abusar de la ley de Dios. “La ley es buena, si se usa legítimamente.” Los estándares de moral absoluta pueden ser abusados por medio de una aplicación pecaminosa. El ejemplo clásico del abuso de la ley de Dios lo encontramos en el Nuevo Testamento registrado de los fariseos, quienes buscaban usar la ley de Dios para sobajar a otros y enaltecerse ellos (Mateo 6:5; 23:2–4; Lucas 18:10–11).

En tercer lugar, la ley de Dios no es opresiva. La imputación moderna, de que los cristianos que siguen la ley de Dios son “puritanos,” muestra el odio del incrédulo a la ley de Dios en que usa un término que es una recomendación (puro) de manera despectiva (opresiva). Debemos buscar ser “puritanos” (es decir, puros) en nuestros valores morales. La ley no es una restricción sobre aquellos que actúan rectamente, sino sólo sobre aquellos que hacen obras malas: “la ley no fue dada para los hombres justos, sino por aquellos que no tienen ley y son rebeldes” (1 Timoteo 1:9).

Los principios absolutos de la moralidad están diseñados para frenar los deseos malos del corazón del pecador. La ley de Dios condena el “bien para la sociedad” de aquellas culturas que practican el genocidio, canibalismo, sacrificio humano, infanticidio, pederastia, inmolación de viudez o suicidios comunitarios—y los males más mundanos de nuestra propia cultura.

En cuarto lugar, la ley de Dios está destinada a todo el mundo. Esto es verdad aún hoy en esta era del Nuevo Pacto. Nosotros sabemos que Pablo está hablando de la ley de Dios como fue expresada específicamente en la ley de Moisés, porque él siempre elogia la ley de Moisés (Romanos 2:13, 23; 7:7, 12; 13:8, 10). En el Antiguo Testamento vemos que la ley de Moisés es, de hecho, la ley de Dios porque se refiere repetidamente a ella como “Su ley,” “Mi ley,” o “la ley de Dios.”[20] De hecho, Pablo define el amor por medio de guardar la ley de Moisés en nuestra relación con otros (Romanos 13:8, 10; Gálatas 5:14), al igual que Jesús (Mateo 22:36–40) y Santiago (Santiago 2:10).

Pablo, conocido en el Nuevo Testamento como el apóstol a los gentiles y a los incircuncisos (Romanos 15:16; Gálatas 2:9; Efesios 3:8), no obstante, confirmó la Ley “judía” de Moisés como un ideal ético del pueblo de Dios. Cuando le escribió a la iglesia en Roma, se estaba dirigiendo a la iglesia gentil (Romanos 1:13; 15:12; 16:4). A pesar de esto él pudo escribir: “De manera que la ley a la verdad es santa y el mandamiento santo, justo y bueno… Porque sabemos que la ley es espiritual” (Romanos 7:12, 14). Y esto estaba bien en la era del Nuevo Pacto. Inclusive, les declara absolutamente a estos gentiles la continua relevancia de la ley:

  • Ahora sabemos que todo lo que la Ley dice, lo dice a los que están bajo la Ley, para que toda boca sea cerrada y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios (Romanos 3:19).
  • ¿Luego por la fe invalidamos la Ley? ¡En ninguna manera! Sino que confirmamos la Ley (Romanos 3:31).

Pablo declara terminantemente que el promover la ley de Dios es una característica de la “sana doctrina” y es “según el glorioso evangelio del Dios bendito” que le había sido encomendado a él (1 Timoteo 1:10–11). También debemos recordar el estudio previo sobre la declaración de Pablo acerca de la inspiración: “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:16–17). Esto declara necesariamente a la ley de Dios (una gran porción de la Escritura) como “útil” para “instruir en justicia.”

Como cristianos tenemos un Dios santo, inmutable y absoluto quien ha revelado su ley santa, inmutable y absoluta para proveer un fundamento santo, inmutable y absoluto para nuestra perspectiva ética y nuestra conducta moral. El no cristiano puede no respetar estándares morales porque no tiene fundamentos para ellos. No puede si quiera declarar incorrecto atrocidades tales como el genocidio, canibalismo, sacrificio humano, infanticidio, pederastia, inmolación de la viudez o suicidios comunitarios.


Extracto del capítulo 9 del libro “¡Prepárate para la Buena Batalla!: La Metodología Apologética de Greg L. Bahnsen”.


Notas:


[1] Kyle Ash, “Derechos Internacionales de los Animales: Especismo y Dignidad Humana Excluyente,” Revista de la Ley Animal, Universidad Estatal de Leyes de Michigan (11), 195ff. (http://www.animallaw.info/journals/jo_pdf/vol11_p195.pdf, consultado el 5-31-13).

[2] “La Libertad es un Derecho Animal Básico” del sitio web de Libertad Animal: http://www.animalfreedom.org/english/opinion/freedom.html, consultado el 5-31-13

[3] Paola Cavalieri, La Pregunta Animal: Por qué los Animales no Humanos Merecen Derechos Humanos (Oxford: Oxford University Press, 2005), copia de la contraportada.

[4] La Biblia permite claramente comer carne (Génesis 9:3; 12:4; Deuteronomio 12:15; Marcos 14:12; 1 Corintios 10:25).

[5] En el Edén después de la Caída de Adán, Dios mismo le hizo a Adán y a Eva “túnicas de pieles” de los animales (Génesis 3:21). Él también requirió pieles de animales para el Tabernáculo (25:5; 26:14; 35:7). El profeta más grande del antiguo pacto era Juan el Bautista (Mateo 11:11), quien era un mensajero especial de Dios (Mateo 11:10). Él vestía pelo de camello y ropa de piel (Mateo 3:4; Marcos 1:6).

[6] Aldous Huxley, Fines y Medios (London: Chatto & Windus, 1937), 272, 273

[7] Max Hocutt, “Hacia una Ética de Alojamiento Mutuo,” en Ética Humanista, ed. Morris B. Storer (Buffalo: Prometheus, 1980), 137

[8] Michael Ruse, “Teoría de la Evolución y Ética Cristiana,” en El Paradigma Darwiniano (London: Routledge, 1989), 262–269.

[9] Kai Neilson, “Ser Escéptico a la Ética Aplicada,” en Clínica Médica Ética: Exploración y Evaluación, eds. Terrence F.Ackerman y Glenn C. Graber, et al. (Lanham, MD: University Press of America, 1987), 100.

[10] Jean-Paul Sartre, “Existencialismo,” trad. Bernard Frechtman, en Existencialismo y Emociones Humanas (New York: Cita del, 1957), 23. Citado en Ed. L. Miller, Preguntas que Importan: Una Invitación a la Filosofía, 3rd ed., (New York: McGraw-Hill, 1992), 396.

[11] Arthur Allen Leff, “Análisis Económico de la Ley: Un poco de Realismo acerca del Nominalismo,” Virginia Law Review (1974), 454–455.

[12] John Rist, Ética Real (Cambridge: Cambridge University Press, 2003), 1.

[13] Peter Singer, Un Izquierdista Darwiniano: Política, Evolución y Cooperación (New Haven, CT: Yale University Press, 2000), 11.

[14] Bertrand Russell, ¿Por qué Yo No Soy Cristiano? Y Otros Ensayos sobre la Religión y Temas Relacionados, ed. Paul Edwards (New York: Simon and Schuster, 1957), 115.

[15] Cuando Cristo le responde, “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino Dios,” no está diciendo que Él (Cristo) en sí mismo no sea bueno (lo que implicaría que Él no es Dios encarnado). Él está buscando ver si el joven sabe que es “bueno” y quien es Jesús. Esta es una pregunta retórica designada a ver si el hombre rico se sometería a Su autoridad. Trágicamente, el joven dejó a Jesús, prefiriendo su riqueza en lugar de la autoridad de Cristo.

[16] Antropofagia se deriva del compuesto de dos palabras en griego: anthropos (“hombre, humano”) y phagein (“comer”).

[17] John Roach, “¿El Canibalismo Normal Para losPrimeros Humanos?” National Geographic News (4/10/03): http://news.nationalgeographic.com/news/2003/04/0410_030410_cannibal.html, consultado el 5-31-13

[18] David Thorstad, “Pederastia y Homosexualidad”: http://nambla.org/pederasty.html, consultado el 5-31-13

[19] Austin Cline, “Teleología y Ética: Acciones y Consecuencias” en el sitio About.com: http://atheism. about.com/library/FAQs/phil/blfaq_phileth_teleo.htm, consultado el 5-31-13

[20] Deuteronomio 30:10; Josué 24:26; 2 Reyes 10:31; 17:13; 21:8; 1 Crónicas 22:12; 2 Crónicas 6:16; 31:21; Esdras 7:6, 12, 14, 21; Nehemías 8:8, 18; 9:3; 10:28, 29; Salmos 78:1; 81:4; 89:30; 119:34, 77, 92, 97, 109, 174; Isaías 1:10; Jeremías 6:19; 9:13; 16:11; 22:26; 26:4; 31:33; 44:10; Daniel 6:5; Oseas 4:6; 8:1.


El autoengaño del incrédulo

La posición de Van Til es que el cristiano puede desafiar el enfoque no cristiano de la interpretación de la experiencia humana “sólo si muestra al no cristiano que, incluso en su virtual negación de Dios, sigue presuponiendo realmente a Dios” (A Christian Theory of Knowledge, p. 13), (Una Teoría Cristiana del Conocimiento). Él pone el punto sucintamente en decir: “El antiteísmo presupone el teísmo” (A Survey of Christian Epistemology, p. 12), (Una encuesta sobre epistemología cristiana). Los logros intelectuales del incrédulo, como se explica en La defensa de la fe, son posibles sólo porque está “tomando prestadas, sin reconocerlas, las ideas cristianas de la creación y de la providencia” (1ª ed., p. 355). Así, el no cristiano “contribuye positivamente a la ciencia a pesar de sus principios” (A Christian Theory of Knowledge, p. 22), porque es inconsistente. Van Til responde directamente a la acusación que ahora estamos considerando con estas palabras:

La primera objeción que se sugiere puede expresarse en la pregunta retórica “¿Quieres decir que los no cristianos no descubren la verdad por los métodos que emplean?” La respuesta es que no queremos decir nada tan absurdo como eso. La implicación del método aquí defendido es simplemente que los no-cristianos nunca son capaces y por lo tanto nunca emplean su propio método consistentemente…. La mejor y única prueba posible de la existencia de tal Dios es que su existencia es requerida para la uniformidad de la naturaleza y para la coherencia de todas las cosas en el mundo…. Por lo tanto, hay una prueba absolutamente cierta de la existencia de Dios y de la verdad del teísmo cristiano. Incluso los no cristianos presuponen su verdad mientras la rechazan verbalmente. Necesitan presuponer la verdad del teísmo cristiano para dar cuenta de sus propios logros (The Defense of the Faith, p.120).

Cornelius Van Til (La Defensa de la Fe, p. 120).

El sentido de deidad discutido por Calvino sobre la base de la doctrina de Pablo en Romanos 1 proporciona a Van Til no sólo un punto de contacto apologético, sino también un relato de cómo aquellos que niegan cualquier creencia en Dios pueden saber mucho acerca de la mayoría de los temas (ibíd., p.103).

El conocimiento de Dios que todo hombre tiene como imagen de Dios y rodeado de la clara revelación de Dios nos asegura, pues, que todos los hombres están en contacto con la verdad. Ni siquiera el pecado en sus expresiones más devastadoras puede eliminar este conocimiento, porque Van Til dice que “el pecado no sería pecado si no fuera por este conocimiento inerradicable de Dios” (ibid., p.173). Es este conocimiento de Dios, del que habla Pablo en Romanos 1, que Van Til identifica como el conocimiento que todos los hombres tienen en común, sosteniendo que tal conocimiento común es la garantía de que todo hombre puede contribuir al progreso de la ciencia, y que alguna medida de unidad en esa tarea puede existir entre creyentes e incrédulos (ibíd., pp. 173-174, 192).

Porque está convencido de que la autoconciencia presupone la conciencia de Dios (ibid., p. 257), el presuposicionalista puede afirmar entonces, en el sentido más importante, “No hay ateos” (ibid., p. 173). Van Til claramente confía mucho en Pablo para hacer una afirmación tan sorprendente.

El apóstol Pablo habla del hombre natural como poseedor del conocimiento de Dios (Ro. 1:19-21). La grandeza de su pecado radica precisamente en el hecho de que “cuando conocieron a Dios, no lo glorificaron como Dios”. Ningún hombre puede escapar de conocer a Dios. Está indeleblemente involucrado en su conciencia de cualquier cosa….. Tenemos que añadir inmediatamente la instrucción adicional de Pablo en el sentido de que todos los hombres, debido al pecado dentro de ellos, siempre y en todas las relaciones buscan “suprimir” este conocimiento de Dios (Rom.1:18)….. En el fondo de su mente todo hombre sabe que es la criatura de Dios y responsable ante Dios. Todo hombre, en el fondo, sabe que rompe el pacto. Pero todo hombre actúa y habla como si esto no fuera así. Es el único punto que no puede ser mencionado en su presencia (ibid., pp. 109, 111).

Van Til habla del incrédulo que peca contra su “mejor conocimiento” — que “es de la mayor importancia posible” reconocer que el hombre conoce a Dios en algún “sentido original” (ibíd., p.100; Teoría Cristiana del Conocimiento, p.46).

Ahora bien, sólo porque el conocimiento es una categoría de creencia (a saber, la verdadera creencia justificada), y porque puede reducir las complicaciones filosóficas innecesarias a lo largo de esta discusión, podríamos hablar de la creencia suprimida del incrédulo acerca de Dios de la misma manera que podríamos hablar de su conocimiento suprimido de Dios. De hecho, Van Til hace su punto de vista de esa manera también en sus escritos.

Por supuesto, todos los hombres tienen fe. Los incrédulos tienen fe tanto como los creyentes. Pero eso se debe al hecho de que ellos también son criaturas de Dios. Por lo tanto, la fe siempre tiene contenido. Es contra el contenido de la fe como creencia en Dios que el hombre se ha convertido en un incrédulo. Como tal, trata de suprimir el contenido de su fe original….. Y por lo tanto no hay ningún fundamento para el conocimiento del hombre de sí mismo o del mundo en absoluto….. Cuando esta fe se convierte en incredulidad, esta incredulidad no puede tener éxito en suprimir completamente la fe original en Dios. El hombre como hombre es inherente e inevitablemente un creyente en Dios. Así él puede contribuir al verdadero conocimiento en el universo (The Defense of the Faith, pp.385-386).

Nuestro breve ensayo de la apologética presuposicional nos ha llevado paso a paso a la comprensión de que un componente crucial en la perspectiva de Van Til, uno que necesariamente está contenido en cualquier relato creíble de su funcionamiento, es la convicción de que el no cristiano se engaña a sí mismo acerca de Dios – que el que no cree en Dios realmente cree en Dios. La cogencia del presuposicionalismo está ligada a la inteligibilidad de esta noción de autoengaño. Si no encontramos nuestro punto de contacto con el incrédulo en su conocimiento suprimido de Dios y razonamos con él de tal manera que “distingamos cuidadosamente entre la propia concepción del hombre natural de sí mismo y la concepción bíblica de él” -es decir, si no continuamos con la firme premisa de que el incrédulo se engaña a sí mismo del tipo religioso más significativo-, entonces, según Van Til, “no podemos desafiar su suposición epistemológica más básica” de que su razonamiento puede ser verdaderamente autónomo. E inmediatamente Van Til añade: “sobre esto todo gira” (ibid., p.110).

El concepto de autoengaño es crítico para el presuposicionalismo de Van Til. Todo depende de ello, según él. Si aquí hay algo sospechoso o confuso sobre la noción de autoengaño, entonces todo el sistema presuposicional de pensamiento es también sospechoso e inaceptable. Su impulso argumentativo clave se basa completamente en la verdad de la afirmación de que los incrédulos están suprimiendo lo que creen acerca de Dios el Creador. Es por eso que declaré al principio que el autoengaño representado en Romanos I es religiosamente trascendental y también por qué el autoengaño del incrédulo es una noción fundamental – una verdad sine qua non – para el método presuposicional de defender la fe.

Sin embargo, como también escribí al principio de este ensayo en referencia a Romanos 1, la noción de autoengaño es filosóficamente enigmática. Es más que un poco extraño, ¿no es así, decir que alguien cree lo que no cree? De hecho, suena francamente contradictorio. En el punto crucial en el que el presuposicionalista debe hacer referencia a consideraciones claras y convincentes para dar una explicación justificada y creíble del corazón mismo de este método apologético, parece dar un paso inseguro hacia la perplejidad filosófica. A los críticos del presuposicionalismo apenas les parece que su relato de sí mismo explique lo poco claro en términos de lo claro. Parece más bien pasar de lo incierto a lo aún más incierto. Por ahora la pregunta obvia, si no el desafío, surgirá: ¿qué podría significar para un incrédulo ser simultáneamente un creyente? ¿Es coherente la noción de autoengaño?

El carácter bastante enigmático de su concepción del incrédulo como autoengañado se confiesa muy claramente en los escritos de Van Til, donde admite que el problema del conocimiento del incrédulo “siempre ha sido un punto difícil…, a menudo la única gran fuente de confusión sobre la cuestión de la fe y su relación con la razón” (Introducción a la Teología Sistemática, p. 26).


Por: Dr. Greg Bahnsen.

La Paideia Tomista

Ahora hay que añadir algunas palabras sobre la teología de Tomás de Aquino en cuanto a la relación de la revelación sobrenatural con la teología natural. Esto ayudará a entender la posición oficial de la Iglesia Católica Romana como se indica en las citas de sus confesiones.

En la carta encíclica del Papa León 13 se recomienda el estudio de Santo Tomás a los maestros de la iglesia en interés de la difusión de la fe en las siguientes palabras: “Nosotros, por lo tanto, mientras declaramos que todo lo que se ha dicho sabiamente debe ser recibido con una mente dispuesta y alegre, así como todo lo que se ha descubierto o pensado provechosamente, os exhortamos a todos vosotros, Venerables Hermanos, con la mayor sinceridad a restaurar la dorada sabiduría de Santo Tomás, y a difundirla en la medida de lo posible, para la seguridad y la gloria de la Fe Católica, para el bien de la sociedad y para el incremento de todas las ciencias”.[1]

Lo primero que hay que señalar sobre el enfoque de Tomás es que comienza su identificación de Dios, tanto en la Summa Contra Gentiles como en la Summa Theologica, por medio de la razón natural. En otras palabras, al principio de su teología y controlando todo lo que dice, no sólo asume sino que asegura que la razón puede probar la existencia de Dios. Argumenta que no puede decir mucho sobre la naturaleza de Dios pero insiste en que puede probar la existencia de Dios. Al principio parece, en la Summa contra gentiles, afirmar que la razón sólo puede conocer el hecho de que Dios existe, pero no puede saber nada sobre lo que es Dios. “Ahora bien, al considerar la sustancia divina, debemos sobre todo hacer uso del método de la remoción. Porque, por su inmensidad, la sustancia divina supera toda forma que alcance nuestro intelecto. Por lo tanto, somos incapaces de aprehenderla sabiendo lo que es.”[2]

Pero esta misma forma de remoción, añade, nos dice algo al menos de lo que Dios es diciéndonos lo que no es. Nos acercaremos cada vez más al conocimiento de la naturaleza de Dios incluso por la vía de la remoción “ya que a través de nuestro intelecto somos capaces de remover más y más cosas de Él. Porque conocemos cada cosa más perfectamente cuanto más plenamente vemos sus diferencias con las demás; pues cada cosa tiene en sí misma su propio ser, distinto de todas las demás cosas. Así también, en el caso de las cosas cuyas definiciones conocemos. Las ubicamos en un género, a través del cual sabemos de manera general lo que son. Luego añadimos diferencias a cada cosa, por las cuales puede ser distinguida de otras cosas. De esta manera, se construye un conocimiento completo de una sustancia”.[3]

Es así como Tomás combina un principio que, si se lleva a cabo, llevaría a la idea de que el hombre no puede saber nada de Dios y otro principio que, si se lleva a cabo, llevaría a la idea de que el hombre puede saber todo de Dios. Sobre una base protestante, el camino de la remoción o la negación no puede aplicarse en absoluto a menos que haya primero una identificación positiva de Dios por sí mismo. Ya que los hombres son pecadores, esta identificación positiva debe ser a través de la auto-atestiguación de Cristo hablando en las Escrituras. Aplicar el camino de la remoción a la manera de Tomás es una evidencia de que uno ha aceptado una forma de afirmación que no se basa en la distinción Creador-criatura, sino en la suposición de una unidad que está por encima de esta distinción. En otras palabras, el irracionalismo que está implicado en el modo de remoción de Tomás presupone y es correlativo al racionalismo implicado en la idea de que el hombre puede participar directamente en un proceso de definición por el cual toda la realidad puede ser conocida exhaustivamente.

