Instrucción Divina versus Autonomía

Por: Vern S. Poythress


Cimientos: Instrucción Divina versus Autonomía

Todas estas preguntas son importantes y han dado lugar a libros llenos de argumentos, tanto a favor como en contra. Cualquier indagador puede examinarlos por sí mismo. Podríamos repetir algunos de estos argumentos o añadir otros. Pero tales argumentos son para otros libros. En este libro, nos centramos en la lógica. Es decir, nos estamos centrando en el proceso mismo del análisis de los argumentos. Cuando un indagador se compromete a analizar un argumento específico, ya sea sobre Dios o sobre algún otro tema, inevitablemente tiene en el fondo de su pensamiento algunos principios o ideas generales sobre la evaluación de argumentos. En efecto, se basa en la lógica, aunque no sea consciente de ello.

Ahora surge una dificultad. Hay dos maneras radicalmente diferentes de entender la lógica, no sólo una. Está el camino cristiano, y está el camino moderno habitual, que también ha sido el camino dominante dentro de la historia de la filosofía occidental. El camino cristiano es escuchar sumisamente la instrucción de Jesucristo, que es el Señor del universo. El camino moderno es el camino de la autonomía, en el que tratamos nuestros propios poderes humanos como lo último cuando nos comprometemos en el proceso de evaluación.

Podemos ilustrar la diferencia utilizando un incidente del filósofo Sócrates, tal y como se registra en el diálogo de Platón Euthyphro. En un momento clave, Sócrates pide: “Dime qué es la santidad, no importa si es amada por los dioses o por cualquier otra cosa que le suceda”.[1] Los dioses en cuestión son los dioses griegos, cada uno de los cuales está limitado en relación con los demás, y todos ellos son finitos. Se pelean entre ellos; no son de fiar. En este contexto, parece muy razonable que Sócrates intente descubrir la verdadera naturaleza de la santidad, independientemente de lo que digan los dioses. Él lo razonará. En el contexto de los desarrollos filosóficos posteriores en el mundo occidental, Sócrates se convierte en un emblema para el uso autónomo de la mente y de los poderes de razonamiento. La palabra autonomía en su etimología significa “auto-ley”. Autonomía significa hacer del juicio humano y de los estándares humanos de juicio una piedra de toque final en la vida de uno.

En contraste con el camino de la autonomía, tenemos el camino de someternos a la revelación divina. Pero, ¿está este camino realmente abierto para nosotros? La situación con los dioses griegos muestra la dificultad. Las llamadas revelaciones de los llamados dioses pueden ser poco fiables. Pueden ser peores, pueden ser manipuladores. Los seres humanos pueden afirmar falsamente que tienen revelaciones para ganar poder y prestigio. Según la Biblia, los espíritus malignos pueden venir a las personas y darles “revelaciones” engañosas (Hechos 16:16-18; 2 Tesalonicenses 2:9-12).

La realidad de tales revelaciones falsas no muestra que la revelación genuina es imposible. La falsificación es la falsificación de lo genuino. La afirmación de la Biblia es precisamente que es la revelación genuina del único y verdadero Dios. ¿Es cierta esa afirmación?

Cada persona tiene que decidir. Él tiene que decidir lo que piensa de Dios, de Jesucristo, de la resurrección de Jesucristo y del estatus en la Biblia. Puede que se encuentre sopesando argumentos a favor y en contra.

Cada persona tiene su propia historia personal. Pero en algunos casos, la gente comienza con el relato de Jesucristo dado en la Biblia en los cuatro Evangelios-Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Descubren quién es Jesús. Leen sobre lo que ha hecho. Ellos ven la evidencia dentro de la Biblia para creer que Él se levantó de entre los muertos. Tal vez escuchan argumentos de otros. En algún momento, pueden convencerse de que Jesús realmente resucitó de entre los muertos, y de que este milagro prueba sus afirmaciones. También pueden estar convencidos de su propia rebelión contra Dios y de su necesidad de que Cristo los salve. Se comprometen a ser seguidores o discípulos de Cristo.

Como parte de este proceso, ellos ven que Cristo da testimonio de la autoridad divina del Antiguo Testamento, e indirectamente del Nuevo Testamento, porque Cristo autorizó a los apóstoles como testigos (Hechos 1:8). Así que su visión de la Biblia cambia. Comienzan a usar las instrucciones de la Biblia en lugar de un juicio autónomo como su guía final. Ya sea que el proceso sea largo o corto, podemos ver una marcada diferencia entre el principio y el fin: antes estaban en rebelión, y ahora han sido reconciliados con Dios por medio de Cristo.

Pero según la Biblia nadie es neutral en el proceso. Todos somos por naturaleza rebeldes contra Dios y no queremos someternos. La Biblia misma indica que el corazón de la dificultad no está en el supuesto carácter dudoso de la evidencia presentada en la Biblia (la evidencia de la resurrección de Cristo es particularmente pertinente), sino en el carácter dudoso o más bien pecaminoso de nosotros que la leemos. Además, nuestra pecaminosidad infecta nuestro razonamiento, de modo que llegamos a la evidencia con normas corruptas para juzgarla. Incluso si la Biblia es genuina, queremos juzgarla en lugar de someternos a Dios. Queremos permanecer a cargo de nuestra vida (autonomía), incluyendo la vida de la razón. Nuestro deseo de autonomía, y la concepción del razonamiento que la acompaña, necesitan cambiar. Necesitamos ser redimidos por Dios de nuestra rebelión.

“Pero,” alguien puede preguntar, “si un incrédulo está interactuando con la Biblia y con la evidencia de la resurrección de Cristo, ¿no está participando en un razonamiento autónomo? ¿No estás apoyando la autonomía al principio, cuando un incrédulo comienza su investigación, sólo para ir más allá al final?” No, no apoyamos el razonamiento autónomo, ni al principio ni al final. La Biblia deja claro que tal razonamiento constituye una forma de rebelión contra Dios. Es pecaminoso.

La Biblia indica que Dios viene a los pecadores y los cambia, a través del poder de Cristo y el poder de su resurrección. Cristo fue resucitado a una nueva vida físicamente. Las personas que vienen a Cristo reciben nueva vida espiritualmente. Son “nacidos de nuevo”, para usar la expresión de Juan 3. Esta es la única manera de vencer la rebelión pecaminosa: “De cierto, de cierto os digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3).[2]

Este nuevo nacimiento de Dios es misterioso, porque sucede dentro de las personas, y ningún ser humano es plenamente consciente de todo lo que está sucediendo (Juan 3:8). En el nivel de la realidad espiritual, cualquier individuo en particular está a favor o en contra de Dios. Pero en el nivel de la percepción consciente, la situación puede parecer a menudo mixta. La gente puede sentirse atraída por Jesús y, sin embargo, no estar dispuesta a creer en sus afirmaciones o a someterse a él. Dios usa su propia palabra en el proceso de cambio (1 Ped. 1: 23). El poder de Dios y la verdad de Dios en Jesús superan y cambian las disposiciones autónomas en el corazón de una persona. Un resultado positivo se produce a pesar de los deseos autónomos, no por ellos.

Si nuestro pensamiento sobre el razonamiento necesita ser redimido, no vamos a ser capaces de usar el razonamiento de la manera en que a menudo se ha entendido en la tradición occidental. Debemos tener una base más fiable. Dios mismo es ese fundamento. Llegamos a conocer a Dios a través de Cristo. Dios nos instruye acerca de sus caminos en la Biblia. Al amarlo y absorber su instrucción, tenemos la esperanza de llegar a una sólida comprensión del razonamiento y la lógica.

Pero inmediatamente nos enfrentamos a las objeciones a este tipo de enfoque. Los objetores podrían decir que no aceptan la Biblia como una fuente confiable de verdad. Podrían presentar argumentos. Y nosotros, a su vez, podemos responder con más argumentos. Pero en este proceso, diferimos no sólo en las conclusiones sino también en nuestros medios para evaluar los argumentos, porque hay más de una comprensión posible del razonamiento y la lógica.


Extracto de su libro “Logic: A God-Centered Approach to the Foundation of Western Thought”

Notas.

[1] Platón, Euthyphro, Trans. Harold N. Fowler (Londres: Heinemann; Cambridge, MA: Harvard University Press, 1966), 13B. Véase el análisis más detallado en el apéndice F2.

[2] La expresión subyacente en griego puede significar “nacido de nuevo” o “nacido de arriba”. Ambos significados son probablemente intencionados. La nueva vida espiritual es nueva, como nacer por segunda vez, y es de lo alto, es decir, de Dios. 


Razonamiento por Presuposición

Por: Cornelius Van Til


Razonamiento por Presuposición[i]

Siendo estas cosas como son, será nuestra primera tarea en este capítulo mostrar que un método consistentemente cristiano de argumento apologético, de acuerdo con su propia concepción básica del punto de partida, debe ser por presuposición. Argumentar por presuposición es indicar cuáles son los principios epistemológicos y metafísicos que subyacen y controlan el propio método. El apologista reformado admitirá francamente que su propia metodología presupone la verdad del teísmo cristiano. La base de todas las doctrinas del teísmo cristiano es la del Dios autónomo o, si lo deseamos, la de la trinidad ontológica. Es esta noción de la trinidad ontológica la que en última instancia controla una metodología verdaderamente cristiana. Sobre la base de esta noción de la trinidad ontológica y en consonancia con ella, está el concepto del consejo de Dios según el cual se regulan todas las cosas en el mundo creado.[ii]

La metodología cristiana se basa, por lo tanto, en presuposiciones que son bastante opuestas a las de los no cristianos. Se considera que es la esencia misma de cualquier forma de metodología no cristiana la que no puede ser determinada de antemano a qué conclusiones debe llevar. Sostener, como debe hacer el apologista cristiano para no negar lo que intenta establecer, que la conclusión de un verdadero método constituye la verdad del teísmo cristiano es, desde el punto de vista del no cristiano, la prueba más clara del autoritarismo. A pesar de esta pretensión de neutralidad por parte del no cristiano, el apologista reformado debe señalar que todo método, el supuestamente neutral no menos que cualquier otro, presupone la verdad o la falsedad del teísmo cristiano.

El método de razonamiento por presuposición puede decirse que es indirecto más que directo. La cuestión entre creyentes y no creyentes en el teísmo cristiano no puede resolverse apelando directamente a “hechos” o “leyes” cuya naturaleza y significado ya han sido acordados por ambas partes del debate. La cuestión es más bien cuál es el punto de referencia final necesario para hacer inteligibles los “hechos” y las “leyes”.[iii] La cuestión es qué son realmente los “hechos” y las “leyes”. ¿Son lo que la metodología no cristiana asume que son? ¿Son lo que la metodología teísta cristiana presupone que son?

La respuesta a esta pregunta no puede ser finalmente resuelta por ninguna discusión directa de “hechos”. Debe, en último análisis, ser resuelta indirectamente. El apologista cristiano debe situarse en la posición de su oponente, asumiendo la corrección de su método por el mero hecho de argumentar, para mostrarle que en tal posición los “hechos” no son hechos y las “leyes” no son leyes. También debe pedir al no cristiano que se coloque en la posición cristiana por el bien del argumento, para que se le demuestre que sólo sobre esa base los “hechos” y las “leyes” parecen inteligibles.

Admitir las propias presuposiciones y señalar las de los demás es, por lo tanto, mantener que todo razonamiento es, en la naturaleza del caso, un razonamiento circular. El punto de partida, el método y la conclusión están siempre implicados entre sí.

Digamos que el apologista cristiano ha puesto la posición del teísmo cristiano antes que su oponente. Digamos además que ha señalado que su propio método de investigación de la realidad presupone la verdad de su posición. Esto le parecerá a su amigo, a quien busca ganar para que acepte la posición cristiana como altamente autoritaria y en desacuerdo con el uso apropiado de la razón humana. ¿Qué hará el apologista a continuación? Si es católico romano o arminiano, bajará el tono de la naturaleza del cristianismo hasta cierto punto para hacer parecer que la aplicación consistente del método neutral de su amigo llevará a una aceptación del teísmo cristiano después de todo. Pero si es calvinista, este camino no está abierto para él. Señalará que cuanto más consistentemente su amigo aplique su método supuestamente neutral, con mayor certeza llegará a la conclusión de que el teísmo cristiano no es verdadero. Los católicos romanos y los arminianos, apelando a la “razón” del hombre natural como el propio hombre natural interpreta su razón, es decir, como autónoma, están obligados a utilizar el método directo de acercamiento al hombre natural, un método que asume la corrección esencial de una concepción no cristiana y no teísta de la realidad.

El apologista reformado, por otra parte, apelando a ese conocimiento del verdadero Dios en el hombre natural que el hombre natural suprime mediante su asunción de ultimidad, también apelará al conocimiento del verdadero método que el hombre natural conoce, pero suprime. El hombre natural en el fondo sabe que es la criatura de Dios. Sabe también que es responsable ante Dios. Sabe que debe vivir para la gloria de Dios. Sabe que en todo lo que hace debe subrayar que el campo de la realidad que investiga tiene el sello de la propiedad de Dios sobre él. Pero suprime su conocimiento de sí mismo tal y como es en realidad. Es el hombre con la máscara de hierro. Un verdadero método de apologética debe buscar arrancar esa máscara de hierro.

Los católicos romanos y los arminianos no hacen ningún intento de hacerlo. Incluso halagan a su portador por su buena apariencia. En las introducciones de sus libros de apologética, tanto los arminianos como los católicos romanos buscan frecuentemente tranquilizar a sus “oponentes” asegurándoles que su método, en su campo, es todo lo que cualquier cristiano podría desear. En contradicción con esto, el apologista reformado señalará una y otra vez que el único método que llevará a la verdad en cualquier campo es aquel que reconoce el hecho de que el hombre es una criatura de Dios, que por lo tanto debe tratar de pensar los pensamientos de Dios después de él.

No es que el apologista reformado no deba interesarse por la naturaleza del método no cristiano. Al contrario, debe hacer un análisis crítico de él. Debería, por así decirlo, unirse a su “amigo” en el uso del mismo. Pero debería hacerlo de forma consciente con el propósito de mostrar que su aplicación más consistente no sólo aleja del teísmo cristiano, sino que al alejarse del teísmo cristiano lleva a la destrucción de la razón y la ciencia también.

Una ilustración puede indicar más claramente lo que se quiere decir. Supongamos que pensamos en un hombre hecho de agua en un océano de agua infinitamente extendido y sin fondo. Deseando salir del agua, hace una escalera de agua. Coloca esta escalera sobre el agua y contra el agua y luego intenta salir del agua. Así, sin esperanza y sin sentido, se debe dibujar una imagen de la metodología del hombre natural basada en la suposición de que el tiempo o la casualidad es lo último. En su suposición, su propia racionalidad es un producto del azar. En su suposición, incluso las leyes de la lógica que emplea son productos del azar. La racionalidad y el propósito que puede estar buscando siguen siendo productos del azar. Así pues, el apologista cristiano, cuya posición le obliga a sostener que el teísmo cristiano es realmente verdadero y que como tal debe ser tomado como la presuposición que hace inteligible la adquisición de conocimientos en cualquier campo, debe unirse a su “amigo” en sus giros desesperados para señalarle que sus esfuerzos son siempre en vano.

Parecerá entonces que el teísmo cristiano, rechazado en primer lugar por su supuesto carácter autoritario, es la única posición que da a la razón humana un campo de acción para el éxito y un método de verdadero progreso en el conocimiento.

Dos observaciones pueden hacerse aquí para responder a las objeciones más evidentes que se plantearán a este método del apologista reformado. La primera objeción que se sugiere puede expresarse en la pregunta retórica: “¿Quiere usted afirmar que los no cristianos no descubren la verdad por los métodos que emplean?” La respuesta es que no queremos decir nada tan absurdo como eso. La implicación del método que aquí se defiende es simplemente que los no cristianos nunca son capaces y por lo tanto nunca emplean sus propios métodos de manera consistente.

Dice A. E. Taylor al discutir la cuestión de la uniformidad de la naturaleza: “El pensamiento fundamental de la ciencia moderna, en todo caso hasta ayer, era que hay un reinado universal de la ley en toda la naturaleza. La naturaleza es racional en el sentido de que tiene en todas partes un patrón coherente que podemos detectar progresivamente mediante la aplicación constante de nuestra propia inteligencia al escrutinio de los procesos naturales. La ciencia se ha construido todo el tiempo sobre la base de este principio de la uniformidad de la naturaleza, y el principio es uno que la propia ciencia no tiene medios para demostrar. Nadie podría probar su verdad a un oponente que la disputara seriamente. Porque todos los intentos de producir “pruebas” de la “uniformidad de la naturaleza” presuponen el mismo principio que se pretende probar.”[iv] Nuestro argumento en contra de esto sería que la existencia del Dios del teísmo cristiano y la concepción de su consejo como control de todas las cosas en el universo es la única presuposición que puede explicar la uniformidad de la naturaleza que el científico necesita.

Pero la mejor y única prueba posible de la existencia de tal Dios es que su existencia es necesaria para la uniformidad de la naturaleza y para la coherencia de todas las cosas en el mundo. No podemos probar la existencia de vigas bajo el suelo si por prueba entendemos que deben ser comprobables de la forma en que podemos ver las sillas y mesas de la sala. Pero la idea misma de un suelo como soporte de mesas y sillas requiere la idea de vigas que están debajo. Pero no habría suelo si no hubiera vigas debajo.[v]

Así que hay una prueba absolutamente segura de la existencia de Dios y de la verdad del teísmo cristiano. Incluso los no cristianos presuponen su verdad mientras la rechazan verbalmente. Necesitan presuponer la verdad del teísmo cristiano para dar cuenta de sus propios logros.

El verdadero apologista cristiano tiene su principio de discontinuidad; se expresa en su apelación a la mente de Dios como omnicomprensivo en el conocimiento porque todo lo controla en el poder. Mantiene su principio de discontinuidad entonces, no a expensas de toda relación lógica entre los hechos, sino por el reconocimiento de su condición de criatura. Su principio de discontinuidad es, por lo tanto, lo opuesto al del irracionalismo sin ser el del racionalismo. El cristiano también tiene su principio de continuidad. Es el del Dios autónomo y su plan para la historia. Su principio de continuidad es, por lo tanto, el opuesto al del racionalismo sin ser el del irracionalismo.

Uniendo el principio cristiano de continuidad y el principio cristiano de discontinuidad obtenemos el principio cristiano de razonamiento por presuposición. Es la existencia real del Dios del teísmo cristiano y la autoridad infalible de la Escritura que habla a los pecadores sobre este Dios que debe ser tomado como la presuposición de la inteligibilidad de cualquier hecho en el mundo.

Esto no implica que sea posible llevar todo el debate sobre el teísmo cristiano a su plena expresión en cada discusión de un hecho histórico individual. Tampoco implica que el debate sobre los detalles históricos no sea importante. Significa que ningún apologista cristiano puede permitirse el lujo de olvidar la afirmación de su sistema con respecto a un hecho en particular. Siempre debe mantener que el “hecho” que se discute con su oponente debe ser lo que la Escritura dice que es, si quiere ser inteligible como un hecho en absoluto. … Sólo como manifestaciones de ese sistema son lo que son. Si el apologista no los presenta como tales, no los presenta como lo que son.


Notas

[i] Defense of the Faith, 116-20,134-35. La selección de lecturas, con el mismo título que aquí, apareció por primera vez en el sílabus principal de Van Til, Apologética (págs. 61 y ss.). Puede considerarse merecidamente como la esencia de su instrucción sobre cómo defender las verdades que proclama el cristianismo.

[ii] Es imperativo tener en cuenta que Van Til describió el método de presuposición como el que funciona desde el principio con las doctrinas distintivas del teísmo cristiano (por ejemplo, la Trinidad, la divina providencia). Anteriormente en este capítulo, se señaló que el método trascendental de Van Til es concreto, no abstracto o formal. Nunca se ofreció a discutir con el no creyente simplemente la visión del mundo de un dios de naturaleza y carácter indeterminados, sino que siempre presentó la visión del mundo específica y completa del cristianismo bíblico. Por eso el programa de estudios de Apologética y el libro “La Defensa de la Fe” comienzan con declaraciones detalladas de la teología cristiana. Estas afirmaciones no estaban pensadas simplemente como una revisión, un calentamiento para la apologética; eran para Van Til una parte definitoria de la tarea apologética. Por consiguiente, su método presuposicional no podía ser usado en defensa de “cualquier otra religión”, como muchos críticos han sugerido erróneamente.