Así es como Tomás busca llegar al hombre natural con las enseñanzas del cristianismo. Él mostraría a aquellos que no están con él en la posición de autoridad que muchas verdades sobre el cristianismo son alcanzables por la razón, y que aquellas que no son alcanzables por la razón no son al menos contrarias a la razón. “Algunas verdades sobre Dios superan toda la capacidad de la razón humana. Tal es la verdad de que Dios es trino. Pero hay algunas verdades que la razón natural también es capaz de alcanzar. Tales como que Dios existe, que es uno, y cosas similares. De hecho, tales verdades sobre Dios han sido demostradas por los filósofos, guiados por la luz de la razón natural.”[4]

Así la razón natural, tal como la emplean los filósofos, puede llegar al conocimiento de la existencia de Dios y de la naturaleza de Dios en la medida en que conoce su unidad. Esto debe hacerse principalmente por la vía de la remoción.

Tomas analiza este método más a fondo cuando habla de univocismo, equivocismo y analogía. Dice que nada se predica unívocamente de Dios y de otras cosas.[5] Por otro lado, no todos los nombres aplicados a Dios y a las criaturas son puramente equívocos.[6] Por lo tanto, debemos decir que los términos aplicados a Dios y a las criaturas se emplean analógicamente.[7]

Da varias razones para decir que no podemos predicar unívocamente de Dios y las criaturas. Pero todas las razones dadas descansan en la idea de que el univocismo puro implica una identidad virtual. Parménides argumentó que sólo puede existir la que está plenamente sujeta a las leyes de la lógica humana. En otras palabras, Parménides asume que el alcance de la lógica humana es el límite de la existencia posible. Esto implica la identificación ideal de lo humano con la mente divina. No hay ninguna mente divina que esté por encima de la mente humana en absoluto. En otras palabras, esta posición es puramente racionalista y determinista. Si se mantuviera, todo el cristianismo desaparecería de una vez. Este mismo motivo racionalista y determinista controla a Platón en gran parte de su pensamiento. Su ideal es, por así decirlo, hacer que los hombres desaparezcan en Dios. La auto-existencia separada del hombre es maligna. En la medida en que el hombre es individual no tiene un ser verdadero. Por supuesto, ni siquiera Platón llevó a cabo este motivo racionalista por completo. Particularmente en sus diálogos posteriores vio que tal ideal es destructivo para la experiencia humana. Así que pensó en “salvar la apariencia” haciendo concesiones.

Pero Aristóteles, desde el comienzo de su gran obra, sostiene que el racionalismo y el determinismo no deben ser tomados como el único principio controlador. No debemos ser partidarios de la definición. No debemos sostener que incluso nuestros primeros principios de pensamiento son demostrables, sino que deben ser tomados como intuitivos para que no vayamos en círculos. Así, lo que parecía ser un defecto de Platón, a saber, que la idea de la sustancia no es totalmente reducible por definición, es desde el punto de vista de Aristóteles una gran virtud.

Tomás sigue a Aristóteles y no a Platón en esta idea de que la sustancia primaria es tanto individual como específica. Es este punto del que parte en sus dos Summae. Cuando se argumenta la existencia de Dios, no debemos, dice, sostener que esta existencia es evidente. Para estar seguros, la existencia de Dios es evidente en sí misma. Pero no es evidente para nosotros. La razón de esto es que no conocemos la esencia de Dios. “Pero, porque lo que es ser Dios no es evidente para nosotros, la proposición no es auto-evidente para nosotros, y necesita hacerse evidente. Esto se hace por medio de cosas que, aunque menos evidentes en sí mismas, son sin embargo más evidentes para nosotros por medio, es decir, de los efectos de Dios.”[8] En consecuencia, Tomas también sostiene constantemente que todo el conocimiento humano comienza con la sensación. Nuestro conocimiento debe ser hasta este punto empírico.Con este rechazo del racionalismo parménico en sus diversas formas considerado en sí mismo no podemos tener ninguna disputa. Pero, ¿cuál es el fundamento que subyace a la noción de equívoco en nombre del cual se rechaza el univocismo platónico? ¿Es la idea positiva de la creación del mundo por parte de Dios? ¿Es la idea de que en cada hecho del universo que rodea al hombre se enfrenta con el plan de Dios, y por lo tanto con un elemento de misterio? Ciertamente este no es el caso de Aristóteles. Su principio de individuación es totalmente irracional. Así que cuando argumenta la existencia de Dios, lo hace por medio de la remoción hasta llegar a la idea de la deidad como una unidad específica o genérica como un ideal en lugar de la existencia individual numérica.

En cuanto a Tomas, defiende la idea de la creación. Por lo tanto, uno esperaría que pusiera su principio de individuación claramente por encima del de Aristóteles. Uno pensaría que él diría que debemos empezar por los sentidos porque en el mundo que nos rodea estamos rodeados de la realidad creada por Dios. Pero Tomás no hace esto. Por supuesto que sí dice que “Ahora, el conocimiento de los principios que nos son conocidos naturalmente ha sido plantado en nosotros por Dios; porque Dios es el Autor de nuestra naturaleza. Estos principios, por lo tanto, también están contenidos por la Sabiduría divina”.[9] Constantemente recurre a la idea de la creación del hombre por Dios. Sin embargo, en la medida en que lo hace, ya ha dado por sentado el punto de vista cristiano, y su propósito es demostrar la verdad de la posición cristiana a la “razón”. Asume que incluso aquellos que no piensan en el hombre como creado por Dios han usado su razón correctamente en lo esencial.

Así que cuando se refiere constantemente al hecho de que el conocimiento humano se deriva de los sentidos debe, para ser fiel a su método, asumir con Aristóteles y otros, que hay un principio no racional, totalmente contingente, de individuación. El único principio de equívoco que pueden entender y aceptar quienes se aferran a un principio no cristiano de univocismo es el irracionalista. Y este es el tipo de principio de equívoco que el Aquinate emplea constantemente. Para él, el hecho de que nuestro conocimiento como seres humanos se deriva de los sentidos es una prueba de su falta de universalidad y por lo tanto de su incertidumbre. En consecuencia, el conocimiento es defectuoso en la medida en que los sentidos están involucrados. Pero tal visión no es consistente con la idea de la creación y la providencia. Si Dios ha hecho todas las cosas y si controla todas las cosas por su plan, entonces el conocimiento de la sensación no es menos seguro y verdadero que el conocimiento obtenido más directamente por la intelección propiamente dicha.

Un punto más debe ser mencionado en relación con la idea de analogía de Tomas. Establece indirectamente el punto que se acaba de señalar sobre el carácter no cristiano de su principio de individuación. El punto es que así como Tomás complementa la idea no cristiana de univocismo por medio de una idea no cristiana de equivocismo, a su vez complementa la idea no cristiana de equivocismo por una idea no cristiana de univocismo. En otras palabras, lo que hace Tomás es tratar de evitar los extremos del univocismo y el equívoco manteniendo los dos en equilibrio entre sí.Usar la idea del equívoco sin ponerla primero en la doctrina cristiana de la creación lo lleva a un escepticismo total. No podría entonces afirmar legítimamente que podemos argumentar desde el efecto a la causa. No hay justificación para pensar que la relación de causa y efecto se obtiene entre las cosas con las que trata el conocimiento humano a menos que se base en la presuposición de la doctrina del plan integral de Dios.

Pero todo el enfoque de Tomás es que el hombre conoce las relaciones e incluso las esencias de las cosas creadas sin referirlas a su Creador y controlador. Es muy de acuerdo con su principio básico de teología, así como con su principio básico de apologética que él debe asumir esto. Si uno se aferra a la idea de la autonomía humana en la teología hasta el punto de pensar que el hombre puede resistir el plan de Dios, ha dejado de lado con ello la amplitud de ese plan; ha introducido hasta cierto punto la noción no cristiana de la individualidad como lo que es por casualidad. También ha introducido la noción no cristiana de la universalidad como algo que está por encima de Dios y del hombre. Así que Tomás piensa que tiene el derecho de argumentar desde el efecto a la causa sin investigar primero las diferencias de significado entre la idea de causa cuando es usada por los cristianos y la idea de causa cuando es usada por aquellos que no adoptan la posición cristiana.

Y es esta suposición sin crítica la que vició todo el argumento de la existencia de Dios que él ofrece, y de hecho vició su enfoque de todos los demás problemas de la filosofía y la teología. Para Aristóteles la idea de causa no es la de producción. Es más bien la de un principio de explicación. Particularmente cuando habla de Dios como la primera causa o el primer Creador, esto no significa para él que Dios haya creado el mundo. Para él, Dios ni siquiera existe como un ser numérico. Dios no se conoce a sí mismo. No es consciente de sí mismo. Es un “eso”. Esta clase de dios es el resultado lógico del método de Aristóteles. Con su asunción de la ultimidad humana y por lo tanto con su posterior asunción de la idea de racionalidad como inherente a una realidad que envuelve tanto a los dioses como a los hombres, y aún más con su asunción de que el azar es en última instancia la fuente de la individualidad, no había ningún otro dios que Aristóteles pudiera encontrar lógicamente. Su dios es el resultado lógico de seguir el camino de la remoción en la forma en que Tomás también lo emplea.

Thomas argumenta que Dios es su propia esencia. En Dios la esencia y la existencia son lo mismo. Pero en su principio de conocimiento Tomas no puede relacionar la existencia y la esencia de Dios en absoluto. Uno no puede relacionar estos dos excepto presuponiendo su implicación mutua y luego partiendo de este Dios como la presuposición de toda predicación. El camino de la remoción no puede decirnos nada de la naturaleza de Dios a menos que primero hayamos determinado el significado del camino de la remoción en sí mismo por el camino de la creación positiva y la revelación. No podríamos saber nada de una cosa sabiendo cómo esa cosa difiere de otras cosas a menos que presupongamos que todas las cosas que conocemos tienen relaciones inteligibles entre sí en virtud de la providencia de Dios. Este es el punto crítico. Tomás asume el principio no cristiano del racionalismo abstracto parmenidiano, aunque lo rechaza. ¿Cómo podría el hombre saber lo que es Dios sabiendo lo que no es, a menos que primero hayamos envuelto a Dios con nosotros mismos en un universo común de racionalidad abstracta? Sólo si primero con los primeros griegos asumimos que toda la realidad tiene un carácter, podemos también con Anaximandro afirmar que Dios es indeterminado. Así también el método de Tomás debería llevarlo a decir que Dios es a la vez totalmente determinable y totalmente indeterminable por el hombre. Pero como teólogo cristiano no cree esto. El resultado es que confunde lo que él cree como cristiano y lo que su método le exige sostener como un supuesto razonador neutral.

Queda por indicar la importancia de lo que se ha dicho sobre los principios generales de la teoría del conocimiento de Tomás para la idea de la revelación de las escrituras.

La idea de la Escritura como la palabra del Dios autónomo del cristianismo no puede ser aceptada si los principios de Tomás son verdaderos. Si estos principios son verdaderos, no hay necesidad de la Escritura en el sentido protestante del término. Porque el hombre no es un pecador en el sentido de que está espiritualmente ciego a la verdad. Los principios del hombre natural, incluso cuando son inherentemente destructivos de la posición Cristiana, son, sin embargo, asumidos como tales para que el hombre pueda por medio de ellos conocer la verdad sobre la realidad.

El hombre puede, por medio de ellos, saber mucho sobre la naturaleza de Dios. Hay muchas cosas sobre Dios, el hecho de que es eterno, que lo conoce todo, que conoce los particulares, etc., que Tomás demuestra sobre Dios. Pero el dios sobre el que se demuestra todo esto es, a lo sumo, un dios correlativo al universo. Así que el dios cuya existencia se ha demostrado no está por encima del hombre. No puede dar una revelación completa de su voluntad al hombre. Ni siquiera puede hablarle claramente al hombre. No es una persona; es un “eso”.

Todo esto no quiere decir que como teólogo cristiano Tomás no se aferre en algún sentido a la enseñanza cristiana. Es decir que la teología natural tal como fue elaborada por él encaja con la teología natural de los documentos oficiales de la Iglesia Católica Romana y es, por lo tanto, intrínsecamente contraria a la idea protestante de la Escritura.

La conclusión del asunto es que la visión católica romana de la Escritura no puede ser entendida por lo que es a menos que sea vista como la expresión culminante de la síntesis católica romana de la paideia griega y cristiana . Esta síntesis consiste en teología negativa, teología mística, teología simbólica y teología natural. Es una síntesis de Aristóteles más Cristo.


Por: Cornelius Van Til


Notas:

[1] La ‘Summa Theologica’ de Santo Tomás de Aquino , tr. por Los Padres de la Provincia Dominicana Inglesa, Vol. 1 (Londres: Burns Oates y Washbourne, 1920), p. 31.

[2] Tomás de Aquino, On the Truth of the Catholic Faith ( Summa Contra Gentiles ) tr. by Anton C. Pegis, Vol. 2 (Garden City: Hanover House, 1955), p. 96 (1:14.2).

[3] Ibid., p. 97 (1:14.2).[4] Ibid., p. 63 (1:3.2).

[5] Ibíd., pág. 143 (1:32).

[6] Ibid., p. 145 (1:33).

[7] Ibid., p. 147 (1:34).

[8] Santo Tomás de Aquino Summa Theologiae, ed. gen. Thomas Gilby, O. P., Vol. 2 (Nueva York: McGrawHill, 1964), p. 7 (1a.2).

[9] Tomás de Aquino, sobre la verdad de la fe católica, Vol. 1, p. 74 (1:7.1).

¿Podemos confiar en la Biblia por encima de la ciencia evolutiva?

¿Podemos confiar en la Biblia por encima de la ciencia evolutiva?

No es ningún secreto que una de las principales razones que dan los incrédulos para no creer en la Biblia es que la ciencia moderna -específicamente, la ciencia evolutiva- ha demostrado que el relato de la Biblia sobre los orígenes humanos es erróneo. De hecho, la ciencia evolutiva no es sólo un obstáculo para los incrédulos, sino que también puede ser un escollo para los cristianos profesos. Hay muchos creyentes que intentan desesperadamente reconciliar una visión elevada de las Escrituras con las afirmaciones científicas convencionales sobre nuestros orígenes evolutivos, y aquellos que no pueden hacerlo invariablemente terminan degradando su doctrina de las Escrituras. En algunos casos esto es sólo el primer paso en un casi completo abandono de la ortodoxia cristiana. Tanto para los creyentes como para los no creyentes, las afirmaciones de la ciencia evolutiva plantean un serio desafío a la confiabilidad de la Biblia.

¿Podemos confiar en la Biblia por encima de la ciencia evolutiva? Dudo que tenga que emitir una “alerta de spoiler” antes de revelar que mi respuesta a la pregunta será un enfático “¡Sí!” Aún así, hay mucho que discutir antes de llegar a esa conclusión afirmativa. ¿Por qué podemos confiar en la Biblia por encima de la ciencia evolutiva? ¿Sobre qué bases podemos responder a la pregunta con un “Sí” confiado? Ese será el enfoque principal de este artículo. Sin embargo, a lo largo del camino, también quiero decir algunas cosas importantes sobre cómo debemos abordar esta pregunta -y preguntas similares sobre la confiabilidad de la Biblia- para que los lectores estén mejor preparados para afrontar este y otros retos de las Escrituras[i].

I. Analizando la pregunta

Antes de intentar responder a nuestra pregunta, necesitamos mirar más de cerca la pregunta en sí misma para entender lo que realmente está en juego. Cualquier pregunta de la forma, “¿Podemos confiar en X sobre Y?” sugiere dos cosas. Primero, sugiere que X e Y son dos fuentes distintas de afirmación de la verdad. La pregunta “¿Podemos confiar en X sobre Y?” presupone que X e Y hacen ciertas afirmaciones y las presentan como verdaderas. Así que la pregunta que estamos considerando aquí asume que la Biblia es una fuente de declaraciones de la verdad y que la ciencia evolutiva es otra fuente de declaraciones de la verdad. (Más adelante definiré con más precisión lo que significa hablar de la “ciencia evolutiva” como una fuente de afirmación de la verdad).

En segundo lugar, una pregunta de la forma “¿Podemos confiar en X sobre Y?” implica que X e Y están en conflicto en algunos puntos, o al menos parecen estar en conflicto. Si alguien le preguntara a mi joven hija, “¿Puedes confiar en tu padre sobre tu madre?” no le parecería una pregunta muy pertinente, porque en la mayoría de los casos sus padres no son fuentes conflictivas de declaraciones de la verdad. (¡Yo digo “en la mayoría de los casos”!) De la misma manera, si este ensayo llevara el título, “¿Podemos confiar en la Biblia por encima de las Páginas Blancas de Carolina del Norte?” Dudo que atraiga mucho interés. Ciertamente creo que la Biblia es más confiable que las Páginas Blancas de Carolina del Norte, pero esa no es una pregunta apremiante para nadie porque no hay conflicto aparente entre las dos. En el caso de la Biblia y la ciencia evolutiva, sin embargo, es evidente para la mayoría de la gente que ambas entran en conflicto en algunos puntos muy significativos.

Ahora, es justo reconocer que mucha gente cree que no hay conflicto entre la religión y la ciencia entendida en términos muy generales. Y hay mucha gente – “evolucionistas teístas” o, como algunos prefieren ahora, “creacionistas evolucionistas” – que mantienen que no hay un conflicto específico entre la creencia en Dios y la teoría de la evolución. Estas personas argumentarán la posibilidad de que Dios utilice la evolución como su medio elegido para crear vida en este planeta. Aunque la evolución opera completamente a través de procesos naturales ininterrumpidos -principalmente la selección natural que actúa sobre mutaciones genéticas aleatorias, según la cuenta estándar neo-darwinista- Dios podría haber establecido las leyes naturales y las condiciones iniciales del universo para que se desarrollara de la manera que él pretendía. De hecho, lo que parece ser aleatorio para nosotros no tiene por qué serlo para Dios. Lo que observamos en el mundo biológico de hoy podría ser, en principio, un resultado evolutivo de origen divino.

¿Cómo se relaciona esto con la pregunta que tenemos ante nosotros? Concederé que los evolucionistas teístas tienen razón en una cosa: no hay un conflicto lógico directo entre la existencia de Dios y la teoría estándar de la evolución. Ninguna de las dos excluye lógicamente a la otra. Aún así, eso no nos ayuda mucho a la hora de abordar la cuestión que nos ocupa, por dos razones. En primer lugar, la evolución teísta implica que Dios creó el mundo de tal manera que oculta en gran medida el hecho de que él creó el mundo. El Dios de la evolución teísta puede ser comparado con un agente secreto que lleva a cabo su misión cubriendo cuidadosamente sus huellas y ocultando todas las pruebas de sus acciones. ¡Pero seguramente ese no es el Dios de la Biblia! El apóstol Pablo nos dice en Romanos 1 que la existencia y los atributos de Dios siempre han sido “claramente percibidos en las cosas que han sido hechas”, de hecho, tan claramente que nadie queda sin excusa para no honrar y agradecer a Dios por su buena obra de creación. Pero si Dios ha cubierto sus huellas creativas, por así decirlo, la gente tendría una excusa. Y la realidad es que muchos incrédulos apuntan a la ciencia evolutiva -específicamente, a la afirmación de que el diseño aparente en el mundo orgánico puede ser explicado completamente en términos naturalistas- como una excusa para su incredulidad.

La segunda razón por la que la evolución teísta no ofrece mucha ayuda aquí es que la pregunta que tenemos ante nosotros no es si podemos creer en Dios, en algún sentido muy general, sino si podemos confiar en la Biblia. Y hay conflictos muy claros entre las enseñanzas de la Biblia y las enseñanzas de la tendencia dominante de la ciencia evolutiva: el tipo de afirmaciones que encontraríamos en un libro de texto de biología evolutiva, por ejemplo. Bastará con mencionar aquí sólo dos puntos de conflicto obvios. (1) Génesis 1 registra que Dios hizo las plantas y los animales de acuerdo a especies distintas, mientras que la ciencia evolutiva afirma que todos los organismos están relacionados a través de una ascendencia común; en términos de historia evolutiva, no hay discontinuidades agudas entre los diferentes organismos o especies. Cada organismo es, en el análisis final, un primo más o menos lejano de cualquier otro organismo. No hay “muros de separación” originales en el mundo biológico. (2) Génesis 2 registra que Dios trajo a la existencia la primera pareja humana directa e inmediatamente -Adam del polvo de la tierra, Eva del lado de Adán- donde la ciencia evolutiva afirma que los humanos descienden por procreación natural de animales pre-humanos parecidos a los simios. En otras palabras, no hay lugar para la creación especial de los humanos en la tendencia dominante de la ciencia evolutiva.

Así que nuestra pregunta, “¿Podemos confiar en la Biblia por encima de la ciencia evolutiva?”, es muy importante, ya que hay un conflicto muy evidente entre la Biblia y la ciencia evolutiva convencional. Cada una desafía la legitimidad y la confiabilidad de la otra, y a pesar de los muchos intentos de reconciliar ambas, no hay forma de hacerlo sin comprometer una de ellas.

II. ¿Un enfoque evidencialista?

¿Cómo debemos entonces abordar la cuestión? ¿Cómo debemos abordar cualquier pregunta de la forma, “¿Podemos confiar en X sobre Y?” Un método que podríamos llamar el enfoque evidencialista. En términos simples, el enfoque evidencialista se parece a esto:

1- Amontonar en un lado todas las razones para confiar en X.

2- Amontonar en el otro lado todas las razones para confiar en Y.

3- Sopesa los dos lados para ver cuál tiene las mejores razones en general.

O para poner la misma idea ligeramente diferente:

1- Apilar en un lado todas las pruebas que tenemos para confiar en X.

2- Apilar en el otro lado todas las pruebas que tenemos para confiar en Y.

3- Compara los dos lados para ver cuál tiene el mayor peso de la evidencia.

A primera vista, esto parece un enfoque razonable para las cuestiones relativas a la fiabilidad relativa de X e Y. Es el tipo de enfoque que se podría adoptar en un juicio penal, con respecto a los testigos conflictivos. Pero hay dos problemas básicos a los que se enfrenta el enfoque evidencialista respecto a nuestra pregunta específica. El primero es que el tipo de evidencias de cada lado puede ser muy diferente. El tipo de evidencia que tendríamos para confiar en la Biblia puede ser (y yo diría que tiene que ser) muy diferente del tipo de evidencia que tendríamos para confiar en la ciencia evolutiva. Y eso puede hacer difícil comparar y sopesar las evidencias de una manera objetiva y cuantificable. Así que el primer problema es el de comparar diferentes tipos de evidencias.

El segundo problema (y mucho más significativo en mi opinión) es este: Llegamos a la cuestión como cristianos, y por lo tanto no llegamos a ella con una pizarra en blanco o un libro de contabilidad vacío. No llegamos a ella desde el principio, como si no tuviéramos creencias o compromisos previos. ¡Y no sería correcto para nosotros tratar de volver al “punto de partida” para responderla!

Un par de analogías ilustrarán el punto. Supongamos que le presento a dos amigos míos: El Dr. Calvino y el Dr. Hobbes. Los dos doctores son zoólogos profesionales. Pero tienen un desacuerdo: hacen algunas afirmaciones contradictorias. El Dr. Calvino afirma que cierta especie de araña está disminuyendo en número y que se extinguirá dentro de 50 años, mientras que el Dr. Hobbes afirma que la misma especie de araña está aumentando en número y que no hay peligro de que se extinga en ese plazo. Después de presentarles a estos hombres y explicarles su desacuerdo, les hago esta pregunta: “¿Deberíamos confiar en el Dr. Calvino en vez de en el Dr. Hobbes?”

Suponiendo que pueda resistir la tentación de usar la función de su teléfono que hace una llamada falsa para sacarle de una conversación no deseada, ¿cómo decidirá tal pregunta? Un enfoque sería investigar un poco las calificaciones de cada hombre -su experiencia profesional, su historial de publicaciones, su reputación entre sus colegas, etc.- y luego sacar una conclusión informada sobre cuál de los dos hombres es probable que sea la fuente más fiable, al menos con respecto a las afirmaciones aracnológicas en cuestión. Eso reflejaría el enfoque evidencialista.

Pero ahora imagine un escenario diferente. Un día estás sentado en casa y suena el timbre de la puerta. En la puerta hay un hombre de aspecto afilado y expresión sombría que se presenta como el agente Smith de la CIA. El agente Smith tiene malas noticias para ti. Le dice que su amada esposa es en realidad una agente secreta rusa que ha sido enviada en una misión para seducirle con el fin de obtener secretos comerciales muy valiosos de su empleador. (Asumiremos, a efectos de la ilustración, que ud no trabaja para Taco Bell.) El agente Smith está claramente insinuando que su cónyuge le ha estado dando una serie de falsedades.

Eso plantea una pregunta: ¿Puede confiar en su cónyuge por encima del agente Smith? ¿Cómo debe abordar esa pregunta? En principio, podría adoptar el enfoque evidencialista. Podrías volver al “punto de partida”, sin asumir nada sobre ninguna de las fuentes, y evaluar las dos fuentes. Tal vez su cónyuge ha entrado en la habitación ahora y está impugnando las afirmaciones del agente Smith, pero usted tiene que decir: “¡Lo siento, cariño, no puedo escucharte ahora mismo! No puedo simplemente dar por sentado que eres digno de confianza, porque tu confiabilidad es precisamente lo que está en cuestión. ¡Tengo que establecer eso desde el principio!”

Así que mentalmente apilas por un lado toda la evidencia a favor de confiar en tu cónyuge, y luego apilas por el otro lado toda la evidencia a favor de confiar en el Agente Smith. (Él le muestra su tarjeta de identificación de la CIA, alguna documentación de aspecto oficial del caso contra su cónyuge, fotografías de aspecto sospechoso de su cónyuge encontrándose con un extraño en un café, y así sucesivamente.) Sopesa los dos lados y finalmente decide en cuál confiar.

Supongo que es obvio lo que estaría mal con ese enfoque. En el momento en que surgen las reclamaciones conflictivas, ya tienes una confianza firme en tu cónyuge. El punto de partida es la confianza en una de las fuentes, y sería erróneo simplemente suspender o renunciar a esa confianza y empezar de nuevo. En su lugar, su pregunta debería ser ésta: ¿Le presenta el agente Smith alguna buena razón para debilitar o abandonar la confianza que ya tiene en su cónyuge?

La relevancia de estos dos escenarios hipotéticos debería ser evidente. El segundo de los dos escenarios es el que más se aproxima a nuestra situación como cristianos con respecto a la Biblia. Así que cuando consideramos la pregunta, “¿Podemos confiar en la Biblia por encima de la ciencia evolutiva?” tenemos que tener claro nuestro punto de partida. ¡Ya confiamos en la Biblia! Y sería un error para nosotros, como cristianos, suspender o “poner entre paréntesis” esa confianza al considerar esa pregunta. En su lugar, deberíamos abordar la cuestión haciendo esta pregunta secundaria: ¿La ciencia evolutiva nos presenta alguna buena razón para debilitar o abandonar la confianza que ya tenemos en la Biblia?

III. La base de nuestra confianza en la Biblia

Así que la cuestión ahora viene a esto. ¿Representa la ciencia evolutiva un serio desafío a nuestra confianza en la Biblia? El primer paso para responder a esa pregunta requiere que recordemos las bases de nuestra confianza en la Biblia. ¿Cómo sabemos en realidad que la Biblia es la Palabra de Dios y por lo tanto es supremamente confiable?

En este tema no conozco mejor declaración sumaria que la que se encuentra en la Confesión de Fe de Westminster. El artículo 4 del capítulo inicial de la Confesión dice así:

“La autoridad de la Sagrada Escritura, por la cual debe ser creída y obedecida, no depende del testimonio de ningún hombre o iglesia, sino de Dios (que es la verdad misma), el autor de la misma, y por lo tanto debe ser recibida, porque es la Palabra de Dios.”

El punto aquí es que la Biblia tiene una autoridad intrínseca precisamente porque es la Palabra de Dios. No depende de alguna autoridad superior para certificarla o validarla, simplemente porque no hay una autoridad superior a Dios. Pero aún así surge la pregunta: ¿Cómo llegamos a saber que la Biblia es la Palabra de Dios? ¿Cómo llegamos a saber que no es un libro meramente humano, sino más bien inspirado por Dios? La Confesión responde en el siguiente artículo:

“El testimonio de la Iglesia puede movernos e inducirnos a tener para las Santas Escrituras una estimación alta y reverencial; a la vez que el carácter celestial del contenido de la Biblia, la eficacia de su doctrina, la majestad de su estilo, la armonía de todas sus partes, el fin que se propone alcanzar en todo el (que es el de dar toda gloria a Dios), el claro descubrimiento que hace del único modo por el cual puede alcanzar la salvación el hombre y las muchas otras incomparables excelencias y su entera perfección son todos argumentos por los cuales la Biblia demuestra abundantemente que es la Palabra de Dios. Sin embargo, nuestra persuasión y completa seguridad de que su verdad es infalible y su autoridad divina proviene de la obra del Espíritu Santo, quien da testimonio a nuestro corazón con la palabra divina y por medio de ella.”

La Confesión está diciendo esencialmente esto: El testimonio de la iglesia cristiana, el testimonio de los creyentes cristianos a través de los tiempos, ciertamente cuenta para algo. Da testimonio de la inspiración de la Biblia. Además, hay muchas evidencias objetivas de que la Biblia es la Palabra de Dios (lo que la Confesión llama “excelencias incomparables”) como su mensaje espiritual unificado y su poder para transformar vidas. En otras palabras, lleva todos los sellos de una revelación divina. Sin embargo, el factor decisivo para que lleguemos a saber que la Biblia es la Palabra de Dios es una obra interna del Espíritu Santo en nuestras mentes y en nuestros corazones.

Esto es lo que los teólogos reformados han llamado el “testimonio interno del Espíritu Santo”, por el que el Espíritu nos da la capacidad de reconocer que el propio Dios nos habla en la Biblia, y produce realmente en nuestras mentes una creencia, una aceptación, una confianza segura, de que la Biblia es la Palabra de Dios. Lo que sucede típicamente en la práctica es que leemos la Biblia, o la escuchamos predicar, y nos encontramos con la profunda convicción de que no se trata simplemente de las palabras de los hombres sino de la propia Palabra de Dios. En resumen, el Espíritu de Dios nos da oídos para escuchar la voz de Dios que nos habla en las Escrituras.

La idea central aquí es muy similar a lo que encontramos que Jesús enseña en relación con su papel como Buen Pastor: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen”. (Juan 10:27) Las ovejas son precisamente las que escuchan la voz del Pastor. Habilitados por el Espíritu Santo, los creyentes cristianos reconocen la voz de su Maestro.

Otra analogía puede ayudar en este punto. Imagino que la mayoría de los lectores han tenido la experiencia de contestar el teléfono sólo para ser saludados con las palabras, “¡Soy yo!” Desde una perspectiva estrictamente lógica, esa afirmación no podía dejar de ser cierta. (“¡Por supuesto que eres tú!”) Cualquiera en el mundo, incluso un completo extraño, podría decir sinceramente, “¡Soy yo!” Sin embargo, apostaría que casi cada vez que escuchas esas palabras sabes inmediatamente quién es “yo”. Las palabras en sí no identifican al que te llama, sino que reconoces directamente la voz de la persona que te habla. Es más, ese reconocimiento no implica normalmente ningún razonamiento consciente o inferencia de pruebas empíricas (“Es la voz de una mujer, probablemente de unos 30 o 40 años, con acento escocés de la costa este, por lo tanto…”). Simplemente se sabe quién es por un reconocimiento inmediato. De manera análoga, cuando el Espíritu da testimonio en nuestros corazones y mentes de la autoría divina de la Escritura, reconocemos inmediatamente la voz de Dios.

Es importante destacar que esta explicación no se reduce a un subjetivismo desenfrenado. La Confesión no está diciendo que los cristianos experimentan algo así como un sentimiento cálido y difuso de que la Biblia es la Palabra de Dios y concluyen sobre esa base que debe ser verdad. ¡Esta no es la versión calvinista del “ardor en el pecho” del mormón! Más bien, la Confesión afirma que el Espíritu nos da un reconocimiento directo de la Biblia como la Palabra de Dios. Así como podemos percibir directamente que algo es dulce por su sabor, o que es cálido al tocarlo, el Espíritu Santo nos da una capacidad espiritual – una percepción espiritual por la cual podemos percibir directamente que la Biblia es de autoría divina.

Tal es la posición básica de la Reforma con respecto a nuestra confianza en la Biblia, representada por Juan Calvino, sus compañeros reformadores y los teólogos reformados posteriores.[ii] Y es una posición que recibió una sofisticada defensa por parte de los filósofos cristianos en nuestros días.[iii]

IV. Derrotadores

Uno podría pensar que hemos dicho todo lo que hay que decir. Después de todo, si la Biblia es en verdad la Palabra de Dios, entonces es supremamente confiable. Es absolutamente infalible, porque Dios es absolutamente infalible. Nada podría ser más confiable que la Biblia, incluyendo la ciencia evolutiva.

La lógica es completamente sólida en lo que respecta a esto. Si la Biblia es la Palabra de Dios, entonces nada podría ser más confiable que la Biblia. El problema, sin embargo, es que la ciencia evolutiva desafía nuestra convicción de que la Biblia es realmente la Palabra de Dios. Presenta un desafío a nuestra confianza de la misma manera que el agente Smith lo hizo en mi ilustración anterior. Para poner el asunto en términos que se han vuelto comunes en la epistemología contemporánea: la ciencia evolutiva nos presenta un potencial derrotador para nuestra confianza en la Biblia.

Un derrotador, como la palabra misma indica, es algo que derrota una creencia que tenemos. Nos da una razón para abandonar esa creencia o al menos para mantenerla con menos fuerza. Por ejemplo, supongamos que miro por la ventana cuando me levanto por la mañana y veo que el camino está mojado. Pienso para mí mismo, debe haber llovido antes; me formo la creencia de que llovió durante la noche. Un momento después, sin embargo, recuerdo que había puesto en marcha el sistema de riego del césped a las 5 en punto. Ahora tengo un derrotador para abandonar la creencia (¡formada apresuradamente!) de que llovió durante la noche. Y si mis facultades cognitivas funcionan correctamente, ya no creeré que llovió durante la noche.

Aquí hay otro ejemplo. Supongamos que me compro una rosquilla Boston Kreme, que guardo en el armario de la cocina y que planeo disfrutar cuando llegue a casa del trabajo al día siguiente. Mientras conduzco a casa me digo a mí mismo, “¡Realmente voy a disfrutar de esa rosquilla!” Pero cuando cruzo la puerta, para mi gran sorpresa y consternación, lo primero que me dice mi mujer es: “Muchas gracias por la rosquilla, cariño. ¡Era justo lo que necesitaba esta tarde!” Ahora tengo un derrotador para mi creencia de que estoy a punto de disfrutar de una rosquilla. (También me formo una nueva creencia de que necesito encontrar un mejor lugar para esconder mis rosquillas.)

Un derrotador, entonces, es algo que derrota una o más de nuestras creencias. Y un derrotador potencial es algo que podría ser un derrotador: tiene el potencial de derrotar una o más de nuestras creencias. (Que el derrotador potencial se convierta en un derrotador real depende de una serie de factores, incluyendo la forma en que el derrotador potencial es procesado por la persona que lo encuentra). Así que el desafío que tenemos que abordar es que la ciencia evolutiva nos presenta un derrotador potencial para nuestra confianza en la Biblia. Pero, ¿debería ese derrotador potencial ser un derrotador real? ¿La ciencia evolutiva nos presenta alguna buena razón para abandonar o disminuir nuestra confianza en la Biblia? Ahora que tenemos una visión clara de la naturaleza del desafío, podemos enfrentarlo de frente.

V. ¿La ciencia evolutiva nos da derrotadores?

Ahora estamos en el punto en el que necesitamos ser más específicos sobre lo que significa “ciencia evolutiva”. La ciencia evolutiva no es una persona u oficina que pueda ser consultada directamente. No puedes llamar a la Academia Nacional de Ciencias y pedir que te pasen con “Ciencia Evolutiva”. Tampoco la ciencia evolutiva es una fuente bien definida de cualquier otro tipo, como un conjunto reconocido de documentos oficiales. ¿Cómo deberíamos entonces identificar las afirmaciones de la ciencia evolutiva?

Hay una visión notablemente ingenua en nuestra cultura actual – merece ser llamada un mito moderno – de que la “ciencia” es una especie de fuente oficial, identificable y autorizada que nos habla con una voz distinta. Podría citar numerosas expresiones de esta opinión, pero aquí sólo mencionaré dos, ambas relacionadas con el debate contemporáneo sobre el cambio climático. Hace unos años observé una corriente de “tweets” de la cuenta oficial de Twitter de la Casa Blanca, que promovían la política del Presidente para hacer frente al cambio climático, todos los cuales llevaban el hashtag #ScienceSaysSo. No lo dicen los “científicos”, lo cual sería bastante cuestionable, sino que lo dice la “ciencia”. Más recientemente, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) publicó un nuevo informe sobre el clima mundial. Invitado a comentarlo, Ban Ki-moon, el Secretario General de las Naciones Unidas, encabezó con esta declaración: “La ciencia ha hablado”[iv]

“La ciencia lo dice”. “La ciencia ha hablado”. Tal lenguaje refleja una visión históricamente ingenua y filosóficamente indefendible de lo que es la ciencia y cómo funciona; de hecho, representa una personificación superficial de la ciencia que roza la deificación. Sin embargo, tras haber tomado nota de esas preocupaciones, creo que es posible definir la “ciencia evolutiva” de una manera sensata que permita un examen significativo de la cuestión planteada:

Ciencia evolutiva: Un consenso de opinión entre un subgrupo particular de científicos que generalmente se consideran expertos en la teoría de la evolución.

Dada esta definición de “ciencia evolutiva”, veo básicamente dos formas en las que la ciencia evolutiva podría presentar un derrotador para nuestra confianza en la Biblia. En primer lugar, está el testimonio general de los científicos evolucionistas; y en segundo lugar, está la evidencia empírica citada por los científicos evolucionistas en apoyo de aquellas afirmaciones específicas que entran en conflicto con la Biblia. Consideremos cada una de ellas por separado.