En el trato con los defensores de otras religiones, el apologista cristiano debería utilizar el método de presuposición de la misma manera que lo haría con los ateos y materialistas. Es decir, hace un examen interno de la visión del mundo que es ofrecida por cualquier devoto religioso con el que está teniendo el diálogo. El hecho de que el religionista opuesto hable formalmente de “Dios” (o “dioses”) no es una dificultad aquí, ya que debe definir su concepto específico de deidad. Su deidad no es el Dios cristiano, porque la Escritura dice, “Su roca no es como la nuestra” (Deut. 32:31). Recordemos la devastadora crítica profética de los ídolos sin vida de los paganos, que están (contradictoriamente) bajo el control de aquellos que se inclinan ante ellos. El uso de vocabulario religioso no cambia la aplicabilidad del método indirecto de refutar las presuposiciones no cristianas.

La mayoría de los comentarios no estudiados y superficiales de la gente sobre la religión comparativa -por ejemplo, que “todas las religiones son iguales” o que “puedes elegir los libros sagrados” -pueden ser fácilmente contradichos por el apologista. De hecho, si alguien se siente tentado a ser el portavoz y defensor de “cualquier” religión no cristiana (para silenciar la apologética cristiana), debe observarse cortésmente que la gran mayoría de las religiones del mundo ni siquiera pueden ofrecer una competencia epistemológica a la visión cristiana del mundo. Hay, en efecto, otros libros sagrados, pero no se parecen en nada a la Biblia. Un análisis interno de los presupuestos metafísicos y epistemológicos de las religiones no cristianas muestra que enseñan, metafísicamente, que no hay ningún dios, o ningún dios personal, o ningún dios omnisciente, soberano, etc. Por consiguiente, desde una perspectiva epistemológica, estos libros sagrados no son y no pueden ser nada parecido a lo que la Biblia pretende para sí misma, a saber, ser la comunicación personal y la revelación verbal infalible del único Creador viviente, completamente soberano y omnisciente. Los otros libros religiosos, por sus propios presupuestos, no dan ninguna razón para aceptarlos como verdaderos o normativos. Y en cuanto a sus propias cosmovisiones, estos libros como piezas de literatura no pueden tener ninguna autoridad epistemológica o ética. Lo que ofrecen (cuando se puede dar sentido a todo ello) es simplemente una opinión en contra de otra.

Las restantes religiones o cultos del mundo que en un principio parecen ofrecer algo que compite con el cristianismo (a saber, una deidad personal y una revelación verbal) suelen ser pobres imitaciones del cristianismo (utilizando “capital prestado”) o herejías cristianas (apartándose de la enseñanza bíblica de manera crucial). Normalmente, la mejor táctica es razonar con los defensores de estos grupos desde la Escritura, refutando sus errores desde la misma Escritura. Esto equivale a una crítica interna de la cosmovisión opuesta. Por ejemplo, Sun Myung Moon trata de autorizar algunas de sus enseñanzas apelando simplemente a la Biblia, pero no tiene justificación para hacerlo, ya que rechaza otras enseñanzas de la Biblia y se niega a conceder su reivindicación de autoridad plenaria. A menos que acepte la autoridad plenaria de la Biblia, ninguna simple apelación a lo que dice (es decir, sin una garantía externa) puede autorizar el punto que está tratando de hacer. Debe haber alguna garantía externa para ello, por lo que el apologista querrá examinar las credenciales de esta autoridad extrabíblica.

En la mente de algunas personas, la fe musulmana presenta el mayor desafío a la apologética presuposicional porque, se imagina, el islam puede contrarrestar cada movimiento en el argumento del cristiano. Pero esta es una noción equivocada. Las visiones del mundo del cristianismo y el Islam son diferentes en aspectos fundamentales. Por ejemplo, el islam enseña el unitarianismo y el fatalismo, tiene diferentes conceptos morales, y carece de redención. Puede ser criticado internamente por sus propias presuposiciones. Tomemos un ejemplo obvio. El Corán reconoce que las palabras de Moisés, David y Jesús son las palabras de los profetas enviados por Alá; por lo tanto, el Corán, en sus propios términos, es refutado debido a sus contradicciones con la revelación anterior (cf. Deut. 13:1-5). Las sofisticadas teologías ofrecidas por los eruditos musulmanes interpretan el Corán (cf. 42:11) como la enseñanza de la trascendencia (tanzih) de la inmutabilidad de Alá de una manera tan extrema que ningún lenguaje humano (derivado de la experiencia cambiante) puede describir positiva y apropiadamente a Alá, en cuyo caso el Corán descarta lo que dice ser. La cosmovisión islámica enseña que Dios es santo y justo con respecto al pecado, pero que (a diferencia de la Biblia -véanse las palabras de Moisés, David y Jesús-) puede haber en efecto “salvación” cuando la culpa no se libera con el derramamiento de la sangre de un sustituto del pecador. El legalismo del islam (es decir, se sopesan las buenas obras con las malas) no aborda este problema porque las malas obras permanecen en el registro a la vista de Alá (que supuestamente no puede tolerar el pecado, pero debe castigarlo). Compare mis conferencias sobre el islam y el debate (en el Orange Coast College) con un destacado erudito musulmán en América, titulado “¿Sister Faiths?”

[iii] La apologética de Van Til se expone e ilustra a menudo en términos de cuestiones epistemológicas y metafísicas, pero se puede dar un ejemplo muy simple y comprensible de ella en el ámbito de la ética. En mi experiencia, el argumento más popular instado contra el cristianismo es “el problema del mal”. Los incrédulos declaran que la cosmovisión cristiana es lógicamente inconsistente ya que sostiene que Dios es lo suficientemente poderoso para prevenir el mal, que Dios es lo suficientemente bueno para no querer el mal y, sin embargo, que el mal existe. Supongamos que uno se pregunta: “¿Cómo puedes creer en un Dios que permite el abuso de niños?” El creyente y el incrédulo aparentemente están de acuerdo en que abusar de niños inocentes es moralmente indignante y objetivamente erróneo. Pero Van Til se preguntaría qué “punto de referencia” (norma final, autoridad) es necesario para que este juicio moral sea “inteligible”. Seguramente no bastará ninguna presuposición autónoma o incrédula ni ninguna perspectiva fundamental, ya que cada una, al ser analizada, se reduce al subjetivismo en la ética, en cuyo caso el abuso de niños no podría ser condenado como absoluta u objetivamente inmoral, sino simplemente tomado como generalmente no preferido. Obsérvese también que las presentaciones habituales de la aparente contradicción dentro de las premisas cristianas sobre Dios omiten la premisa igualmente importante de que Dios siempre tiene una razón moralmente suficiente para el sufrimiento y el mal que predetermina. Con la adición de esa premisa bíblica, no queda ningún problema lógico de maldad. Todo el mundo lucha psicológicamente por asumir la palabra de Dios aquí, para estar seguros, pero eso es diferente a que haya una incongruencia intelectual dentro de la fe cristiana. Los incrédulos no abandonarán su resistencia psicológica a esa premisa hasta que Dios les ofrezca su razón del mal para inspeccionarla y aprobarla -lo cual es una evidencia sutil pero incontestable de que se mendiga la pregunta, sosteniendo que no se puede demostrar que Dios es la autoridad final hasta que se le reconozca primero como la autoridad final.

[iv] CVT: Idem [Does Cod Exist? (London: Macmillan, 1947)], p. 2.

[v] Al usar esta ilustración en particular, Van Til imaginaba la construcción de casas como era familiar para la gente que vivía en la Costa Este. También hay casas construidas sin cimientos elevados o sótanos. La analogía es por lo tanto limitada, pero aún así tiene sentido si la suposición sobre las casas se concede por el bien de conseguir el punto. Este tipo de casa requiere vigas bajo el suelo, y aceptamos fácilmente que existen, aunque no las observamos de la misma manera que observamos que hay mesas y sillas en la habitación.


¿Qué es el método transcendental?

Por: Cornelius Van Til


El Significado del Método Transcendental[i]

Hay que señalar un punto más sobre la cuestión del método, a saber, que desde cierto punto de vista, el método de implicación también puede denominarse método trascendental. Ya hemos indicado que el método cristiano no utiliza ni el método inductivo ni el deductivo tal como lo entienden los opositores del cristianismo, sino que tiene elementos tanto de inducción como de deducción, si estos términos se entienden en sentido cristiano. Ahora bien, cuando estos dos elementos se combinan, tenemos lo que se entiende por un argumento verdaderamente trascendental. Un argumento verdaderamente trascendental toma cualquier hecho de la experiencia que desea investigar, e intenta determinar cuáles deben ser los supuestos de tal hecho, para convertirlo en lo que es. Un argumento exclusivamente deductivo tomaría un axioma tal como que toda causa debe tener un efecto, y razonar en línea recta a partir de tal axioma, sacando todo tipo de conclusiones sobre Dios y el hombre. Un argumento exclusivamente inductivo comenzaría con cualquier hecho y buscaría en línea recta la causa de tal efecto, y así quizás concluiría que este universo debe haber tenido una causa. Ambos métodos han sido usados, como veremos, para la defensa del cristianismo. Sin embargo, ninguno de ellos podría ser completamente cristiano a menos que ya presupongan a Dios. Cualquier método, como se señaló anteriormente, que no mantenga que no se puede conocer ni un solo hecho a menos que sea que Dios le dé significado a ese hecho, es un método anticristiano. En cambio, si se reconoce a Dios como la única y última explicación de todo y cada uno de los hechos, ya no se puede utilizar ni el método inductivo ni el deductivo con exclusión del otro.

Que este es el caso puede realizarse mejor si tenemos en cuenta que el Dios que contemplamos es un Dios absoluto. Ahora bien, el único argumento a favor de un Dios absoluto que sostiene el agua es un argumento trascendental. Un argumento deductivo como tal sólo lleva de un punto del universo a otro punto del universo. Así que también un argumento inductivo como tal nunca puede llevar más allá del universo. En cualquier caso, no hay más que una regresión infinita. En ambos casos es posible que la niña inteligente pregunte: “Si Dios hizo el universo, ¿quién hizo a Dios?” y no hay respuesta. Esta respuesta es, por ejemplo, una de las favoritas del debatiente ateo, Clarence Darrow. Pero si se les dice a tales oponentes del cristianismo que, a menos que hubiera un Dios absoluto, sus propias preguntas y dudas no tendrían ningún significado, no hay ningún argumento a cambio. Ahí está la cuestión. Es la firme convicción de cada cristiano epistemológicamente consciente de que ningún ser humano puede pronunciar una sola sílaba, ya sea en negación o en afirmación, a menos que sea por Dios.[ii]

Así, el argumento trascendental busca descubrir qué tipo de fundamentos debe tener la casa del conocimiento humano, para ser lo que es. No busca encontrar si la casa tiene un fundamento, sino que presupone que tiene uno…

Por lo tanto, debe señalarse particularmente que sólo un sistema de filosofía que toma en serio el concepto de un Dios absoluto puede realmente decirse que emplea un método trascendental. Un Dios verdaderamente trascendente y un método trascendental van de la mano. De ello se deduce que si hemos sido correctos en nuestra afirmación de que el Idealismo Hegeliano no cree en un Dios trascendente, no ha utilizado realmente el método trascendental como afirma que lo ha hecho.

Ahora en esta coyuntura puede ser bueno insertar una breve discusión del lugar de la Escritura en todo esto.  El oponente del cristianismo habrá notado hace mucho tiempo que somos francamente prejuiciosos, y que toda la posición es “biblicista”. Por otro lado, algunos fundamentalistas pueden haber temido que hemos estado tratando de construir una especie de filosofía cristiana sin la Biblia. Ahora podemos decir que si tal es el caso, el oponente del cristianismo ha percibido el asunto correctamente. La posición que hemos tratado de esbozar brevemente está francamente tomada de la Biblia. Y esto se aplica especialmente al concepto central de toda la posición, a saber, el concepto de un Dios absoluto. En ningún otro lugar de la literatura humana, creemos, se presenta el concepto de un Dios absoluto. Y este hecho está una vez más íntimamente relacionado con el hecho de que en ningún otro lugar hay una concepción del pecado, como la presentada en la Biblia. Según la Biblia, el pecado ha puesto al hombre en enemistad con Dios. En consecuencia, ha sido el esfuerzo del hombre alejarse de la idea de Dios, es decir, un Dios verdaderamente absoluto. Y la mejor manera de hacerlo era sustituir la idea de un Dios finito. Y la mejor manera de lograr este propósito subordinado era hacerlo parecer como si un Dios absoluto fuera retenido. De ahí la gran insistencia por parte de los que son realmente anticristianos, de que ellos son cristianos.

Parece que debemos tomar la Biblia, su concepción del pecado, su concepción de Cristo, y su concepción de Dios y todo lo que está involucrado en estos conceptos juntos, o no tomar ninguno de ellos. Así que también hace muy poca diferencia si empezamos con la noción de un Dios absoluto o con la noción de una Biblia absoluta. Una se deriva de la otra. Juntos están involucrados en la visión cristiana de la vida. Por lo tanto, defendemos a todos o no defendemos a ninguno. Sólo un absoluto es posible, y sólo un absoluto puede hablarnos. Por lo tanto, debe ser siempre la misma voz del mismo absoluto, aunque parezca hablarnos en lugares diferentes. La Biblia debe ser verdadera porque sólo ella habla de un Dios absoluto. E igualmente cierto es que creemos en un Dios absoluto porque la Biblia nos habla de uno.[iii]

Y esto trae a colación el punto de razonamiento circular. Se dice constantemente que si las cosas están así con el cristianismo, éste ha escrito su propia sentencia de muerte en lo que respecta a los hombres inteligentes. ¿Quién quiere cometer un error tan simple en la lógica elemental, como para decir que creemos que algo es verdad porque está en la Biblia? Nuestra respuesta a esto brevemente es que preferimos razonar en un círculo a no razonar en absoluto. Sostenemos que el razonamiento circular es el único razonamiento posible para el hombre finito. El método de implicación como se ha descrito anteriormente es el razonamiento circular. O podemos llamarlo razonamiento espiral. Debemos dar vueltas y vueltas a una cosa para ver más de sus dimensiones y saber más sobre ella, en general, a menos que seamos más grandes que lo que estamos investigando. A menos que seamos más grandes que Dios, no podemos razonar sobre él de otra manera, que por un argumento trascendental o circular. La negativa a admitir la necesidad de un razonamiento circular es en sí misma una muestra evidente de oposición al cristianismo. El razonamiento en un círculo vicioso es la única alternativa al razonamiento en un círculo como se ha discutido anteriormente…[iv]

En este sentido, el proceso de conocimiento es un crecimiento hacia la verdad. Por esta razón hemos hablado del método teísta cristiano como el método de implicación en la verdad de Dios. Es razonar en forma espiral en lugar de hacerlo en forma lineal. En consecuencia, hemos dicho que podemos usar los viejos términos deducción e inducción si sólo recordamos que deben ser pensados como elementos en este único proceso de implicación en la verdad de Dios. Si comenzamos el curso del razonamiento en espiral en cualquier punto del universo finito, como debemos hacerlo porque es el punto de partida próximo de todo razonamiento, podemos llamar al método de implicación en la verdad de Dios un método trascendental. Es decir, debemos tratar de determinar qué presuposiciones son necesarias para cualquier objeto de conocimiento con el fin de que sea inteligible para nosotros. No es que ya conozcamos algunos hechos y leyes para empezar, independientemente de la existencia de Dios, para luego razonar desde ese principio hasta conclusiones posteriores. Es cierto que si Dios tiene algún significado para cualquier objeto de conocimiento en absoluto, la relación de Dios con ese objeto de conocimiento debe ser tomada en consideración desde el principio. Es este hecho el que el método trascendental trata de reconocer.

Las acusaciones contra este tipo de razonamiento debemos dirigirlas a los que las hicieron. Se dirá de este tipo de razonamiento que introduce el elemento subjetivo de la creencia en Dios, que no todos los hombres comparten. De esto sólo podemos decir que todos los hombres deben compartir esa creencia, y antes de la caída del hombre en el pecado el hombre tenía esa creencia. La creencia en Dios es la actitud más humana concebible. Es anormal no creer en Dios. Por lo tanto, debemos sostener que sólo el teísta cristiano tiene una objetividad real, mientras que los otros introducen falsos prejuicios, o subjetividad.

Se nos acusa de que estamos en un razonamiento circular. Ahora bien, si se llama razonamiento circular cuando sostenemos que es necesario presuponer la existencia de Dios, no nos avergonzamos de ello porque estamos firmemente convencidos de que todas las formas de razonamiento que dejan a Dios fuera de cuenta terminarán en la ruina. Sin embargo, sostenemos que nuestro razonamiento no puede llamarse justamente razonamiento circular, porque no razonamos ni intentamos explicar los hechos suponiendo la existencia y el significado de ciertos otros hechos al mismo nivel de los hechos que estamos investigando, y luego explicando estos hechos a su vez por los hechos con los que comenzamos. Estamos presuponiendo a Dios, no simplemente otro hecho del universo…

Incluso en el paraíso fue la auto-revelación verbal de Dios, y la revelación de su voluntad para la actividad del hombre en relación con el cosmos creado, lo que fue indispensable para la capacidad del hombre de identificar cualquier hecho y relacionar cualquier hecho adecuadamente con cualquier otro hecho. Aplicando esto a la Escritura, es natural que aceptemos el testimonio de la Escritura sobre sí misma. Si hiciéramos cualquier otra cosa no estaríamos aceptando la Escritura como absoluta. La única alternativa, entonces, para traer a un Dios que testifica de sí mismo y de cuyo testimonio dependemos totalmente, es no traer a Dios en absoluto. Y no traer a Dios en absoluto significa nada más que la ruina total del conocimiento. En ese caso se puede decir que el conocimiento se reduce al paso de dibujar círculos en el vacío. Por lo tanto, debemos devolver la carga del razonamiento circular a aquellos que lo hicieron. Por otro lado, estamos felices de aceptar el cargo de razonamiento circular. Nuestro razonamiento depende francamente de la revelación de Dios, cuyo “razonamiento” está dentro de la circularidad interna-eterna de las tres personas de la Trinidad. Sólo si dependemos francamente para la validez de nuestro razonamiento de este razonamiento circular interno en el Dios trino, podemos escapar de intentar en vano razonar en círculos en un vacío de pura contingencia.

La acusación es que se trata de un procedimiento a priori para traer a Dios desde el principio del proceso de conocimiento. Esta también es una acusación que actúa como un boomerang. El razonamiento a priori es un razonamiento que no comienza con los hechos. Ahora el antiteísmo ha dado arbitrariamente por sentado que Dios no es un hecho, y que si es un hecho, ese hecho no tiene ninguna relación con los otros hechos. Esto debemos considerarlo como un procedimiento a priori. Sostenemos que los llamados “hechos” son totalmente ininteligibles a menos que el hecho supremo de Dios se ponga en relación con ellos. Estamos dispuestos a empezar con cualquier hecho como punto de partida, pero nos negamos a admitir antes de que la investigación haya comenzado que no puede haber tal hecho como Dios.

Resumiendo, podemos observar que todos los diversos métodos de investigación que han sido expuestos pueden ser usados teísticamente o pueden ser usados antiteísticamente, de acuerdo a como Dios es tomado o dejado fuera de consideración desde el principio… El pensamiento antiteísta estaba constantemente dando por sentado que su posición era correcta. Lo hizo dando por sentado que el objeto y el sujeto del conocimiento existen aparte de Dios y pueden entrar en una relación fructífera entre sí sin ninguna referencia a Dios. Con ello, el pensamiento antiteísta redujo a Dios, si es que más tarde se le iba a tomar en consideración, a una adición cuantitativa para el hombre.