El testimonio general de los científicos evolucionistas

Esta es la primera forma en que la ciencia evolutiva podría presentar un derrotador para nuestra confianza en la Biblia. Hay científicos expertos en la teoría de la evolución -autoridades reconocidas en su campo- y entre ellos encontramos un consenso establecido de que todos los organismos de la Tierra, incluidos los humanos, están relacionados por descendencia común habiendo evolucionado desde formas de vida más simples a través de procesos totalmente naturales. Puesto que se trata de un consenso entre los expertos, debemos confiar en ellos en esto. Deberíamos aceptar su testimonio. En tres palabras: “Los científicos lo dicen”.

Creo que hay varias razones por las que el testimonio de los científicos evolucionistas, aunque no debe ser descartado de plano, no debe derrotar nuestra confianza en la Biblia. Por un lado, el consenso científico es notoriamente falible y abierto a revisión. En una época hubo un consenso de que la Tierra era estacionaria y el sol orbitaba la Tierra; esa teoría ha sido ahora abandonada. En una época hubo consenso en que un elemento llamado “flogisto” se libera durante la combustión; esa teoría también ha sido abandonada. Podrían multiplicarse los ejemplos de casos en los que un consenso científico anterior se considera ahora bastante equivocado.

Además, sugiero que debemos desconfiar de cualquier consenso científico que tenga implicaciones religiosas, morales, políticas o económicas significativas. Existe otro mito moderno muy extendido que dice que los científicos son observadores desinteresados del mundo natural, perseguidores totalmente objetivos de la verdad. En realidad, los científicos son seres humanos defectuosos como el resto de nosotros, con todos los prejuicios, sesgos y agendas conocidos[v]. Además, está claro como el agua que la ciencia evolutiva no es religiosamente neutral. Richard Dawkins, posiblemente el principal promotor del Darwinismo, dijo que Darwin “hizo posible ser un ateo intelectualmente realizado”, mientras que el profesor de biología de Cornell William Provine dijo una vez que la evolución es “el mayor motor del ateísmo jamás inventado”. Combina tales comentarios con lo que Pablo declara en Romanos 1:18-32 y es evidente que los cristianos necesitan acercarse al consenso de los científicos evolucionistas con una saludable dosis de escepticismo. Para aquellos que quieren huir de Dios, la teoría darwiniana de la evolución es el coche de huida preferido.

A estas observaciones añadiría que la ciencia evolutiva es en gran medida autodefinida y por lo tanto autocomplaciente. No es sorprendente encontrar un consenso entre los científicos evolutivos sobre la teoría de la evolución, dado que uno puede ser un científico evolutivo sólo aceptando la ciencia evolutiva. Hay un elemento inevitable de circularidad en la forma en que operan las comunidades científicas, incluyendo la comunidad de científicos evolutivos. Es prácticamente una tautología que si un científico evolutivo no aceptara la ciencia evolutiva, no sería miembro del grupo de científicos evolutivos. ¿Y por quién son entrenados los científicos evolutivos? Otros científicos evolutivos, por supuesto. ¿Y qué se les enseña cuando son entrenados? Ya ves el punto. Es tentador sugerir que el consenso de los científicos evolutivos sobre los orígenes de los seres humanos tiene poco más peso que el consenso de los futbolistas profesionales sobre si el fútbol es un gran deporte.

Para ser justos, a menudo se afirma que hay un consenso en toda la comunidad científica sobre la teoría de la evolución. Se nos dice que todos los científicos – o casi todos los científicos – aceptan la teoría y, por lo tanto, el resto de nosotros también deberíamos hacerlo. Pero la verdad es que la mayoría de los científicos no tienen una experiencia especial en la ciencia de la evolución. Sólo son especialistas en sus propios campos. ¿Y a quién se remiten cuando se les pregunta sobre la ciencia de la evolución? Lo has adivinado.[vi]

Un último punto que vale la pena destacar antes de seguir adelante. Las tendencias recientes sugieren que un número creciente de científicos están admitiendo serias dudas sobre si la teoría neo-darwiniana de la evolución explica realmente la evidencia empírica que se supone que debe explicar. Cuando añadimos este hecho a las consideraciones anteriores, me parece que el testimonio general de los científicos evolucionistas no nos da un derrotador para nuestra confianza en la Biblia. Simplemente no tiene suficiente peso. Y lo mismo ocurre con cualquier consenso científico general.

Pruebas empíricas de las afirmaciones específicas de la ciencia evolutiva

Consideremos ahora la segunda forma en que la ciencia evolutiva podría presentar un derrotador. Los científicos evolucionistas podrían darnos pruebas empíricas de las afirmaciones específicas que entran en conflicto con las enseñanzas de la Biblia. No es posible entrar aquí en una discusión detallada de todas las supuestas evidencias de la teoría de la evolución; simplemente hay demasiado terreno que cubrir y el material se volvería bastante técnico y tedioso. En su lugar, propongo que se aborden brevemente algunos ejemplos representativos que tratan específicamente de las afirmaciones sobre la evolución humana, es decir, las afirmaciones de que los humanos descienden de animales pre-humanos parecidos a los simios, de manera que compartimos un ancestro común distante con los chimpancés y otros simios. ¿Cuáles son algunas de las evidencias reales dadas para estas afirmaciones sobre los orígenes humanos?

1) A menudo se afirma que existen pruebas convincentes de la evolución en general, es decir, de la ascendencia común de todas las especies, y por lo tanto deberíamos aceptar que los seres humanos forman parte de ese cuadro más amplio. Sin embargo, es bien sabido -aunque no ampliamente admitido- que hay considerables pruebas en contra de esa teoría general de la evolución. Por ejemplo, el registro fósil simplemente no es lo que esperaríamos encontrar si la teoría de la evolución fuera cierta. No esperaríamos ver todas las lagunas y discontinuidades entre especies que vemos de hecho. El problema de los “fósiles desaparecidos” ha sido una espina clavada en el costado del darwinismo desde que Charles Darwin propuso su teoría de la evolución, y ha habido muchos intentos ingeniosos de sortearlo, pero todos implican teorías especulativas que funcionan para explicar la evidencia de la observación en lugar de predecir independientemente esa evidencia. Como tal, estas teorías modificadas de la evolución no sirven para aumentar el apoyo a la teoría de la evolución de Darwin. De hecho, el hecho de que los científicos evolucionistas tengan que hacer ajustes ad hoc a su teoría central, en realidad debilita el caso probatorio de la evolución darwiniana.[vii]

(2) Otro argumento común es que hay pruebas fósiles específicas para la evolución humana. Hemos descubierto huesos de homínidos pre-humanos que demuestran (así nos lo aseguran) una clara línea de evolución que conduce a los humanos actuales. Sin duda, la mayoría de nosotros hemos visto las reconstrucciones estereotípicas representadas en los museos de historia natural que pretenden mostrar la progresión paso a paso de los antepasados simios al hombre moderno.

En realidad, tales reconstrucciones son altamente especulativas y susceptibles de duda. “La evidencia fósil de la historia evolutiva humana es fragmentaria y está abierta a varias interpretaciones”, escribió el paleontólogo y biólogo evolutivo británico, Henry Gee, en la prestigiosa revista científica Nature[viii]. Después de todo, los fósiles no se descubren con pequeñas y convenientes etiquetas que nos digan exactamente de qué especie provienen y cómo esa especie está relacionada con cualquier otra especie en nuestro actual esquema taxonómico. Las reconstrucciones de nuestra supuesta historia evolutiva son precisamente eso: reconstrucciones. Y la evidencia física real en la que se basan esas reconstrucciones es escasa y ambigua.

No es de extrañar, entonces, que los paleontólogos discrepen marcadamente sobre cómo interpretar la evidencia fósil y qué especies fueron nuestros supuestos antepasados evolutivos. Resulta que la evidencia fósil se divide en dos categorías básicas: especies parecidas a los simios y especies parecidas a los humanos. No hay especies claramente intermedias de transición, y no hay consenso sobre la supuesta línea de descendencia del primer grupo al segundo grupo. Los científicos evolucionistas están de acuerdo en que la evolución humana ocurrió: simplemente no están de acuerdo en dónde ocurrió, cuándo ocurrió y cómo ocurrió. En consecuencia, es muy difícil ver cómo el registro fósil nos da una evidencia sólida de la evolución humana.[ix]

3) Un tercer argumento común para la evolución humana es que está respaldada por pruebas genéticas. La tecnología ha avanzado hasta el punto de que ahora podemos “mapear” el genoma humano, el código de ADN que se toma para definirnos como especie, y podemos compararlo con los genomas de otras especies como los simios para determinar cómo estamos relacionados con ellos. Así que el argumento es que el análisis moderno de ADN revela nuestra estrecha relación genética con los simios, que es precisamente lo que la teoría de la evolución predice.

Se pueden decir varias cosas sobre esta línea de argumentación. En primer lugar, debemos observar que los argumentos genéticos a menudo asumen una ascendencia común en lugar de probarla. Típicamente dan por sentado que tenemos un ancestro común, y sobre esa base sacan conclusiones de la genética sobre qué especies están más estrechamente relacionadas con nosotros. La genética por sí sola no establece una ascendencia común; más bien, la ascendencia común funciona como un supuesto auxiliar en el argumento.

En segundo lugar, los argumentos genéticos suelen implicar grandes saltos a conclusiones que simplemente no están respaldadas por las pruebas en cuestión. Se suele señalar, por ejemplo, que nuestro genoma es 99% idéntico al de los chimpancés, y luego se llega sin esfuerzo a la conclusión de que debemos estar estrechamente emparentados con los chimpancés. Pero eso es un non sequitur. Dado que tenemos una anatomía muy similar a la de los chimpancés, es lógico que el ADN que especifica esa anatomía también sea muy similar. Sin embargo, esa similitud genética puede explicarse igual de bien por un diseño común que por una descendencia común.

En cualquier caso, mientras que la estadística del 99% suena como una prueba convincente a primera vista, el valor numérico en sí mismo significa muy poco aparte de un contexto interpretativo. Entre otras cosas, depende de cómo se comparan exactamente los datos genéticos (y precisamente qué datos genéticos se comparan). Resulta que los diferentes métodos de comparación dan diferentes valores numéricos. Además, se podría argumentar que, como los humanos son radicalmente diferentes de los chimpancés en muchos aspectos, no podemos ser definidos únicamente en términos de nuestro ADN. Al final, las pruebas genéticas pueden ser interpretadas de formas muy diferentes dependiendo de las suposiciones que uno traiga.

Se podría decir mucho más sobre las supuestas pruebas científicas de la evolución humana, pero quiero dar un paso atrás en este punto y hacer una observación más general sobre las teorías científicas y las pruebas utilizadas para apoyar esas teorías. Una conclusión que podemos sacar de la discusión anterior es que la evidencia no habla por sí misma, a pesar de lo que mucha gente ingenuamente asume. La evidencia siempre debe ser interpretada con un contexto de suposiciones orientativas y conocimientos previos. Además, la evidencia siempre es susceptible de diferentes interpretaciones, cada una de las cuales puede ser coherente con la evidencia tomada por sí sola.

En el último medio siglo más o menos, los filósofos de la ciencia han reconocido que la compleja relación entre las teorías y la evidencia presenta a los científicos una serie de desafíos, uno de los cuales se conoce como “el problema de la subdeterminación de la teoría”[x]. Este es el problema: siempre que reunimos un conjunto de pruebas de observación, siempre hay más de una teoría que se ajusta a la evidencia disponible. Consideremos, a modo de ilustración, los puntos de datos representados en la figura 1, que podemos tomar para representar un conjunto de observaciones empíricas. ¿Qué teoría subyacente explicaría estos datos en bruto? Tal vez la teoría más natural sea la que plantea una relación lineal entre los puntos, como en la Figura 2. Pero esta está lejos de ser la única teoría que se ajusta a los datos. Como ilustra la Figura 3, una teoría que plantea una relación sinusoidal entre los puntos se ajusta igualmente bien a los datos. Los datos en bruto por sí mismos no seleccionan a la teoría lineal sobre la teoría sinusoidal. Las dos teorías están subdeterminadas por los datos que tratan de explicar.

Se podría suponer que la teoría de la línea recta debería ser favorecida sobre la teoría de la onda sinusoidal, ya que es la más simple o más natural de las dos teorías. Pero en términos matemáticos una onda sinusoidal es muy simple también, y las sinusoides son ubicuas en el mundo natural. La función sinusoidal está relacionada con la posición de un punto mientras se mueve en un círculo. ¿Y qué podría ser más simple o más natural que un círculo? (Si piensas que “una línea” es la respuesta obvia a esa pregunta, ¡eso sólo revela tu sesgo geométrico!) El resultado es el siguiente: cuál de las dos teorías propuestas favorecerá dependerá de otros criterios además de la evidencia de la observación, porque la evidencia en sí misma no resuelve el problema.

Se podría imaginar que la salida al problema de la subdeterminación de la teoría es simplemente eliminar las teorías competidoras obteniendo más pruebas. En el ejemplo representado en la figura 1, los puntos de datos adicionales podrían descartar una de las dos teorías propuestas. El problema es que para cualquier conjunto finito de datos siempre habrá innumerables teorías que podrían construirse para explicar esos datos. Si bien las pruebas adicionales podrían ayudar a excluir algunas teorías, o grupos de teorías, siempre quedará un número ilimitado de posibles teorías coherentes con los datos.


Figura 1: Algunos datos en bruto

Figura 2: Una teoría que encaja con los datos

Figura 3: Otra teoría que encaja con los datos

Para ser claros: mi punto no es que una teoría científica sea en última instancia tan buena como cualquier otra, o que no pueda haber una base racional para favorecer una teoría sobre sus competidores. Más bien, el punto es que los científicos no pueden confiar solamente en la evidencia de la observación para establecer sus teorías. Tienen que confiar en otros criterios para seleccionar entre teorías alternativas, y eso es exactamente lo que sucede en la práctica, incluso si los científicos no se dan cuenta. Lo que es más, esos otros criterios son típicamente filosóficos, incluso religiosos, por naturaleza.

Ahora bien, aquí está el resultado para nuestros propósitos. Uno de los criterios que usamos para seleccionar entre teorías científicas en competencia, y entre diferentes interpretaciones de la misma evidencia de observación, es nuestro conocimiento previo: lo que creemos que ya sabemos sobre el mundo. Podemos preguntarnos: ¿Cuál de las teorías disponibles encaja mejor con nuestro conocimiento previo? En la práctica, todos los científicos aplican este criterio (de nuevo, lo reconozcan o no). Pero como cristianos, una de las cosas que ya sabemos es que la Biblia es la Palabra de Dios. Eso es parte de nuestro conocimiento previo. Es una de nuestras suposiciones de fondo. Así que es bastante legítimo para los cristianos, cuando se les presenta evidencia empírica que puede ser explicada por diferentes teorías científicas, favorecer aquellas teorías científicas que son consistentes con la Biblia y rechazar aquellas teorías científicas que son inconsistentes con la Biblia.

Y esto es especialmente cierto con respecto a la teoría de la evolución. La evidencia observacional que muchos científicos consideran que se explica con la teoría de la evolución (o mejor dicho: teorías evolutivas) también puede explicarse con teorías alternativas, como la teoría de la creación especial que permite la especiación generalizada dentro de los seres naturales. Es más, hay un montón de otras pruebas (como las diferencias fundamentales entre los seres humanos y otros animales) que se explican mejor por esas teorías alternativas. Lo que todo esto significa es que los argumentos probatorios de los científicos evolucionistas no tienen por qué ser -y no deberían ser- un derrotador para nuestra confianza en la Biblia.

Conclusión

¿Podemos confiar en la Biblia más que en la ciencia evolutiva? Yo respondo con un rotundo “¡Sí!” Sabemos que la Biblia es la Palabra de Dios porque hay muchas evidencias objetivas de su autoría divina, y a través del testimonio interno del Espíritu Santo tenemos ojos para ver esas evidencias y oídos para oír la voz de Dios que nos habla en las Escrituras. Además, por las razones que he expuesto, estoy persuadido de que la ciencia evolutiva no ha entregado nada que se acerque a derrotar nuestra confianza en la Biblia.

Me gustaría terminar con un pensamiento final, más pastoral que filosófico en la naturaleza, que sugiero nos da otra importante perspectiva sobre este tema. Cuando nos preguntamos “¿Podemos confiar en la Biblia más que en la ciencia evolutiva?” estamos haciendo implícitamente esta pregunta: “¿Podemos confiar en Jesús sobre la ciencia evolutiva?”

¿Por qué digo eso? Simplemente porque Jesús afirmó de forma consistente e inequívoca que las escrituras del Antiguo Testamento eran la propia Palabra de Dios.[xi] Apeló específicamente al Génesis como un relato histórico fiable de los orígenes humanos.[xii] E insistió en que “la Escritura no puede romperse”.[xiii]

Entonces, ¿en quién confiarás? ¿Te ha dado Jesús alguna vez razones para no confiar en él sin reservas y de todo corazón? Para decirlo sin rodeos: si puedes confiar en tu cónyuge por encima del agente Smith, ciertamente puedes confiar en tu Salvador por encima de la ciencia evolutiva.


Por: James N. Anderson

Profesor asociado de teología y filosofía
Seminario Teológico Reformado, Charlotte

Publicación tomada de: https://journal.rts.edu/article/can-we-trust-the-bible-over-evolutionary-science/


Notas

[i] Este artículo es una adaptación de una conferencia pronunciada en la Conferencia de la Reforma de Raleigh en octubre de 2013.

[ii] Juan Calvino, Institutes of the Christian Religion, ed. John T. McNeill, trans. Ford Lewis Battles (Londres: Westminster John Knox Press, 1960), 1.7.4-5; Francis Turretin, Institutes of Elenctic Theology, ed. James T. Dennison Jr., trans. George Musgrave Giger (Phillipsburg, NJ: Presbyterian & Reformed, 1992), segundo tema, pregunta VI. Véase también la pregunta 5 de la Confesión Belga: “Recibimos todos estos libros [de la Escritura], y sólo éstos, como santos y canónicos, para la regulación, fundación y conformación de nuestra fe; creyendo sin duda alguna, todas las cosas contenidas en ellos, no tanto porque la Iglesia los recibe y aprueba como tales, sino más especialmente porque el Espíritu Santo atestigua en nuestros corazones, que son de Dios, de lo cual llevan la evidencia en sí mismos”.

[iii] Véase, por ejemplo, Alvin Plantinga, Warranted Christian Belief (Oxford: Oxford University Press, 2000), 241-323; James N. Anderson, Paradox in Christian Theology: An Analysis of Its Presence, Character, and Epistemic Status, Paternoster Theological Monographs (Eugene, OR: Wipf and Stock Publishers, 2007), 177-99.

[iv] “Of Warming and Warnings”, The Economist, 3 de noviembre de 2014, http://www.economist.com/news/science-and-technology/21630639-most-comprehensive-climate-report-yet-issues-its-shots-across-bow-warming-and.

[v] El escándalo del “Climategate”, que estalló en noviembre de 2009, ofrece una ilustración sorprendente. Andrew C. Revkin, “Hacked E-Mail Is New Fodder for Climate Dispute”, The New York Times, 21 de noviembre de 2009, http://www.nytimes.com/2009/11/21/science/earth/21climate.html.

[vi] El punto puede ser llevado aún más lejos: la ciencia evolutiva en sí misma es altamente interdisciplinaria, involucrando contribuciones de campos tan diversos como la paleontología, la zoología, la biología molecular, la química, la biofísica, la genética, la estadística, etc. Es virtualmente imposible para cualquier científico tener una experiencia especial en la ciencia evolutiva como tal, en lugar de algún campo particular dentro de ella.