Una Muestra[v]

El argumento debe ser el mismo en principio con todas las diversas formas de especulación antiteísta…

Naturalmente, el principal punto en disputa es si nuestros oponentes pueden arreglárselas sin Dios. Todos nuestros oponentes han dicho en efecto que las categorías humanas son últimas. Con respecto a todos ellos nos preguntaríamos qué pasa si buscan enfrentar las preguntas más definitivas de la filosofía sobre esta base…

Todos estos y muchos otros matices del pensamiento moderno y el método científico tienen en común que ingenuamente dan por sentado que los “hechos” están ahí como últimos a partir de los cuales debemos comenzar nuestra investigación. El objeto y el sujeto del conocimiento se dan por sentado sin la cuestión de la referencia a Dios. Se asume, por lo tanto, que las categorías humanas son en sí mismas muy capaces de interpretar la realidad…

Por lo tanto, debemos tratar de comprender brevemente cuáles son las consecuencias si se lleva esta posición hasta el final. Sin embargo, primero debemos notar que hay demasiados que no están dispuestos a aceptar la responsabilidad de su actitud epistemológica…

El agnosticismo del tipo que se critica es característico de todos los movimientos de la física, la biología, la psicología y la filosofía de los que se ha hablado anteriormente. No se suele hablar de todos ellos como agnósticos, porque muchos de ellos afirman saber sobre cosas finitas, incluso si renuncian al conocimiento de las cosas últimas. Pero es en sí mismo un signo de agnosticismo no clasificar como agnósticos no sólo a todos los que niegan el conocimiento de la realidad última, sino también a todos los que afirman tener conocimiento de las cosas finitas sin tener conocimiento de Dios. La suposición de aquellos que dicen no ser agnósticos sobre las cosas finitas, sino sólo sobre Dios, es que las cosas finitas pueden ser conocidas aparte de Dios. Desde el punto de vista del teísmo cristiano, quienes afirman tener conocimiento de las cosas finitas y niegan tener conocimiento de Dios son tan agnósticos como quienes niegan tener conocimiento de ambos. Esto está implicado en nuestro argumento que mostró que intentar conocer un objeto finito aparte de Dios implica una contradicción en las propias suposiciones…

[Nosotros] comenzamos nuestro argumento contra todos ellos esencialmente sobre el mismo punto, es decir, que han dado por sentado que el objeto y el sujeto del conocimiento existen y pueden entrar en relación unos con otros sin tener en cuenta a Dios. No podemos estar de acuerdo con la actitud adoptada por Charles Harris de que, puesto que ha habido una reacción contra algunas de las formas más extremas de materialismo, etc., no hay ahora ningún oponente serio al cristianismo en el campo de la filosofía hoy en día. Sostiene que como la contingencia del universo se ha convertido en “una doctrina filosófica aceptada” no hay mucho más que temer (cf. su Pro Fide, p. xviii). Sostenemos que si es cierto que la contingencia del universo es una doctrina filosófica establecida, entonces la filosofía es tan opuesta al cristianismo como lo fue siempre el materialismo, ya que entonces deja el plan de Dios fuera de consideración.

Si Dios queda fuera de la escena, depende de la mente humana proporcionar la unidad que debe unir la diversidad con la existencia fáctica. No servirá de nada pensar en leyes que existan de alguna manera aparte de la mente. Y aunque esto fuera posible no ayudaría en nada, porque incluso estas leyes se pensarían como independientes de Dios y como si estuvieran allí de alguna manera. En otras palabras, la única alternativa a pensar en Dios como la fuente última de la unidad de la experiencia humana tal y como está provista por las leyes o los universales es pensar que la unidad descansa en un vacío. Cada objeto de conocimiento debe, por lo tanto, ser pensado como rodeado por la irracionalidad última. Esto es lo que está implicado en la posición que A. E. Taylor representa cuando afirma constantemente que hay una incertidumbre en todo lo histórico o temporal, es decir, en toda la existencia fáctica. Por otra parte, si se adopta la posición más subjetiva, es la mente humana la que proporciona el elemento universal de la experiencia, y la propia mente humana debe ser considerada como nadando en el vacío.

En segundo lugar, hay que tener en cuenta que si el objeto y el sujeto deben ser considerados como si estuvieran de alguna manera en el vacío, es inconcebible que exista alguna relación de cualquier tipo entre ellos. Aristóteles admitió estar desconcertado por la cuestión de la especie infima, es decir, la relación de lo individual con el universal más ínfimo. Allí encontró el último misterio. Por un lado, no se puede decir que lo individual está subsumido en la especie por completo, no sea que no haya nada más que una especie, y el individuo desaparezca por completo. Por otro lado, no puedes tener una individualidad completa sin poner lo individual en relación con los demás. Aristóteles admitió por lo tanto que, hasta donde él podía ver, la relación de lo individual y la especie, o la relación del hecho con la ley, seguía siendo un misterio. Y desde el día de Aristóteles no ha habido ningún avance en este sentido, porque la filosofía moderna ha continuado construyendo sobre la misma suposición sobre la que la filosofía griega construyó, a saber, que todas las cosas son en el fondo una y vuelven a ser una. Si ha de haber alguna relación entre el uno y los muchos, debe ser, de acuerdo con todo el pensamiento no teísta, una relación de identidad, y si se considera que la identidad conduce a la destrucción del conocimiento, la diversidad que se introduce se considera como definitiva. En otras palabras, según todo pensamiento no teísta, los hechos y las leyes que se supone que unen los hechos en la unidad se consideran primero como existentes independientemente unos de otros y después se juntan. Se da por sentado que lo temporal es la fuente última de la diversidad. Por consiguiente, se dice que la realidad es esencialmente sintética. El punto de partida real es entonces una pluralidad última. Y una pluralidad última sin una unidad igualmente última seguirá siendo una pluralidad para siempre.

Es esto lo que es especialmente aparente en todas las formas de pensamiento pragmático. Allí se niega abiertamente la necesidad de tener tal unidad última. Y la única manera de hacer frente a ese argumento es mostrar que al negar la unidad última también se han negado a sí mismos la posibilidad de tener una unidad próxima. No hay garantía de que la mente humana pueda en ningún sentido conocer la realidad que está cerca a menos que conozca la realidad que está lejos. Por lo que sé, el siguiente hecho que debo ajustar a un hecho anterior es un fatal accidente automovilístico. ¿Cómo sé entonces que no es lo más valioso pragmáticamente para mí saber si el hecho de la muerte no me conecta inmediatamente con otro hecho, a saber, el juicio?

Está claro que sobre una base pragmática, y por lo tanto antiteísta en general, no puede haber una relación objeto-objeto, es decir, no puede haber una filosofía de la naturaleza, de modo que las ciencias se vuelven imposibles, y ninguna filosofía de la historia, de modo que el pasado no puede ser puesto en relación con el presente ni el futuro con el presente. Entonces no puede haber una relación sujeto-objeto, de modo que aunque fuera concebible que existiera algo como la naturaleza y la historia, / estaría condenado a la ignorancia de la misma. En tercer lugar, no puede haber una relación sujeto-sujeto, de modo que aunque existiera algo como la naturaleza y la historia, e incluso si yo lo supiera, / nunca podría hablar con nadie más sobre ello. Habría confusión babilónica…

Nuestra conclusión entonces debe ser que los diversos devotos del universo abierto, que dan por sentado que la mente humana puede proporcionar todo lo universal que los hechos requieren, deben ser considerados como que han reducido la experiencia humana a un absurdo.


Notas

[i] Extractos de Survey of Christian Epistemology, 10-12, 201-2. Este pasaje que define el mensaje de Van Til proviene de su primer sílabo; no fue un desarrollo posterior de su pensamiento.

[ii] Van Til no está planteando el punto metafísico aquí (aunque sea cierto) de que si Dios no existiera realmente, entonces los seres humanos no tendrían realmente habilidades lingüísticas. Su punto es epistemológico: Hay que creer a Dios (presuponerlo, hacerlo parte del esquema conceptual de uno) para hacer inteligible la posibilidad y la realidad de la comunicación humana.

[iii] CVT: En algunas de sus recientes publicaciones, en particular en su obra De Heilige Schrift, 1966-1967, el Dr. G. C. Berkouwer advierte a los cristianos ortodoxos contra el hecho de tener una visión formal de las Escrituras. Destaca el hecho de que el contenido de la enseñanza bíblica y la idea de la Biblia están relacionadas entre sí. Es este punto del programa de estudios hecho en 1939.

[iv] La “circularidad” de un argumento trascendental no es en absoluto lo mismo que la falaz “circularidad” de un argumento en el que la conclusión es un replanteamiento (de una forma u otra) de una de sus premisas. Es más bien la circularidad que interviene en una teoría coherente (en la que todas las partes son coherentes entre sí o se asumen mutuamente) y que se requiere cuando se razona sobre una condición previa para el razonamiento. Dado que la filosofía autónoma no proporciona las condiciones previas para la racionalidad o el razonamiento, sus “círculos” son destructivos para el pensamiento humano, es decir, esfuerzos “viciosos” e inútiles. (Debido a que hay más de un tipo de “circularidad”, Van Til a veces repudió y a veces toleró la noción de que su apologética era circular, lo que sin duda ha sido confuso para sus lectores y estudiantes).

[v] Extractos de “Una Muestra de Argumento Teísta Cristiano”, capítulo. 16 en Survey of Christian Epistemology, 210, 211, 215, 216-17, 218

Charles Hodge: Un Proto-Presuposicionalista

CHARLES HODGE: Un PROTO-PRESUPOSICIONALISTA

Es cierto que Charles Hodge en su Teología Sistemática usa los argumentos de la Apologética Clásica sobre la existencia de Dios. Para los presuposicionalistas estos argumentos pueden ser útiles, como también cualquier clase de evidencia. Sin embargo, solamente son útiles si las presuposiciones cristianas ya fueron establecidas y las presuposiciones de los no-cristianos fueron demostradas como falsas. En el momento en que el incrédulo haya abrazado las presuposiciones cristianas y con el fin de fortalecer su fe, los presuposicionalistas podrían usar estos argumentos como testimonios para la fe. Incluso, hay una forma de tomar estos argumentos clásicos para la existencia de Dios y presentarlos de una manera trascendental -que es el argumento que usan los presuposicionalistas. Pero nunca usarían esos argumentos en un supuesto campo “neutral” para colocar al hombre como juez y sentar a Dios en la silla de los acusados.

Antes de dar cualquier argumento clásico o evidencialista, el presuposicionalista se enfocará en dar un argumento trascendental donde muestre que Dios es una precondición necesaria para inteligibilidad de cualquier experiencia humana y que negarle es caer en el absurdo. Negarle es negar la posibilidad misma del conocimiento.

Ahora bien, sorprendentemente, Hodge hace precisamente esto en sus argumentos para la existencia de Dios. Él hace lo que haría cualquier presuposicionalista ¡argumentar de forma trascendental!

El primer argumento que Hodge nos da en su Teología Sistemática sobre la existencia de Dios es un argumento trascendental, en donde el lector se sentirá leyendo al mismísimo Van Til. Tal forma de argumentar también se puede observar en Berkhof, en Kuyper, en Bavinck, en Calvino, y en muchos otros grandes teólogos de la tradición reformada. Cuando Van Til propuso a la Apologética Presuposicional como la forma bíblica y reformada de defender la fe no estaba descubriendo que el agua mojaba, solamente estaba desarrollando de una manera más formal y avanzada el argumento trascendental que ya poseía la tradición reformada en su misma teología desde un inicio y que no se había elaborado de forma tan clara y sistemática anteriormente. A pesar de esto, el argumento de Hodge posee la misma agresividad y el mismo poder nuclear del presuposicionalismo vantiliano más tardío.

En primer lugar (1), Hodge dice que hay verdades que son evidentes para el hombre, y que negarlas es negar la posibilidad del conocimiento. Él afirma que estas verdades son axiomas, universales y necesarias; en segundo lugar (2), Hodge argumenta que la idea de Dios es universal y necesaria. Y, por tanto (3), la idea de Dios es una verdad axiomática, universal y necesaria. Negarle es negar la posibilidad misma del conocimiento humano.

Esto es lo que llamamos los presuposicionalista un argumento trascendental. Un argumento trascendental es uno que establece las precondiciones para que el conocimiento humano sea posible y la experiencia sea inteligible, y que se demuestra desde la imposibilidad de lo contrario, puesto que cualquier intento de negarle implica afirmarle.

Con respecto al punto (1), Hodge dice:

«Hay una clase de verdades tan llanas que nunca dejan de manifestarse a la mente humana, y a las que la mente humana no puede rehusar su asentimiento. De ahí que el criterio de aquellas verdades que son aceptadas como axiomas, y que son dadas por supuestas en todo razonamiento, y cuya negación hace imposible toda fe y conocimiento, sean la universalidad y la necesidad. Lo que todos creen, y lo que todos deben creer, debe ser aceptado como innegablemente cierto. Estos criterios desde luego se incluyen mutuamente. Si una verdad es universalmente admitida, tiene que serlo porque nadie puede ponerla en duda de manera racional. Y si es asunto de una creencia necesaria, tiene que ser aceptado por todos los que poseen la naturaleza de cuya constitución surge necesariamente

Sobre el punto (2), dice:

«Las verdades inherentemente verdaderas pueden ser ilustradas; y se puede mostrar que su negación involucra contradicciones y absurdos. Toda la geometría es una ilustración de los axiomas de Euclides; y si alguien niega alguno de estos axiomas, se puede mostrar que tiene que creer imposibilidades. De la misma manera… sin embargo la existencia de un Dios personal se puede presentar como una hipótesis necesaria para dar cuenta de los hechos de la observación y de la existencia, y que la negación de su existencia deja el problema del universo sin solución e irresoluble. En otras palabras: se puede mostrar que el ateísmo, el politeísmo y el panteísmo involucran imposibilidades absolutas. Éste es un modo válido de demostrar que Dios es… después de todo, una verdad inherentemente evidente.»

Es más que evidente por estas citas que para Hodge Dios es una precondición para la inteligibilidad de la realidad y para la posibilidad del conocimiento humano. Él afirma que la idea de Dios es universal y necesaria, y por tanto axiomática. Luego de afirmar este punto, Él se adelanta a una posible objeción. Se pregunta el por qué la creencia en Dios siendo universal y necesaria puede ser negada, y contesta:

«Así que La pregunta es: ¿Es posible que un hombre cuerdo rechace creer en La existencia de Dios? Esta pregunta generalmente tiene una respuesta negativa. Pero se presenta la objeción de que los hechos demuestran lo contrario. No se ha encontrado nunca a nadie que niegue que dos más dos suman cuatro, mientras que en todas las épocas y por todas las partes del mundo han abundado y abundan los ateos. Sin embargo, hay diferentes clases de verdades necesarias. 1. Aquellas cuya antítesis es absolutamente impensable. Que todo efecto debe tener una causa, que una parte de una cosa determinada es menos que su totalidad, son proposiciones cuyas antítesis carecen de todo significado. Cuando alguien dice que algo es nada, no está expresando ningún pensamiento. Niega lo que afirma, y por tanto no está diciendo nada. 2. Hay verdades acerca de cosas externas o materiales que tienen la capacidad de constreñir a creer de manera diferente de aquel poder que pertenece a las verdades concernientes a la mente. Un hombre no puede negar que posee un cuerpo; y no puede negar racionalmente que tiene una voluntad. En ambos casos, la imposibilidad puede ser igual, pero son de clases diferentes, y afectan de manera diferente a la mente.  3. También, hay verdades que no se pueden negar sin violentar las leyes de nuestra naturaleza. En tales casos, la negación es forzada, y sólo puede ser temporal. Las leyes de nuestra naturaleza se manifestarán más tarde o más temprano, y constreñirán a una creencia opuesta. Un péndulo, en posición de reposo, cuelga perpendicular al horizonte. Puede hacerse, mediante una fuerza externa, que cuelgue con cualquier grado de inclinación. Pero tan pronto como se elimina esta fuerza, con toda certeza que volverá a su posición normal. Bajo el control de una teoría metafísica, un hombre puede negar la existencia del mundo exterior o la obligación de la ley moral; y esta ausencia de creencia puede ser sincera y persistente durante un tiempo; pero en el momento en que sus razones especulativas para la increencia estén ausentes de su mente, ésta pasa necesariamente a sus convicciones originales y naturales. También es posible que la mano de un hombre puede estar tan encallecida o cauterizada que pierda el sentido del tacto. Pero esta no demuestra que la mano humana no sea normalmente el gran órgano del tacto. Así que es posible que la naturaleza moral del hombre quede tan desorganizada por el vicio o por la falsa filosofía que silencie eficazmente su testimonio de la existencia de Dios. Pero esto no demostraría nada en cuanto a lo que verdaderamente es el aquel testimonio. Además, esta insensibilidad y la consiguiente incredulidad no pueden durar. Todo aquello que excita la naturaleza moral, sea el peligro, o el sufrimiento, o la inminencia de la muerte, hace que la incredulidad se disipe en un momento. Los hombres pasan del escepticismo a la fe, en muchos casos, de manera instantánea. No, naturalmente, debido a un proceso argumental, sino por la existencia de un estado de consciencia que es irreconciliable con el escepticismo, y en cuya presencia éste no puede existir. Este hecho es ilustrado de manera continua, no sólo en el caso de los no instruidos y supersticiosos, sino incluso en el caso de hombres de la más refinada cultura.»

Por tanto (3), Hodge usa un argumento trascendental, colocando a Dios como axioma y precondición del conocimiento humano. Aquí podemos ver a un proto-presuposicionalista vantiliano:

«Es de gran importancia que los hombres sepan y sientan que por su misma naturaleza están obligados a creer en Dios; que no se pueden emancipar de esta creencia sin desracionalizar y desmoralizar todo su ser.»

Por: José Ángel Ramírez

Nota: Todas las citas son tomadas del Tomo I De la Teología Sistemática de Hodge (Editorial CLIE, 1991)

El Problema De Los Universales

Por: Greg Bahnsen.


“Dios no es el autor de la confusión.” (1 Corintios 14:33a)

Los Universales y el Pensamiento

Abordemos el problema de los universales y las “leyes de la lógica” como temas relacionados que provocan problemas adicionales al incrédulo. Aunque normalmente no consideres los universales, necesaria e invariablemente los empleas en tu vida diaria.[i] Pero, ¿qué son? Y, ¿Por qué son tan importantes? Y, ¿cómo demuestran la existencia de Dios? La Apologética de Van Til define un “universal” como

cualquier verdad de una naturaleza general o abstracta—ya sea un concepto amplio, una ley, principio o una declaración categórica. Estas verdades generales se usan para entender, organizar e interpretar verdades particulares encontradas en experiencias concretas… Si uno no empieza con alguna de estas verdades generales (universales) con las cuales comprender las observaciones particulares en la experiencia de uno, esos hechos particulares no se relacionarían y no serían interpretables—es decir, serían ‘brutos.’ En un universo azaroso, todos los hechos particulares serían aleatorios, no tendrían una identidad clasificable, no guardarían un orden predeterminado o relación y así, serían ininteligibles para la mente del hombre.”[ii]

Los filósofos señalan que un universal involucra tres nociones: (1) Por definición, los “universales” deben aplicar a muchas cosas (de lo contrario, estos serían particulares); (2) Estos son abstractos en lugar de concretos (por lo tanto, no aparecen en el mundo material); (3) Estos son verdades generales en lugar de específicas.

Para ilustrar la función de los universales de una forma sencilla veamos a Hugo, Paco y Luis, los sobrinos de ficción de la caricatura de Disney del personaje del Pato Donald.[iii] Hugo, Paco y Luis son “patos.” Pero considera esto: “¿A qué se refiere el término ‘pato’?” La respuesta, claro está, es a todos ellos. Hugo, Paco y Luis son individuos particulares que pertenecen a una clase de “patos,” que es el concepto de organización universal y general. Cada uno de ellos comparte su esencia de “pato.”

Además, señala que los universales son realidades inmateriales diferentes de los particulares materiales. Por ejemplo, cuando utilizas los conceptos de “caballos” o “patos,” sabes que estos aplican a muchos individuos pero que están separados entre sí. Por ejemplo, te puedes comer a Hugo como un pato en particular, pero no te puedes comer su esencia de pato. “Ser pato” es un concepto abstracto que relaciona a muchas cosas individuales que llamamos “patos.”

Por la naturaleza misma del razonamiento, tú necesariamente asumes los universales invariantes y abstractos. Estos son esenciales para comprender los particulares cambiantes y concretos, porque tú necesitas ser capaz de asociar, clasificar y organizar en tu mente las cosas particulares en tu experiencia. Tú experiencia sensata, observacional y diaria siempre consiste de cosas objetivas, históricas y particulares. Aun así, razonas en términos de principios abstractos universales para poder juntar todo y entenderlo. Por ejemplo, tú puedes hablar de una roca en particular, que experimentas a través de tus sentidos como dura, áspera, fría y pesada. Pero cuando contemplas o hablas de cualquier roca específica, debes generalizar por medio de universales abstractos de dureza, aspereza, frialdad y pesadez.

Otra vez, los universales son absolutamente esenciales para conocer y comunicarse. Como Van Til lo dice: “Si queremos conocer los hechos de este mundo, debemos relacionar estos hechos a las leyes. Es decir que, en cada transacción de conocimiento, debemos traer los particulares de nuestra experiencia a una relación con los universales.”[iv]

Leyes de la Lógica

Los universales incluyen naturaleza (por ejem., la naturaleza humana), valores morales, proposiciones—y leyes. Así es que, las leyes de la lógica son universales. Estas son las proposiciones más generales que alguien puede posiblemente sostener. Estas son utilizadas en cada momento que piensas o hablas acerca de cualquier cosa. Estas son reglas invariantes, universales y abstractas que gobiernan la razón humana. De hecho, ellos hacen la racionalidad posible al permitir el significado coherente, el pensamiento racional y la comunicación inteligente.[v]

Ten cuidado de cómo hablas de las leyes de la lógica. No deberías decir que estas son “leyes de pensamiento,” como si fueran asuntos de la psicología humana subjetiva informándonos de cómo piensa la gente. Nosotros sabemos, claro está, que la gente en realidad viola las leyes de la lógica regularmente. Las leyes de la lógica no son leyes del pensamiento, sino presuposiciones de pensamiento (coherente). Las tres leyes básicas de la lógica son la Ley de la Identidad, la Ley de la Contradicción (algunas veces llamada la Ley de la No Contradicción) y la Ley del Tercero Excluido.

La Ley de la Identidad establece que la “A es A.” Esto significa que si cualquier declaración es verdad, es verdad; no pueden ser ambos verdad y no verdad simultáneamente. Es decir, cualquier cosa que existe en la realidad tiene una identidad particular y no es algo más. La cosa es lo que es. Una cosa puede ser una vaca pero no simultáneamente un gato. Un perro puede ser completamente negro pero no simultáneamente completamente blanco (es decir, tanto blanco como negro de la misma forma y en el mismo lugar).

La Ley de la Contradicción establece que la “A no es una no-A.” Es decir, ninguna declaración puede ser tanto verdadera como falsa en el mismo sentido y al mismo tiempo. Una persona no puede estar tanto viva como no viva simultáneamente y de la misma forma. Un astronauta no puede estar en la luna y no estar en la luna al mismo tiempo y de la misma manera.

La Ley del Tercero Excluido establece que “A es A o no-A.” Es decir, cada declaración debe ser verdadera o falsa exclusivamente, no hay un punto intermedio.[vi] Para ponerlo de otra manera: si una declaración dada no es verdad, entonces su negación debe ser verdad. Por ejemplo, nosotros podemos decir que algo es una silla o no es una silla; no puede ser ni una silla ni no una silla. Tú estás aquí o estás no aquí, no puedes ni estar aquí ni no aquí.[vii]  

Obviamente los universales y las leyes de la lógica son fundamentalmente importantes para la racionalidad. Sin ellos no podrías relacionar una cosa con otra, ni razonar acerca del mundo y la vida.

Problemas para el Incrédulo

Tú debes recordar que la Apologética Presuposicional puede tomar cualquier hecho para demostrar la existencia de Dios. Esto es, claro está, sostener la verdad aún por las leyes de la lógica y los universales. A estas alturas del partido, puedes expresar reflexivamente el desafío apologético al incrédulo: ¿Qué cosmovisión le da sentido a los universales y a las leyes de la lógica?”

El problema recurrente de la cosmovisión incrédula surge una vez más: Él no puede explicar los universales y las leyes de la lógica. Recordando que la apologética lidia con las cosmovisiones y los principios inherentes en ellos, nosotros vemos ahora el problema del incrédulo:

Van Til dice que el hombre espiritualmente muerto no puede en principio siquiera contar, pesar o medir. Van Til dice que los incrédulos no pueden ni siquiera hacer matemáticas o las operaciones más sencillas en ciencia. Con esto quiere decir que la cosmovisión adoptada por el incrédulo o la filosofía no puede hacer cuentas o medir inteligiblemente. Ahora, ¿por qué es esto? Brevemente, porque contar involucra un concepto abstracto de la ley, un universal o el orden. Si no hay ley, si no hay un universal, si no hay orden, entonces no hay una cuenta secuencial. Pero la postulación de un orden universal abstracto contradice el punto de vista del incrédulo de un universo como un reino aleatorio y azaroso de material particular. El contar apela a entidades abstractas que son de hecho uniformes y ordenadas. El incrédulo dice que el mundo no es abstracto—sino que el mundo sólo es material; que el universo no es uniforme sino que es un reino azaroso y aleatorio. Así que, al rechazar la Palabra de Dios—que explica un orden universal o una ley—el incrédulo no puede en principio ser capaz de contar y medir cosas. Como realmente sucede, los incrédulos sí pueden, de hecho, contar y hacer, pueden de hecho, medir y practicar la ciencia, pero ellos no pueden dar una explicación filosófica de este hecho. O como a Van Til le encanta decirlo: los incrédulos pueden contar pero no pueden explicar porque cuentan.[viii]

La lógica es crucial para cualquier pensamiento racional: esta provee de leyes comunes del razonamiento, buenos patrones de inferencia. “En términos genéricos ‘la razón’ sencillamente se refiere al intelecto del hombre o a su capacidad mental. Los cristianos creen en la razón y los no cristianos creen en la razón, ambos creen en la capacidad intelectual del hombre. Sin embargo, para cada uno, su punto de vista de la razón y del uso de la razón está controlado por la cosmovisión bajo la cual la razón opera.”[ix] Pero, ¿qué cosmovisión hace las leyes de la lógica inteligibles? ¿Puede el incrédulo justificar las leyes de la lógica en un universo azaroso? ¿Especialmente un universo azaroso concebido naturalmente y que sólo involucra las cosas materiales? Una vez que él intenta justificar los universales y las leyes de la lógica, se sale de su cosmovisión y entra en la tuya. Sus presuposiciones no pueden sustentar su cosmovisión y no pueden explicar los universales. Veamos cómo sucede esto.

El Predicamento del no Cristiano

¿Por qué la cosmovisión del incrédulo no puede explicar los universales y las leyes de la lógica?

1. Limitaciones Empíricas. Cuando el hombre moderno se compromete exclusivamente con el método científico, entonces se ha comprometido con el empirismo. El empirismo es el punto de vista que dice que todo el conocimiento humano finalmente se deriva de los sentidos y de la experiencia. Nosotros descubrimos las leyes de la física, por ejemplo, la observación, medición, el contar y analizar el comportamiento de las cosas a nuestro alrededor.

El incrédulo empírico no puede explicar las leyes de la lógica que regulan el razonamiento humano. Las leyes de la lógica no son objetos físicos que existen como una parte del mundo de los sentidos. Estas leyes no son el resultado del comportamiento observable de los objetos materiales o las acciones físicas. ¿Existen las leyes de la lógica en el mundo natural como para que puedan ser examinadas empíricamente? Si somos materialistas, entonces sólo aquello que es objetivo en el reino de la experiencia sensorial es real. ¿Qué sentido tienen las leyes de la lógica para los incrédulos? ¿Qué son las leyes de la lógica? Si tan sólo son impulsos de las terminaciones nerviosas en las sinapsis neuronales, entonces la lógica es diferente de una persona a otra y, por lo tanto, sus leyes no son leyes en lo absoluto. El materialismo inherente en el mundo moderno no puede explicar las leyes de la lógica.

Además, debido a que las leyes de la lógica son universales, invariantes, abstractas, verdades eternas, ¿cómo es que ellos pueden aplicarlas continuamente en nuestro cambiante mundo de la experiencia? ¿Cómo es que recibimos esas leyes de “arriba” y las bajamos a nuestro proceso histórico?

El mundo del incrédulo, incluso no puede explicar los universales más allá de las leyes de la lógica. Ellos obviamente hablan acerca de conceptos, pero si ellos son devotos al método científico empírico, entonces ellos deben sostener que sólo las cosas que existen en el mundo material son reales. Cuando los incrédulos hablan de conceptos, necesitan una cosmovisión que les dé sentido. Pero ellos no tienen una. Con todos sus particulares, no pueden explicar los universales. Como el Dr. Van Til lo expresó, ellos están “tratando de ensartar cuentas en un hilo con cuentas que no tienen hoyo.” Ellos no tienen universales que mantengan las cosas juntas.

2. Fundamentos Azarosos. No sólo la inversión del incrédulo en la ciencia empírica destruye las leyes de la lógica y los universales en principio, sino que también lo hace su compromiso con un universo al azar. Uno de los más renombrados ateos era también un filósofo—un filósofo de la ciencia. Bertrand Russell llevó el azar hasta su conclusión final, destruyendo la unidad: “Los filósofos académicos, desde el tiempo de Parménides, han creído que el mundo es una unidad… La más fundamental de mis creencias intelectuales es que esto es basura. Yo creo que el universo es puros puntos y saltos, sin ninguna unidad, sin ninguna continuidad, sin ninguna coherencia y orden… En realidad, hay muy poco que decir, sólo el prejuicio y el hábito por el punto de vista de que hay un mundo.[x] Por muy extraño que parezca, por lo menos él era consistente con su ateísmo al decir esto, aunque ¡el hecho de decirlo es evidencia en contra de su punto de vista! En otra parte él llama al hombre a “adorar en el santuario que construyó con sus propias manos, sin desmayar por el imperio del azar.”[xi]

El comentario de Jacques Monod vale la pena repetirlo: “El azar puro, absolutamente libre pero ciego, [yace] en las raíces mismas del asombroso edificio de la evolución… El universo no estaba preñado con vida ni la biósfera con el hombre. Nuestro número salió en el juego de Monte Carlo.”[xii] El biólogo de la evolución Julian Huxley (1887–1975) ha escrito:

Los esquemas generales, del nuevo cuadro final de la evolución, empiezan a ser claramente visibles. El destino del hombre es ser tan solo el agente para la evolución futura de este planeta. Él es el tipo dominante superior producido durante dos y medio billones de años del lento mejoramiento biológico efectuado por el trabajo ciego y oportunista de la selección natural, si él no se destruye a sí mismo, tiene por lo menos una cantidad igual de tiempo evolutivo delante de él para ejercer su cargo de agente.[xiii]

El difunto paleontólogo de Harvard, Stephen Jay Gould, ejerció mucha influencia en los círculos de la evolución. El obituario de Walter Gilberti para Gould manifiesta que el “concluyó que las repentinas aceleraciones del cambio evolucionario que se han manifestado a sí mismas a lo largo de la historia de la tierra eran el resultado de eventos en los que el azar jugó un rol preponderante. Para Gould, al determinismo en la naturaleza, contenido en los procesos ciegos de la selección natural, cada vez más se le restaba importancia en sus escritos, en favor del accidente puro. La contingencia radical de Gould aún excluía cualquier noción de dirección, tal como la evolución partiendo de lo simple a lo complejo, por ejemplo.”[xiv] Los físicos están comprometidos con la noción del azar como su fuente final de toda la realidad. Como comenta el astrónomo y cosmólogo Marcus Chown:

El espacio y el mundo material podría ser creado de nada más que el ruido… De acuerdo a [los físicos] Reginald Cahill y Christopher Klinger de la Universidad Flinders en Adelaida, el espacio, el tiempo y todos los objetos alrededor de nosotros no son más que la espuma de un mar profundo de la aleatoriedad.

“Aquí es donde entra la física,” dice Cahill. “El universo es lo suficientemente rico para ser referencia a sí mismo. Por ejemplo, Yo estoy consciente de mí mismo.” Esto sugiere que la mayoría de las verdades de cada día de la realidad física, como la mayoría de las verdades matemáticas, no tienen explicación. De acuerdo a Cahill y Klinger, esto se debe a que la realidad está basada en la aleatoriedad. Ellos creen que la aleatoriedad es más fundamental que los objetos físicos.[xv]

Pero el azar no puede explicar la ley. Los universales y las leyes de la lógica son hostiles al azar y a la aleatoriedad: “En un universo azaroso, todos los hechos particulares serían aleatorios, no tendrían una identidad clasificable, no guardaría un orden o relación predeterminada y de este modo no sería inteligible para la mente humana.”[xvi]

Además, un universo al azar y evolutivo no puede explicar las leyes de la lógica universales e invariantes. En realidad, la ley absoluta contradice la noción de cambios incesantes donde necesariamente se involucra el relativismo.

3. Tensión Dialéctica. Pero claro está que la ciencia moderna opera en términos de los universales y la ley. Simplemente es que su cosmovisión no puede explicarlas. Esto trae una tensión dialéctica (contradicción) dentro de su sistema:

En los supuestos del hombre natural, la lógica es un principio impersonal y eterno, y los hechos son controlados por el azar. Es por medio de los principios universales eternos de la lógica que el hombre natural debe, en sus supuestos, buscar hacer afirmaciones inteligibles acerca del mundo de la realidad o del azar. Pero esto no se puede hacer sin caer en la auto-contradicción. En cuanto al azar no hay forma en que se pueda hacer una afirmación. Es irracional la idea misma. Y ¿cómo se deben hacer las afirmaciones racionales partiendo de lo irracional?[xvii]

Esta tensión también es vista en la asociación irreflexiva de la lógica y la ciencia empírica. Por ejemplo, Kyle Ash escribe de la “lógica y el empirismo—aspectos fundamentales de la ciencia.”[xviii]

Una queja recurrente hecha en contra de nosotros es que el cristianismo depende más en la fe que en la razón. De hecho, es como si la noción completa de la fe necesariamente descartara la razón. La mente moderna está enamorada con la racionalidad de la ciencia y lamenta la ingenuidad de la fe. Como lo expresó Thomas Paine hace dos siglos, desde la Ilustración nosotros estamos en la “Era de la Razón,” mientras que el cristianismo es una parte de la “Era de la Fe” primitiva y pasada de moda. El Club de Harvard Objetivista de la Universidad del mismo nombre, presenta en su sitio web, argumentos para el Objetivismo (la filosofía desarrollada por Ayn Rand), señalando que la “razón es la única fuente del conocimiento.” Esto obviamente impide por definición la revelación divina como una fuente del conocimiento.

Para el hombre moderno que nos desafía con la Razón, debemos preguntarle ¿qué forma de razonamiento sigue? ¿Empirismo? ¿Utilitarismo? ¿Pragmatismo? ¿Fundacionalismo? ¿Positivismo Lógico? ¿Existencialismo? ¿Esencialismo? ¿Idealismo? ¿Sensacionalismo? ¿Objetivismo? ¿Nihilismo? ¿Intuicionismo? ¿Instrumentalismo? ¿Falibilismo? Y, ¿por qué existen tantos enfoques competitivos y contradictorios para el conocimiento y el entendimiento, si la razón se sostiene sola como la fuente del conocimiento?

4. Subjetividad Convencional. Durante un debate de cosmovisiones, al ateo Gordon Stein se le preguntó una vez que diera una explicación de las leyes de la lógica. El Dr. Stein tomó una ruta común no absolutista cuando declaró que estas son “convenciones humanas” acordadas por el hombre. Esto fue lo mejor que pudo hacer en su mundo azaroso. En primer lugar, las leyes de la lógica no son acordadas por todas las personas. Stephan Bevans interactúa con Raimon Panikkar en este tipo de tema:

Panikkar sostiene que los Indios no pueden realmente aceptar el principio que podría llamarse la columna vertebral del pensamiento filosófico occidental: el principio de la contradicción. Para los Indios, Panikkar insiste, las cosas pueden en realidad “ser” y “no ser” al mismo tiempo… Esto parece estar cerca de la idea Taoísta del yin yang, donde todas las cosas participan en la realidad de sus opuestos: luz y obscuridad, hombre y mujer, bien y mal, carne y espíritu, y así consecutivamente.[xix]

William Dyrness también señala esto acerca del pensamiento oriental:

Existen aquellos que discuten que estos patrones orientales de pensamiento son inviolables y que el cristianismo se debe adaptar completamente a ellos. Jung Young Lee ha argumentado que en Asia nosotros debemos quitarnos el hábito de pensar en términos de “cualquiera de los dos/o” y debemos ser capaces de pensar en “ambos/y.” El cambio, cree él, puede ser la clave al universo y la ambigüedad y las diferencias ser simplemente el reflejo de aspectos de la realidad. En el pensamiento tradicional chino, se cree que el yin yang son formas complementarias del ser… Él busca aplicar esto a su punto de vista de Dios.[xx]

Este problema surge del monismo básico operando en estos sistemas. Debido a que todo es uno, es obvio que ahí no puede haber la ley de la contradicción. El renombrado Zen Budista, D. T. Suzuki, señala que: “El Zen es una cosa y la lógica otra. Cuando fallamos en hacer esta distinción y esperamos que el Zen nos dé algo consistente lógicamente y revelador intelectualmente, nosotros malinterpretamos completamente el significado del Zen.”

Si el incrédulo declara que las leyes de la lógica son acordadas por convenciones, entonces estas no son absolutos porque están sujetas al “voto” y por lo tanto, al cambio. Las leyes de la lógica no dependen de la gente: estas son verdad ya sea que la gente exista o no.

La Resolución Cristiana

1. La Fuente de la Lógica. El cristiano sostiene una presuposición básica de que Dios es el Creador del mundo (Génesis 1) y de la mente humana (Génesis 1:26–27), así que toda la inteligibilidad se debe a Él. Él es el autor de toda la verdad, sabiduría y el conocimiento (Proverbios 1:7; 9:10; Colosenses 2:3). Los cristianos ven las leyes de la lógica como expresiones del pensamiento de Dios, de Su propia naturaleza consistente y personal, no como principios fuera de Dios a los que deba estar a la altura. Las leyes de la lógica reflejan la naturaleza de Dios, porque en Él encontramos una coherencia perfecta. “La ley de la contradicción, por lo tanto, como nosotros la conocemos, no es otra cosa sino la expresión de un nivel creado de coherencia interna de la naturaleza de Dios.”[xxi]

Aquí debemos tener cuidado. No estamos diciendo que Dios creó las leyes de la lógica por medio de Su determinación propia y volitiva. De ser así, entonces Él podría alterarlas o descartarlas también. En el sitio de la Universidad de Harvard, el Club Objetivista erróneamente descarta el teísmo basándose en que “la existencia de dios implicaría que existe un ser capaz de suspender las leyes de la naturaleza por mero acto de voluntad. Esto contradice dos premisas importantes del Objetivismo: la primacía de la existencia y la Ley de la Identidad.”

Más bien, estamos diciendo que las leyes de la lógica reflejan Su naturaleza, la forma en la que Él es en sí mismo. Las leyes, por lo tanto, son expresiones eternas del carácter inmutable de Dios (Números 23:19; Malaquías 3:6; Santiago 1:17). El carácter inmutable de Dios es simplemente eso, inmutable. Por lo tanto, las leyes de la lógica (que reflejan ese carácter) son inmutables e inalterables, ya que Dios “no se puede negar a Sí mismo” (2 Timoteo 2:13).

2. La Coherencia del Mundo. Para que nuestra experiencia sea coherente racionalmente debe existir una correspondencia entre nuestras mentes y la de Dios, ya que Él es la fuente última de la realidad uniforme y de la razón coherente. Esto es lo que encontramos en el sistema cristiano: el hombre es creado a la imagen de Dios para acoplarse al mundo en una forma racional. No sólo la mente del hombre es analógica a la de Dios, sino que es compatible con el universo creado por Dios debido a que Dios nos diseñó a nosotros y a nuestros medios ambientes. De hecho, “el regalo del razonamiento lógico fue dado al hombre por Dios, para que el hombre pudiera ordenar la revelación de Dios para sí mismo.[xxii]

Van Til habla de nuestro “pensar los pensamientos de Dios después de Él.” Es decir, nosotros debemos pensar conforme a los patrones de la mente de Dios, realística y racionalmente. La coherencia perfecta caracteriza la mente de Dios así que para que nosotros razonemos debemos pensar con consistencia lógica.