[vii] Para una discusión exhaustiva de los problemas que el registro fósil plantea para el Darwinismo, ver Stephen C. Meyer, La Duda de Darwin: The Explosive Origin of Animal Life and the Case for Intelligent Design (Nueva York: HarperOne, 2013).

[viii] Henry Gee, “Return to the Planet of the Apes”, Nature 412, no. 6843 (12 de julio de 2001): 131-32.

[ix] Para un excelente análisis crítico de las supuestas pruebas de la evolución humana, véase Ann Gauger, Douglas Axe y Casey Luskin, Science and Human Origins (Discovery Institute Press, 2012).

[x] Para una buena visión general, ver Kyle Stanford, “Underdetermination of Scientific Theory”, ed.. Edward N. Zalta, The Stanford Encyclopedia of Philosophy, 2013, http://plato.stanford.edu/archives/win2013/entries/scientific-underdetermination/.

[xi] Benjamin B. Warfield, The Inspiration and Authority of the Bible (Philadelphia, PA: Presbyterian & Reformed, 1948); John W. Wenham, Christ and the Bible, 3rd ed. (Eugene, OR: Wipf and Stock Publishers, 2009); Craig L. Blomberg, “Reflections on Jesus’s View of the Old Testament”, en The Enduring Authority of the Christian Scriptures, ed. (Londres: Wipf and Stock Publishers, 2009). D. A. Carson (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2016), 669-701.

[xii] Mateo 19:4-6.

[xiii] Juan 10:35.


¿Cómo Reducir las Presuposiciones no Cristianas al Absurdo?

Cómo probar las presuposiciones de uno: Indirectamente

El diálogo apologético entre el creyente y el incrédulo los lleva a ambos a la reflexión epistemológica y al desacuerdo[i]. Por ejemplo, uno dice que ” conoce” que Dios existe y se ha revelado en la Biblia, pero el otro dice que ” conoce”[ii] que la Biblia está en error porque informa de acontecimientos milagrosos que no podrían haber ocurrido, ya que Dios no existe. Tanto el creyente como el incrédulo, en contradicción el uno con el otro, afirman tener creencias verdaderas, de las que tienen justificación o buenas evidencias. Como acabamos de ver, son sus supuestos opuestos -sus puntos de referencia contradictorios y sus autoridades finales- los que marcan la diferencia crítica en lo que cada oponente aceptará como justificado o intelectualmente garantizado. Tal disputa religiosa es, por su propia naturaleza, una disputa entre diferentes tribunales de apelación finales. La resolución de los litigios en materia de apologética, por lo tanto, gira en torno a si el creyente o el incrédulo pueden justificar racionalmente sus estándares (o métodos) últimos de justificación, lo que equivale a exhibir la “racionalidad de la propia concepción de la racionalidad”. ¿Cómo es posible que se pueda hacer eso? (No hay escasez de filósofos religiosos e irreligiosos que sostendrían que no se puede hacer.) ¿Cómo puede el cristiano probar sus presuposiciones y refutar las presuposiciones de los no cristianos?

Los desacuerdos sobre las teorías del conocimiento se producen necesariamente en el contexto más amplio del debate sobre las cosmovisiones contrarias – redes de presuposiciones contrarias relativas a la naturaleza de la realidad, las normas éticas y el modo en que sabemos lo que sabemos[iii]. El cristianismo y sus filosofías de vida rivales representan principios de interpretación, criterios de verdad, concepciones de objetividad, valores e ideales mutuamente excluyentes, etc. En última instancia, pues, los detalles de la propia teoría del conocimiento están “justificados” en cuanto a su coherencia dentro de la teoría distintiva y amplia de la que forman parte;[iv] se garantizarán a la luz de los supuestos metafísicos y éticos fundamentales que a su vez están garantizados por esos mismos supuestos epistemológicos. Los argumentos de ambas partes son “circulares” en el sentido de que cada visión del mundo trata de regimentar sus presuposiciones como una perspectiva coherente y coordinada de la experiencia. Hipotéticamente, si ambos fueran coherentes con sus supuestos fundamentales, el creyente y el incrédulo terminarían con una antítesis integral en su actitud personal y en sus sistemas o perspectivas conceptuales, en cuyo caso no podrían exhibir eficazmente el uno al otro la racionalidad, coherencia o justificación de sus concepciones de racionalidad, coherencia o justificación.[v]

Sin embargo, el incrédulo no es (y no puede ser) consecuente con sus presuposiciones asumidas. Argumenta una cosa externamente en términos de su sistema epistemológico o filosófico, pero internamente o psicológicamente razona en términos de presuposiciones contrarias[vi]. A pesar de su oposición intelectual a la fe cristiana, no puede escapar a conocer a Dios a través de la naturaleza y a reconocer la voz de su Creador cuando se encuentra con el mensaje de la Escritura. En cuanto a su conocimiento de Dios, el incrédulo tiene afinidad con la posición del cristiano y puede entender y apreciar su argumentación apologética. Pero él suprime la verdad con injusticia, ofreciendo cualquier número de argumentos y objeciones a la visión del mundo cristiana para racionalizar su rebelión. Se ha convertido en un hombre que vive con dos mentalidades, incómodo con una y frustrado intelectualmente por la otra[vii]. Las visiones del mundo de los no creyentes siempre han demostrado ser un fracaso epistemológico[viii]. Sin embargo, el pensamiento del incrédulo con el que trata el apologista no se ha convertido en algo tan inútil como podría ser si fuera totalmente coherente. La gracia común de Dios frena la inmoralidad e irracionalidad del incrédulo, proporcionando un contexto para un enérgico desafío apologético por parte del creyente. Los no cristianos suelen mantener estándares fructíferos y apropiados de conducta y conocimiento[ix]. Esto proporciona un “pou std”[x] para refutar su sistema de pensamiento.  Si analizamos y comparamos las visiones del mundo que compiten entre sí, encontramos que la perspectiva del hombre autónomo hace ininteligibles los hechos, la lógica, la objetividad, la experiencia, etc[xi]. Sólo el apologista cristiano tiene un sistema filosófico dentro del cual los estándares o creencias a las que el incrédulo da su asentimiento en común con el creyente (por ejemplo, la lógica, la inducción, la conciencia de sí mismo, la libertad mental, el razonamiento conceptual, los absolutos morales, la dignidad humana) son inteligibles[xii]. Y esta es la fuente del argumento apologético esencial por el cual se refutan las presuposiciones últimas y la visión del mundo del incrédulo[xiii].

Para decirlo de forma comprimida, las disputas apologéticas dependen de las presuposiciones conflictivas (visión del mundo) del creyente y del incrédulo, pero el creyente puede argumentar la racionalidad de sus presuposiciones (y demostrar la irracionalidad de la visión opuesta) mediante una “comparación y crítica internas” de los dos conjuntos de presuposiciones contrarias. Esto es lo que se conoce como un argumento indirecto, un argumento “de la imposibilidad de lo contrario”. Podemos aclarar esto considerando cómo es un argumento directo. Un argumento directo es posible entre dos personas que comparten supuestos relevantes. En el contexto de ese acuerdo interpretativo, pueden apelar directamente a hechos observados, valores y estándares personales o líneas de razonamiento que deberían “tener peso” con la otra persona; no se esperaría ningún desacuerdo “interpretativo” arraigado. (Piense en dos amigos yendo a un libro de texto de botánica mutuamente aceptado para resolver su desacuerdo sobre el tipo de flor que crece en un jardín). Sin embargo, cuando el argumento implica un desacuerdo sobre las suposiciones últimas de uno (por ejemplo, la existencia de Dios, la naturaleza del hombre y su lugar en el cosmos, o las normas del bien y del mal), no hay nada a lo que se pueda apelar directamente que no sea sopesado o interpretado en términos de los mismos estándares o valores que se están debatiendo.

Por lo tanto, nos queda la prueba indirecta o la refutación. Las dos teorías o visiones del mundo fundamentales deben ser comparadas, siendo analizadas “desde dentro” de sí mismas, con el fin de reducir al absurdo la posición que se opone a la suya. La posición autónoma del incrédulo debe demostrarse como intelectualmente insostenible por sus propios fundamentos. Así es como Van Til describió su procedimiento apologético:

Ya que en la base reformada no hay un área de neutralidad entre el creyente y el incrédulo, el argumento entre ellos debe ser indirecto. Los cristianos no pueden permitir la legitimidad de los supuestos que subyacen a la metodología no cristiana. Pero pueden colocarse en la posición de aquellos a quienes buscan ganar para creer en el cristianismo por el bien del argumento. Y el no cristiano, aunque no acepte las presuposiciones con las que trabaja el cristiano, puede, sin embargo, colocarse en la posición del cristiano por el bien del argumento.[xiv]

[E]l método de razonamiento empleado debe ser consistente y fluir fuera de la posición defendida. … Si se tiene siempre presente este canon fundamental del razonamiento cristiano, podemos comenzar a razonar con nuestros oponentes en cualquier punto del cielo o de la tierra y podemos, por el bien del argumento, presentar al teísmo cristiano como una hipótesis entre muchas,[xv] y podemos, por el bien del argumento, situarnos sobre el terreno de nuestro oponente para ver lo que sucederá. En todo esto, nuestro propósito seguirá siendo el de tratar de reducir la posición no teísta, en cualquier forma que aparezca, a un absurdo. En nuestra predicación decimos que los que no aceptan a Cristo están perdidos. Nuestro razonamiento no puede hacer nada menos.[xvi]

La “razón de la esperanza” que está dentro de nosotros (cf. 1 Pedro 3:15) es que, sin el señorío de Cristo, no podría haber ninguna razón inteligible dada por el incrédulo para nada. Dios ha hecho insensata la sabiduría de este mundo (cf. 1 Cor. 1:20). La Biblia, al afirmar la reductio ad absurdum defendida por Van Til, dice muy aguda y poderosamente: “Profesando ser sabios, se hacen necios” (Rom. 1:22).

El argumento apologético indirecto es evidente en las páginas anteriores de este libro. Como ya se ha indicado en análisis y discusiones anteriores, la visión del mundo del creyente puede ser comparada internamente con la visión del mundo del no creyente para ver si alguno de los dos tiene una teoría convincente del conocimiento. Cuando hacemos esto, los resultados son de gran importancia apologética (ya que los creyentes y no creyentes están discutiendo sobre lo que “saben” y no “saben”). Dentro de la cosmovisión cristiana, el conocimiento (junto con los métodos racionales y empíricos) puede afirmarse y hacerse inteligible[xvii]. Pero cuando “por el bien del argumento” examinamos el carácter y las consecuencias de las filosofías no cristianas, nos encontramos con el repetido fracaso epistemológico de la incredulidad[xviii]. El cristianismo es, pues, epistemológicamente necesario, es decir, debe ser verdadero por la imposibilidad de lo contrario.

En el argumento entre la fe cristiana y la incredulidad, es importante recordar que las dos posiciones son mutuamente excluyentes: una se somete a la autoridad de la revelación de Dios; la otra afirma la autonomía humana. A pesar de la variedad de posiciones filosóficas incrédulas, sólo hay fundamentalmente dos opciones. Como afirmó Cristo: “El que no está conmigo, está contra mí” (Mateo 12:30). En el fondo, o bien se tiene la mente del “hombre viejo” que camina en la ignorancia y la inutilidad, o bien se tiene la mente del “hombre nuevo” renovada por Cristo (Ef. 4:17-24). Van Til señaló, “Hemos buscado constantemente sacar a la luz que todas las formas de pensamiento antiteísta pueden ser reducidas a una sola”.[xix] Sería incorrecto, entonces, concebir la apologética presuposicional de Van Til como un proyecto inductivo para encontrar y luego refutar cada alternativa “imaginable” al cristianismo – cada variación, pasada o futura, en la visión del mundo del razonamiento autónomo.[xx] Un hombre sabio e inspirado que estudió el asunto concluyó: “No hay nada nuevo bajo el sol” (Ecl. 1:9-10; cf. 12:12). Lógica y teológicamente, en el nivel más básico de presuposición sólo hay una opción fuera del compromiso cristiano, y es el rechazo (o el fracaso) de dicho compromiso. O bien el Dios vivo y verdadero (caracterizado concretamente por su autorrevelación)[xxi] es el punto de referencia filosófico y la autoridad final de una persona, o de alguna manera el hombre (individual o colectivamente, ateo o conjurando sustitutos idólatras) asume esa posición y función. A pesar de las “disputas familiares” y las desviaciones secundarias entre los hombres no regenerados en su pensamiento, están unidos en el nivel básico al dejar de lado la concepción cristiana de Dios. La manera indirecta de probar la posición cristiana es, por lo tanto, exhibir la inteligibilidad del razonamiento, la ciencia, la moral, etc., en el contexto de las presuposiciones bíblicas (así como mostrar cómo las objeciones de los incrédulos son resolubles, dado ese contexto de pensamiento[xxii]), y luego hacer una crítica interna de las presuposiciones del pensamiento autónomo (en cualquier forma que se esté discutiendo actualmente) para mostrar que destruye la posibilidad de probar, comprender o comunicar cualquier cosa.

REDUCIENDO LAS PRESUPOSICIONES NO CRISTIANAS AL ABSURDO[xxiii]

Puesto que el pensamiento antiteísta toma este método de razonamiento unívoco como el único método de razonamiento posible, y puesto que el razonamiento unívoco es el razonamiento del “hombre natural”, que no abandonará ni puede abandonar hasta que deje de ser un “hombre natural” y pase a ser un hombre regenerado, lo único que es importante recordar es que debemos poner frente a este hombre natural, no algo que sea una pequeña modificación de lo que ya tiene. Debemos mantener ante él la necesidad de una reversión total de su actitud mental.

Esto es lo que Pablo hizo cuando predicó el evangelio a los sabios de Atenas, empapados como estaban de Platón y Aristóteles. Los epistemólogos cristianos han sido muy negligentes al temer seguir el ejemplo de Pablo audazmente.[xxiv] Temían que no obtendrían resultados si no tuvieran miedo en su enfoque. Sin embargo, si algo parece seguirse de la posición cristiana en su conjunto, es que no podríamos esperar ningún resultado a menos que se tomen medidas audaces. Si toda la cabeza está enferma y todo el corazón se desmaya, no es una caja de rapé lo que se necesita, sino un estimulante vivo. Si los hombres están muertos en sus pecados y transgresiones, también están muertos epistemológicamente, y ninguna demostración de salud servirá de nada, sino solo el regalo de una nueva vida. Por consiguiente, debemos razonar de tal manera que el Espíritu Santo pueda dar vida a través de nuestro razonamiento como una vía.

Nuestro razonamiento debe ser siempre y en todas partes verdaderamente analógico.[xxv] No importa si razonamos inductivamente o deductivamente, si analizamos o sintetizamos, si razonamos a priori o a posteriori, si sólo razonamos analógicamente somos fieles a nuestro principio y podemos esperar resultados, y si no razonamos analógicamente no somos fieles a nuestro principio y no podemos esperar ningún resultado.

La necesidad de razonar analógicamente está siempre implícita en la concepción teísta de Dios. Si Dios debe ser considerado como necesario para la interpretación de los hechos o los objetos de conocimiento por parte del hombre, debe ser considerado como determinante de los objetos de conocimiento. En otras palabras, debe ser considerado como el único intérprete último, y el hombre debe ser considerado como un reinterprete finito. Puesto que, entonces, la absoluta autoconciencia de Dios es el intérprete final de todos los hechos, el conocimiento del hombre es analógico al conocimiento de Dios. Dado que todos los hechos finitos existen en virtud de la interpretación de Dios, la interpretación del hombre de los hechos finitos depende en última instancia de la interpretación de los hechos por parte de Dios. El hombre no puede, excepto para su propio perjuicio, mirar los hechos sin mirar la interpretación de Dios de los hechos. El conocimiento del hombre de los hechos es entonces una reinterpretación de la interpretación de Dios. Esto es lo que significa decir que el conocimiento del hombre es analógico al conocimiento de Dios.

Ahora debemos considerar más a fondo la cuestión de cómo alguien que se ha convencido de que el razonamiento analógico es el único tipo de razonamiento que nos da la verdad, debe enfrentarse a alguien que está convencido de que el razonamiento unívoco es el único tipo de razonamiento que puede ponerle a uno en contacto con la verdad.

En el capítulo anterior hemos visto que el punto de contacto que podemos presuponer es que el hombre, de hecho, nunca existe con tanta independencia como cree. Permanece accesible a Dios siempre. Esto es lo que nos da el valor para proceder. Y con esta convicción procedemos con la seguridad del éxito. Esto es lo que nos da el valor de no condescender a ninguna forma de razonamiento unívoco.

Cuando abordamos la cuestión de esta manera deberíamos estar dispuestos a empezar en cualquier lugar y con cualquier hecho en el que cualquier persona que conozcamos esté interesada. La misma convicción de que no hay un solo hecho que pueda ser realmente conocido a menos que sea interpretado teísticamente nos da esta libertad de comenzar en cualquier lugar, en lo que se refiere a un punto de partida próximo. Si pensáramos que el hecho de la existencia de Dios no tiene importancia para la física, tendríamos que tratar de poner en contacto a nuestros oponentes de inmediato con el problema más específicamente religioso. Pero eso es exactamente lo que no necesitamos hacer.

Podemos empezar con cualquier hecho y desafiar a “nuestros amigos enemigos”, para darnos una interpretación inteligible de él. Como el no teísta está tan convencido de que el razonamiento unívoco es el único posible, debemos pedirle que razone unívocamente por nosotros para que podamos ver las consecuencias.

En otras palabras, creemos que está en armonía y que es parte del proceso de razonamiento analógico con un no-teísta pedirle que nos muestre primero lo que puede hacer. Podemos, para estar seguros, ofrecerle de inmediato una declaración positiva de nuestra posición. Pero esto lo rechazará de inmediato como algo imposible. Así que podemos pedirle que nos dé algo mejor. La razón que da para rechazar nuestra posición es, en última instancia, que implica una auto-contradicción. Vemos de nuevo como una ilustración de esta acusación el rechazo de la concepción teísta de que Dios es absoluto y que sin embargo ha creado este mundo para su gloria. Esto, dice el no-teísta, es auto-contradictorio. Y sin duda lo es, desde un punto de vista no teísta.

Pero la pregunta final no es si una declaración parece ser contradictoria. La pregunta final es en qué marco o en qué visión de la realidad -cristiana o no cristiana- la ley de la contradicción puede tener aplicación a cualquier hecho. El no cristiano rechaza de entrada la visión cristiana por ser contradictoria. Cuando se le pide que fundamente la ley de contradicción, no puede ofrecer nada más que la idea de contingencia.

Lo que tendremos que hacer entonces es tratar de reducir la posición de nuestro oponente a un absurdo. Nada menos será suficiente. Sin Dios, el hombre está completamente perdido en todos los aspectos, tanto epistemológicos como morales y religiosos. Pero, ¿qué queremos decir exactamente con reducir la posición de nuestro oponente a un absurdo? Piensa que ya ha reducido nuestra posición a un absurdo por el simple expediente del que acabamos de hablar. Pero debemos señalarle que sobre una base teísta nuestra posición no se reduce a un absurdo indicando las “dificultades lógicas” que implica la concepción de la creación. Sobre la base teísta hay que sostener que las categorías humanas no son sino análogas a las categorías de Dios, por lo que es de esperar que el pensamiento humano no sea capaz de comprender cómo Dios será absoluto y al mismo tiempo creará el universo para su gloria. Si se toma en el mismo nivel de existencia, no hay duda de que es una contradicción decir que una cosa está llena y al mismo tiempo se está llenando. Pero es exactamente este punto el que se cuestiona: si Dios debe ser considerado al mismo nivel que el hombre. Lo que el antiteísta debería haber hecho es mostrar que incluso sobre una base teísta nuestra concepción de la creación implica una auto-contradicción.

Por lo tanto, debemos dar a nuestros oponentes un mejor tratamiento que el que ellos nos dan. Debemos señalarles que el razonamiento unívoco en sí mismo conduce a la auto-contradicción, no sólo desde un punto de vista teísta, sino también desde un punto de vista no teísta. Esto es lo que debemos entender cuando decimos que debemos encontrarnos con nuestro enemigo en su propio terreno. Esto es lo que debemos entender cuando decimos que razonamos desde la imposibilidad de lo contrario. Lo contrario es imposible sólo si es contradictorio cuando opera sobre la base de sus propias suposiciones. Es esto también lo que debemos entender cuando decimos que estamos argumentando ad hominem. En realidad, no argumentamos ad hominem a menos que demostremos que la posición de alguien implica una auto-contradicción, y no hay auto-contradicción a menos que se demuestre que el razonamiento de uno es directamente contradictorio o que lleva a conclusiones que son contradictorias de las propias suposiciones.

Se verá que cuando razonamos ad hominem o cuando decimos que nos colocamos en la posición de nuestro oponente seguimos razonando analógicamente. No razonaríamos analógicamente si realmente nos pusiéramos en la posición de nuestro oponente. Entonces tendríamos que razonar unívocamente con él, y nos ahogaríamos con él.[xxvi] Utilizamos la figura del ahogamiento para sugerir qué es lo que realmente hacemos cuando decimos que nos colocamos en la posición de otro. Podemos entonces compararnos con un salvavidas que sale a salvar a alguien de ahogarse. Tal salvavidas debe estar atado a la orilla del mar donde quiere rescatar a la otra persona. Puede depender de su poder de natación, pero este mismo poder de natación es un cordón invisible que lo conecta a la orilla. Del mismo modo, si razonamos cuando nos ponemos en la posición de nuestros oponentes, no podemos por un momento hacer más que argumentar así por “el bien del argumento”.

Cuando razonamos así no estamos razonando en base a alguna ley abstracta de auto-contradicción. Hemos visto que la misma cuestión entre teístas y anti-teístas es sobre el fundamento de la ley de contradicción. Cuando critican nuestra posición y piensan que la han reducido al lugar que corresponde a la ley de contradicción, no cedemos a la derrota ni apelamos a la irracionalidad en nombre de la fe, sino que desafiamos su interpretación de la ley de contradicción. Sostenemos que han asumido falsamente que la contradicción debe identificarse con lo que está más allá de la comprensión del hombre. Pero esto da por sentado que las categorías humanas son las últimas categorías, que es justo lo que está en cuestión. Debemos mantener que tenemos la verdadera concepción de la ley de la contradicción. Según esta concepción, sólo es auto-contradictorio lo que contradice la concepción de la autoconciencia absoluta de Dios. Si hubiera en la Trinidad tal auto-contradicción, también la habría en la cuestión de la relación de Dios con el mundo. Pero, dado que la Trinidad es la concepción por la cual la unidad y la diversidad últimas son llevadas a la misma ultimidad, es esta concepción de la Trinidad la que hace imposible la auto-contradicción para Dios y por lo tanto también imposible para el hombre. La auto-contradicción completa sólo es posible en el infierno, y el infierno es en sí mismo una auto-contradicción porque se alimenta eternamente de la negación de una afirmación absoluta. Por consiguiente, debemos sostener que la posición de nuestro oponente se ha reducido en realidad a la auto-contradicción cuando se muestra irremediablemente opuesta al concepto teísta cristiano de Dios.

Sin embargo, para traer este argumento lo más cerca posible de la conciencia no regenerada, debemos tratar de mostrar que el no teísta es contradictorio con sus propias suposiciones, así como con la suposición de la verdad del teísmo, y que ni siquiera puede ser contradictorio sobre una base no teísta, ya que, si se viera a sí mismo como contradictorio, ya no lo sería.

Ahora bien, cuando este método de razonamiento de la imposibilidad de lo contrario se lleva a cabo, realmente no hay nada más que hacer. Nos damos cuenta de esto si recordamos de nuevo que si una vez que se ve que la concepción de Dios es necesaria para la interpretación inteligible de cualquier hecho, se verá que es necesaria para todos los hechos y para todas las leyes del pensamiento. Si uno viera realmente que es necesario tener a Dios para comprender la hierba que crece fuera de su ventana, llegaría ciertamente a un conocimiento salvador de Cristo, y al conocimiento de la autoridad absoluta de la Biblia. Es verdad, concedemos que no es normalmente de esta manera que los hombres se convierten en verdaderos teístas cristianos, pero lo ponemos de esta manera para poner de manifiesto claramente que la investigación de cualquier hecho implicará una discusión del significado del cristianismo así como del teísmo, y una posición sólida tomada sobre uno implica una posición sólida sobre el otro. Es bueno enfatizar este hecho porque hay fundamentalistas que tienden a tirar por la borda toda la investigación epistemológica y metafísica y dicen que limitarán sus actividades a la predicación de Cristo. Pero vemos que no están realmente predicando a Cristo a menos que lo estén predicando por lo que quiere ser, es decir, el Cristo de importancia cósmica. Ni siquiera podrán conservar por mucho tiempo el significado soteriológico de Cristo si abandonan su significado cosmológico. Si se permite que ciertos hechos se conozcan realmente aparte de Dios en Cristo, no se sabe dónde estará el límite. Pronto parecerá que el elefante querrá calentarse más que su nariz. Pronto reclamará que las verdades de la conciencia religiosa también pueden ser conocidas aparte de Cristo, y por lo tanto puede convertirse en el estándar de lo que debe ser aceptado de la Biblia.

A este respecto, también debemos decir unas palabras sobre la afirmación que a menudo hacen los cristianos de que debemos ser positivos en lugar de negativos en nuestra presentación de la verdad a los que aún no la han aceptado. No tenemos ninguna queja de esta afirmación si se entiende correctamente. Ciertamente debemos presentar la verdad del sistema teísta cristiano constantemente, en cada punto del argumento. Pero está claro que, si ofreces una nueva esposa a uno que está perfectamente satisfecho con la que tiene ahora, no es probable que te alivies de tu carga.

En otras palabras, es la autosuficiencia del “hombre natural” la que debe ser sometida a cierta presión, antes de que haya alguna posibilidad de que considere la verdad de manera seria. La parábola del pródigo nos ayuda aquí. Mientras el hijo estaba en casa, no había nada más que un argumento positivo que se sostenía ante él. Pero él quería salir de la casa del padre para permitirse una “vida de alboroto”. No fue hasta que estuvo en el chiquero de los cerdos, no fue hasta que vio que se había convertido en un cerdo y que no podía serlo porque era un hombre, que empezó a considerar a los sirvientes de su padre que tenían mucho pan. El reino de Dios debe ser construido sobre la destrucción del enemigo. Dios aumenta sus plagas sobre aquellos que “habitan en la tierra” para hacerles pensar de forma analógica. Y aunque claman para que las montañas y las colinas caigan sobre ellos en lugar de volverse hacia el que los castiga, sin embargo, Dios sigue aumentando el peso de sus plagas. Esto es más que una analogía. El razonamiento unívoco es en sí mismo una parte de la manifestación del pecado. Por lo tanto, también debe ser destruido. Y si se destruye, el resultado natural es el razonamiento analógico. Y no importa cuán lejos parezca el camino, una vez que uno razona analógicamente llegará por fin a la casa del padre. El país lejano al que el hijo pródigo se había ido y donde pensaba que estaba fuera del control del padre era, sin embargo, el país del padre, y el padre estaba “moviendo los hilos” allí.

Es esto, como se notará, lo que nos lleva a la victoria. Si no fuera cierto que es el padre quien “mueve los hilos”, razonaríamos en vano. Porque no necesitamos halagarnos a nosotros mismos de que incluso si se le muestra al no teísta que su posición es contradictoria en sí misma en el sentido de que contradice sus propias suposiciones y rompe en pedazos su propia ley de contradicción, se apartará de sus propios caminos. En su lugar, concluirá que el hombre debe permanecer en esa completa irracionalidad, en lugar de recurrir al razonamiento analógico. El milagro de la regeneración tiene que ocurrir en algún lugar, y todo lo que estamos discutiendo es que debemos preguntarnos dónde es que el Espíritu Santo probablemente realizará este milagro. Y entonces no puede haber duda alguna de que la probabilidad está a favor en ese lugar donde el no-teísta ha visto hasta cierto punto el vacío y la vanidad de su propia posición.


Por: Greg L. Bahnsen

Notas:

[i] Nota del traductor: En capítulo 4.1 de “Van Til’s Apologetic”, Greg Bahnsen aborda este tema de una forma más extensa.

[ii] Si el creyente y el incrédulo no afirman tener conocimiento, sino que se contentan con intercambiar opiniones personales (“Creo en la Biblia sobre el nacimiento virginal de Cristo”; “No creo que sea posible que una virgen dé a luz”), no están abordando racionalmente las cuestiones religiosas ni haciendo apología. Simplemente están compartiendo detalles autobiográficos que pueden ser ignorados. La cuestión es si se sabe que las creencias personales de cualquiera de las partes son verdaderas o no. Discutir sobre el conocimiento es discutir sobre el estado objetivo de las cosas, no simplemente sobre compromisos o sentimientos subjetivos.

[iii] Nota del traductor: En capítulo 5.1 y 3.2 de “Van Til’s Apologetic”, Greg Bahnsen aborda este tema de una forma más extensa.

[iv] Cabe señalar que una visión del mundo es, en efecto, una teoría muy amplia, formada en última instancia por todas las creencias que tiene una persona, y no simplemente las convicciones más básicas o centrales (presuposiciones). Existe un concepto erróneo en el extranjero (por ejemplo, John W. Montgomery, “Once upon an A Priori. …” y Clark Pinnock, “La filosofía de las evidencias cristianas”, en Jerusalén y Atenas, ed.. Geehan, 382-83, 387, 421, 425) que reconocer la coherencia como la marca o condición de una teoría verdadera significa que se ha descartado el requisito de la correspondencia entre cualquier teoría propuesta y la experiencia (observación de los “hechos”), en cuyo caso cualquier número de teorías arbitrarias, conflictivas, pero internamente consistentes calificarían como verdaderas- “¡lo cual es absurdo!”. (¡ah, pero sólo absurdo si la verdad debe ser coherente!). Pero este no es en absoluto el caso. Entre las creencias de uno se encuentran las observaciones del mundo de la experiencia (los “hechos”), y por lo tanto decir que la teoría de uno no corresponde a los hechos de la experiencia es simplemente decir que una parte de la teoría no es coherente con otra parte de ella, de modo que es (después de todo) falsa. La crítica de que un criterio de coherencia permite considerar cierta cualquier teoría chiflada coherente, aunque sea “ajena a la realidad”, simplemente no es cierta. Juzgar una teoría por coherencia no es permitir que las creencias (sobre entidades, acontecimientos, etc.) se generen de forma arbitraria, ni es mantener que la verdad está constituida por la coherencia de las creencias (en lugar de estar marcada por ella).

[v] El problema para el incrédulo es que sigue comprometiéndose con algún requisito (bastante apropiado e inevitable) de “racionalidad” e insistiendo en que se respete, sólo para descubrir en el análisis que sólo la cosmovisión cristiana es coherente con ella (la hace inteligible). El incrédulo ha estado tomando prestadas ideas esencialmente cristianas en la epistemología, sin dar a Dios la gloria y las gracias. Después de todo, dada la visión del mundo del incrédulo, ¿por qué se deben exigir razones para lo que creemos? ¿Por qué debería exigirse consistencia lógica? ¿Por qué la arbitrariedad debe ser desacreditada? No hay ninguna razón para la normatividad de la racionalidad (como quiera que se conceptualice).

[vi] Nota del traductor: En capítulo 6.1, 2, 5 de “Van Til’s Apologetic”, Greg Bahnsen aborda este tema de una forma más extensa.

[vii] Nota del traductor: En capítulo 6.5 de “Van Til’s Apologetic”, Greg Bahnsen aborda este tema de una forma más extensa.

[viii] Nota del traductor: En capítulo 5.3 de “Van Til’s Apologetic”, Greg Bahnsen aborda este tema de una forma más extensa.

[ix] Los incrédulos que en su mayoría han abandonado la racionalidad (no deseando tener sentido o pensar con claridad) o se han vuelto indiferentes a “dar razones” de lo que creen, se han salido así del círculo de la preocupación apologética. La apologética surge debido al ataque del incrédulo o al cuestionamiento de la razonabilidad de la fe. Cuando a la gente le importa poco lo razonable, le importa poco lo que es la apologética. Todavía necesitan ser evangelizados, por supuesto, pero la evangelización de ellos en este punto tiene poco o nada que ver con la defensa intelectual del cristianismo como racional.

[x] Hablando de la palanca, Arquímedes (d. 212 a.c.) dijo: “Dame un lugar para pararme [griego, pou sto], y moveré la tierra.”

[xi] Nota del traductor: En capítulo 5.3 de “Van Til’s Apologetic”, Greg Bahnsen aborda este tema de una forma más extensa.

[xii] Nota del traductor: En capítulo 4.5 de “Van Til’s Apologetic”, Greg Bahnsen aborda este tema de una forma más extensa.

[xiii] Nota del traductor: En capítulo 3.3 de “Van Til’s Apologetic”, Greg Bahnsen aborda este tema de una forma más extensa.

[xiv] Christian Theory of Knowledge, 18. David P. Hoover critica este elemento de la estrategia apologética de Van Til ya que no demuestra la necesidad absoluta (no cualificada) de que el cristianismo sea verdadero (lo que no coloca a Van Til en mejor posición que los tradicionalistas en la apologética). Pero considerar un punto de vista “por el bien del argumento” no es conceder que el punto de vista sea de hecho verdadero (“declarar una realidad”, en palabras de Hoover), sino sólo tratarlo como si fuera verdadero para ver las consecuencias de esa afirmación. Así que Hoover escribe: “El cristiano necesariamente comienza y termina su argumento a nivel de hipótesis” (“For the Sake of Argument” [Hatfield, Pa.: Interdisciplinary Biblical Research Institute, n.d.], 7). Esta observación es bastante inobjetable, excepto que Hoover la considera una crítica a Van Til. Dado que Van Til concluye que el cristianismo es realmente (y no simplemente hipotéticamente) cierto, Hoover piensa que debe haber “cambiado el terreno lógico” al tomar el cristianismo como una afirmación de lo que es realmente el caso, no simplemente como verdadero por el bien del argumento (pág. 8). Sin embargo, Hoover ha pasado por alto dos aspectos importantes del enfoque apologético de Van Til. En primer lugar, aunque Hoover alude a su pretendido carácter trascendental, no ha tenido en cuenta su importancia (demostrando, si tiene éxito, la imposibilidad de lo contrario). En segundo lugar, para expresarlo de otra manera, porque se trata de un diálogo apologético (dar razones, esperar el argumento, etc.), ambas partes han asumido que el verdadero punto de vista debe afirmar la racionalidad. Van Til sostiene que si la visión del mundo del incrédulo fuera verdadera, la racionalidad sería repudiada, mientras que si el cristianismo fuera verdadero, la racionalidad sería afirmada y exigida. Así pues, aunque todo el argumento se puede exponer en términos hipotéticos, la conclusión se establece en realidad como verdadera, ya que la condición hipotética fue concedida desde el principio por ambas partes. (Si el incrédulo se da cuenta de esto y ahora se niega a conceder la legitimidad, la exigencia o la necesidad de la racionalidad, se ha salido de los límites de la apologética. Además, pierde el derecho a afirmar o creer que ha repudiado la racionalidad, ya que sin racionalidad la afirmación y la creencia son ininteligibles).

[xv] Como se ha indicado anteriormente, incluso cuando el apologista, en aras del protocolo y la discusión cortés con el incrédulo, pasa por las mociones de tratar el cristianismo como una hipótesis a considerar, no lo está tomando como tal. Intelectualmente se apoya en las presuposiciones cristianas incluso cuando revisa, analiza y evalúa esas presuposiciones con el no creyente.

[xvi] Survey of Christian Epistemology, xi.

[xvii] Nota del traductor: En capítulo 4.5 de “Van Til’s Apologetic”, Greg Bahnsen aborda este tema de una forma más extensa.

[xviii] Nota del traductor: En capítulo 5.3 de “Van Til’s Apologetic”, Greg Bahnsen aborda este tema de una forma más extensa.

[xix] Ibid.

[xx] John W. Montgomery se tropieza con este concepto erróneo de la apologética presuposicional cuando escribe: “Y aunque fuera posible de alguna manera destruir todas las visiones del mundo alternativas existentes, excepto la del cristianismo ortodoxo, el resultado final todavía no sería la verdad necesaria del cristianismo; porque en un universo contingente, hay un número infinito de posiciones filosóficas posibles, e incluso la falacia de infinitas posiciones menos una no establecería la validez de la que queda (¡a menos que introduzcamos la suposición gratuita de que al menos una tiene que ser correcta! )”(“Once upon an A Priori…”, 387-88).

Pero si esa “suposición gratuita” no se hiciera, entonces todo el argumento entre el creyente y el no creyente no tendría sentido. Ambas partes asumen que alguna perspectiva filosófica hace que el razonamiento sea inteligible y posible, o de lo contrario no tendría sentido comunicarse y discutir entre sí. Ahora bien, como el diálogo entre el creyente y el incrédulo asume el sentido de sus palabras y la inteligibilidad de su razonamiento, el incrédulo o bien (1) asume implícitamente las presuposiciones del cristiano, (2) considera un misterio que no todo sea misterioso o carente de sentido, o bien (3) ofrece una visión del mundo en la que sus palabras y su razonamiento tengan sentido. Si admite (1) o (2), ha concedido la derrota en su intento de probar que el cristianismo está equivocado. Si lo intenta (3), el apologista procede a reducir su visión autónoma al absurdo. Si el incrédulo se da cuenta de este absurdo, puede intentarlo y volver a intentarlo, pero en cada caso el apologista redobla su esfuerzo y vuelve a reducir la autonomía al absurdo. Eventualmente el no creyente debería entender el punto y reconocer que sus esfuerzos siempre fallan porque presuponen la autonomía humana.

Alternativamente, puede dar un “salto de fe ciego” y mantener la esperanza de que algún día, en algún lugar, alguien proporcione una visión del mundo autónoma adecuada para proteger a los incrédulos contra la convincente racionalidad del cristianismo, en cuyo caso ha vuelto a la posición (2) y pierde de todos modos. El tipo de necesidad por el que argumenta la apologética presuposicional es trascendental o inherente al propio argumento (mostrando que la condición previa de inteligibilidad hace imposible cualquier argumento incrédulo), no se trata de eliminar exhaustivamente las visiones del mundo incrédulas (todas las cuales comparten el punto crítico de la presunta autonomía).

Piense una vez más en el maltrecho y a menudo refutado oponente de la visión cristiana del mundo. Montgomery imagina que este oponente podría ahora argumentar que “este es un universo contingente, por lo que las opciones filosóficas son infinitas”. Pero en un universo completamente contingente, en el que no habría lógica, causalidad o moralidad, esta misma declaración no sería inteligible. El incrédulo finito y falible no tiene autoridad intelectual para hacer declaraciones sobre una gama de posibilidades (¡mucho menos sobre lo que es “infinito”!). No puede seguir argumentando en contra del cristianismo de ninguna manera significativa (ni siquiera confiando en posibilidades hipotéticas) sin asumir la visión cristiana del mundo.