Observaciones Exegéticas

La revelación propia de Dios expresa y asume las leyes lógicas primarias. Por ejemplo, la ley de la identidad es afirmada por Dios cuando Él se identifica a Sí mismo: “Yo soy el que Soy” (Éxodo 3:14). Dios es Él mismo y nada más. Aunque el panteísta declara que Dios es todo y todo es Dios, y aunque los monistas creen que todo es uno (incluyendo dios), en la Escritura nosotros encontramos una afirmación fundamental e inexorable de la distinción Creador/creatura (Romanos 1:25, Génesis 1:1). Aquí en Éxodo 3:14 Dios se define a Sí mismo de tal forma como para subrayar la ley de la identidad. Considera todas las declaraciones de “Yo soy” de Jesús, como “Yo soy el pan de vida (Juan 6:35, 41, 51; 8:58; 10:7, 11; 14:6; 15:1).

La ley de la no contradicción yace debajo de la orden de “que su sí sea sí, y su no sea no, para que no caigan en condenación” (Santiago 5:12). Un “árbol bueno” es diferente de un “árbol malo” (Mateo 12:33). Después de todo, “Dios no es el autor de la confusión” (1 Corintios 14:33) y “es imposible que Dios mienta” (Hebreos 6:18).

La ley del tercero excluido aparece en la noción de la antítesis, como cuando Jesús dice: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Mateo 12:30; Marcos 9:40). Obviamente, uno está “con” Cristo o está “contra” él. No hay punto intermedio—de acuerdo a Cristo mismo.

Debemos notar que Jesús utilizó la lógica (Mateo 21:24–27) y Pablo “razonó” con los griegos (Hechos 17:17; 18:4). De hecho, como parte del testimonio cristiano estamos llamados a “darles una respuesta” a aquellos que nos la pidan (1 Pedro 3:15).


Tomado del capítulo 11 del libro: ¡Prepárate para la Buena Batalla! La Metodología Apologética de Greg L. Bahnsen.


Notas

[i] En lugar de considerar los universales, Zen Buddhism insta a la contemplación de las adivinanzas absurdas a través del ejercicio del koan. La próxima vez que alguien te pregunte que es el sonido de alguien aplaudiendo con las manos, todo lo que tienes que hacer es responder eso es acercarte y darle una cachetada. La adivinanza contemplativa será resuelta y tú podrás continuar con tus negocios en el mundo de la razón en lugar de estar contemplando lo absurdo.

[ii] Greg L. Bahnsen, La Apologética de Van Til: Lecturas y Análisis (Phillipsburg, NJ: Presbyterian and Reformed, 1998), 38, nota 10.

[iii] Si alguna vez te lo preguntaste, los tres hermanos (Hugo, Paco y Luis / Huey, Louie, y Dewey sus nombres en inglés) fueron nombrados así en honor a Huey Pierce Long, un político de Luisiana, Thomas Dewey, un político de Nueva York y el animador Louie Schmitt. En “Duck Tales,” los niños son adolescentes con sus nombres revelados como Huebert, Deuteronomy y Louis Duck. No me preguntes por qué. Yo sólo estoy reportando los hechos: en.wikipedia.org/wiki/Huey,_Dewey,_ and_Louie, consultado el 6-3-13

[iv] Cornelius Van Til, Introducción a la Teología Sistemática (Phillipsburg, NJ: Presbyterian and Reformed, 1974), 22.

[v] Puedes ver el significado teológico de los universales, por ejemplo, en el hecho de que Cristo se volvió verdaderamente hombre, en que la naturaleza humana es un universal clasificado. “Debido entonces a que los niños participaron en carne y sangre, Él de la misma forma también participó de lo mismo” (Hebreos 2:14).

[vi] Esta ley algunas veces se le llama de broma la Ley del Lío Excluido (por su juego de letras en inglés Middle/ Muddle).

[vii] Esta ley en particular ha sido debatida por los filósofos. Debes procurar comprenderla. La ley del Tercero Excluido no dice que no hay un punto intermedio entre los opuestos (como grande y pequeño). Más bien está abarcando la cuestión del punto intermedio entre una declaración y su negativa.

[viii] Greg L. Bahnsen, “En Guerra con la Palabra: La Necesidad de la Antítesis Bíblica” (http://www. reformed.org/apologetics/index.html?mainframe=/apologetics/At_War_With_the_Word.html, consultado el 6-3-13).

[ix] Greg L. Bahnsen, “En Guerra con la Palabra: La Necesidad de la Antítesis Bíblica” en Antítesis (1:1), 8.

[x] Bertrand Russell, La Perspectiva Científica, 98.

[xi]Bertrand Russell, Por qué No Soy Cristiano, Y Otros Ensayos sobre Religión y Temas Relacionados”, ed. Paul Edwards (New York: Simon and Schuster, Clarion, 1957), 116.

[xii] Jacques Monod, Azar y Necesidad (New York: Knopf, 1971), 112.

[xiii] Julian Huxley, ed., El Marco Humanista (New York: Harper, 1961), 17

[xiv] Walter Gilberti, “En la Muerte del Paleontólogo Stephen Jay Gould,” Sitio web del Mundo Socialista: http://www.wsws.org/en/articles/2002/07/goul-j01.html, consultado el 6-3-13

[xv] Marcus Chown, “Realidad Aleatoria,” New Scientist (Febrero 26, 2000), 24.

[xvi] Bahnsen, La Apologética de Van Til, 38, nota 10.

[xvii] Cornelius Van Til, La Defensa de la Fe (Philadelphia, PA: Presbyterian and Reformed, 1955), 143.

[xviii] Kyle Ash, “Derechos Internacionales de los Animales: Especismo y la Dignidad Humana Excluyente,” Revista de la Ley Animal, Universidad Estatal de Michigan, Colegio de Leyes (11), 198: http:// www.animallaw.info/journals/jo_pdf/vol11_p195.pdf, consultado el 5-31-13

[xix] Stephen B. Bevans, Modelos de Teología Contextual (Maryknoll, NY: Orbis, 1992), 5

[xx] William A. Dyrness, Aprendiendo acerca de la Teología del Tercer Mundo (Grand Rapids: Zondervan, 1990), 140–141.

[xxi] Cornelius Van Til, Introducción a la Teología Sistemática, 11. Ciado de Bahnsen en, La Apologética de Van Til, 235.

[xxii] Cornelius Van Til, Introducción a la Teología Sistemática (Phillipsburg, NJ: Presbyterian and Reformed, 1974), 256

La Base Epistemológica de la Fe Cristiana

Por: Stephen C. Perks.


La base epistemológica [i] de la fe cristiana

LAS ESCRITURAS SON LA REVELACIÓN DE DIOS, TANTO DE SÍ mismo al hombre como de Su voluntad para el hombre. Por lo tanto, ellas revelan no solamente la verdad, “lo que el hombre ha de creer con respecto a Dios,” sino también la voz de mando de Dios, “el deber que Dios requiere del hombre” (Catecismo Menor de Westminster, Q. 3, A.). Por consiguiente, la labor de la teología es doble: en primer lugar, el teólogo se propone entender y comunicar efectivamente la verdad de la palabra de Dios, y en segundo, aplicar la palabra/mandato de Dios a la situación contemporánea, proveyendo así una base inteligible para la aplicación práctica de la fe Cristiana.

Esta definición de la labor teológica presenta ciertos supuestos acerca de la relación entre la Escritura y la teología, concretamente, que las Escrituras son la base esencial y fundamental para nuestro entendimiento de Dios y de Sus obras de creación y providencia — en otras palabras, para nuestro entendimiento de todas las cosas — y por lo tanto, que la Biblia habla con autoridad final sobre todos los tópicos con los cuales trata. Si abandonamos esta concepción de la labor teológica cortamos el vínculo esencial entre la Escritura y la teología.

Esto ha sido avalado por los desarrollos en la teología moderna Protestante, que ha rechazado cada vez más la concepción sola scriptura[ii] de la teología a favor de un enfoque más Deísta o racionalista. Ninguna denominación Protestante dominante o grupo dentro de esas denominaciones, ha quedado sin ser afectado por esta tendencia moderna. El resultado ha sido que las Escrituras, como la fuente de la verdad última y aún más como la voz de mando de Dios, han sido empujadas hacia atrás del telón y en el caso de este último, han sido casi totalmente abandonadas — en muchas partes incluso como la base para la enseñanza de la ética y de la moralidad personal. El vínculo esencial entre la Escritura y la teología ha desaparecido y se ha perdido porque ha sido abandonada la base epistemológica sobre la cual fue predicado.

El propósito de este capítulo es examinar la base epistemológica de la concepción sola scriptura de la fe Cristiana en contraste con la cosmovisión[iii] del no-creyente y luego proveer una breve aplicación de la teoría Cristiana del conocimiento a la filosofía de la educación. La necesidad e importancia de tratar hoy con este tema surge del hecho de que la epistemología es la preocupación primordial de la filosofía moderna, y por lo tanto, es únicamente sobre la base de un entendimiento apropiado del tema que somos capaces de estructurar una apologética para la fe Cristiana que sea racionalmente consistente y al mismo tiempo fiel a la Escritura.

El centro último de la racionalidad

El economista y filósofo austriaco Ludwig von Mises dijo que los hechos no hablan por sí mismos, se habla de ellos a partir de una teoría. Esta es una declaración típicamente post-Kantiana y citada así significa que los hechos de la realidad no tienen significado o propósito hasta que la mente creativa del hombre ordena esos hechos de manera lógica y de ese modo les da significado y propósito. Bajo esta perspectiva el lugar definitivo de la racionalidad y la inteligibilidad es el hombre mismo. El hombre es la medida de todas las cosas y más allá de él no hay una autoridad superior. Sin embargo, para el cristiano, es el acto creativo de Dios el que le da a todos los hechos de la realidad su propósito y significado. Su palabra es la palabra creativa original que trae a la existencia y ordena todos los hechos de la realidad. El hombre es capaz de entender el mundo en el que vive porque él también es una parte de esa creación racionalmente ordenada, creado a la imagen de Dios “en conocimiento, justicia y santidad, con dominio sobre las creaturas”.

Por lo tanto, lo que el no-creyente afirma acerca de los hechos de la realidad, se basa en una teoría particular del conocimiento humano que asume que la mente del hombre tiene el poder creativo original para definir y ordenar la información recibida en bruto de la realidad que le rodea sin referencia a alguna autoridad externa o principio interpretativo.[iv] En otras palabras, se basa en ciertas presuposiciones acerca de la naturaleza del mundo en el que vive, es decir, que el mundo existe y puede ser entendido independientemente del Dios de la Escritura.

De igual manera, lo que el cristiano afirma sobre los hechos de la realidad está basado en una presuposición particular sobre la naturaleza de la realidad, esto es, que es la creación ex nihilo del Dios de la Escritura. De este modo el cristiano conoce todas las cosas por fe (Hebreos 11:3), es decir que él comienza su razonamiento con un acto de fe en el Dios de la Escritura y así postula la veracidad y la suficiencia de la revelación divina como el mismo fundamento de su entendimiento de todas las cosas. Al hacerlo así, insiste en que la única interpretación válida de los hechos de la realidad es aquella que le ha dado su Creador y que esta interpretación autoritativa de la realidad ha sido establecida por Dios mismo en las Escrituras del Antiguo y el Nuevo Testamento. De esta forma, el cristiano afirma que la única epistemología válida o teoría del conocimiento humano es aquella que está basada en la palabra revelada de Dios.

Por lo tanto, aunque debemos rechazar rotundamente el marco que dio lugar a este pronunciamiento autoritativo — es decir, que los hechos no hablan por sí mismos sino que se habla de ellos a partir de una teoría — debemos, no obstante, reconocer al mismo tiempo que hay también una verdad importante en ella. En realidad, esta verdad es para el hombre la base fundamental de la epistemología. Pero para el humanista es la mente autónoma del hombre la que da sentido a los hechos de la realidad, la que habla la palabra definitiva de verdad acerca del ámbito de los fenómenos, mientras que para el cristiano es Dios quien habla la palabra de verdad acerca de la realidad.[v]

Por lo tanto, para el cristiano el lugar definitivo de la racionalidad e inteligibilidad es el Dios de la Escritura y el hombre, por consiguiente, si ha de conocer algo verdaderamente, debe, como creatura de Dios creado a Su imagen, “pensar los pensamientos de Dios después de Él,” para usar las palabras de Cornelius Van Til.

Además, también el no-creyente, de acuerdo a la teoría cristiana del conocimiento, es solamente capaz de llegar al conocimiento verdadero en la misma medida, aunque no esté consciente de que este es el caso. En la medida en que niegue esto y rehúse pensar los pensamientos de Dios después de Él su conocimiento es falso, puesto que se basa en una teoría que no concuerda con la interpretación definitiva y autoritativa del Creador de los hechos de la realidad. El ejemplo clásico de esto, claro está, es la evaluación de Eva de los hechos de la realidad en el Huerto de Edén. Habiendo asumido que tenía la habilidad de llegar a la verdad definitiva concerniente a la naturaleza de la realidad sin referencia a la palabra autoritativa de Dios, hizo una evaluación falsa de los hechos con respecto al árbol del conocimiento del bien y del mal. Es este proceso de razonamiento autónomo, es decir, el rechazo de la palabra definitiva de Dios como el fundamento de todo conocimiento, lo que condujo a la caída y que constituye la esencia del pecado original.

Algunos problemas con la visión humanista de la racionalidad

El no-creyente, como hemos visto, comienza su pensamiento con la premisa de que el mundo existe y puede ser entendido independientemente del Dios que lo creó y que lo sustenta continuamente por la palabra de Su poder. De ese modo, formula una epistemología que él afirma ser neutral u objetiva, es decir, basada en los hechos de la realidad en lugar de en los hechos siendo interpretados por una fe religiosa. Esta afirmación de neutralidad es un mito. Es un mito porque al hacer esta suposición básica, el no-creyente está siendo cualquier otra cosa menos neutral u objetivo. Está comenzando a partir de una teoría que por su misma naturaleza niega que el Dios de la Escritura pueda existir y por lo tanto, niega implícitamente la totalidad de la religión bíblica. De ese modo, su interpretación de los hechos de la realidad inevitablemente negará que el universo es lo que el cristiano insiste que es, claramente, la obra de las manos de Dios. Debido a su punto básico de partida el no-creyente no puede, lógicamente, llegar a alguna otra conclusión.

Se podría objetar aquí que aunque el no-creyente no asume la existencia del Dios de la Escritura en un principio tampoco lo niega, sino que simplemente lo deja abierto al cuestionamiento. Si Dios existe o no, sería entonces determinado como resultado de la aplicación de principios autónomos racionales. De este modo, por sus propias habilidades racionales, el hombre se labraría su propio camino hacia el conocimiento de Dios.

No obstante, el dios de tal teología natural no podría ser el Dios revelado en la Escritura, sino simplemente un dios de la propia hechura del hombre, según las modas religiosas de la época. Esto es así debido a que el Dios de la Escritura es el fundamento mismo de todas las cosas, la fuente de toda razón y por lo tanto, de la propia racionalidad del hombre. Así que, como ya se ha declarado, si el hombre ha de conocer cualquier cosa verdaderamente, debe pensar los pensamientos de Dios, pues Él es el Único, en términos de quien deben entenderse y medirse todas las cosas, no de la mente autónoma del hombre.

El hacer la pregunta “¿existe Dios?” es afirmar, en el menor de los casos, que esa posibilidad yace detrás de Dios, lo cual es decir que el concepto de posibilidad gobierna la existencia de Dios. Tal dios no sería el Dios del que se habla en la Escritura pues el Dios de la Escritura es la fuente de toda posibilidad. La Biblia afirma que el Dios de quien ella habla no puede posiblemente no existir y que todas las cosas dependen de Él para su existencia. De este modo, el Dios de la Escritura es la fuente de toda verdad, el Único que determina qué es y qué no es, por consiguiente, es el Único que define todas las cosas, incluyendo al hombre, por Su acción creativa. Asumir la racionalidad autónoma del hombre es negar la existencia de tal Dios. Al afirmar el hombre que él determina por sí mismo si Dios existe o no es convertir al hombre en la fuente de la verdad definitiva, en aquel que determina lo que es y lo que no es, y así, en aquel que define a Dios según su propia imagen. Cualquier dios predicado sobre tales fundamentos no puede ser el Dios de la Escritura sino meramente la proyección de un ídolo tomado de la Escritura. De ese modo, el cuestionar si Dios existe o no es negar la existencia del Dios de la Escritura desde el principio.[vi]

Esto da pie a la mentira de la supuesta neutralidad del racionalista. La así llamada objetividad o doctrina de la neutralidad del hombre moderno es, de hecho, una presuposición religiosa negativa universal con respecto a la naturaleza de la realidad que es sostenida y defendida solamente por fe, pues el supuesto de que el mundo existe y que puede ser entendido independientemente del Dios de la Escritura no puede probarse objetivamente más de lo que puede probarse la existencia de Dios de manera objetiva; es un asunto de fe.

Así es que, la idea de que el conflicto entre el humanismo y el cristianismo es del tipo de un hecho versus la fe, que ha sido promovido por la clase dirigente “científica” de nuestro día, es una mentira. El conflicto es, en verdad, uno de fe versus fe, pues no hay “hechos brutos” en el universo, solamente hay hechos interpretados y en su interpretación de los hechos de la realidad el no-creyente asume la habilidad de conocer y entender independientemente de Dios un mundo que él cree que existe independientemente de Dios.

Es esta presuposición la que gobierna el pensamiento del no-creyente, y por consiguiente, su valoración de los hechos en cualquier esfera. De ese modo, mira el mundo a su alrededor, y todas las cosas en él, en términos de una teoría que es preteórica — es decir, aún no demostrada y que es improbable por su misma naturaleza. Por lo tanto, el no-creyente comienza su pensamiento con un acto de fe en sus propias presuposiciones acerca de la naturaleza autónoma de la realidad y en su propia habilidad como un pensador original creativo y conocedor del mundo; en otras palabras, mira todas las cosas desde una perspectiva religiosa que requiere de fe como su fundamento.

Conocimiento, fe y revelación

Esto es evidente si consideramos que hay en realidad solamente dos posiciones definitivas con respecto a la posesión del conocimiento, esto es, el conocimiento exhaustivo u omnisciencia y la ignorancia completa. Si he de saber algo verdaderamente debo saberlo todo exhaustivamente, de otra manera lo que sé, o más bien lo que pienso que sé, puede ser afectado por lo que no sé, de una manera y en una medida que no puedo saber, y así mi “conocimiento” no es conocimiento en cualquier sentido apropiado sino meramente especulación. Si, como un ser finito que carece de conocimiento exhaustivo, he de saber algo verdaderamente, me debe ser revelado por uno que sí conoce todas las cosas exhaustivamente. Sobre la base de esta revelación, y en la medida en que mi razonamiento sea consistente con ella, soy entonces capaz de seguir adelante y edificar mi conocimiento y entendimiento del universo que me rodea. Pero mi conocimiento estará necesariamente basado sobre la fe en la validez de esta revelación.

Esto es así para el no-creyente y para aquellos que se consideran racionalistas no menos que para el cristiano. Todo conocimiento, científico o de cualquier otra índole, está basado en la revelación, es decir en un algo “dado” que es pre-teórico y, de ese modo, es recibido por fe. Tales cosas “dadas” son consideradas axiomáticas y asumidas de ese modo sin cuestionamiento.

Ellas forman la base de todo conocimiento adicional, y por lo tanto, no son susceptibles de una prueba racional, puesto que cuestionar su validez sería cuestionar la posibilidad del conocimiento. En otras palabras, el conocimiento (la ciencia) pende de la fe, no la fe en el conocimiento. La única alternativa para los seres humanos finitos es la ignorancia total y el escepticismo.

El no-creyente acepta la naturaleza racional de la realidad como una verdad evidente por sí misma. Pero es una verdad auto-evidente para el hombre solo porque él mismo es creado, en primer lugar, a la imagen del Único que trajo a la existencia este cosmos racional. La naturaleza racional de la realidad es revelada en la creación; es claro que todos la pueden ver, pues esa es la manera como Dios la creó.[vii] El no-creyente acepta la validez de esta revelación como algo “dado,” aunque niega al Único que hizo la revelación. Sin embargo, su aceptación de ella es esencialmente una creencia religiosa, es decir, una visión de la realidad que es recibida por fe.