Respuestas similares serían apropiadas, mutatis mutandis, para David Hoover (“For the Sake of Argument”, 4, 8-9), quien piensa que la “finitud discursiva” (falta de omnisciencia) impediría que “un intelecto humano finito” “[alcanzara] la perspectiva necesaria para llevar a cabo un argumento de tan grandes consecuencias”. Es decir, la argumentación presuposicional podría mostrar que el cristianismo es una condición suficiente para la racionalidad, la uniformidad, etc., pero no puede mostrar que el cristianismo sea una condición necesaria. Sin embargo, nunca se ha sostenido (a partir de Kant) que un argumento trascendental establezca la necesidad sólo mediante la eliminación exhaustiva de todas las formas reales e imaginarias de expresar la alternativa (de la que lógicamente sólo hay una: la negación de la conclusión).

[xxi] Recuerda la oposición de Van Til al razonamiento “abstracto” en la apologética. La palabra “Dios” no debe ser tratada como una mera expresión formal o un marcador de posición vacío en nuestro pensamiento, siendo la cuestión del carácter específico de Dios un asunto distinto, como si la abstracción pudiera ser “coloreada” en algún otro momento. Siempre defendemos, y en términos de, un concepto definido de Dios (basado en las Escrituras) y no una mera deidad genérica (sea lo que sea).

[xxii] Por ejemplo, los no cristianos pueden culpar a la visión cristiana del mundo por enseñar tonterías como que la cabeza de un hacha puede flotar o que una tormenta puede ser detenida cuando se le ordena. El apologista debe señalar que esto no es un problema dentro de la cosmovisión bíblica, en la que un Creador personal, omnisciente y todopoderoso ejerce un control soberano sobre el medio ambiente natural y dirige providencialmente los acontecimientos dentro de él.

Alternativamente, el incrédulo podría argumentar que hay un problema con la enseñanza de la Biblia sobre Dios, ya que sería “fundamentalmente injusto” que mostrara amor y compasión a un grupo étnico (por ejemplo, los judíos del Antiguo Testamento) mientras que pasa por alto a otros grupos y los condena a la perdición. Una vez más, el apologista debe responder que esto no es un problema dentro de la cosmovisión bíblica, en la que las premisas de control son que todos los hombres son culpables ante Dios y merecen su ira, y que un Dios misericordioso por la naturaleza misma de la gracia puede mostrar misericordia a quien quiera.

No es raro que un incrédulo ofrezca objeciones a la fe que sólo tienen peso dentro de su propia visión del mundo, por lo que se mendiga la pregunta. Por ejemplo, una vez debatí con un abogado bien educado sobre la existencia de Dios, y me preguntó cómo podía creer en la inerrancia de los antiguos libros de la Biblia, siendo que las personas que los escribían y transcribían no tenían computadoras y copiadoras modernas. Le respondí que dentro de la visión cristiana del mundo, esto no presenta ningún problema, ya que Dios controla todos los eventos y resultados (incluso aquellos que se producen por elección y actividad humana) y es mucho más capaz y poderoso que las máquinas modernas.

[xxiii] Un extracto de Survey of Christian Epistemology, 203-8.

[xxiv] Greg L. Bahnsen, “Sócrates o Cristo: La Reforma de la Apologética Cristiana”, en Foundations of Christian Scholarship: Essays in the Van Til Perspective, ed. Gary North (Vallecito, California: Ross House Books, 1976), 191-239.

[xxv] Nota del traductor: En capítulo 4.5 de “Van Til’s Apologetic”, Greg Bahnsen aborda este tema de una forma más extensa.

[xxvi] Si un apologista realmente adoptara y pensara en términos de las presuposiciones del incrédulo, su pensamiento se volvería tan insignificante y sin sentido como el sistema de pensamiento del incrédulo. Si fuera posible mostrar las fallas internas de la posición del no cristiano mientras se abandonan verdaderamente todas las presuposiciones creyentes (el conocimiento de Dios), entonces la posición del no cristiano no sería esencialmente defectuosa después de todo y la posición cristiana no sería psicológica o epistemológicamente necesaria. (Nota del traductor: En los capítulos 5.2-3; 6.1- 2, 5 de “Van Til’s Apologetic”, Greg Bahnsen aborda este tema de una forma más extensa).

Las Contradicciones Inherentes al Agnosticismo

La necesidad de razonar, a pesar de las presuposiciones contrarias[i]

Si es verdad que la diferencia entre la epistemología cristiana y la antiteísta es tan fundamental como hemos afirmado que lo es, y si es verdad que el antiteísta da por sentada su posición al principio de sus investigaciones, y si es verdad que el cristiano espera que su oponente no haga nada más en la medida en que según la Escritura el “hombre natural” no puede discernir las cosas del Espíritu, debemos preguntarnos si es entonces de alguna utilidad para el cristiano razonar con su oponente.

La respuesta a esta pregunta no debe buscarse suavizando el dilema como se hace fácilmente y a menudo suponiendo que la terminología epistemológica significa lo mismo para los teístas que para los no teístas.[ii] La respuesta debe buscarse más bien en el concepto básico del teísmo cristiano, a saber, que Dios es absoluto. Si Dios es absoluto, el hombre debe permanecer siempre accesible para él. La alienación ética del hombre juega con el trasfondo de su dependencia metafísica. Por lo tanto, Dios puede utilizar nuestro razonamiento o nuestra predicación como una forma de presentarse a aquellos que han asumido su inexistencia…

En primer lugar, nuestra discusión ha puesto de manifiesto que debemos reconocer claramente el hecho de la diferencia fundamental entre los dos tipos de conciencia. Si no hacemos esto, argumentamos en el azul. No nos sirve de nada hablar de la razón en abstracto. Tal cosa no existe.

Sin embargo, debemos reconocer la verdad contenida en el argumento de que hay una conciencia general del hombre. Podemos hacer esto, en primer lugar, reconociendo que una vez hubo tal conciencia. Debemos volver a la conciencia adánica como la conciencia fundamentalmente humana. Hablamos ahora de la conciencia adánica anterior a la entrada del pecado en el mundo. Como tal, era completamente capaz de juzgar, por la buena razón de que no estaba éticamente alejada de Dios. No como si la conciencia ética original del hombre fuera capaz, por sí misma, de juzgar entre el bien y el mal. Incluso antes de la caída, la conciencia ética del hombre necesitaba la instrucción que Dios le daba directamente al hablar con el hombre. Pero debido a su actitud inherentemente correcta hacia Dios y su revelación, la conciencia moral del hombre podía juzgar entre el bien y el mal. El hecho de que el hombre fuera una criatura temporal no le impedía ver la verdad sobre la relación de Dios con el universo. Es cierto que la gama de su conocimiento nunca pudo ser tan amplia como la gama del conocimiento de Dios. Pero esto no era necesario. La validez no dependía del alcance. No podemos decir entonces que porque el hombre era una criatura finita, no podía relacionar al hombre apropiadamente con la existencia de Dios, sino que tenía que vivir por revelación desde el principio. No hay tal contraste entre la revelación y el razonamiento en el caso de Adán. Él podía razonar profundamente sólo porque razonaba en una atmósfera de revelación. Su misma mente con sus leyes era una revelación de Dios. Por consiguiente, él razonaría analógica y unívocamente. Siempre presuponía a Dios en cada una de sus operaciones intelectuales. No razonó desde la naturaleza o desde sí mismo como existiendo independientemente, a Dios como la “primera causa”. Razonaba como alguien que veía todas las cosas desde el principio como lo que son, es decir, dependientes de Dios.

Tan dependiente de Dios metafísicamente y tan perfecto éticamente, el hombre, al principio de la historia, reconoció que todo en él y dentro de él era revelador de Dios. Además, desde el principio Dios habló con el hombre sobre la manera de manejar los hechos de su entorno espacio-tiempo. Por consiguiente, Adán razonó dentro de un ambiente que era exhaustivamente revelador, y en obediencia a una revelación sobrenatural de la palabra que era suplementaria a su ambiente creado. Por lo tanto, al principio, Adán no podía partir de los hechos del mundo espacio-tiempo y preguntarse si estaban o no relacionados con Dios. Un niño en un hogar no se pregunta si tiene un padre.

De ello se deduce que, como sostenemos que antes no había una alienación ética entre Dios y la conciencia del hombre, sino una armonía perfecta, podemos decir ahora que la conciencia del hombre también debería ser perfecta. En otras palabras, sostenemos que el sistema teísta cristiano es de hecho la verdad. Por consiguiente, para ser verdaderamente humano uno debe reconocer esta verdad. Así como Dios continúa en las Escrituras sosteniendo ante los ojos de los pecadores el deber de ser perfecto aunque el hombre en sí mismo nunca puede ser perfecto, de ello se deduce que es tarea del apologista cristiano sostener ante el hombre la verdad, y la exigencia de Dios de que los hombres acepten la verdad, aunque sepa que se requiere la gracia de Dios para que el hombre la vea. No hay en este asunto nada más que considerar que el mandato de Dios.

Ya que es por mandato de Dios que la obra debe ser emprendida, es el mandato de Dios el que le da a uno la seguridad de que la obra cumplirá su propósito. Mirando los asuntos por sí mismos, sería peor que inútil emprender un razonamiento con los incrédulos. Pero es la profunda convicción de la depravación total del hombre lo que hace que uno se apoye en Dios en todos los aspectos, y no menos en esta cuestión de razonar con los incrédulos. Sólo quien cree profundamente en la depravación total del hombre puede realmente predicar con la convicción de que su trabajo no será en vano. Puesto que está convencido de que la alienación ética ha sido contra Dios y contra nada más, también sabe que Dios es capaz de eliminar la alienación ética. Por lo tanto, confía en que el Espíritu Santo, a quien se le ha asignado -en la economía de la redención- la tarea de convencer al mundo del juicio, utilizará los medios de la argumentación racional para cumplir su tarea. Esta esperanza no es incompatible con la concepción de la inmediatez de la obra del Espíritu Santo. Esa inmediatez es completa. Nuestros argumentos tomados por sí mismos no tienen efecto alguno, mientras que el Espíritu Santo puede muy bien condenar sin el uso de nuestro argumento como puede condenar sin el uso de nuestra predicación. Pero como Dios es un Dios completamente racional y nos ha creado a su imagen, hay razones para creer que hará que la argumentación sea efectiva.[iii]

Además, debe recordarse a este respecto que, como el hombre es una criatura de Dios, es imposible que se aleje de Dios metafísicamente. Nunca podrá convertirse en el ser independiente que cree ser. Incluso el corazón del rey está en la mano de Dios como los cursos del agua. Hemos visto arriba que fue exactamente por este hecho que el hombre es, de hecho, totalmente dependiente de Dios, que una completa alienación ética pudo tener lugar. Y es por la misma razón que la alienación ética puede ser eliminada. Es esto lo que había entrado tan profundamente en el alma de Agustín cuando le dijo a Dios que le ordenara cualquier cosa, porque era Dios quien primero tenía que dar lo que ordenaba. Y Dios puede dar lo que ordena porque el hombre siempre ha sido su criatura. Hay entonces incluso en la conciencia de los no regenerados un poder formal de receptividad. Esto es lo que le permite considerar la posición teísta cristiana y ver que se opone a la suya, y le exige la renuncia a su propia posición.

Aún más debemos recordar que la alienación ética, aunque completa y exclusiva en principio, no es todavía completa en grado. Es esta concepción de lo relativamente bueno en lo absolutamente malo la que subyace a la afirmación de Hodge de que existe una conciencia moral general del hombre en la que se puede confiar en cierta medida en los asuntos morales. Todo el mundo admite que el asesinato está mal. Incluso los no regenerados admiten eso. Y aunque este hecho debe ser tomado siempre en conexión con la diferencia fundamental entre los dos tipos de conciencia, es, junto con las consideraciones metafísicas del párrafo anterior, una vez más un poder formal de receptividad por parte del no regenerado en virtud del cual puede considerar al cristianismo como un desafío a sí mismo.

Si pensamos en lo que la conciencia no regenerada piensa de sí misma, no deberíamos intentar razonar con ella. Con esto queremos decir que la conciencia no regenerada se cree independiente de Dios metafísica y éticamente. Si pensáramos que hay algo de verdad en esto, no podríamos discutirlo, porque con un ser metafísicamente independiente, no sería posible entrar en ningún contacto intelectual o moral. Sostenemos, pues, que aunque el milagro ético de la regeneración debe ocurrir antes de que la argumentación pueda ser realmente eficaz, tal milagro ético ocurrirá ciertamente. No como si lo supiéramos con respecto a cada individuo con el que razonamos. Sostener eso sería negar la gracia gratuita de Dios en relación con el milagro de la regeneración. Pero sabemos que es cierto, en un sentido general, que Dios llevará a los pecadores al arrepentimiento, ya que toda la obra de la redención fracasaría si no lo hiciera. Es por lo tanto en esta unidad superior del plan y propósito comprensivo de Dios que descansa en su ser, que debemos buscar la solución de la dificultad encontrada cuando pensamos en la completa alienación ética del hombre de Dios, y los esfuerzos de los redimidos para razonar con aquellos que no son redimidos. Después de todo, el problema lógicamente no presenta mayores dificultades que todo el problema de la relación entre la conciencia absoluta de Dios y la conciencia finita del hombre. No es más que una subdivisión de este problema más general. La integridad de la alienación ética del hombre no hace más difícil que antes que Dios entre en contacto moral con el hombre. Si entonces sólo consideramos nuestra argumentación como un instrumento del Espíritu Santo, podemos participar de la seguridad de que el poder de Dios está en nuestro trabajo. Por otra parte, en el momento en que empezamos a pensar en nuestro trabajo como algo independiente del Espíritu, no tenemos más derecho a esperar nada de él.

No es, entonces, como si el claro reconocimiento de la diferencia ética fundamental entre la conciencia regenerada y la no regenerada implicara que hay una doble verdad, o que debemos usar un tipo de argumento para un tipo de conciencia y otro tipo de argumento para el otro tipo de conciencia. Es exactamente la profunda convicción de que metafísicamente sólo hay un tipo de conciencia, y que la conciencia no regenerada y la regenerada no son más que modificaciones éticas de esta única conciencia metafísica fundamental, la que nos lleva a razonar con los incrédulos. Y es exactamente por nuestra profunda convicción de que Dios es uno y la verdad es, por lo tanto, una, que sostenemos que sólo hay un tipo de argumento para todos los hombres. Todo lo que el reconocimiento de la profunda diferencia ética hace es llamar la atención sobre el hecho de que es Dios quien debe hacer que esta única verdad sea efectiva en los corazones de los hombres.

Empujando a los “holgazanes epistemologicos”[iv]

Por lo tanto, debemos tratar de comprender brevemente cuáles son las consecuencias si uno lleva esta posición [no cristiana] hasta el amargo final. Primero debemos notar, sin embargo, que hay demasiados que no están dispuestos a aceptar la responsabilidad de su actitud epistemológica. Hay quizás más holgazanes epistemológicos que de cualquier otro tipo.

Los vemos en aquellos que dicen que no podemos estar seguros de esta cuestión de si la Biblia es una revelación de Dios. Los vemos en el hombre médico ordinario que dice que no quiere ser dogmático, porque nadie lo sabe. En las Escrituras esta actitud se ejemplifica en la época de Acab, cuando se enseñaba a los hombres que Baal y Jehová eran igualmente valiosos. Así que hoy en día muchos padres están dispuestos a que sus hijos asistan a la escuela dominical porque deben aprender algo sobre la religión. La tolerancia religiosa que encontramos que el modernismo defiende hoy en día se basa en esta indiferencia e ignorancia epistemológica, más que en cualquier amplitud de miras.

Los indiferenciados de este tipo son difíciles de tratar. Hasta cierto punto, es una cuestión de temperamento. Sin embargo, cuando se basa en el temperamento, debemos tratar de que vean que no pueden permitirse ningún tipo de temperamento que les guste. Son seres racionales, y deberían preguntarse sobre la razón de sus temperamentos. En estos casos extremos el único método que puede acercarse a su pensamiento es un vigoroso testimonio de sus propias convicciones sobre la verdad del cristianismo, y específicamente sus implicaciones con respecto al día del juicio. Si son demasiado letárgicos intelectualmente para pensar por sí mismos, si hasta ahora han logrado ahogar la voz de la humanidad en su interior, parece que no les queda más remedio que dar testimonio. En cierto sentido, por supuesto, toda la presentación del sistema teísta cristiano a aquellos que no lo creen es una cuestión de testimonio. Pero nos referimos aquí a un testimonio que no es más que una vigorosa declaración de la creencia de uno en la verdad sin acelerar ninguna respuesta intelectual inmediata. El testimonio de tal y la oración sobre tal es todo lo que podemos hacer. Puede ser que nuestro testimonio y nuestra oración los lleve a comenzar alguna operación intelectual de algún tipo, para que podamos empezar a razonar con ellos.[v]

En segundo lugar, hay que señalar que hay miles de personas que no se dedican en gran medida a la consideración intelectual de la verdad, no tanto porque sean necesariamente indiferentes a tales cosas por naturaleza, sino porque no son aptas para ello. Con respecto a éstos, es obvio que sería inútil presentar el argumento intelectual del teísmo cristiano en cualquier forma sutil y detallada. Tampoco es necesario. Una simple presentación de la verdad en forma positiva, y una vez más en gran medida a modo de testimonio, puede ser todo lo que se requiere. El cristianismo no es para unos pocos intelectualistas de élite. Su mensaje es para los sencillos y los sabios. Por lo tanto, el argumento debe adaptarse a la capacidad mental de cada uno[vi] Y no hay que olvidar que la diferencia entre lo aprendido y lo no aprendido es, después de todo, muy pequeña cuando se trata de una consideración de las cuestiones finales. El erudito puede tener muchos más hechos a su disposición y ser más hábil en el uso del silogismo, pero cuando se trata de una consideración del significado de cualquier hecho o de todos los hechos juntos, todo este refinamiento no lo lleva muy lejos. Muchos hombres de inteligencia ordinaria pueden razonar consigo mismos sobre la razonabilidad de pensar en la existencia de los hechos aparte de Dios,[vii] así como el más erudito. Decir esto no es menospreciar la erudición. La erudición es necesaria en su lugar, pero no es necesaria para todos los hombres.

La mente cerrada del agnosticismo [viii]

En tercer lugar, hay muchos que son agnósticos declarados. Estos no son intelectualmente indiferentes o incapaces. Al contrario, a menudo son muy sofisticados. Son hombres con un poco de aprendizaje, lo cual es peligroso. Pueden ser expertos en el campo de la medicina y embaucadores en el campo de la epistemología. Le dirán que es evidente que nadie sabe nada sobre el origen de la materia y de la vida, y que por lo tanto es presuntuoso decir que sí lo sabe. Por lo tanto, piensan que es verdaderamente humilde decir que no saben. Es esta actitud la que subyace a gran parte del método científico actual, que quiere limitar sus investigaciones a los hechos y no sacar de ellos grandes conclusiones sobre las materias últimas.

Esta actitud suele ir unida a la seguridad sentida o declarada de que, después de todo, el hombre no tiene ninguna necesidad metafísica. Todo lo que el hombre necesita es llevarse bien durante sus tres veintenas y diez años en el entorno en el que se encuentra. Puede que se pregunte qué va a pasar después de esta vida, pero seguramente no necesita preocuparse por ello porque está seguro de que no puede hacer nada al respecto.