Sin embargo, el no-creyente además acepta que el mundo existe y que puede ser entendido independientemente del Dios de la Escritura y que sus propias facultades racionales son suficientes para la misión de entender ese mundo y de este modo, ser capaz de dar orden y significado a los hechos de la realidad de una manera creativa original. Estas también son creencias fundamentalmente religiosas, es decir, presuposiciones que gobiernan la estructura de la cosmovisión del no-creyente y que son recibidas solo por la fe.

En la medida en que el no-creyente es consistente con lo primero (es decir, la naturaleza racional de la realidad), en esa medida es capaz de conocer el universo a su alrededor. Pero en la medida que asume lo último (es decir, la naturaleza autónoma de la realidad), su conocimiento es corrupto y por lo tanto, falso. Es la mutua exclusividad de estas presuposiciones básicas sobre la naturaleza de la realidad, lo que hace imposible en última instancia para el no-creyente construir una cosmovisión racionalmente consistente y significativa.

La naturaleza circular del razonamiento[viii]

Todo razonamiento es circular en el hecho que toma como ciertas algunas nociones fundamentales acerca de la naturaleza de la realidad que gobiernan el proceso de razonamiento. Estas presuposiciones gobiernan tanto el método usado para evaluar la información de la realidad como las conclusiones alcanzadas sobre esta información, puesto que es en términos de la validez de estas presuposiciones que toma lugar el proceso de razonamiento. Esto es para el no-creyente no menos que para el cristiano. La cosmovisión del no-creyente está basada en la fe, es decir, sobre la validez asumida de las presuposiciones que gobiernan su entendimiento de la naturaleza de la realidad. En otras palabras, el no-creyente da por cierto supuestos acerca del mundo en el que vive, que funcionan esencialmente como dogmas religiosos en términos de los cuales se busca el conocimiento y el entendimiento adicional del cosmos. Cuando niega que esto es así y reclama objetividad o neutralidad solamente muestra, de este modo, ser ignorante de la base epistemológica de su propio pensamiento. Está, en una palabra, engañado.

Premisas prestadas

No obstante, este no es el único punto en el cual el no-creyente está engañado. Si fuese intelectualmente honesto consigo mismo—ciertamente una cosa rara entre los así llamados pensadores científicos actuales—tendría que admitir que piensa y razona continuamente en términos de principios totalmente inconsistentes. Él asume la existencia de un cosmos ordenado racionalmente o al menos un cosmos que admite ser ordenado racionalmente por la mente del hombre, que al final llega a lo mismo, puesto que si el cosmos no es ordenado racionalmente no tiene significado y por lo tanto, es incapaz de ser ordenado racionalmente—de hecho, en tal universo no existe tal cosa como la racionalidad. Pero después intenta construir una filosofía que está basada en un concepto diametralmente opuesto a su supuesto, es decir, la evolución totalmente al azar del universo, que significa que todo el cosmos, cada hecho y faceta de la realidad, incluyendo al hombre y por lo tanto también su racionalidad, son simples cosas sin relación unas con las otras, meros sucesos, el resultado de la casualidad, sin significado con relación a otros sucesos casuales en el universo. En otras palabras, el no-creyente intenta discutir racionalmente sobre un universo que es, por su misma naturaleza, irracional y por lo tanto, incapaz de ser entendido, pues no hay una base para su inteligibilidad.

Van Til ha descrito la labor del no-creyente como la de enhebrar un número infinito de cuentas sin huecos en una cuerda infinitamente larga sin principio ni fin. Pero esto es, en efecto, precisamente en lo que el no-creyente afirma haber tenido éxito, puesto que él afirma ser capaz de entender el mundo en el que vive. Sin embargo, es capaz de hacer esto solamente en la medida en que es inconsistente consigo mismo. Para dar cualquier tipo de sentido al universo tiene que asumir principios operativos de racionalidad, ley e inteligibilidad que contradicen fundamentalmente su creencia de que el universo es el producto del caos y el azar. Estos principios asumidos están, de hecho, tomados prestados de un entendimiento de la realidad tal y como ha sido creada por Dios. Así que, en su uso de estos principios el no-creyente testifica de su continua dependencia de una concepción de la realidad que presupone que el cosmos es la creación del Dios de la Escritura. Por supuesto que él niega que esto sea así, ya que admitirlo sería reconocer a Dios. Por lo tanto, reprime la verdad acerca de Dios e intenta continuamente negar la naturaleza de la realidad como creada por Dios.

De ese modo, el no-creyente opera continuamente sobre premisas prestadas. Tiene que aceptar el universo como Dios lo creó, esto es, como un universo racional gobernado por la ley. Él es capaz de hacer esto y eso sin estar consciente de ello, porque es creado a la imagen de Dios y por lo tanto posee una naturaleza racional. Pero como creatura caída, niega y suprime la verdad acerca de Dios y por lo tanto, intenta explicar la naturaleza de la realidad en términos de una teoría que presupone la existencia independiente del cosmos y la racionalidad autónoma del hombre. El resultado es una epistemología inconsistente que conduce a muchas teorías ad hoc[ix] sobre el origen del universo y como funciona este. Pero debido a que todas estas teorías y filosofías son lógicamente inconsistentes, terminan en la irracionalidad. El hombre no puede encontrarle sentido al universo sin Dios. Sus intentos de hacer esto son inconsistentes consigo mismos porque están basados sobre principios irreconciliables.

Sin embargo, debido a que el hombre es una creatura de Dios, creado a la imagen de Dios para que pudiese pensar los pensamientos de Dios después de Él, en otras palabras, debido a que es inconsistente y asume un mundo de racionalidad, es capaz de encontrar sentido en el mundo a su alrededor en alguna medida. Pero hace eso a pesar de su negación de Dios y únicamente en la medida en que acepta, aunque sin darse cuenta, la naturaleza de la realidad creada y revelada por Dios — en otras palabras, en la medida en que piense los pensamientos de Dios después de Él. Si fuese consistente con su negación de Dios tendría que concluir que todas las cosas no tienen sentido y que es imposible decir cualquier cosa inteligible sobre cualquier hecho o aspecto de la existencia en el universo azaroso que le rodea — de hecho, en tal universo el concepto de inteligibilidad es un absurdo. En alguna medida algunas escuelas de filosofía moderna han elaborado esta verdad más consistentemente que hasta ahora, y de ese modo tenemos el existencialismo[x] y el nihilismo.[xi]

Teniendo tu pastel y comiéndotelo

Así pues, la perspectiva general del no-creyente está distorsionada, aunque es capaz de obtener entendimiento y verdades individuales. No obstante, este entendimiento y estas verdades no pueden relacionarse consistentemente unas con otras ni con las presuposiciones anti bíblicas que gobiernan su entendimiento del universo. En particular, el no-creyente quiere desesperadamente mantener unidos y bajo su control ciertos aspectos de la realidad, especialmente cualidades y facetas de la personalidad humana que él sabe instintivamente que son esenciales para su propia humanidad, pero que es incapaz de explicar sobre la base de su propia filosofía.

Esto ha dado pie al surgimiento de sistemas dualistas de pensamiento que han intentado explicar la naturaleza de la realidad en términos de la supuesta racionalidad autónoma del hombre, por ejemplo, el esquema de forma-materia del antiguo período Griego, el esquema de naturaleza-gracia del escolasticismo medieval y el esquema naturaleza-libertad del período del Renacimiento y la Ilustración hasta nuestros tiempos.[xii] Todas estas filosofías son simplemente un intento de preparar uno su propio pastel y comérselo. Debido a que son el producto de una epistemología inconsistente, están distorsionados y son, en última instancia, irracionales, es decir que fracasan en producir una interpretación racionalmente consistente del universo. De ese modo, el no-creyente está fuera de la realidad, aunque no se da cuenta de ello, y por lo tanto, la “esquizofrenia intelectual,” para usar el término de R. J. Rushdoony, se manifiesta continuamente en su pensamiento.

La visión Cristiana de la realidad

La posición Cristiana, por otro lado, es consistente dentro de sus propias presuposiciones, es decir, cumple en proveer una interpretación racionalmente consistente de los hechos de la realidad. No es esquizofrénica, sino que es capaz de armonizar todo el cosmos en una cosmovisión unificada que está basada en principios consistentes en sí mismos. El cristiano, por lo tanto, a diferencia del no-creyente, cree verdaderamente en un universo, es decir, un cosmos que es una entidad unificada porque encuentra su significado y propósito en el acto creativo del Dios de la Escritura el cual es, por lo tanto, inteligible y explicable en términos sólo de Su palabra. Además, únicamente en términos de la teoría cristiana del conocimiento es que el hombre es capaz de arribar a un entendimiento consistente y unificado de la realidad. Puede que al no-creyente no le guste el Dios que encuentra en el centro de esta teoría cristiana del conocimiento ni la naturaleza de la cosmovisión que esta genera, pero no puede, si es intelectualmente honesto, negar su racionalidad última.

Claro está que el no-creyente nunca admitirá esto porque es un pecador, un rebelde en enemistad con Dios. Por lo tanto, no puede aceptar que la naturaleza de la realidad es una naturaleza centrada en Dios. Antes creerá una mentira que inclinarse ante el Dios de la Escritura. La depravación ética se manifiesta en cada área de su vida, y por consiguiente, en su entendimiento de cada aspecto y hecho de la realidad.

Lo que se ha dicho antes no tiene la intención de implicar, no obstante, que el cristiano nunca puede estar equivocado o que no cometa errores en sus intentos por llegar a un entendimiento apropiado de los hechos de la realidad. Obviamente, el cristiano sí comete errores y llega a conclusiones incorrectas acerca del mundo en el que vive. Pero hace esto a pesar de, no debido a sus presuposiciones básicas acerca de la naturaleza de la realidad creada por Dios. La diferencia entre el creyente y el no-creyente es esta: dadas sus presuposiciones básicas sobre el origen y naturaleza de la realidad es imposible para el no-creyente, en principio, hablar inteligiblemente acerca de algún hecho en el universo. Sin embargo, debido a que es inconsistente con sus presuposiciones, y a que asume que el universo es ordenado racionalmente — en otras palabras, debido a que realiza su pensamiento en términos de conceptos pre-teóricos que son tomados en préstamo del entendimiento cristiano de la realidad — es capaz de arribar a un entendimiento correcto de muchos aspectos del mundo a su alrededor. Pero no puede, en última instancia, arreglar estas verdades en una cosmovisión racionalmente consistente y significativa debido a que su negación de Dios necesariamente le separa del único principio interpretativo que es capaz de proveer un fundamento racional para tal cosmovisión, es decir, la creación ex nihilo[xiii] de todo el cosmos por el Dios de la Escritura. El cristiano, sin embargo, aunque es capaz de cometer errores en su entendimiento de algunos de los hechos que se hallan delante de él, no obstante, es capaz de arribar a un correcto entendimiento de la naturaleza y significado de la realidad como un todo. Su cosmovisión es, en principio, consistente consigo misma y con el mundo a su alrededor.

Aplicación de la teoría Cristiana del conocimiento a la filosofía de la educación

El principio de la sola scriptura implica que la totalidad de la vida debe estar sujeta a la voluntad de Dios tal y como se revela en las Escrituras, y al menos en teoría, aquellos que se adhieren a ella siempre han sostenido que esto es así. Cuando llegamos a la aplicación práctica de este principio se vuelve claro que las implicaciones de la epistemología sobre la cual descansa son de gran alcance. Hoy, en ninguna otra parte es más cierto esto ni es una necesidad más urgente de nuestra atención, que en el campo de la filosofía de la educación.

Hablando de manera general — aunque quizá con la excepción del “conocimiento religioso” — el no-creyente enseñará los mismos temas y los mismos hechos que el cristiano enseña, pero intentará ajustarlos en una visión de la realidad que niega la existencia del Dios de la Escritura y que busca explicar todas las cosas en términos de esa cosmovisión. En tal perspectiva la fe cristiana es meramente el producto de una cosmovisión anticuada y anticientífica, y de ese modo, es un sistema irracional de creencia en la era científica de hoy. Pero la fe cristiana es irracional a la vista del no-creyente porque se opone a sus propias presuposiciones religiosas acerca de la naturaleza de la realidad. Para el cristiano la situación es exactamente al revés.

El entendimiento cristiano de la vida se centra en Dios y por lo tanto, busca entender e interpretar todas las cosas en términos del propósito creativo del Dios de la Escritura y la palabra que Él ha dado para gobernar la vida del hombre. Debido a que Él es el Creador y sustentador de todas las cosas el universo encuentra su propósito y significado únicamente en Él. De este modo, la negación de Dios es un salto a la irracionalidad y un suicidio intelectual.

Esto ubica el tema de la educación en su contexto filosófico. Estas dos posiciones son mutuamente exclusivas. Nunca pueden estar fundamentalmente de acuerdo en la interpretación de los hechos de la realidad en ningún punto si son consistentes con sus presuposiciones. Por lo tanto, para el cristiano y para el humanista no puede haber un terreno común.[xiv] Esta verdad ha sido entendida más por los humanistas hasta aquí, que por los cristianos. Es la mutua exclusividad de estas dos posiciones lo que hace esencial la provisión de una educación específicamente cristiana para nuestros hijos y que el enviar a nuestros hijos a las escuelas estatales para ser educados por los humanistas sea una negación implícita de la fe.  

Esta verdad — que es la naturaleza de nuestras presuposiciones religiosas básicas la que gobierna nuestro entendimiento de todas las cosas — es pues, la razón fundamental detrás de una filosofía y práctica específicamente cristianas de la educación, puesto que si es verdad que la única interpretación válida del mundo en el que vivimos es aquella que está basada en la palabra revelada de Dios, entonces la educación que demos a nuestros hijos debe estar basada en esa palabra en todos los puntos. Por lo tanto, una educación cristiana es una que capacita al estudiante a pensar los pensamientos de Dios después de Él, en cada disciplina y área de la vida, en otras palabras, una que le provee tanto el marco conceptual basado en y consistente con la interpretación definitiva de la realidad establecida en la palabra de Dios y las herramientas intelectuales para asimilar la información de la realidad en ese marco. Solamente tal educación capacitará al estudiante para encontrar el sentido definitivo del mundo en el que vive y le equipará para cumplir su mandato cultural de traer todas las cosas a la obediencia de Cristo.

Además, debido a que el cristiano cree que todas las cosas fueron creadas por Dios y por lo tanto, que los hechos de la realidad solamente pueden ser entendidos apropiadamente en términos del propósito creativo de Dios, la filosofía cristiana de la educación niega enfáticamente que cualquier disciplina o campo de estudio, cualquier método científico o los hallazgos y conclusiones de la investigación de alguna y cualquier faceta del cosmos, pueda ser neutral con respecto a las presuposiciones fundamentales de la epistemología sobre la cual está basada. Es el acto creativo de Dios el que da significado a los datos de la realidad y así, la única teoría que puede hablar con autoridad acerca de esta información o encontrar su sentido último, es aquella que presupone al Dios de la Escritura como el principio fundamental de interpretación de todas las cosas: “porque de él, por él y para él son todas las cosas” (Romanos 11:36) y “Él es antes que todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten” (Colosenses 1:17). Esta verdad es el principio de todo conocimiento, pues solamente en términos de esta verdad es posible el verdadero conocimiento. De este modo, “el principio de la sabiduría es el temor de Jehová” (Proverbios 1:7).

Por lo tanto, es traición contra Dios entregar a nuestros hijos a los no-creyentes para la formación de su perspectiva intelectual y su filosofía de vida — pues eso es lo que se le da al niño en la escuela, es decir, una cosmovisión total, no simplemente información especializada o técnica sobre ciertas materias que sus padres son incapaces de proveer; de hecho, lo que la mayor parte de educadores se sienten orgullosos de proveer es precisamente una filosofía completa de vida. Cualquiera que suponga que puede mantener el control sobre el tipo de cosmovisión del que beben sus hijos mientras los envía a una escuela estatal o humanista está engañado. Es imposible deshacer cinco días de instrucción sistemática en la cosmovisión humanista con una mañana de escuela Dominical, que es generalmente todo lo que los hijos de los cristianos obtienen a manera de una educación específicamente cristiana — e incluso esta es generalmente de una calidad muy pobre y limitada a la “educación religiosa” en el sentido estricto. Estamos negando la fe cuando entregamos a nuestros hijos para ser educados por nuestros enemigos, para ser instruidos y alentados para ver el mundo y todas las cosas en términos de categorías impías del pensamiento humano. Hacer eso es dedicar nuestros hijos a otro dios. Es idolatría y traición, todo puesto en un solo paquete.

Conclusión

Inicié este capítulo afirmando que la teología Protestante moderna ha abandonado la base de la sola scriptura sobre la que fue originalmente fundada y esto ha ocurrido porque la base epistemológica sobre la cual descansaba ha sido abandonada. Sin embargo, esto no ha sido hecho de manera consciente, ya que, en términos generales, la base epistemológica de la concepción de la teología sola scriptura, no fue sostenida conscientemente por aquellos que se adhirieron al principio de la sola scriptura. De allí que Van Til criticara a aquellos que sostenían el principio de la sola scriptura pero quienes, no obstante, intentaban construir una apologética que se basaba en una epistemología racionalista de terreno común — por ejemplo, Hodge, Warfield y los antiguos princetonianos.[xv] Esto, según Van Til, es entregar demasiado; de hecho, rinde todo en principio al enemigo. Con el surgimiento del humanismo racionalista y su afirmación de derecho al método científico, etc., muchos han concluido que el evangelio ya no es defendible intelectualmente — al menos el tipo de evangelio sostenido por los Reformadores con su creencia en las Escrituras como la infalible palabra del Dios viviente y la autoridad suprema y obligatoria en todos los asuntos de fe y conducta.

De este modo, sin terreno seguro en el que permanecer cuando se ve forzada a defender la fe, la iglesia Protestante, incluyendo el ala evangélica, ha roto filas y ha huido ante un enemigo cuya fortaleza yace únicamente en una ilusión de racionalidad. Algunos, avergonzados por las afirmaciones de la Escritura y no dispuestos a sacrificar la respetabilidad intelectual en un mundo académicamente hostil a la verdad bíblica, han buscado frenéticamente encontrar maneras de mostrar que las Escrituras realmente quisieron decir todo el tiempo lo que los racionalistas “científicos” de hoy están diciendo — observe a teoría de la brecha en la creación y la idea de la evolución teísta, que fue desarrollada para que concordara con una teoría que no solamente es anti bíblica sino también indefendible en términos de cualquier concepción auténtica del método científico. Sin embargo, en este proceso de acomodamiento, la teología Protestante ha dejado de ser esencialmente escritural en algún sentido honesto y significativo, y se ha movido hacia una forma de teología natural que es más aceptable en el clima intelectual y académico contemporáneo. Otros, deseosos de afirmar su adherencia a la fe bíblica y no dispuestos a adoptar una teología racionalista, han escapado inconscientemente hacia la misma jaula que los racionalistas han construido para ellos, es decir, una dicotomía de fe-razón entre la religión cristiana y la así llamada verdad científica o empírica. Ambas tendencias son el resultado de dar demasiada credibilidad a las afirmaciones ilegítimas de la filosofía racionalista. En resumen, la iglesia Protestante hoy está sufriendo de un ataque severo de cobardía intelectual ante el enemigo.

Si la iglesia ha de recuperarse de esta condición y reclamar el terreno perdido debe deshacerse de su esclavitud intelectual a la perspectiva racionalista de la filosofía y la teología moderna y retornar nuevamente a la concepción sola scriptura de la fe cristiana. Nuestra tarea, entonces, es reedificar una teología consistente en términos de ese principio y desarrollar una hermenéutica que sea capaz de aplicar la Escritura al mundo contemporáneo, liberando así la voz de mando de Dios, enviándola hacia la vida de la iglesia y el mundo, lo cual hemos sido comisionados para traer a la disciplina de Cristo.

Sin embargo, si hemos de comunicar la verdad bíblica efectivamente, nuestra apologética debe basarse en una epistemología que sea racionalmente consistente consigo misma y con nuestro entendimiento de la Escritura como la revelación infalible y autoritativa de Dios y de Su voluntad para el hombre. Sobre tal base podemos desafiar confiadamente todas las filosofías y sistemas racionalistas de pensamiento desplegados contra la religión cristiana en nuestros días. No obstante, al hacerlo de este modo, debemos dejar claro que la epistemología cristiana sobre la cual edificamos no es meramente un fundamento racional para la verdad que proclamamos, sino que es el único fundamento racional para cualquier afirmación de verdad. Es la base no solamente de la verdad escritural, sino de toda la verdad, sea esta concebida religiosa o científicamente, pues las afirmaciones de la verdad bíblica son globales, lo abarcan todo. Solamente sobre la base de tal epistemología estamos en posición de revelar la idolatría intelectual de la incredulidad y exponerle al no-creyente la irracionalidad de su propia posición.


Tomado del primero capítulo de su libro “La Filosofía Cristiana de la Educación”.


Notas:

[i] Epistemología n. f. Parte de la filosofía que estudia los principios, fundamentos, extensión y métodos del conocimiento humano. (Diccionario General De La Lengua Española Vox. 1997.) Se trata del origen, la naturaleza, los métodos y los límites del conocimiento, descubriendo lo que sabemos y cómo llegamos a saberlo. Dr. Greg Bahnsen, Pushing the Antithesis (¡Prepárate para la Buena Batalla!).

[ii] Sola Scriptura = sólo la Escritura. Los Reformadores plasmaron en su sola Scriptura = la Escritura sola un principio fundamental de interpretación que no puede ser violado por ninguna autoridad eclesiástica. Lacueva, Francisco. (Diccionario Teológico Ilustrado. 1. ed. española. Tarrasa, Barcelona: Clie, 2001.)

[iii] Por mucho que tengo que decir aquí sobre la epistemología y por mi entendimiento general de este tema, estoy en deuda con los escritos de Cornelius Van Til. Sin embargo, debido a que sus libros no tienen índice — y aun cuando hay un índice generalmente no es exhaustivo — he sido incapaz de dar referencias específicas de sus escritos para algunas de las ideas que he expresado, y por lo tanto, este reconocimiento general debe ser suficiente. Para aquellos que deseen investigar este tema con mayor detalle los siguientes tres libros de Cornelius Van Til son excelentes puntos de partida: A Survey of Christian Epistemology, The Defense of the Faith, y A Christian Theory of Knowledge, todos publicados por Presbyterian & Reformed Publishing Company.

[iv] Escribiendo sobre la secularización de la ciencia, Herman Dooyeweerd declara: “El nuevo ideal de la ciencia secularizó el motivo bíblico de la creación. El poder creativo le fue atribuido al pensamiento teórico, al que le fue dada la encomienda de demoler metódicamente las estructuras de la realidad tal y como son dadas en el orden divino de la creación, con el propósito de crearlas otra vez teóricamente según su propia imagen. “La arrogante declaración de Descartes, repetida por Kant, ‘Denos materiales y les construiremos un mundo,’ y la declaración de Thomas Hobbes, que el pensamiento teórico puede crear así como el mismo Dios, están ambas inspiradas por el mismo motivo humanista, el motivo de la libertad creativa del hombre concentrada en el pensamiento científico.” (The Secularization of Science [Memphis, tn: Christian Studies Centre, 1954], p. 19.)

[v] La diferencia entre estos dos enfoques quizá puede ser resumida diciendo que esta verdad es para el cristiano el punto de partida próximo en el acto de conocer, mientras que para el humanista es el último punto de partida.

[vi] Por ejemplo, Van Til declara: “En contraposición a este tipo de dios que brota del principio del hombre autónomo se halla el Dios de la Escritura. Él se presenta a Sí mismo en la Escritura como el Único en términos de quien el hombre mismo ha de abandonar su autonomía y permitir que él mismo sea interpretado por Dios. En otras palabras, la Escritura presenta a Dios como final. Por consiguiente, la Escritura se presenta a sí misma como el principio último por el cual todas las cosas deben ser medidas. Los dioses producidos por el pensamiento del hombre, aparte de la Escritura, son ídolos. Aferrarse a cualquier dios de ese tipo es quebrantar el primer mandamiento del Dios de la Escritura.” (A Christian Theory of Knowledge [Nutley, NJ: Presbyterian & Reformed Publishing Company, 1969], p. 224.)

[vii] Van Til declara el caso de esta manera: “Según la Escritura, Dios ha creado el ‘universo.’ Dios ha creado el tiempo y el espacio. Dios ha creado todos los ‘hechos’ de la ciencia. Dios ha creado la mente humana. En esta mente humana Dios ha depositado las leyes del pensamiento según las cuales ha de operar. En los hechos de la ciencia Dios ha depositado las leyes del ser según las cuales funcionan. En otras palabras, la impresión del plan de Dios se halla sobre toda la creación. “Podemos caracterizar toda esta situación diciendo que la creación de Dios es una revelación de Dios. Dios se reveló Él mismo en la naturaleza y Dios también se reveló a Sí mismo en la mente del hombre. Así, es imposible para la mente del hombre funcionar excepto en una atmósfera de revelación. Y todo pensamiento del hombre, cuando ha funcionado normalmente en esta atmósfera de revelación, va a expresar la verdad como esta ha sido depositada en la creación por Dios. Por lo tanto, podemos llamar a la epistemología cristiana, una epistemología de revelación.” (A Survey of Christian Knowledge [Phillipsburg, NJ: Presbyterian & Reformed Publishing Company], p. 1.)

[viii] El Razonamiento Circular (técnicamente conocido por la frase en latín circulus in probando) ocurre cuando uno asume algo para poder probar esa misma cosa. Un ejemplo citado por los incrédulos contra los cristianos es ya que afirmamos que Dios es auto-verificable, estamos asumiendo a Dios para poder probar a Dios. Pero la “Circularidad” en un sistema filosófico sólo es otro nombre para la “consistencia” en la perspectiva a lo largo del sistema de alguien. Es decir, el punto de partida de alguien y la conclusión final son coherentes entre sí.” Así que asumiendo a Dios para probar a Dios no es una falacia sino la consistencia de la cosmovisión cristiana, la única cosmovisión 100% consistente y coherente. (Bahnsen, Presionando la Antítesis, p. 87.)

[ix] ad hoc — improvisar.

[x] existencialismo n. m. Corriente filosófica europea que considera que la cuestión fundamental en el ser es la existencia, en cuanto existencia humana, y no la esencia, y que respecto al conocimiento es más importante la vivencia subjetiva que la objetividad: Kierkegaard, Heidegger y Sartre son los principales representantes del existencialismo; el existencialismo se desarrolló sobre todo en el período de entreguerras y después de la Segunda Guerra Mundial. (Diccionario General de la Lengua Española Vox.)

[xi] nihilismo n. m. 1 Corriente filosófica que sostiene la imposibilidad del conocimiento, y niega la existencia y el valor de todas las cosas. 2 Negación de toda creencia o todo principio moral, religioso, político o social: predominan las ideas de contenido negativo más o menos delirante: la culpa impenitente, el nihilismo, la ruina inminente para toda la familia.

[xii] Estas ideas filosóficas han sido descritas por Herman Dooyeweerd en A New Critique of Theoretical Thought (Presbyterian & Reformed Publishing Company, 1969), In the Twilight of Western Thought: Studies in the Pretended Autonomy of Philosophical Thought (Nutley, NJ: The Craig Press, 1980), y The Secularization of Science, citada antes.

[xiii] ex nihilo — de la nada

[xiv] El terreno común no debe ser confundido con la gracia común. Debido a la gracia común de Dios hacia la humanidad el no-creyente entiende en un grado el mundo en el que vive y es capaz de arribar a la verdad con respecto a muchos aspectos de la realidad. Pero, como he argumentado antes, esto ocurre a pesar de, más bien que debido a las presuposiciones básicas que gobiernan su pensamiento. En otras palabras, el no-creyente es inconsistente con su propia epistemología y la razón para esto, es que él es creado a la imagen de Dios y es incapaz de negar o desfigurar esa imagen totalmente. De hecho, es solamente debido a su creación a la imagen de Dios que el no-creyente es capaz de funcionar como un ser humano racional, aun cuando use todos sus poderes como ser racional para negar la existencia del Dios de la Escritura. El hecho de que la imagen de Dios en el hombre no ha sido totalmente destruida por la caída y por lo tanto, el hecho de que el no-creyente aún es capaz de arribar a un grado de verdad en lo que concierne al mundo en el que vive, es un aspecto común de la gracia de Dios a la humanidad, pero no significa que exista, en términos de consistencia epistemológica en ambas partes, ningún terreno común entre el creyente y el no-creyente acerca de cualquier aspecto o hecho de la realidad.

[xv] Princetonianos — un grupo de teólogos del siglo XIX de la universidad de Princeton.

¿Fue Calvino un escolástico? una respuesta a Dr. Fesko

Reformando la apologética (Calvino)

El capítulo 3 trata de desmentir cierto mito sobre Juan Calvino, a saber, que su teología marcó una ruptura con el escolasticismo medieval, ruptura que fue deshecha en cierta medida por los teólogos reformados posteriores que trataron de reintroducir elementos del tomismo. El Dr. Fesko presenta sus objetivos así:

Después de examinar brevemente algunas de las afirmaciones relativas a los puntos de vista de Calvino, este capítulo presenta pruebas de la propia obra de Calvino sobre estos tres temas [escolástica, ley natural y nociones comunes] para demostrar las continuidades con el pasado medieval, en particular con las formulaciones de Tomás de Aquino (1225-74). Mi intención es demostrar que los teólogos reformados contemporáneos no pueden afirmar que Calvino basó su teología en Cristo como el punto de partida indiscutible de todo conocimiento de Dios. … El objetivo de este capítulo, por lo tanto, es demostrar que Calvino tiene una continuidad general con su pasado medieval y los teólogos de la Ortodoxia Reformada moderna temprana. (p. 50)”

El Dr. Fesko procede a identificar cuatro teólogos del siglo XX que han propuesto alguna versión del mito de Calvino contra el Escolasticismo: August Lang, Karl Barth, Cornelius Van Til y Herman Dooyeweerd. (Respecto a las afirmaciones atribuidas a Van Til aquí, ver mi comentario más abajo.)

Escolasticismo

La noción de que Calvino se oponía radicalmente al escolasticismo se basa en “dos supuestos erróneos sobre el escolasticismo: (1) implica creencias teológicas específicas, y (2) es en última instancia especulativo, racionalista y no bíblico“. (p. 53) De hecho, Fesko sostiene que la escolástica es meramente un método de hacer teología que “no requiere ningún compromiso filosófico o teológico específico, sino que simplemente establece los parámetros para la discusión ordenada de un tema doctrinal“. (p. 53)

Fesko continúa mostrando que “muchos capítulos [en las Instituciones de Calvino] siguen la forma de discusión escolástica” que se encuentra en la Suma de Aquino. Calvino no sólo emplea la forma de argumentación escolástica, sino que también hace uso de “distinciones terminológicas escolásticas comunes” (p. 56). Fesko concluye:

En resumen, aunque ciertamente hay diferencias entre las Instituciones de Calvino y la Summa Theologica de Aquino, ambas emplean metodología y terminología escolástica. Por lo tanto, no es fácil enfrentar a Calvino con la escolástica, ya que empleó idéntica metodología y terminología en su propia teología. (p. 56)”

Ley natural y nociones comunes

En esta sección, Fesko cita varios trabajos de Calvino para mostrar que apeló a los conceptos de la ley natural, la razón universal, las nociones comunes (por ejemplo, en su exégesis del sermón de Pablo en el Areópago). Esto es una prueba más de la continuidad con “teólogos medievales como el caso de Aquino“.

Argumentos para la existencia de Dios

Fesko sostiene que Calvino “hizo uso de algunos de los argumentos tradicionales para la existencia de Dios y está en continuidad con la tradición católica“. Por ejemplo, sus comentarios sobre los Salmos 19 y 104 indican “acuerdo sustantivo con dos de las pruebas tomistas, los argumentos cosmológicos y teleológicos“. (p. 63) Calvino apela al principio de que podemos remontar un efecto a su causa, y por lo tanto razonar desde la creación al Creador, y concede que incluso algunos filósofos paganos como Platón lo han hecho.

Sin embargo, debemos reconocer dos calificaciones en el uso de estos argumentos por parte de Calvino:

Primero, Calvino trata el testimonio natural y los argumentos de la existencia de Dios antes de introducir la necesidad de la Escritura. … Contrariamente a lo que algunos afirman, Calvino no comienza con el Cristo de la Escritura, sino que, de manera similar a Aquino, comienza con el conocimiento de Dios disponible a través del libro de la naturaleza. (p. 64)”

En segundo lugar, Calvino reconoce que los efectos noéticos del pecado obstaculizan significativamente la capacidad de la humanidad caída para utilizar este conocimiento natural de manera provechosa para su salvación. (p. 64)”

Por lo tanto, aunque el testimonio de la naturaleza a Dios es absolutamente claro, es suprimido y mal utilizado por los incrédulos debido a sus naturalezas caídas. Sin embargo, sigue habiendo un “conocimiento compartido” entre el creyente y el incrédulo. Calvino apela aquí a una distinción, tomada de Agustín, entre la “inteligencia terrenal” (comprensión de la política, la economía, la ciencia, etc.) y la “inteligencia celestial” (comprensión de la verdadera justicia y los misterios del evangelio).

No todos los calvinistas, sin embargo, han sido felices con este análisis del asunto. Van Til, por ejemplo, se lamenta:

Incluso Calvino, aunque por su doctrina de la “gracia común” estaba en una posición mucho mejor que otros para hacer justicia al conocimiento de la ciencia no cristiana sin sucumbir a ella, no sacó con suficiente claridad en todo momento que el hombre natural es tan ciego como un topo tanto con respecto a las cosas naturales como con respecto a las espirituales.”

Sin embargo, Van Til mantiene que “Calvino de ninguna manera acepta la noción de que el hombre natural conoce verdaderamente el mundo físico“. (Ambas citas de Van Til provienen de su Introducción a la Teología Sistemática, p. 82.)

Fesko se opone:

El análisis de Van Til… contradice las claras declaraciones de Calvino sobre el asunto. Calvino afirma inequívocamente que los incrédulos son ciegos con respecto al conocimiento celestial pero no ciegos con respecto al conocimiento terrenal.

Además, según Van Til, usando la distinción de las dos inteligencias, Calvino creía que los cristianos podían beneficiarse del “trabajo y ministerio de los impíos en física, dialéctica, matemáticas y otras ciencias similares” porque eran en última instancia los dones de Dios a pesar de su fuente próxima. (pp. 66-67)”

Conclusión

La imagen de un Calvino que fue “o bien hostil o bien desinteresado en el método escolástico, la ley natural y las nociones comunes, así como los argumentos tradicionales para la existencia de Dios” es la creación mitológica de los teólogos contemporáneos. A pesar de las diferencias teológicas entre Calvino y Aquino, hay “suficientes continuidades … para justificar la afirmación de que Calvino estaba en continuidad con Aquino en cuanto al lugar y la función del método escolástico, el lugar y la función de la ley natural, y los argumentos para la existencia de Dios“. (p. 68)

El veredicto final:

Calvino, por lo tanto, está en continuidad con el pasado medieval y la Ortodoxia Reformada en el uso del método escolástico, la ley natural y las nociones comunes, y los argumentos para la existencia de Dios. (p. 69)”

Comentarios

Se podría decir mucho sobre el material de este capítulo (y mucho de ello sería confirmatorio) pero algo de ello nos llevaría a lo profundo de la maleza de la exégesis de Aquino y Calvino. No estoy seguro de cuán valioso sería eso. Ya que la brevedad es el alma del blog, trataré de enfocarme en lo que considero los puntos más importantes.

1: No hay duda de que Calvino afirma un conocimiento natural de Dios, así como la ley natural (entendida como un conocimiento natural de la ley moral a través de la conciencia) y algo parecido a las nociones comunes. El Dr. Fesko deja todo eso muy claro en sus citas de Calvino. No hay ningún desacuerdo aquí. Sin embargo, es más cuestionable si Calvino las interpretó en términos tomistas. No creo que las pruebas apoyen esa conclusión tan fuerte. De la misma manera, no veo nada en ninguna de las citas de Calvino que un vantiliano objetaría. ¡Pero tal vez yo sea el tipo equivocado de vantiliano!

2: El Dr. Fesko sostiene que Van Til se equivoca al afirmar que Calvino marcó una ruptura con el escolasticismo. Pero a mi juicio, su argumento se basa en una equivocación. Fesko básicamente argumenta:

(1) Van Til afirma que Calvino rompió con el escolasticismo.

(2) Las Instituciones de Calvino en realidad exhiben escolasticismo.

(3) Por lo tanto, Van Til está equivocado.

El argumento es convincente sólo si el escolasticismo se utiliza en el mismo sentido en (1) y (2). Sin embargo, Van Til no quiere decir con ese término lo que Fesko quiere decir cuando argumenta (2). En pocas palabras, Fesko utiliza el término en un sentido “delgado”: como él lo define, el escolasticismo no es más que metodología y terminología, sin un contenido teológico o filosófico específico. Van Til, por otra parte, utiliza el término en un sentido “grueso”, refiriéndose a una tradición teológica que ha sido fuertemente influenciada por ciertas suposiciones filosóficas (particularmente aquellas asociadas con la metafísica aristotélica) que Van Til considera inconsistentes con una visión reformada de Dios y la revelación.

Fíjese exactamente en lo que dice Van Til en la cita de la p. 52: “una completa ruptura con la teología escolástica“. Esa frase por sí sola indica que Van Til tiene algo en mente que incluye contenido teológico. El problema aquí no es la metodología formal o la terminología. Así que incluso si el Dr. Fesko está en lo correcto al decir que Calvino empleó “metodología y terminología escolástica”, eso no se conecta realmente con las preocupaciones de Van Til. No es el punto. Está defendiendo una afirmación más débil como si fuera una más fuerte.

3: Pero, ¿acaso Calvino emplea realmente el método escolástico en las Instituciones? No me preocupa mucho discutir el punto, pero no me queda nada claro que Calvino lo hiciera de forma consciente. El hecho de que ocasionalmente use terminología escolástica y organice sus argumentos en patrones escolásticos (declaración, objeciones, respuestas) me parece una evidencia bastante débil. Sólo hay que leer las Instituciones de Calvino junto a la Suma Teológica de Aquino para apreciar las sorprendentes diferencias entre los estilos y metodologías de las dos obras. Aún así, como he explicado anteriormente, nada de gran importancia para los vantilianos se sostiene en el punto.

4: Las pruebas que el Dr. Fesko reúne para apoyar su afirmación de que Calvino mostró “acuerdo sustantivo con dos de las pruebas tomistas” son escasas, por decir algo. El comentario citado del Salmo 19 sólo muestra que Calvino pensaba que el orden de la creación nos dirige hacia los atributos de Dios. Pero eso podría entenderse como una especie de percepción inmediata o inferencia reflexiva, en oposición a una pieza de teología natural formal. Ciertamente está muy lejos de la Quinta Vía de Aquino.

De manera similar, la observación de Calvino de que uno puede investigar “las perfecciones divinas” razonando desde el efecto a la causa, y por lo tanto desde la creación al Creador, aunque ciertamente apoya la idea de la teología natural en el sentido amplio, no se acerca realmente a los argumentos cosmológicos formales de Aquino con todo su aparato metafísico. (Podría añadir que los vantilianos tampoco necesitan objetar a la teología natural en ese sentido amplio.) Argumentar que estos comentarios de Calvino equivalen a un acuerdo sustantivo con las pruebas de Tomás me parece un poco exagerado, debo decir.

Considere este hecho básico por un momento. El segundo tema tratado en la Suma de Aquino es la existencia de Dios; específicamente, si la existencia de Dios es evidente por sí misma, si la existencia de Dios puede ser probada, y cómo la existencia de Dios puede ser probada. Tomás articula explícitamente cinco pruebas. Considera que estos asuntos son lo suficientemente importantes y fundamentales como para discutirlos desde el principio de su obra maestra. En contraste, y de manera bastante conspicua, Calvino no ofrece un solo argumento explícito de la existencia de Dios en toda su Institución. ¿No debería darse algún peso a esta observación al evaluar si “Calvino estaba en continuidad con Aquino en cuanto a … los argumentos para la existencia de Dios”?

Un último comentario sobre este punto. La sección de argumentos para la existencia de Dios tiende a mezclar el conocimiento natural de Dios con la teología natural – no sólo eso, sino la teología natural interpretada a lo largo de las líneas tomistas. Estos conceptos deben ser cuidadosamente distinguidos. El hecho de que Calvino afirmara el primero no es una prueba de que apoyara el segundo. Hay otras formas de entender nuestro conocimiento natural de Dios que las que se encuentran en la escolástica medieval (y en Aquino más específicamente).