Con estos datos, parece que el punto que más nos preocupa es que al tratar de ser agnósticos, y al tratar de decir que no tienen necesidad de la metafísica, ya han dado una de las dos posibles respuestas a cada pregunta de la epistemología que se puede hacer.[ix]

De hecho, han dicho que todos los hechos – o, en el lenguaje epistemológico, han dicho que el objeto y el sujeto del conocimiento – existen aparte de Dios y son capaces de arreglárselas sin Dios. Piensan que no han dicho nada en absoluto acerca de los asuntos últimos, mientras que de hecho han dicho todo lo que se podría decir de ellos, y, creemos, más allá. Han tratado de ser tan modestos que no se atrevieron a hacer una declaración positiva sobre nada definitivo, mientras que han hecho una declaración negativa universal sobre la consideración más definitiva a la que se enfrenta la mente del hombre. Que esta acusación es justa se desprende de la consideración de lo contrario. Supongamos que el objeto y el sujeto del conocimiento no existen aparte de Dios. Supongamos, en otras palabras, que la concepción teísta cristiana de la filosofía es verdadera. En ese caso, no sólo es posible saber algo sobre las cosas últimas, sino que en ese caso el conocimiento de las cosas próximas depende del conocimiento de las cosas últimas. En ese caso, no se puede conocer ni un solo hecho a menos que se conozca a Dios.

Lo que el agnóstico actual debería hacer entonces es hacer su posición razonable mostrando que Dios no existe. La carga de la prueba está sobre él. Afirma, por supuesto, que la carga de la prueba está sobre nosotros cuando sostenemos que Dios existe. Sin embargo, esto no es así, ya que su propia posición, para ser razonable, debe presuponer la no existencia de Dios. Si Dios existe, el hombre puede conocerlo, por la sencilla razón de que en ese caso todo conocimiento depende de él. Por lo tanto, una posición agnóstica debe primero probar que Dios no existe.[x]

De estas consideraciones se desprende que el agnosticismo es completamente contradictorio. Y es contradictorio no sólo en la asunción de la verdad del teísmo, sino que es contradictorio en sus propias suposiciones. El agnosticismo quiere sostener que es razonable abstenerse de especulaciones epistemológicas exhaustivas porque no pueden conducir a nada. Pero para asumir esta actitud, el propio agnosticismo ha hecho la más tremenda aseveración intelectual que se podría hacer sobre las cosas finales. En segundo lugar, el agnosticismo es epistemológicamente auto-contradictorio en sus propias suposiciones porque su pretensión de no hacer ninguna afirmación sobre la realidad última se basa en una afirmación muy completa sobre la realidad última. Este es, por supuesto, el punto de importancia fundamental. Es difícil hacer ver a los hombres que, de hecho, han hecho una declaración universal sobre la totalidad de la realidad cuando piensan que han limitado sus declaraciones a sólo unos pocos hechos de su entorno inmediato. Deberíamos intentar dejar claro que la alternativa no está entre decir algo sobre la realidad última o no decir nada sobre ella, sino que la alternativa está más bien entre decir una cosa u otra sobre ella. Todo ser humano, de hecho, dice algo sobre la realidad última.

Cabe señalar que quienes afirman no decir nada sobre la realidad última no sólo dicen algo sobre ella tan bien como todos los demás, sino que han asumido por sí mismos la responsabilidad de decir una cosa definitiva sobre la realidad última. Han asumido la responsabilidad de excluir a Dios. Hemos visto de nuevo que un Dios que entrará posteriormente no es un Dios en absoluto. El agnosticismo no puede decir que está abierto a la cuestión de la naturaleza de la realidad última. Es absolutamente cerrado en el tema. Tiene una opinión que no puede, a menos que su propia suposición sea negada, cambiar por otra. Ha comenzado con la suposición de la inexistencia de Dios y debe terminar con ella. Su llamada actitud de mente abierta es por lo tanto una actitud de mente cerrada. El agnóstico debe tener una mente abierta y cerrada al mismo tiempo. Y esto no es sólo una contradicción psicológica, sino también epistemológica. Esto equivale a afirmación y negación al mismo tiempo.

Por consiguiente, se anulan entre sí, si hay poder de anulación en ellos. Pero no se puede decir que la predicación del agnosticismo tenga poder de anulación a menos que todo el sistema antiteísta se demuestre primero como verdadero. Y toda la posición nunca podría ser probada como verdadera porque cada hecho tendría que estar comprendido antes de que el agnóstico estuviera dispuesto a hacer cualquier declaración sobre cualquier otro hecho, ya que un hecho puede influir en otros hechos. Ahora bien, como es evidente que ningún agnóstico puede esperar vivir hasta que todos los hechos estén comprendidos, cada agnóstico debe morir con una mente “abierta” y al mismo tiempo con una mente cerrada sobre el tema de la existencia de Dios. En su lecho de muerte debe hacer no una, sino dos declaraciones. No puede decir que la ciencia no tiene que hacer ningún pronunciamiento y dejarlo así. Debe hacer primero una declaración negativa universal que, como hemos visto, está implicada en su posición agnóstica. Luego debe al mismo tiempo tener una mente completamente abierta a la cuestión de la existencia de Dios. Debe decir que no puede haber un juicio, y al mismo tiempo debe buscarlo a la vuelta de la esquina como el siguiente hecho que podría, a pesar de lo que su propia posición le permite mantener, aparecer.

La única manera, entonces, en que el agnóstico puede buscar armonizar las declaraciones mutuamente excluyentes que él se encuentra constantemente haciendo acerca de la realidad última es sostener que ninguna de ellas significa nada porque todas ellas operan en un vacío. Y no podría decir nada sobre el vacío a menos que hubiera algo más allá del vacío. En otras palabras, no puede argumentar la verdad de la posición agnóstica o generalmente no teísta, excepto bajo la asunción de la verdad del sistema teísta cristiano.

Es en este sentido, entonces, que tendremos que tratar con el agnosticismo. Primero podemos mostrar que es contradictorio ya que el teísmo cristiano es verdadero. Luego debemos mostrar que es contradictorio si el antiteísmo es verdadero. Y finalmente debemos mostrar que ni siquiera tendría el poder de mostrarse contradictorio en su propia suposición a menos que el teísmo sea verdadero. La concepción antiteísta de lo contradictorio presupone la concepción teísta de lo contradictorio para su funcionamiento.[xi]

Por cierto, podemos señalar que, además de ser psicológica y epistemológicamente contradictorio, el agnóstico es moralmente contradictorio. Su argumento era que es muy humilde, y por esa razón no está dispuesto a pretender saber nada sobre los asuntos últimos. Sin embargo, ha hecho por implicación una declaración universal sobre la realidad. Por lo tanto, no sólo afirma saber tanto como el teísta sabe, sino que afirma saber mucho más. Más que eso, no sólo afirma saber mucho más que el teísta, sino que afirma saber más que el Dios del teísta. Ha puesto la posibilidad por encima del Dios del teísta y está dispuesto a probar las consecuencias de su acción. Es así como la arrogancia de la que tanto hablaban los griegos, y sobre la que invocaban la ira de los dioses, aparece con nuevos y aparentes trajes de inocencia.


Por: Cornelius Van Til


Notas:

[i] Extractos de Survey of Christian Epistemology, x-xi, 195-98.

[ii] Van Til indica aquí que las concepciones filosóficas de las cosas designadas con la terminología epistemológica común (por ejemplo, “inducción”, “lógica”, “prueba”, “objetividad”) difieren entre la visión del mundo cristiana y la no cristiana.

[iii] Se puede esperar que el hombre argumente de manera racional -y que sea convencido efectivamente por la argumentación racional- porque ha sido creado como imagen de Dios, que es Él mismo completamente racional. Pero para perseguir la autonomía y suprimir el conocimiento de Dios, los hombres inevitablemente distorsionan la verdadera racionalidad y la reemplazan con imitaciones un tanto irracionales.

[iv] Un extracto de Survey of Christian Epistemology, 211-12.

[v] Como criaturas racionales de Dios, los incrédulos deben ser animados y dirigidos -mediante un vigoroso testimonio (a ellos) y la oración (a Dios)- a comprometer sus capacidades intelectuales y a “empezar a razonar” sobre asuntos relacionados con Dios y su destino.

[vi] Esta sabia y perspicaz observación no puede ser suficientemente enfatizada. Desafortunadamente, en libros como el de Van Til (o éste), donde se deben tratar temas filosóficos algo avanzados y sofisticados para explicar la apologética como una ciencia autoconsciente a una audiencia educada, se puede dejar fácilmente la impresión de que la práctica de la defensa de la fe es sólo para intelectuales o filósofos. Esta impresión es errónea, y Van Til quería que eso se entendiera claramente. (Los estudiantes de Van Til recordarán con calidez cómo en las clases “hablaba a las jirafas” [comiendo el alto follaje] así como “a los conejitos” [mordisqueando la hierba inferior]). El argumento académico de la verdad del cristianismo puede y debe ser “adaptado a la capacidad mental de cada uno”. Una de las características que me convencieron del presuposicionalismo fue precisamente su adaptabilidad a todo tipo de audiencia y a todo tipo de persona, sin importar su inteligencia o educación. Puede ser enseñado a los niños (sin etiquetas extravagantes) y usado para debatir con intelectuales mundanos (con perspicacia filosófica).

[vii] Las personas que carecen de formación filosófica o experiencia en el razonamiento abstracto pueden, sin embargo, razonar sobre las cosas. Dejando a un lado los prejuicios elitistas, los hombres comunes son tan “filósofos” y equipados intelectualmente como aquellos con entrenamiento formal o títulos. Van Til confiaba en que el hombre de la calle podría ser llevado a usar sus dotes intelectuales para ver cuán “irrazonable” sería pensar que podría saber algo o darle sentido aparte del Dios que se revela en la Biblia.

[viii] Un extracto de Survey of Christian Epistemology, 212-15.

[ix] Una y otra vez Van Til observó que aquellos que se imaginan a sí mismos como neutrales no han dejado de lado las cuestiones principales o se han negado a tomar partido en relación con ellas. El apologista no debe, por lo tanto, ser engañado por la apariencia externa y la profesión de agnosticismo de los incrédulos. En efecto, han respondido a preguntas cruciales y han elegido entre opciones, sin querer llamar la atención sobre el hecho (ya sea hacia ellos mismos o hacia los demás)

[x] La cuestión de la carga de la prueba es a menudo malinterpretada. Si estamos discutiendo sobre algo cuya existencia o inexistencia no tiene ninguna relación con la inteligibilidad de nuestra experiencia y razonamiento (digamos, unicornios), entonces es comprensible que la carga de la prueba recaiga en aquellos que afirman su existencia; sin pruebas, tales cosas deben ser desestimadas como producto de su imaginación. Pero la existencia de Dios no está en este orden. La existencia de Dios tendría una influencia tremenda en la posibilidad de que el hombre supiera algo, tuviera una inteligencia consciente de sí mismo, interpretara adecuadamente sus experiencias o hiciera inteligible su razonamiento -incluso diera sentido a lo que llamamos “imaginación”. En este caso especial, la carga de la prueba en el argumento entre un teísta y un antiteísta se desplazaría a la persona que niega la existencia de Dios, ya que la posibilidad e inteligibilidad de ese mismo debate se ve directamente afectada por la posición adoptada.

[xi] Es extremadamente importante notar y reflexionar sobre el punto que está haciendo Van Til en esta coyuntura. Como veremos en breve, un argumento “trascendental” tiene este “rasgo lógico” especial, que puede sacar su conclusión de la afirmación de alguna posición (o premisa) así como de la negación de esa posición (o premisa). Esto exhibe la “necesidad” de lo que prueba el argumento trascendental. No es, pues, lo mismo que la necesidad deductiva, ya que la negación de una premisa crucial en un argumento deductivo haría que el argumento fuera inválido.


Instrucción Divina versus Autonomía

Por: Vern S. Poythress


Cimientos: Instrucción Divina versus Autonomía

Todas estas preguntas son importantes y han dado lugar a libros llenos de argumentos, tanto a favor como en contra. Cualquier indagador puede examinarlos por sí mismo. Podríamos repetir algunos de estos argumentos o añadir otros. Pero tales argumentos son para otros libros. En este libro, nos centramos en la lógica. Es decir, nos estamos centrando en el proceso mismo del análisis de los argumentos. Cuando un indagador se compromete a analizar un argumento específico, ya sea sobre Dios o sobre algún otro tema, inevitablemente tiene en el fondo de su pensamiento algunos principios o ideas generales sobre la evaluación de argumentos. En efecto, se basa en la lógica, aunque no sea consciente de ello.

Ahora surge una dificultad. Hay dos maneras radicalmente diferentes de entender la lógica, no sólo una. Está el camino cristiano, y está el camino moderno habitual, que también ha sido el camino dominante dentro de la historia de la filosofía occidental. El camino cristiano es escuchar sumisamente la instrucción de Jesucristo, que es el Señor del universo. El camino moderno es el camino de la autonomía, en el que tratamos nuestros propios poderes humanos como lo último cuando nos comprometemos en el proceso de evaluación.

Podemos ilustrar la diferencia utilizando un incidente del filósofo Sócrates, tal y como se registra en el diálogo de Platón Euthyphro. En un momento clave, Sócrates pide: “Dime qué es la santidad, no importa si es amada por los dioses o por cualquier otra cosa que le suceda”.[1] Los dioses en cuestión son los dioses griegos, cada uno de los cuales está limitado en relación con los demás, y todos ellos son finitos. Se pelean entre ellos; no son de fiar. En este contexto, parece muy razonable que Sócrates intente descubrir la verdadera naturaleza de la santidad, independientemente de lo que digan los dioses. Él lo razonará. En el contexto de los desarrollos filosóficos posteriores en el mundo occidental, Sócrates se convierte en un emblema para el uso autónomo de la mente y de los poderes de razonamiento. La palabra autonomía en su etimología significa “auto-ley”. Autonomía significa hacer del juicio humano y de los estándares humanos de juicio una piedra de toque final en la vida de uno.

En contraste con el camino de la autonomía, tenemos el camino de someternos a la revelación divina. Pero, ¿está este camino realmente abierto para nosotros? La situación con los dioses griegos muestra la dificultad. Las llamadas revelaciones de los llamados dioses pueden ser poco fiables. Pueden ser peores, pueden ser manipuladores. Los seres humanos pueden afirmar falsamente que tienen revelaciones para ganar poder y prestigio. Según la Biblia, los espíritus malignos pueden venir a las personas y darles “revelaciones” engañosas (Hechos 16:16-18; 2 Tesalonicenses 2:9-12).

La realidad de tales revelaciones falsas no muestra que la revelación genuina es imposible. La falsificación es la falsificación de lo genuino. La afirmación de la Biblia es precisamente que es la revelación genuina del único y verdadero Dios. ¿Es cierta esa afirmación?

Cada persona tiene que decidir. Él tiene que decidir lo que piensa de Dios, de Jesucristo, de la resurrección de Jesucristo y del estatus en la Biblia. Puede que se encuentre sopesando argumentos a favor y en contra.

Cada persona tiene su propia historia personal. Pero en algunos casos, la gente comienza con el relato de Jesucristo dado en la Biblia en los cuatro Evangelios-Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Descubren quién es Jesús. Leen sobre lo que ha hecho. Ellos ven la evidencia dentro de la Biblia para creer que Él se levantó de entre los muertos. Tal vez escuchan argumentos de otros. En algún momento, pueden convencerse de que Jesús realmente resucitó de entre los muertos, y de que este milagro prueba sus afirmaciones. También pueden estar convencidos de su propia rebelión contra Dios y de su necesidad de que Cristo los salve. Se comprometen a ser seguidores o discípulos de Cristo.

Como parte de este proceso, ellos ven que Cristo da testimonio de la autoridad divina del Antiguo Testamento, e indirectamente del Nuevo Testamento, porque Cristo autorizó a los apóstoles como testigos (Hechos 1:8). Así que su visión de la Biblia cambia. Comienzan a usar las instrucciones de la Biblia en lugar de un juicio autónomo como su guía final. Ya sea que el proceso sea largo o corto, podemos ver una marcada diferencia entre el principio y el fin: antes estaban en rebelión, y ahora han sido reconciliados con Dios por medio de Cristo.

Pero según la Biblia nadie es neutral en el proceso. Todos somos por naturaleza rebeldes contra Dios y no queremos someternos. La Biblia misma indica que el corazón de la dificultad no está en el supuesto carácter dudoso de la evidencia presentada en la Biblia (la evidencia de la resurrección de Cristo es particularmente pertinente), sino en el carácter dudoso o más bien pecaminoso de nosotros que la leemos. Además, nuestra pecaminosidad infecta nuestro razonamiento, de modo que llegamos a la evidencia con normas corruptas para juzgarla. Incluso si la Biblia es genuina, queremos juzgarla en lugar de someternos a Dios. Queremos permanecer a cargo de nuestra vida (autonomía), incluyendo la vida de la razón. Nuestro deseo de autonomía, y la concepción del razonamiento que la acompaña, necesitan cambiar. Necesitamos ser redimidos por Dios de nuestra rebelión.

“Pero,” alguien puede preguntar, “si un incrédulo está interactuando con la Biblia y con la evidencia de la resurrección de Cristo, ¿no está participando en un razonamiento autónomo? ¿No estás apoyando la autonomía al principio, cuando un incrédulo comienza su investigación, sólo para ir más allá al final?” No, no apoyamos el razonamiento autónomo, ni al principio ni al final. La Biblia deja claro que tal razonamiento constituye una forma de rebelión contra Dios. Es pecaminoso.

La Biblia indica que Dios viene a los pecadores y los cambia, a través del poder de Cristo y el poder de su resurrección. Cristo fue resucitado a una nueva vida físicamente. Las personas que vienen a Cristo reciben nueva vida espiritualmente. Son “nacidos de nuevo”, para usar la expresión de Juan 3. Esta es la única manera de vencer la rebelión pecaminosa: “De cierto, de cierto os digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3).[2]

Este nuevo nacimiento de Dios es misterioso, porque sucede dentro de las personas, y ningún ser humano es plenamente consciente de todo lo que está sucediendo (Juan 3:8). En el nivel de la realidad espiritual, cualquier individuo en particular está a favor o en contra de Dios. Pero en el nivel de la percepción consciente, la situación puede parecer a menudo mixta. La gente puede sentirse atraída por Jesús y, sin embargo, no estar dispuesta a creer en sus afirmaciones o a someterse a él. Dios usa su propia palabra en el proceso de cambio (1 Ped. 1: 23). El poder de Dios y la verdad de Dios en Jesús superan y cambian las disposiciones autónomas en el corazón de una persona. Un resultado positivo se produce a pesar de los deseos autónomos, no por ellos.

Si nuestro pensamiento sobre el razonamiento necesita ser redimido, no vamos a ser capaces de usar el razonamiento de la manera en que a menudo se ha entendido en la tradición occidental. Debemos tener una base más fiable. Dios mismo es ese fundamento. Llegamos a conocer a Dios a través de Cristo. Dios nos instruye acerca de sus caminos en la Biblia. Al amarlo y absorber su instrucción, tenemos la esperanza de llegar a una sólida comprensión del razonamiento y la lógica.

Pero inmediatamente nos enfrentamos a las objeciones a este tipo de enfoque. Los objetores podrían decir que no aceptan la Biblia como una fuente confiable de verdad. Podrían presentar argumentos. Y nosotros, a su vez, podemos responder con más argumentos. Pero en este proceso, diferimos no sólo en las conclusiones sino también en nuestros medios para evaluar los argumentos, porque hay más de una comprensión posible del razonamiento y la lógica.


Extracto de su libro “Logic: A God-Centered Approach to the Foundation of Western Thought”

Notas.

[1] Platón, Euthyphro, Trans. Harold N. Fowler (Londres: Heinemann; Cambridge, MA: Harvard University Press, 1966), 13B. Véase el análisis más detallado en el apéndice F2.

[2] La expresión subyacente en griego puede significar “nacido de nuevo” o “nacido de arriba”. Ambos significados son probablemente intencionados. La nueva vida espiritual es nueva, como nacer por segunda vez, y es de lo alto, es decir, de Dios.