5: El Dr. Fesko sostiene que Van Til se equivocó al cuestionar la distinción de Calvino entre el conocimiento terrenal y el celestial, se equivocó al negar que los incrédulos pueden tener un verdadero conocimiento del mundo natural y se equivocó al sugerir que Calvino no siempre fue coherente en este punto. Fesko cita la p. 82 de la Introducción a la Teología Sistemática para documentar esta lectura de Van Til. Tal y como lo describe Fesko, Van Til negó que los incrédulos puedan saber algo sobre el mundo natural o que los cristianos puedan aprender algo de los no cristianos sobre asuntos terrenales.

Pero esto es demasiado simplista. Considere que en la siguiente página (IST, p. 83) Van Til cita la misma sección de las Instituciones en la que Calvino despliega la distinción entre lo terrenal y lo celestial (II, 2, 13) y añade su propio comentario:

Entonces [Calvin] añade: “Sin embargo, los esfuerzos del hombre no siempre son tan completamente inútiles como para no conducir a algún resultado, especialmente cuando su atención se dirige a objetos inferiores. No, incluso con respecto a los objetos superiores, aunque es más descuidado al investigarlos, hace algunos pequeños progresos. Aquí, sin embargo, su capacidad es más limitada, y nunca se hace más sensible a su debilidad que cuando intenta elevarse por encima de la esfera de la vida presente”.

De esta cita podemos ver que lo que Calvino quiere decir es que aunque todas las interpretaciones del hombre natural son desde un punto de vista final igualmente insatisfactorias, hay un sentido en el que sabe algo sobre todo, tanto sobre Dios como sobre el mundo, y que en este sentido sabe más sobre el mundo que sobre Dios. Esta distinción no sólo es verdadera, sino que es importante hacerla. Muchos no cristianos han sido grandes científicos. A menudo los no cristianos tienen un mejor conocimiento de las cosas de este mundo que los cristianos.

Van Til continúa más adelante:

La única distinción que realmente nos ayudará es la que desarrolló Calvino, a saber, que desde un punto de vista último el hombre natural no sabe nada en verdad, pero que desde un punto de vista relativo sabe algo sobre todas las cosas. Sabe todas las cosas de alguna manera, y su manera es mejor cuando se trata de cosas terrenales como la electricidad, etc.

Van Til puede tener razón o no en todo esto, pero está claro que su posición es mucho más matizada de lo que indica el Dr. Fesko. Van Til reconoce que los incrédulos pueden saber muchas cosas sobre el mundo natural y las cosas terrenales, a menudo incluso más que los creyentes. Incluso concede que los incrédulos tienen algún conocimiento de las cosas celestiales – ¡saben algo sobre Dios! Pero quiere hacer una distinción entre el conocimiento del incrédulo “desde un punto de vista final” y su conocimiento “desde un punto de vista relativo”. Exactamente lo que Van Til tiene en mente aquí es difícil, por supuesto, pero entiendo que es algo así como una distinción de en-principio contra en-práctica, aliada con una distinción de “aparte de la gracia común” contra “la gracia común”.

En resumen, los puntos de vista de Van Til sobre el conocimiento del incrédulo son complejos y emplean algunas distinciones que sólo tienen sentido en el contexto más amplio de la epistemología teológica de Van Til. Es por eso que John Frame dedicó un capítulo entero al tema en su libro Cornelius Van Til: An Analysis of His Thought (P&R, 1995, cap. 15). (El tratamiento de Frame es una lectura obligada para cualquiera que quiera lidiar con las declaraciones a veces desconcertantes de Van Til sobre la “antítesis” entre el pensamiento creyente y el no creyente).

Todo esto para decir que encuentro que las críticas del Dr. Fesko a Van Til no son acertadas debido a una caracterización reduccionista y unidimensional de la posición de Van Til.

6: En resumen: No creo que ninguna de las críticas a Van Til en este capítulo haya dado en el blanco, y no creo que el Dr. Fesko nos haya mostrado nada en Calvino que esté en desacuerdo con alguna de las afirmaciones de Van Til sobre la teología natural o (más importante a mi parecer) que ponga en duda un enfoque presuposicional de vantilianos sobre la apologética.

7: Finalmente – y odio sonar como un disco rayado – hay que subrayar que la tesis de este capítulo, como las de los dos anteriores, es histórica. Si Calvino estaba en continuidad con Aquino en tal o cual punto, y si Van Til estaba en continuidad con (el verdadero) Calvino, son indudablemente preguntas interesantes e importantes de abordar. Pero sólo tienen una influencia tangencial en la cuestión normativa de cómo los cristianos (especialmente los de convicciones reformadas) deben hacer apologética.


Por Dr. James Anderson

Publicado originalmente en: https://www.proginosko.com/2019/07/reforming-apologetics-calvin/

Teismo Biblico

Así hemos llegado al punto en nuestra discusión en el que tenemos que separarnos de todos los métodos exclusivamente filosóficos para resolver la cuestión de la voluntad. Hemos encontrado que no hay metafísica disponible que pueda servir como base para una visión adecuada, o más bien que exprese una visión adecuada. Al final llegamos incluso a la conclusión de que tendremos que elegir definitivamente entre la alternativa de construir sobre la razón natural y, si somos lógicos, volvernos desesperados, o admitir que debemos bajar de nuestros pedestales como jueces y dejar que Dios pronuncie un juicio sobre nosotros. Esto suena como terminología moral, pero tiene la misma fuerza epistemológica y metafísica. Por lo tanto, debemos elegir. Podemos fingir dejar pasar ante nosotros las diversas teorías de la epistemología y juzgarlas por sus méritos, pero en realidad no podemos hacerlo. Si hablamos de nuestra razón como la barra imparcial de juicio, ya hemos tomado partido. Entonces nos hemos elegido a nosotros mismos como un estándar absoluto y final. Igualmente, por otro lado, si elegimos aceptar una revelación especial, hemos usado nuestra razón. Se ha declarado en quiebra. Pero es exactamente aquí donde la diferencia entre los dos caminos se hace evidente porque quien acepta el hecho del pecado en el centro de su ser, postula una fuerza totalmente independiente a sí mismo para moverlo. Por el momento podemos llamar a esto sólo una fuerza externa, que más tarde encontraremos que es el Espíritu Santo, porque por el momento sólo nos preocupa la absoluta necesidad de elegir entre dos principios, siendo este término tomado en un sentido embarazoso. O bien nosotros mismos determinaremos en última instancia cuál es nuestra naturaleza, la naturaleza de Dios, o bien aceptaremos el principio opuesto que Dios debe determinar. Puesto que es imposible para nosotros tomar posición sobre nuestra propia conciencia humana porque eso puede, en el mejor de los casos, llevarnos a la ilusión, debemos elegir al otro. No porque ahora veamos la insostenibilidad lógica de la posición filosófica, finalmente tomamos la decisión. Eso sería en la naturaleza del caso imposible. Eso nos levantaría de nuevo por nuestras propias fuerzas, y nuestro intento de hacerlo sería la negación de la necesidad de un poder superior, y seguiríamos estando en nuestro viejo punto de vista. Por lo tanto, si Dios ha de determinar la relación entre él y nosotros, debe ser el creador que nos saque de nuestra propia posición.

Antes de que podamos empezar a resolver la cuestión de la voluntad en sus relaciones teológicas en el sentido más técnico de esa frase, el problema es, por así decirlo, confiado a nosotros desprevenidos, quién debe decidir. O decidimos que nosotros determinamos o que Dios determina. Si decidimos decidir por nosotros mismos, ya hemos tomado una posición implícita sobre la relación entre Dios y el hombre. Entonces nos hemos negado a aceptar dos cosas. Primero, hemos decidido que el pecado no es de tal naturaleza que nos haga incompetentes como jueces. En segundo lugar, nos hemos negado a aceptar la posición de que lo infinito debe determinar lo finito. En virtud de la primera hemos rechazado la actualidad y la necesidad del trabajo divino sobre nosotros en la esfera moral y así hemos afirmado la independencia moral, ya sea que la poseamos o no. En virtud de la segunda hemos afirmado también la independencia metafísica. Si por otro lado decidimos dejar que Dios determine nuestra relación con él, esa decisión debe ser ex hypothesi ya el resultado de la obra de Dios en nosotros, de lo contrario fuimos los creadores del acto divino. Pero que Dios decida cuál es la relación entre Él y nosotros significa que él decidirá tanto para la esfera moral como para la metafísica. Porque nosotros, cuando decidimos dejar que Dios determinara, reconocimos que nosotros mismos a través del pecado fuimos totalmente incapaces de llegar a una concepción adecuada de nuestra relación moral con él. Pero si Dios determina la relación moral significa que es absoluto, que es infinito, y que es la única norma de toda la existencia y, por lo tanto, también el único determinante de nuestra relación metafísica con él. Esto implica que la moral se basa en lo metafísico, aunque nuestro argumento no procede de esa manera, ya que esa cuestión debe ser considerada por sus propios méritos y no puede darse por sentada aquí. Aquí argumentaríamos que una vez que hayamos aceptado el hecho del pecado no podemos asumir una posición intermedia y determinar por nosotros mismos cuál será nuestra relación metafísica con él. Y todo esto significa dependencia total de Dios en las esferas metafísica y moral. Tan pronto como empezamos a considerar justamente la cuestión de nuestra relación con Dios, ya la hemos decidido en su aspecto fundamental.

Puesto que sabemos que hemos sido tomados por el Espíritu de Dios desde el fango de nuestro propio juicio, tomamos la posición sólo por revelación, plenamente conscientes del hecho de que al hacerlo hemos renunciado a la pretensión de cualquier independencia moral o metafísica. Hemos justificado nuestra posición sobre la base de la filosofía en la medida en que puede justificarse. Nuestra apologética ha sido negativa, y en la medida en que ha sido negativa, si no tergiversada, también debe ser coercitiva para aquellos que asumen una posición diferente a la nuestra. No sostenemos que el argumento positivo deba, por tanto, ser convincente. Eso sería una contradicción de nuestra propia posición. Si usted ha perdido un hijo y yo he encontrado uno, esto no significa que el niño que yo he encontrado sea su hijo. Con esta ilustración el Dr. A. Kuyper deja clara la posición que nosotros, después de él, hemos presentado. Es exactamente nuestra posición que lo absoluto por sí solo puede proporcionar la apologética positiva. Él debe sacarnos de las tinieblas a su luz maravillosa. Porque aunque estemos de acuerdo en que la razón necesita un correctivo, ¿qué garantía hay de que la Escritura proporcione lo mismo y que no sea un mero resultado de la imaginación?

La παλιγγενεσια divide a la humanidad en dos y consecuentemente también la conciencia de la humanidad. No como si los poderes y las facultades del alma fueran cambiados, como si uno pudiera pensar más lógicamente que el otro, como si la creación fuera cambiada por la recreación. “Het terrein der palingenesie is geen nieuw geschapen erf maar vrucht van herschepping, zoodat het natuurlijk leven er in gesubsumeerd is, en dus ook het natuurlijke bewustzijn, d. w. z. die krachten eigen schappen en bestaansregelen, waaraan het menschlijk bewustzijn, uit zijn natuur, krachten “La antítesis, por lo tanto, no es física, como a menudo la han sostenido los místicos de todo tipo. Por el contrario, la regeneración se basa en la única base psicológica sólida, a saber, la de la fe. La fe no se toma aquí como una fe salvadora, sino como la acción formal general de nuestra conciencia que precede y hace posible toda la ciencia. La fe y la ciencia no son, por lo tanto, opuestas; la lógica nunca da certeza. Debe haber fe en la base de la lógica. La fe es la base de toda percepción; el sujeto debe tener fe en la realidad de los objetos de percepción; la fe es el único vínculo entre el fenómeno y el noumenon. Así también con nuestra actividad mental. Debemos aceptar los axiomas por fe o ni siquiera podemos empezar a razonar.1  Es más, debemos tener fe en la realidad de la autoconciencia. Si hay que objetar que toda la actividad constitutiva de la mente se contabiliza en la corriente de la teoría de la conciencia del alma que ve en el último pensamiento un “entero psíquico” sintético que, como hijo adulto, brota de la frente de su padre, el pensamiento anterior, que lleva con orgullo el título de propiedad, es contestado con John Stuart Mill que entonces se nos coloca ante una paradoja. Debemos creer que la autoconciencia es distinta de los fenómenos, o la conciencia, o debemos aceptar la paradoja de que una serie de percepciones puede ser consciente de sí misma como una serie. 2 Así pues, creemos que en la autoconciencia se trata de un mediodía, de una realidad inamovible anterior a toda raciocinio. En la autoconciencia, entonces, nuestra propia existencia se nos revela, un acto de Dios, y la aceptamos por fe, un acto de Dios. Este hecho fundamental de la autoconciencia, tal como se nos ha revelado de nuevo, implica a su vez nuestra fe en la realidad más allá de nosotros mismos. A pesar de la Crítica e incluso por ello construimos el más firme sobre la fe dada en la conciencia de que el Ding an sich opera sobre nuestra apercepción espiritual dentro de nosotros, de una manera misteriosa bajo el umbral de la conciencia.3  Así, por el mismo poder de la fe que se presupone como base de todo el conocimiento, somos conducidos de nuevo a la concepción de un Dios infinito que se revela a sí mismo, y de criaturas finitas y absolutamente dependientes.

Además, puesto que la antítesis no es física, puede haber territorios en el campo de la ciencia en los que los no regenerados y los regenerados pueden cooperar, como por ejemplo en la recolección de material sensorial, en los aspectos somáticos de la ciencia psicológica y, en tercer lugar, en la lógica formal porque las leyes de la razón no fueron abrogadas por el pecado. Pero cuando se trata de una interpretación de los hechos debe haber una separación de los caminos, porque entonces el que ha fijado su pie sobre la base de la παλιγγενεσια es guiado por la revelación sobrenatural porque reconoce que él mismo no tiene luz. Todavía tiene la maquinaria de la percepción y el pensamiento, pero Dios debe originar y guiar su movimiento.

Parecería que una apologetica por el Teísmo tal como ha sido presentado es la única completa y defendible. Cualquier persona que defienda el Teísmo, que base su pretensión de aceptación en el poder coercitivo positivo de sus argumentos, incluso para la conciencia no regenerada, está condenada al fracaso, derrota su propio propósito y niega su principio. Está condenado al fracaso porque presupone la receptividad en la conciencia no regenerada que sólo un acto divino puede dar. Derrota su propio propósito de llevar a otros a su punto de vista; más bien, el hombre que se está ahogando lo está arrastrando hacia abajo. Niega su propio principio, que es el del principium speciale, cuya naturaleza es que no puede ser sometido al juicio del principium generale. Sólo cuando el Teísmo Bíblico se basa firme y exclusivamente en este principio especial puede esperar dar una explicación razonada de su fe y construir una metafísica y un sistema de teología que haga justicia tanto al infinito como al finito, y que sirva como una solución satisfactoria para el problema de la voluntad.

No es necesario agotar cada gramo de lógica para mostrar que los argumentos teístas deben ser convincentes para cada mente sin prejuicios. Parece que este es el profesor Flint

El error de Flint en su gran trabajo sobre el ateísmo. Olvida que todo hombre tiene prejuicios. El Dr. Bavinck da a estos argumentos teístas un tratamiento completamente diferente. Tomemos, por ejemplo, el argumento de la causalidad. El profesor Flint piensa que necesariamente debe llevarnos de vuelta a la idea de una causa personal absoluta del mundo, porque no podemos descansar en una regresión infinita. “La razón, si la honestidad y la consistencia no pueden en su búsqueda de las causas, se detiene ante la voluntad racional. Sólo eso responde y satisface su idea de las causas”. A pesar de tal afirmación, el Dr. Bavinck sostiene que todo lo que podemos establecer a partir de la idea de causa es que el mundo necesita una causa. “Wie uit de wereld tot eene oorzaak besluit, welke zelve ook eene oorzaak behoeft, heeft aan de logische kracht van dit bewijs genoeg gedaan.” [Ver N del T. N° 1] Un efecto finito puede conducir a una causa finita y podemos retroceder ad infinitum en un vicioso infinito, pero ¿quién nos da el derecho de abarcar el abismo entre lo finito y lo infinito, y luego a un Dios personal? Nuestra idea de la causalidad no está satisfecha con menos, dice el profesor Flint, pero ¿no se debe esto quizás ya a nuestra conciencia teísta? Ciertamente, no podemos descansar en un vicioso infinito; se presupone algún absoluto y sólo en su presuposición puede la prueba cosmológica conducirnos a una causa absoluta. Pero si esta causa es trascendente e inmanente, personal e impersonal, consciente o inconsciente, no puede ser determinada por el argumento.

La única posición sostenible en consecuencia es, como hemos encontrado, tomar nuestro Archimedian που στω en la Acción del Espíritu sobre el corazón del hombre por medio de la cual él es llevado a un contacto nuevo y vivo con la verdad. Así también el Dr. Charles Hodge, aunque a menudo apelando a la conciencia común del hombre al presentar lo razonable de la fe en el cristianismo, sostiene que en último análisis la verdad de Dios es la base de todo conocimiento. “Que nuestros sentidos no nos engañen, que la conciencia sea digna de confianza en lo que enseña, que todo es lo que nos parece ser, que nuestra existencia no es un sueño ilusorio, no tiene otro fundamento que la verdad de Dios. En este sentido, todo conocimiento se basa en la fe, es decir, en la creencia de que Dios es verdadero”. 5

Basándose en los resultados obtenidos por estos hombres, el Dr. Valentine Hepp ha elaborado su trabajo sobre el Espíritu Santo. El Testimonium Spiritus Sancti generale, que él distingue del speciale, es para él la última base de confianza de nuestra naturaleza humana. “Het testimonium generale is die onmiddelijke en onwederstandelijke werking van den Heilger Geist waarin Hij tot en den mensch getuigenis geeft aan de waarheid in haar eentrum en ieder mensch een onomstootelijke zekerheid doet geboren worden. Of philosophisch gesproken: het testimonium generale is de laatste zekerheidsgrond onzer kennis. [Ver N. Del T. N°2] “Somos dependientes para el conocimiento de nosotros mismos y de Dios en el Espíritu Santo, no sólo en la esfera soteriológica sino también en la natural. En conjunción con esto, el Dr. Hepp insinúa que el conocimiento de la verdad del contenido de las Escrituras está basado en el testimonio especial del Espíritu y que este testimonio especial funciona sobre la base establecida por el testimonio general. Esta es la consecuencia lógica de la visión de la teología reformada de que la creación no es abrogada por la regeneración o la recreación, sino que se subsume bajo ella, o más bien que la regeneración se construye sobre la base de la creación.

Ahora bien, hemos afirmado y justificado desde un punto de vista filosófico la metafísica y la epistemología sobre la que sólo, al parecer, es posible una adecuada concepción de la relación entre Dios y el hombre o, más específicamente, de la voluntad. La posición ha sido llamada Realismo trascendental y creemos que es “el teísmo en sí mismo”. Para dar una declaración más explícita de esta posición, con referencia directa al problema en su significado más técnico, para justificarla como la única verdadera al concepto mismo de Teísmo y Revelación, y para trazar cómo la historia del pensamiento cristiano ha luchado a través de las edades para llegar a una declaración clara de la verdad bíblica sobre la cuestión en cuestión permanece para el resto de este ensayo.


1 Anne Anema Calvinisme en Rechtwetenschap, Amsterdam: Kirchner, 1897, 32. 

2 Herman Bavinck, Wijsbegeerte der Openbaring, 1909, 51. 

3 Jan Woltjer, Ideèel en Reèel, Amsterdam: Wormser, 1896, 34. 

4 Bavinck, Gereformeerde Dogmatiek, 2:61.

5 Hodge, Teología Sistemática, 1:437.

6 Valentine Hepp, Testimonium Spiritus Sancti, 1914, 245.


1] «Quienquiera que en el mundo decida sobre una causa, cualquiera que sea la causa ya ha hecho demasiado con el poder lógico de estas pruebas.»

2] «El testimonio general es la operación inmediata y desenfrenada del Espíritu Santo, en la cual Él da testimonio al hombre de la verdad en su interior y da a cada ser humano una certeza impecable de nacer. O filosóficamente hablando: el testimonio general es la última certeza de nuestro conocimiento.»